Gracias a los oficios del presidente Mauricio Macri, el mercenario grupo comunicacional Clarín se convirtió en la única telco con treinta millones de abonados, y en la tercera corporación argentina detrás de YPF y Mercado Libre en facturación. A fuerza de extorsiones y operaciones mediáticas, Héctor Magnetto (el imán del mal, tal como lo consigna […]
Gracias a los oficios del presidente Mauricio Macri, el mercenario grupo comunicacional Clarín se convirtió en la única telco con treinta millones de abonados, y en la tercera corporación argentina detrás de YPF y Mercado Libre en facturación. A fuerza de extorsiones y operaciones mediáticas, Héctor Magnetto (el imán del mal, tal como lo consigna en su tema Viles Medios la banda de rock Las Pastillas del Abuelo) consiguió la expansión de su Grupo con una llamativa facilidad, propia de un verdadero referente del poder real que en estos tiempos gobierna la Argentina.
Pero nada ha sido gratuito. Hace casi tres años el monopolio viene sosteniendo con rigor militante el blindaje mediático de un gobierno decidido a entrar en su fase de descomposición, arrastrado por su mesianismo de mercado, la desconfianza de los propios y el desencanto de las mayorías. Dilapidado gran parte de su capital político, ya los funcionarios del gobierno de Cambiemos tienen dificultades para mostrarse en actos públicos, y han abandonado el timbreo, una de sus joyas comunicacionales. Semejante descrédito -previsible para quienes sostuvimos que las políticas neoliberales conducen siempre al mismo anunciado final- no iba a resultar gratuito tampoco para los medios que lo ampararon y patrocinaron.
Irónicamente, el Grupo Clarín conquista el podio corporativo justamente en los tiempos en que vive su mayor desprestigio como medio de comunicación. Su señal insignia, TN (Todo Noticias), comenzó a sentir el impacto de su medición de audiencias: desde hace meses, el canal C5N (del grupo Indalo, perseguido y al borde de la quiebra) lo supera en el horario central y hasta en el prime time. Asimismo, los tanques periodísticos de Canal 13 también decrecieron en fidelidad, producto de su manifiesta militancia oficial y el hartazgo hacia una gestión que se consume en su propio fuego. Si bien el Grupo mantiene un alto porcentaje de credibilidad, muchos de los propios comienzan a insinuar ciertas reticencias.
Y junto al descrédito del multimedio está también el de sus editores y comunicadores más eminentes, caídos en el barro de la mentira para proteger los intereses de su patrón. Confortables en la jaula de oro que los ampara, comienzan a perder prestigio, obligados por las circunstancias a disciplinarse a las reglas que dicta el Grupo para incrementar su preponderancia. Tibiamente, algunos periodistas oficialistas de medios ajenos a Clarín suelen ya deslizar algún resquemor hacia el monopolio.
Alarmados por el bajo nivel de rating y empecinados en la protección oficial, los directivos del Grupo han decidido cubrir todos los fenómenos naturales que acontecen en el planeta: en estos meses pudieron verse amplias coberturas sobre eclipses, auroras boreales, tifones, terremotos, erupciones volcánicas y huracanes, más la agotadora sobredosis de pantalla en el conflicto de los niños perdidos en una cueva en Tailandia, que ocupó un fin de semana entero en la grilla de TN. Todo sea para no tener que exhibir noticias sobre el panorama político local, justo en el momento en que algunos funcionarios de Cambiemos utilizan una imprecisa palabra para describir la situación socioeconómica actual: tormenta.
En efecto, el presidente Macri asegura hasta el hartazgo que «el país está atravesando una tormenta«; por su parte, Marcos Peña anunció mal tiempo: «los próximos meses van a ser más tormentosos y fríos«. No bastó en su momento con la lluvia de inversiones ni con los brotes verdes ni con las turbulencias: meses atrás, las sequías fueron las causantes de las pérdidas de cosechas y, por ende, del escaso ingreso de dólares; y las lluvias posteriores trajeron nuevas alarmas para el campo, con la paralización de la cosecha gruesa y el estado de emergencia ganadera. En fin, la meteorología podrá ser utilizada como eufemismo, pero no explicará la timba financiera ni la inflación descontrolada, la caída del consumo y los despidos, la creciente pobreza y la desigualdad, la deuda privada y la llegada del FMI.
Desde Clarín ningunearon durante algún tiempo una investigación periodística surgida de un portal digital de noticias: la denuncia por aportantes falsos en la campaña electoral y que daña a la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, la candidata de Magnetto para 2019. La investigación, a cargo de Juan Amorín de El Destape, perforó el blindaje y llegó hasta las cadenas de noticias internacionales, como la CNN. Prueba de que la coraza protectora del monopolio ha dejado de ser impermeable.
Acosados por la tormenta, los funcionarios oficialistas y el mismo presidente deben eludir los actos públicos por temor a las protestas y piquetes; asimismo, algunos cronistas de la señal TN suelen pasar turbulencias en plena calle, hostigados por sectores desencantados de la sociedad. Imposible le resultará al multimedio despegarse de la imagen negativa asociada a la de un gobierno a la deriva. Aun cuando algunas de las estrellas de Clarín hayan salido a ejercitar tibios reproches a los funcionarios. El relato hegemónico, estimulado por la persecución y el cierre de medios opositores, comienza a hacer agua: las mentiras se vuelven visibles, y los periodistas que las sostienen son impugnados por su audiencia.
Hasta hace algún tiempo solo unos pocos comunicadores expresaban en soledad sus críticas al multimedio, incluso sin siquiera mencionarlo: el temor que Clarín y su CEO inspiran aun hoy espanta a muchos comunicadores y funcionarios públicos. Pero surgen cada vez más voces que se animan a refutar sus argumentos. Hay una nueva generación de artistas, periodistas y políticos que se encargan de destacar y revelar sus estafas. Las operaciones de Clarín son desmentidas y desactivadas cada vez con mayor celeridad. Una voz potente se alzó hace pocas semanas contra el Grupo: la del papa Francisco. Sin nombrarla, se refirió a la empresa a la cual el gobierno argentino entregó todo el aparato comunicativo, la que calumnia y dice falsedades, para lograr el debilitamiento de la vida democrática: «las dictaduras, todas, han comenzado así, con adulterar la comunicación, para ponerla en manos de una persona sin escrúpulos, de un gobierno sin escrúpulos«.
El relato hegemónico sólo pudo prosperar usufructuando la brutal concentración mediática y la utilización de las redes sociales para manipular a la opinión pública. Pero la realidad comenzó a perforar la malla de contención que protege al gobierno. Por eso, necesitan más que nunca de las Fuerzas Armadas para sostener el ajuste ejerciendo tareas represivas y, de paso, alinearse con el viejo pedido del Comando Sur de Estados Unidos, que pretende la reconversión de las FFAA por cuestiones estratégicas.
Al relato oficial le salieron al cruce algunas voces pequeñas (en resonancia) pero vigorosas, que han logrado sacarlo de su zona de confort. Lo demás lo hace el gobierno, desplegando sus velas en el medio de la tormenta. Como para dejarnos al garete.
Gabriel Cocimano (Buenos Aires, 1961) Periodista y escritor. Todos sus trabajos en el sitio web www.gabrielcocimano.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.