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Catastrofismo de derechas

Fuentes: Rebelión

«Los catastrofistas establecen una relación directa entre el derrumbe [del capitalismo] y la revolución social, desvalorizando la importancia de las condiciones propicias o adversas para esta acción. […] Los catastrofistas presentan escenarios políticos apocalípticos al aplicar indiscriminadamente categorías de la revolución, que fueron concebidas para situaciones muy específicas. Su expectativa en revoluciones inminentes precipitadas por […]

«Los catastrofistas establecen una relación directa entre el derrumbe [del capitalismo] y la revolución social, desvalorizando la importancia de las condiciones propicias o adversas para esta acción. […] Los catastrofistas presentan escenarios políticos apocalípticos al aplicar indiscriminadamente categorías de la revolución, que fueron concebidas para situaciones muy específicas. Su expectativa en revoluciones inminentes precipitadas por catástrofes financieras es incompatible con el reconocimiento de las reformas sociales.»

Claudio Katz, «Los efectos del dogmatismo».

Hasta la Primera Guerra Mundial, la interpretación ortodoxa predominante de la obra de Marx postulaba que el capitalismo, como modo de producción, estaba condicionado y se agotaría, como producto de sus propias contradicciones, en el marco de una apocalíptica crisis final. Dicha crisis sería, desde luego, la señal para la insurrección obrera.

Y no faltaron, ciertamente, oportunidades para probar la teoría. Las consecuencias de la contienda bélica, la depresión económica de los años treinta, la Segunda Guerra Mundial… Sin embargo, las estrategias socialistas dirigidas exclusivamente a capitalizar -con perdón de la expresión- dichas coyunturas fracasaron una y otra vez.

Finalmente, el catastrofismo fue gradualmente abandonado como estrategia, a medida que la regulación estatal del «bienestar» demostraba la versatilidad del capitalismo como modo de producción. Otros teóricos, como Antonio Gramsci, se preocuparon entonces por analizar las dificultades inherentes a la concepción marxista de la toma del poder, enfatizando la importancia de las relaciones de fuerza y la centralidad de la cultura en la construcción de formas consensuales de dominio.

Hoy, al menos en el campo de la izquierda política mundial, el catastrofismo es el refugio de un puñado de incapaces, que esperan que se caiga el mundo para tomar lo que, según creen, les corresponde. Goza, ciertamente, de algún adepto en la cultura de izquierda vernácula, pero ya no es otra cosa que un resabio del pasado -uno, por cierto, lo bastante viejo como para ser olvidado-.

Distinta suerte ha corrido esta concepción / estrategia en las filas de la derecha, económica, política y social. En primer lugar, porque en sus filas se cuentan los agentes económicos capaces de morigerar o profundizar los cataclismos económicos y sociales. En segundo lugar, porque poseen en todo momento la confianza que les brinda el control hegemónico de la maquinaria de guerra cultural.

Un caso típico, en este sentido, pudo verse en Venezuela, en la estrategia de desestabilización plasmada en la huelga petrolera lanzada por los directivos de PDVSA, allá por 2002, en consonancia con los principales partidos de oposición y las cámaras empresarias. Otro caso de este tipo acaeció en Argentina el año pasado, durante el lock out de las cuatro principales corporaciones que aglutinan a los propietarios del suelo.

En ambos casos, si bien los respectivos gobiernos sobrevivieron, lo hicieron sacrificando altos niveles de capital político. No obstante, en el caso argentino, esto abrió una chance concreta de cerrar el ciclo de reformas abierto en 2003 por vías institucionales. Tal vez por eso, en estos días, las principales corporaciones trataron de llegar a algún entendimiento, mientras los principales referentes de la oposición anunciaban terribles tempestades.

¿A qué se debe este cambio de posiciones? Esencialmente, a que el embate frontal del año pasado, en lo referente a sus objetivos de máxima, fracasó. Carrió pasó todo el año anunciando el inminente Apocalipsis, y todo lo que logró lo que Cobos pudo hacer desde su lugar institucional. El gobierno, pese a la merma de su base electoral, sorteó razonablemente bien la prueba de fuerza corporativa.

Pero el escenario de la crisis internacional parece, en cambio, sumamente prometedor para una oposición partidaria refugiada en su discurso antipolítico y antiestatal, que no puede salir de su crónica dispersión y carece de propuestas positivas. Sus dificultades para alcanzar formas de unidad electoralmente competitivas pueden mejorar únicamente si el impacto de la debacle económica mundial en curso golpea fuertemente al Río de la Plata. La pobreza de sus propuestas importará menos si el gobierno se muestra incapaz de controlar la economía. Ya lo habíamos anunciado, aquí mismo: la oposición argentina, corporativa, mediática y partidaria, juega todas sus fichas a la debacle del país.

Ojalá que no lo logren, por el bien de los argentinos.

http://ezequielmeler.wordpress.com/2009/02/19/catastrofismo-de-derechas/