‘Amigos, sólo se trata de hacer negocios. Porque pobres van a seguir existiendo y de ellos se tendrán que ocupar las ONG». Ing. Agr. Héctor Monsy Huergo, Director de Clarín Rural en Expoagro. ‘… Si se trata de ganar plata con la tierra, sembremos marihuana (coca, opio…), esa sería «la opción más rentable» (para el […]
‘Amigos, sólo se trata de hacer negocios. Porque pobres van a seguir existiendo y de ellos se tendrán que ocupar las ONG». Ing. Agr. Héctor Monsy Huergo, Director de Clarín Rural en Expoagro.
‘… Si se trata de ganar plata con la tierra, sembremos marihuana (coca, opio…), esa sería «la opción más rentable» (para el mercado), pero evidentemente esto es moralmente rechazado (y militarmente combatido). ¿Por qué, en cambio, no rechazamos moralmente sembrar maíz para producir etanol si eso significa que quebramos la ecuación alimentaria y la ecuación energética de los pueblos pobres del mundo?…’ Ing. Enrique Martínez, Director del INTI.
Después de mi el desierto…
Casi como una reacción desesperada de una hidra malherida, acorralada por los pueblos y por una realidad mundial, que no sólo no puede controlar, sino que le es cada día más hostil, y es particularmente antinorteamericana a largo plazo, el pool petrolero adueñado de la Casa Blanca, desde el golpe legal del 2000, consolidado por el autoatentado de las Torres Gemelas, acaba de buscar una salida desesperada a la crisis del petróleo, a la del dólar y a la emergencia de un nuevo bloque de poder mundial expresado en las posiciones autónomas de China, Irán, la Revolución Venezolana, la revolución Boliviana, Ecuador, el crecimiento de la India, Brasil y la nueva actitud más autónoma del gobierno de la nueva oligarquía rusa expresada por Vladimir Putin, que descubrió que después de Irán les tocaba a ellos…
En el 2000 el sector nazi-petrolero-religioso del poder norteamericano impidió a toda costa la llegada de Al Gore a la Casa Blanca imposibilitando que los EE.UU., adhirieran al Protocolo de Kyoto, situación que comenzaría a limitar y recortar el poder omnímodo de las petroleras y del sector energético privatizado, por sobre la marcha de la economía global y sobre sociedad yanqui. Ahora luego del catastrófico fracaso en Irak, la consolidación del liderazgo de la Revolución Bolivariana, las resoluciones de la UE a favor de la disminución del uso energético, la derrota por paliza en las elecciones parlamentarias sufrida por el preverbal empleado que ocupa en su nombre la Casa Blanca y la marcha del mundo a una clara restricción en el uso de los combustibles fósiles, las petroleras decidieron contraatacar con una jugada astuta, desesperada, inviable y como todas las medidas del capitalismo senil, autodestructiva del planeta.
La propuesta de destinar la alimentación de la humanidad para producir combustibles, para que la sociedad norteamericana no deba afectar en lo más mínimo su standard de consumo, como reclama el Protocolo de Kyoto, se inscribe en las mismas miradas catastrofistas del Club de Roma, la Trilateral Comisión, el Consenso de Washington y las voces de algunos gurús ambientales que auguran una población mundial de 500 millones de personas para el año 2050. Es decir, el viejo anhelo de la oligarquía financiera mundial desde siempre, pero en particular, desde el 1º de Mayo de 1945, cuando su plan de contención contrarrevolucionaria hitleriano concluyera exactamente al revés: reducir drásticamente la población del Tercer Mundo. Resolver el problema de un mundo que les es cada vez más hostil, suprimiendo a los hostiles, es decir a los pobres.
Nadie duda que, si las tierras fértiles y cultivables del mundo (sólo Brasil gobernada por el ‘progresista’ Lula piensa deforestar 60 millones de hectáreas, es decir destruir la Amazonia y lo que queda del Pantanal para producir etanol y biodiesel; Malasia ya perdió el 87% de sus bosques tropicales para cultivar Palma, para hacer biodiesel)(1) deben ser destinadas a producir etanol o biodiesel para que la parte pudiente de la sociedad norteamericana (también los pocos beneficiados por la sojización en la Argentina) pueda seguir dilapidando combustible en sus 4×4. También continuarán dilapidando energía en su sociedad enferma y autoaniquilante (el cereal necesario para llenar un tanque de una 4×4 permitiría alimentar a una persona todo un año)(2), nadie puede dudar insistimos, que si tamaño disparate económico y ecológico se llevara adelante, el resultado sería la muerte por hambre de un sector de entre un tercio y un medio de la población mundial, esa que hoy ya pasa o está cerca del hambre. Es decir entre 2.000 y 3.000 millones de seres humanos. Además como muy bien señalara el comandante Fidel Castro Ruz, difícilmente quedará algún árbol sobre el planeta.(3), la desertificación, la desaparición del agua dulce, y la extinción masiva de especies, se difundiría por el planeta. El capitalismo de las corporaciones multinacionales podría reemplazar aquella frase que dice ‘después de mi el diluvio’, por otra aun más siniestra: después de mi el desierto…
Cerrando el círculo
En el caso particular de nuestro país -y de gran parte de Sudamérica- depredada por el monocultivo sojero-transgénico-forrajero, la producción de agrocombustibles, cerraría el círculo abierto en el largo ciclo 1976-2001, que nos devolviera al estado neocolonial que aun hoy transitamos. Continuarían siendo los precios internacionales, las decisiones de las corporaciones cerealeras, alimenticias, petroleras, de la industria de agrotóxicos y farmacéuticas-biotecnológicas, las que decidieran nuestra política agroalimentaria, estructural y por lo tanto quienes diseñaran nuestra economía política nacional por décadas. La brutal frase expresada por el Ingeniero Héctor Huergo, con que abrimos esta reflexión (que parafrasea, seguramente de manera freudiana aquella otra famosa de Carlitos el Infame: ‘Pobres hubo siempre..’), que nos habla de gente que vive en una Argentina anterior a la rebelión popular de diciembre de 2001, no sólo nos muestra cuanto puede crecer la perversidad de un ser humano, que treinta años atrás hablaba en nombre de los ‘pobres del mundo’ y la ‘Revolución mundial’, al calor de un buen puñado de dólares provistos por Monsanto y Kissinger, sino que desnuda el pensamiento siempre renacido de una burguesía argentina por siempre colonial, como ya denunciaran Moreno, Castelli y San Martín. Huergo vuelve a expresar el mismo pensamiento de Rivadavia, Mitre, Sarmiento, Roca, Pinedo, Martínez de Hoz y Cavallo: ‘producir materias primas para el mercado mundial y comprar lo que necesitamos fuera del país’.
Se justifica así que todo nuestro ecosistema pampeano -y extrapampeano- el mejor dotado del mundo para producir alimentos, se dedique primero a producir forraje barato para China, la UE, Canadá y otros países que destinan su economía a industrializarse, dejando que otras naciones de economía dominada, produzcan forrajes baratos (pasto soja), para así ellos producir carne con que alimentar a su población y exportar a los crecientes mercados asiáticos, donde habita la mitad de la población mundial. Población que, en su emergente desarrollo desafía -seguramente de manera mortal- al poder norteamericano, por lo cual éste diseña políticas para exterminarla.
Huergo no es cualquiera, es uno de los mayores difusores de la sojización en la Argentina, expresando a veces pensamientos reñidos con el más elemental saber agronómico (‘lo mejor que se puede hacer con un monte degrado es transformarlo en leña, carbón y durmientes’, expresó alguna vez, el experto Huergo) dichos como un saber único, de verdad inapelable, sin posibilidad de debate, con la descalificación como método permanente de confrontar ideas. Las inundaciones de Santa Fe, ‘no es culpa de los políticos(…) ni del aumento de la siembra aquí y en Brasil, y otras sandeces que se escuchan por diestra y siniestra.'(5) Como quien esto escribe, es uno de los difusores de dicha ‘sandez’, me tomo el atrevimiento de proponerle al Ingeniero Huergo que tome algún curso de Ecología -aun breve y de nivel medio- para entender de qué trata un Ecosistema, o saber qué es una Cuenca, y comprender por supuesto que las inundaciones de Santa Fe, las de Salta, Tucumán y las que vendrán, tienen relación directa con la expansión desmedida de la Siembra Directa, el monocultivo de soja RR y el desmonte casi total de toda la Cuenca del Paraná. No sorprende entonces que Huergo, y sus demiurgos de la ‘Argentina verde y competitiva’ (Héctor Ordóñez dixit), contraparte de la Argentina Industrial, Teconólogica y Científica, también inclusiva, con pleno empleo, alta distribución de la riqueza, socialmente estructurada, moderna y progresiva existente entre 1945 y 1976, es decir la Argentina Libre, Justa y Soberana, sea hoy uno de los mayores defensores de la producción de biocombustibles en nuestro país, utilizando el mismo criterio de pensamiento único y autoritario neoliberal.
Huergo acaba de señalar con el mismo autoritarismo ideológico de los ’90: los biocombustibles ‘no son buenos ni malos sino inevitables'(4), es decir no hay discusión posible. ‘Lo decidió el mercado mundial‘. No importa que dicha producción transforme el alimento en combustible, reduciendo aun más la oferta alimenticia, que por vía de la sojización, cada vez escasea más en nuestro país (basta ver las góndolas vacías, por la especulación de precios monopolista primero, pero también por la caída de varias ramas alimenticias por el destino de los suelos al cultivo de pasto-soja). Si la sojización devastó la otrora histórica Soberanía Alimentaria nacional, y está provocando una catástrofe ambiental apenas intervista, y que probablemente le explotará al próximo gobierno, la combinación de sojización y agrocombustibles destruirá toda posibilidad de reconstruir la Argentina Justa, libre y Soberana, la Argentina industrial, y nos remachará en el modelo colonial agroexportador o productor de commodities.
‘¿Cien millones de Toneladas o un millón de productores agropecuarios?'(6)
Los llamados biocombustibles -hasta el nombre es político y mentiroso- buscan lavar la cara de las multinacionales petroleras, permitiéndoles seguir controlando el mercado mundial de combustibles, cosa que no podrían hacer en caso de que los verdaderos combustibles no contaminantes, la energía solar, eólica o del agua -incluso la proveniente del reciclado de residuos- se desarrollaran a escala planetaria. Dichas energías son esencialmente descentralizadas y de acceso libre, quebrando el poder mundial de las petroleras. Los agrocombustibles permitirían al pool energético y petrolero de los Estados Unidos, quebrar el Protocolo de Kyoto, que seguramente firmará un próximo gobierno demócrata, ya que los biocombustibles encierran la idea de que la sociedad norteamericana seguirá dilapidando la energía mundial y contaminando a piaccere el planeta, sin afectar su enfermizo nivel de consumo y su irracional sistema de uso de energía. Por el contrario, la siniestra propuesta de Bush (a la que se suma el progre Lula) es matar de hambre a la población pobre del mundo para así ellos puedan seguir quemando gas oil en sus 4×4 y en sus millones de vehículos. Es tan descarada la propuesta que la UE acaba de aprobar una resolución, por la cual acepta utilizar biocombustibles, pero… no los producirá en su suelo,(7) ya que no permitirá que un solo centímetro cuadrado del mismo posible de ser cultivado, sea privado de producir alimentos. La Soberanía Alimentaria es prioritaria para la UE desde 1973. Siendo así, la UE resolvió producir biocombustibles pero… en los países del Tercer Mundo. (7)
La propuesta de los llamados biocombustibles no debe ser aceptada por nuestro país más allá de pequeñas producciones, a costa de perder definitivamente nuestra independencia económica y extremar hasta el hartazgo la catástrofe ambiental que se difunde vía la sojización. Por el contrario se hace necesario discutir un plan de Desarrollo Rural y Nacional, que retome la idea de una Argentina para todos, industrial, inclusiva, distributiva, democrática, participativa, ambiental y socialmente sustentable, donde no existan los pobres, tal como conocimos en el pasado, aunque fuera por un breve período. Eso implica salir progresivamente del modelo de la sojización; recuperar y fomentar la producción de escala familiar; remontar las producciones regionales; proteger lo poco que queda del monte nativo (hoy amenazado desvergonzadamente por el Senado de Alí Baba); reforestar; prohibir las fumigaciones masivas y descontroladas en tanto se reduzca el área de sojización; depurar las áreas contaminadas con glifosato, 2-4-D, atrazina, endosulfan y demás biocidas; aplicar medidas sanitarias de emergencia para proteger a la población rural contaminada con agrotóxicos del cáncer y las malformaciones crecientes; reducir y depurar el área de transgénicos; reordenar por medio de impuestos, retenciones, créditos y subsidios la producción nacional. Abandonar la sojización, recuperando una política de Soberanía Alimentaria, repoblamiento del campo y redistribución de la tierra.
Recientemente, en un encuentro sobre el futuro de la agricultura, el Dr. Walter Pengue lanzó una hermosa propuesta que hacemos nuestra: ¿por qué en lugar de 100 millones de toneladas de granos no nos proponemos tener 1 millón de productores agropecuarios?(6), y no los 300.000 a que nos redujo la sojización. Tal vez en ese debate encontremos un disparador de un nuevo Proyecto Nacional, en lugar de resignarnos a que ‘pobres hubo siempre’ y que las multinacionales -y Bush- nos decidan el modelo de país a tener.
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Notas
1.- Altieri Miguel, conferencia en Buenos Aires 21-3-07
2.- Ribeiro Silvia, Agrocombustibles versus soberanía alimentaria, Rebelión.org, 03-07
3.- Castro Ruz Fidel, Condenados a muerte prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de personas en el mundo, 28-03-07
4.- Clarín, Cara y ceca de los biocombustibles, 10-4-2007
5.- Clarín Rural, pag 3, 14-4-07
6.- Pengue Walter, conferencia en Buenos Aires 21-3-07
7.- Altieri Miguel, conferencia en Buenos Aires 21-3-07
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Alberto J. Lapolla es Ingeniero Agrónomo genetista