La revista satírica francesa Charlie Hebdo, famosa por sus contenidos donde atacan principalmente al islam y que saltó a la palestra internacional tras el atentado del 7 de enero del año 2015 donde fueron asesinados doce de sus colaboradores a manos de dos extremistas franceses, ha vuelto a generar conmoción con nuevas portadas donde ofenden el nombre y la figura del profeta Muhammad.
Esta contumaz acción se justifica bajo el marco de la llamada “libertad de expresión”. No me adentraré profundamente en los vericuetos de la acción del año 2015 plagada de acusaciones vinculadas a que se trató de un atentado de bandera falsa como lo sostuve días después de los hechos. Consignemos que los medios europeos, en aquella oportunidad, señalaron que los hermanos Chérif y Said Kouachi, autores de la matanza en las dependencias del semanario galo, y Amedy Coulibaly, que asesinó a un policía y a cuatro personas en un supermercado en Francia, estuvieron sujetos a vigilancia por los servicios antiterroristas de la policía.
Said estuvo bajo la mira policial entre noviembre de 2011 y junio de 2014 y Chérif, por su parte, tuvo el teléfono intervenido entre noviembre de 2001 y finales de 2013. ¿Qué pasó? ¿Qué hizo detener esa investigación? ¿Cómo a tres hombres sindicados como radicales y con acciones de apoyo a grupos takfirí se les deja de vigilar? No es descabellado pensar, sostuve en ese entonces, que detrás de las acciones de estos ya ejecutados personajes, se encontraran servicios de seguridad de países occidentales y de Asia occidental con objetivos vinculados contra el islam y la generación de conductas islamófobas.
En esta línea de opiniones se ubicó también la del el exsubsecretario estadounidense del Tesoro, Paul Craig Roberts, quien señaló que el ataque terrorista contra Charlie Hebdo en ese año 2015 fue una operación de bandera falsa “diseñada para mantener a Francia como Estado vasallo de Washington. Los sospechosos pueden ser tanto culpables como chivos expiatorios. Basta recordar todos los complots terroristas creados por el FBI, que sirvieron para dar una apariencia de realidad a la amenaza terrorista ante los estadounidenses”, señaló este crítico republicano en un artículo publicado en su sitio web, agregando que: “La policía encontró el documento de identidad de Said Kouachi en la escena del tiroteo. ¿Les suena familiar?” dando cuenta así de un hecho similar cuando se encontró entre los restos humeantes de la derribadas Torres Gemelas el documento de identidad de uno de los supuestos responsables del atentado, el 11 de septiembre del año 2001.
Por su parte, el otrora Alcalde de Ankara, Melih Gokcek, aseguró que detrás de los hechos en París se encontraba el Mossad, que con este tipo de acciones atizó la islamofobia causando este tipo de incidentes y como represalia el Gobierno francés, que había expresado un mes atrás -en diciembre del año 2014- su apoyo a la creación de un Estado palestino y eso, para los halcones del régimen de Israel resultaba intolerable. En la misma dirección se pronunció el diario estadounidense International Business Times, que sostuvo, en una declaración, que eliminó a las pocas horas que “el Mossad es el primer candidato responsable del atentado, ya que Israel intentaba vengarse de Francia por el voto que dio el pasado diciembre (2014) a favor del proyecto de la resolución pro-Palestina, para acabar con la ocupación, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y además con un Parlamento galo que votó el mismo mes a favor de la creación de un soberano Estado palestino. Israel y sus servicios de inteligencia pretendían mostrar que los musulmanes eran autores de este atentado terrorista”
Libertad de expresión
Dicho esto, adentrémonos en el campo siempre polémico de la libertad de expresión, que suele estimular la discusión, estos días de septiembre del año 2020, cuando el Semanario Charlie Hebdo vuelve a estar en la polémica por volver a caricaturizar al profeta del islam generando duras críticas de los países islámicos. La explicación, a todas luces pueril del medio, es que se concretó esta acción coincidiendo con el inicio del juicio contra los culpables de los atentados terroristas de enero del año 2015 y además porque han pasado 14 años desde que publicaron caricaturas similares.
En una encuesta de IFOP a la que hace referencia el semanario en su número de este mes de septiembre del 2020, detallan que el 57% de los franceses apoya esta impresión porque es parte de la libertad de expresión, un 31% sostiene que fue un error y una provocación inútil y un 10% no se pronunció. El 69 por ciento de los encuestados que se declararon musulmanes en esta pesquisa, considera que Charlie Hebdo se equivocó al publicar los dibujos y que fue una provocación. Recuerdo en esto al Papa Francisco, quien días después del atentado a Charlie Hebdo, en enero del año 2015, al mismo tiempo que condenó los hechos sostuvo que “el ejercicio de la libertad de expresión no implica el derecho de ofender la religión de otros. Tenemos la obligación de hablar abiertamente, de tener esta libertad, pero sin ofender (…) La libertad de expresión y la religiosa son derechos humanos fundamentales”.
La libertad de expresión, en el caso de Charlie Hebdo, parece dar para “casi” todo, incluso insultar a un nombre, una figura venerada por 1.700 millones de seres humanos en el mundo. El profeta Muhaddmad es considerado un símbolo sagrado, profundamente reverenciado y en especial en 57 naciones que tienen al islam como religión mayoritaria. Y ese solo hecho debe llamar a reflexionar a los que usan la sátira, el doble sentido y la lectura equívoca del islam. No es casual que sus lecturas de portada expresen una amalgama muy peligrosa, como lo señaló en su oportunidad el exministro francés Stéphane Le Foll, bajo el gobierno de Francois Hollande. Portadas que mencionan, socarronamente, “al islam como una religión de paz pero al mismo tiempo dan a entender de hecho con sus viñetas y textos que es una religión de muerte”. Una forma sibilina de conducir a las sociedades por el camino del rebaño dócil y domesticado para que repitan como verdaderos papagayos consignas islamófobas.
Una línea peligrosa y que suele repetirse en forma contumaz. Si es así, comprobaremos aquel objetivo existente detrás de esta forma de mostrar al islam: acrecentar la islamofobia en una Europa donde el racismo, la intolerancia y el supremacismo ganan terreno usando la manga ancha que otorga el uso de una “libertad de expresión” y también de acción por parte de los sectores de poder hegemónico. Y, menciono el concepto “casi” que ocupa Charlie Hebdo, pues este medio suele recular ominosamente, cuando toca, escasamente, el poder en Francia. Allí no defiende con dientes y uñas la “libertad de expresión” como aconteció con el fallecido dibujante Marcel Siné quien, producto de una crónica que publicó en el semanario en julio de 2008 sobre Jean Sarkozy, uno de los hijos del entonces presidente francés Nicolas Sarkozy, fue despedido por los dueños del semanario, tras generar una oleada de críticas por un supuesto antisemitismo. Acusaciones encabezadas por el poderoso lobby sionista francés que sostuvo que Siné incitaba al odio racial.
En lo descrito, la famosa libertad de expresión es una frase más frente a las exigencias sionistas, a pesar de que Siné fue absuelto pero impedido de retomar sus labores. La casta política francesa se cuadró totalmente con el sionismo, para evitar cualquier duda respecto al lado de quien están los que mandan en Francia. Una Francia donde insultar al hijo de un político es considerado gravísimo y mueve las ruedas de las influencias para castigar a quien ose desnudar las andanzas de un miembro del poder, pero no lo es cuando se insulta la figura venerada por 1.700 millones de personas. Pura hipocresía. Charlie Hebdo debería responder ciertas preguntas: ¿Por qué no existen referencias al régimen saudí y su campaña de agresión contra Yemen o el papel criminal ocupado por el sionismo con relación a Palestina? ¿Por qué no se hace referencia al papel imperial que desea jugar Macron en Asia occidental y fundamentalmente en El Líbano? ¿Por qué no hay caricaturas de Mohamad bin Salman? ¿Por qué no ironizan sobre el supuesto “acuerdo del siglo”?
No hay, en el mundo islámico, una perversión de esta creencia más fanática e intolerante que el wahabismo saudí, pero eso no impide que Arabia Saudí, figure en “el eje de los moderados” de Estados Unidos y sus socios europeos, entre ellos Francia. Con una alianza fáctica -no sólo entre un gobierno de una democracia representativa como la gala con una monarquía como la saudí- sino también entre fundamentalistas neocons protestantes, católicos occidentales y los wahabíes a despecho del odio teológico que los fundamentalistas protestantes profesan a los musulmanes y el que los fundamentalistas wahabíes profesan a los cristianos. Tras esa alianza teológicamente incomprensible no es difícil percibir una colaboración plutocrática de intereses creados. ¿Por qué se ironiza y se denigra a cientos de millones de creyentes en el islam? ¿Por qué ese ensañamiento con un mundo que en la propia Francia significa la presencia de millones de ciudadanos creyentes en el islam? ¿Cuál es la pretensión? No creo que todo se explique por la vía de la libertada de expresión. Eso es pura ingenuidad.
El Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos señala que todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión. Este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones y el de difundirlas sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión. Si bien es cierto, esta concepción de lo que debe entenderse como libertad de expresión, está consagrada en gran parte de las constituciones del mundo, también es verdad, que ésta tiene límites, tanto legales como de sentido común. Nuestros derechos son amplios pero termina cuando afectan la vida y los derechos de otras personas y ello establece una serie de deslindes verbales, gráficos, audiovisuales.
Los límites de esta libertad de expresión son consensos, que suelen ser respetados, a lo menos en el papel y se expresan en algunos puntos muy sencillos: La libertada de expresión no puede respaldar, en modo alguno, las expresiones que inciten la violencia en contra de un individuo o un grupo de personas. No es posible aceptar insinuaciones sobre personas que sean ajenas a la realidad (difamaciones, calumnias) que sólo persiguen el fomento del escarnio público o el rechazo social. La libertad de expresión en modo alguno es una autorización de hacer lo que venga en gana, que infrinja el derecho a la privacidad, la intimidad que cada ser humano merece. La libertad de expresión no es un campo libre que permita atravesar los campos del pudor y la sensibilidad frente a hechos graves: secuestros, masacres, atención desigual si se trata de un poderoso o de una persona con menos protección.
Lo que ha hecho Charlie Hebdo con sus caricaturas, viñetas, su burla infamante, es situarse en la trinchera islamófoba. Aquel mundo que frente a supuestos atentados, ejecutados por elementos que manifestándose como creyentes en el islam simplemente representan una marginalidad condenable, que no representa a sus fieles; aprovechan dicha situación para atacar los elementos más valiosos de una creencia de indudable importancia y presencia en el mundo. Previo a cualquier análisis, sobre todo si hablamos de medios de comunicación, se supone informados, se hace necesario aclarar que frente a hechos de violencia adjudicados a elementos de Daesh, Al Qaeda u otros extremistas, no deben vincularse en modo alguno al islam o a conceptos como la yihad. Esta asociación es interesada y propio del análisis de quienes no conocen el islam, de una prensa que con claras intenciones políticas, trata de mostrar una cara violenta del islam y los musulmanes.
El semanario Charlie Hebdo, tras la masacre del 7 de enero del año 2015 volvió, a los pocos días, a la venta en los quioscos franceses. Esto después de marchas de apoyo en todo el mundo, con la manida frase de “Je suis Charlie” y que en París significó multitudinarias manifestaciones, con la presencia de dirigentes de la catadura moral de Benjamín Netanyahu, marchando sintomáticamente por la paz y contra el terrorismo. Cinco millones de ejemplares del semanario se agotaron como pan caliente y además, en un acto desafiante, mostrando nuevamente la figura del Profeta del Islam en su portada. Cinco años y medio después de aquel atentado trágico, catorce años desde la aparición de las primeras caricaturas de Muhammad, Charlie Hebdo vuelve a hacer noticia sacando nuevamente caricaturas que desprecian los sentimientos y la dignidad de la Umma (la comunidad del islam). No resulta extraño entonces que sean millones los que se sientan humillados por la labor y la línea editorial llevada a cabo por este semanario, sobre todo en los últimos años, que ha alimentado un ambiente, en la sociedad francesa con nutrientes islamófobos y xenófobos. El resto se define como contumacia.
No resulta razonable, lógico, ni sensato publicar dibujos y películas que ofenden o atacan al islam. Si se está de acuerdo en que los autores del atentado en París representaban una minoría, que no encarna lo que es el islam y a los musulmanes, ¿cómo se puede responder con actos satíricos que no están dirigidos contra ellos, sino contra el Profeta venerado por 1.700 millones de musulmanes? ¿Esto es libertad de expresión o una acción contumaz, una estrategia política plagada de islamofobia? Un semanario que junto al diario Liberation fueron comprados, según la revista económica de los Países Bajos Quote, por el conglomerado multimillonario de la familia de los Rothschild, que con un olfato increíble supo ver el negocio en una revista, que previo al atentado de enero del 2015 vendía 50.000 ejemplares y que dos días después de la acción terrorista, que costó la vida de 12 de sus trabajadores, superó los 7 millones de ejemplares vendidos. Y que en cada aniversario o edición especial con portadas contra el islam suele incrementar sustancialmente sus ventas. Es el valor económico de la libertad de expresión sustentada por los paladines de Charlie Hebdo.
Cedido por www.segundopaso.es