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Cromañón, Ibarra y Legislatura

Circo porteño

Fuentes: Investigaciones Rodolfo Walsh

La presentación del Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra en la Legislatura, a raíz de la tragedia de Cromañón termina por desnudar el circo en el cual está inmersa la clase dirigente, totalmente escindida de la realidad. Por un lado, Aníbal Ibarra convocó a una consulta popular para refendar su mandato, con lo cual logra cambiar […]

La presentación del Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra en la Legislatura, a raíz de la tragedia de Cromañón termina por desnudar el circo en el cual está inmersa la clase dirigente, totalmente escindida de la realidad.

Por un lado, Aníbal Ibarra convocó a una consulta popular para refendar su mandato, con lo cual logra cambiar el eje de la discusión, hasta ahora puesta en su (i)responsabilidad ante la muerte de 192 personas en el boliche del barrio de Once.

Esto es, además, el precio más modesto que puede pagar el propio Ibarra y también el Gobierno Nacional, aliado del Jefe de Gobierno: Kirchner, sin tropa propia para desequilibrar en uno de los distritos electorales más importanes, gana oxígeno con esta jugada que puede arrastrar al macrismo con su siniestra actitud de capitalizar las 192 muertes para hacerse con el gobierno porteño. Ibarra, cadáver político, busca al menos un entierro decente.

Las presentaciones de Ibarra en la Legislatura serán apenas una anécdota, aunque se pueden rescatar un par de cuestiones. Primero, el poco vuelo de los diputados porteños, de una carroña tan baja que son tan merecedores de ser expulsados junto a Ibarra, que ante las tempestades anunciadas en su comparecencia, contestó a cada uno con la misma solvencia con que Maradona hacía jueguito con la pelota. Y segundo, lo que no debe asombrar, es la eterna funcionalidad del trotskismo a la derecha. Cuando Altamira piensa en el mismo sentido que Ricardo López Murphy, aliado de Luis Patti, queda todo dicho.

Ahora bien, hace tiempo que es necesario para la sociedad eyectar a esta clase inoperante, de la que Ibarra es hijo, no padre de semejante criatura. Esto no lo exime a él, ni a Jorge Télerman ni a toda su banda, de las responsabilidades de la falta de control y gestión a lo largo de cinco años. María Soledad Acuña, espada macrista, echó culpas totales sobre Ibarra y quiso probar que los hospitales porteños no cuentan con elementos extintores de incendios, mostrando fotografías de los mismos con fechas vencidas. Esto es cierto. Pero Ibarra la dejó fuera de juego simplemente con la realidad: ante más de 500 traslados al sistema de salud, el mismo respondió con solvencia, los servicios de emergencia con la fuerza demostrada por los médicos supieron dar respuesta, y ante la crisis, tanto los hospitales como el SAME contaron con los recursos necesarios para responder a la tragedia.

Ibarra, hijo del modelo, deberá pagar sus culpas por su irresponsbilidad, pero también es hora de repasar la tilinguería clásica de la sociedad porteña. Esta sociedad, que vota en mayoría a Zamora para diputado y al otro día apoya a López Murphy a presidente, luego volcar su apoyo a Bonasso y a la otra mañana apuesta a la «capacidad de gestión» de Mauricio Macri, muestra con esto una esquizofrenia sin par.

Ibarra debe pagar. ¿Y los legisladores porteños? ¿Acaso no está esta legislatura, copada por acólitos a Macri y López Murphy, para también marcarle el paso al ejecutivo porteño? Así como el desmediatizado Juan Carlos Blumberg evadía impuestos al fisco bonaerense pero como libre de pecados exigía seguridad y se ponía en fiscal de cuanto ministro, comisario, juez y fiscal nombraba Felipe Solá, Mauricio Macri y su padre Franco, para empezar, fueron unos de los beneficiados en la estatización de la deuda externa por Domingo Cavallo cuando este presidía el BCRA durante la Dictadura.

Ni hablar de los escándalos de evasión impositiva y contrabando de autopartes con que estos miembros de la «burguesía nacional» atravesaron la historia de las últimas dos décadas.

La doctrina política-económica de López Murphy no hace falta ser reseñada: en su breve paso por el Ministerio de Economía en marzo de 2001 apostó todo al achique del Estado, traducido al pago porteño, sería como reducir también el cuerpo de controladores destinados a fiscalizar la seguridad de boliches como Cromañón.

Ibarra, como toda su carrera polítca, es una circunstancia, increíble por su improvisación y capacidad de salir flotando ante cada «tsunami» desatado.

Y está claro que debe pagar su responsabilidad política ante esta tragedia, que más temprano que tarde iba a acontecer. Pero como bien dijo en la Legislatura, una madre de una víctima de 17 años, Ibarra como «circunstancia política» le tocó este desastre, que también pudo haberle pasado a De la Rúa, Macri, López Murphy o Cavallo.

Esta sociedad que hoy se escandaliza por Ibarra, fue la misma que prefirió mirar al costado y seguir viajando a Cancún y Miami cuando acontecieron los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA. Allí, salvo las víctimas, no se salió a pedir la cabeza ni siquiera del jefe de la Policía Federal. Y no sólo eso, sino que meses después de la voladura de la AMIA, votó masivamente la reelección de Carlos Menem, encubridor junto a su banda de ambos atentados que permanecen en la absoluta nada y a más de diez años difícilmente se encuentre a algún responsable directo.

En caso que los mecanismos necesarios terminen poniendo a Ibarra en el banquillo popular, y que este sea destituido, se llevará puesto consigo a todo este staff de impresentables que se disputan el botín de la ciudad de Buenos Aires que ahora están obligados a hablar y más allá de sus recoletos modales, muestran día a día iguales o peores miserias que el ibarrismo.

La expatriada del Chaco y asilada en Buenos Aires, la ex correligionaria Elisa Carrió, se adelantó a los más altos deseos: no apoya el referendo a Ibarra porque esto la obligaría a saltearse la candidatura a diputada nacional y presentarse al Ejecutivo, y como se sabe, para terminar con el mito Carrió sólo hace falta que al menos por una semana tenga que gobernar y se desinfle por completo, sin necesidad de dieta alguna.

En todo caso, no es que deba retornar la vacía fórmula del «que se vayan todos», sino de cambiar este perverso sistema del que viven estos «vivos». Recién ahí, con instituciones saneadas, una tragedia como la de Cromañon será una casualidad y no un resultado.