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Clase de ignorancia

Fuentes: Rebelión

Mi barrio tenía dos grandes defectos: la policía y la ausencia de panadería. Por suerte desde hace dos meses hay una panadería en esta parte de Güemes. La policía sigue. Y sigue pegando, abusando, molestando, generando inseguridad. De cuidarnos, o colaborar para hacer un barrio mejor, o respetar y hacer respetar los derechos de todos […]

Mi barrio tenía dos grandes defectos: la policía y la ausencia de panadería. Por suerte desde hace dos meses hay una panadería en esta parte de Güemes. La policía sigue. Y sigue pegando, abusando, molestando, generando inseguridad. De cuidarnos, o colaborar para hacer un barrio mejor, o respetar y hacer respetar los derechos de todos y todas, ni se hable. Acá la policía está para jugar a ser la mafia dueña del barrio. Encima no entienden que esa es una lucha perdida de antemano, pero bueno, no es de la policía de lo que quería hablar esta vez, sino de la panadería.

Desde hace dos meses tenemos panadería, queda a tres cuadras de casa y a 10 metros de donde estamos construyendo el salón comunitario. En otras palabras tiene una ubicación óptima para mí, y hacen unas cosas riquísimas así que paso casi diariamente a comprarles un poco de pan o unos criollos o unas facturitas. Como una cosa lleva a la otra, la charla con el panadero y la panadera (que son los dueños) ha ido tocando distintos temas, ayer le tocó al salón comunitario, que qué hacemos ahí, qué pensamos hacer, y demás. Entre las proyecciones está la de hacer una bibliotequita popular. Y ahí es donde el panadero se largó a hablar.

Qué bien lo de la biblioteca, porque acá sólo con educación se van a cambiar las cosas. Yo tengo unos libros para darles cuando la tengan funcionando. Qué bien eso. Porque si no se educa a la gente siempre pasa lo mismo, vienen, les dan unos choris y cien pesos y votan a quien sea. Porque si no tenés educación te manejan como quieren. Culpa de eso es el país que tenemos. Porque si no sos pensante te tiran dos pesos y listo.

A lo que habría que agregar «joyitas» como: si no hacen nada, la policía no tiene por qué molestarlos, pero si yo los encuentro en la vereda equivocada, en contramano, yo ya les dije que les paso por arriba con el auto. Ante las miradas de desaprobación y el silencio incómodo que le siguió, fue el propio panadero quien acotó: me salió el facho de adentro. Y sí señor panadero, no le voy a decir que no; pero quédese tranquilo, usted es un típico integrante más de nuestra clase media. Un tipo laburante, honesto, simpático y facho. Que vive un país que es una mentira, que no entiende ni conoce nuestra historia, que habla porque es gratis y que nunca se puso a reflexionar sobre lo que repite una y otra vez. Pero no es de mal tipo, no es que tenga malas intenciones, al contrario, hasta debe ser un tipo solidario y que le duele la pobreza y el hambre. Pero la clase media tiene un gran problema, un problema que adjudica constantemente al otro, a los sectores populares, y es la ignorancia, una enorme y terrible ignorancia.

Y este escrito es porque sinceramente creo que el panadero (que puede ser mi viejo, mi tío, mi compañero de trabajo) es buen tipo, y que lo que dice no lo está reflexionando del todo. Y en segundo lugar, porque me harté de escuchar siempre, constantemente el mismo argumento del «chori y los cien pesos». Tratemos entonces de entrarle juntos al tema.

Por empezar, debemos reconocer que nuestro país tiene un enorme problema: el desempleo. Grandes cantidades de argentinos y argentinas no tienen laburo. Eso complica muchísimo las cosas, porque sabemos que vivir en un país que no tiene un seguro social para desempleados no tener laburo implica no tener acceso a la educación formal, ni a una obra social, ni a casi nada. En este país todos los derechos sociales están atados a la condición de ser trabajador o trabajadora. Caso contrario uno automáticamente queda fuera. La primera excepción es quizás la asignación universal por hijo, eso que tanto irrita a la clase media y de la que se habla como si fuese «un plan». ¡No señores! Todos los trabajadores y trabajadoras tienen su asignación por hijo, sucede que los desempleados (que encima suelen tener más hijos) no gozaban de ese derecho. Sin embargo, si bien esa paupérrima asignación es un mínimo avance, todo lo otro sigue siendo inaccesible para un desempleado. Entonces, como primer punto nos queda pensar que mientras tengamos una sociedad con altos índices de desempleo, o reestructuramos todo el sistema de derechos sociales de manera que sean universales, es decir para todos y todas las que son ciudadanxs, o seguimos dejando fuera justamente a quienes más lo necesitan (y más han peleado por los mismos).

En segundo lugar, sería interesante romper con el mito de que en nuestro país existe una clase educada y otra que no lo es. Nuestro país está lleno de gente inculta. Que no lee. Que no le interesa conocer nuestra historia, nuestra literatura, nuestra política. Y no es un problema de las clases populares. Justamente hoy salió una encuesta que dice que la mayoría de los argentinos y argentinas no lee más de dos libros al año. Y ni preguntemos qué libro leyó. ¿Entonces, desde donde algún sector de nuestra sociedad puede acusar a otro de ser inculto? Yo he escuchado las barbaridades más grandes de mi vida en las aulas universitarias. Nuestra clase media (y ni hablar de nuestros sectores acomodados) son terriblemente brutos, repiten cosas de «sentido común» (de ellos claro está, que es, huelga decir, el sentido común de las empresas transnacionales de comunicación, es decir el de los poderosos), desarrollan toda su lógica en base a abstracciones, a datos fragmentados, a frases repetidas hasta el cansancio, a un desconocimiento absoluto de nuestra historia y nuestra cultura, a razonamientos lineales y estáticos. En fin, nuestra clase media sigue siendo como sus antepasados que vinieron en barcos desde Europa: incultos, sin interés por el conocimiento sino por los negocios o por poder encontrar un poco de dignidad en un trabajito, y con un desconocimiento y desinterés total por nuestra propia cultura. No está mal, y hasta es lógico que la búsqueda haya sido el pan de cada día y no el libro de cada día, pero dejemos de mentirnos. La clase media argentina no es culta, no lee, no se detiene a pensar nuestro país, no reflexiona sobre lo que las empresas de comunicación le dicen diariamente. No. Nuestra clase media busca ganarse el mango de cada día, y ver si puede progresar un poco, comprarse la casita, el auto y algún gusto más, nada más. (De las clases acomodadas ni me gasto en hablar, porque esas sólo piensan en más y más dinero; los libros bien gracias).

En tercer lugar sería bien interesante saber de donde sacó la clase media esa idea de que los sectores populares votan a quien les da un chori y cien pesos. Algo que la clase media tiene que entender de una buena vez, es que los sectores populares tienen otras lógicas, otras formas de sentir y de estar en el mundo. Uno de los rasgos salientes de estas otras lógicas es que son muchísimas más prácticas e inteligentes para lo concreto que la clase media. El tener que solucionar la comida diaria ha desarrollado capacidades enorme para poder armar estrategias de supervivencia muy flexibles y astutas, que lejos están de comprometer sus propios valores morales. Así, el ir a un acto por cien pesos, comer unos choris, no implica bajo ningún punto de vista que luego el voto irá para el candidato anfitrión. Por el contrario es común escuchar la frase «este tipo piensa que somos vacas, que porque nos den de comer una noche lo vamos a votar», seguido de «encima no tenían tomate los choris, un asco».

Siguiendo con el asunto, es bueno recordar que si tuvimos diez años de menemismo (por ejemplo) no fue culpa de los sectores populares, sino a que en la reelección los sectores medios acudieron masivamente a votar a Menem (a pesar de la corrupción) para poder sostener el uno a uno, ante la amenaza que la economía se desplomaría y la licuadora en cuotas que estaban pagando se volvería causal de entrar en el veraz o el remate de la casa. No voy a decir que está mal, hasta es lógico (si bien uno no comparte esas lógicas de consumo que te atan al sistema); pero sí debe quedar claro que los que concurren a las urnas o legitiman regímenes terribles (como que nos gobierne Duhalde, un tipo elegido por nadie) no son los sectores populares, sino la clase media. Los sectores populares de este país no tienen miedo de perder cosas, porque no tienen nada. Y cuando digo nada es nada. Cada día que comienza tienen que salir a ganarse el pan de ese día. En ese contexto ¿qué puede importar la continuidad o no de tal o cual gobierno?

También sería bueno recordar a la clase media «culta» de este país, que los que cambiaron el rumbo de nuestra historia una y otra vez, los que dieron las señales de alarma cada vez que el mismo se acercaba al abismo, fueron siempre los sectores populares. ¿Quiénes fueron sino los que voltearon al menemismo? Para que recuerden todos, en el ´97 empiezan a sucederse piquetes a lo largo y ancho del país reclamando trabajo, pero no sólo eso, también empezaron a hablar de dignidad y cambio social. ¿Dónde estaban entonces los preclaros intelectuales argentinos para denunciar esa tragedia social que nos estaba sucediendo? ¿Dónde estaba la clase media argentina? Todos viviendo como podían de las migajas del sistema. Y si nos venimos más a acá, cualquiera que pueda leer el 19 y 20 de diciembre de 2001 como un proceso, sabe que fueron los saqueos e insurrecciones de las barriadas populares de nuestro país las que salieron a decir basta. Y ni hablar si pensamos en la guerra abierta al régimen anti-democrático de Duhalde (¡por favor! ¿Dónde estaba la clase media «democrática» para enfrentar un presidente que no había sido elegido por nadie?). Los sectores populares organizados de nuestro país dejamos dos muertos en las calles, y al día siguiente le cortamos 280 rutas en todo el país. Duhalde tuvo que adelantar elecciones porque el movimiento popular lo había derrotado en las calles.

¿Dónde está y estuvo la clase media «culta» para luchar por un país mejor para todxs, cada vez  que fue necesario? Estaba cuidando su quintita. Mientras, esos sectores populares que tanto desprecian, esos sectores «incultos» estaban en las calles, pasando frío, hambre, respirando humo de goma quemada, enfrentando a la policía, cayendo presos, soportando los golpes, vertiendo su sangre, digamos, estaban construyendo un país mejor para todxs, incluso para la clase media que los desprecia y discrimina, esa clase media que pide desaforada que repriman o que llenen todo de policías porque ya hay muchos «negros» a la vista. Lo que la clase media no comprende es que los únicos que concurren a las urnas extorsionados, manipulados, maniatados y usados, son ellos mismos, no los sectores populares. Para los de abajo lo único que guía su voto es la fidelidad hacia algún líder popular cuando este demuestra ser digno de esa confianza, y si no, o no votan o simplemente eligen a quien les resulta más accesible para conseguir posteriormente beneficios para su barrio y su gente (generalmente el/la candidatx peronista), pero nunca, jamás, votan a alguien por el chori y los cien pesos. Son los sectores medios quienes sí votan pensando con el bolsillo, y luego trasladan esa misma lógica miserable a los sectores populares y los acusan de ser su propia imagen degradada (porque encima son negros).

Guste o no a la clase media, ese es el país que tenemos, sería bueno que dejemos de vivir en ficciones. Si hay sectores de nuestra sociedad que quieren tener el derecho (bastante repugnante por cierto) de acusar a otros de ignorantes, pues bien, que se cultiven, que lean, que estudien historia, que aprendan de artes, de ingeniería, de ciencias, de filosofía, de algo, bah. Pero saber en serio, que no se crea esa mediocridad de que el saber es asistir como zombies a universidades que ¡oh casualidad!, pagamos todos y todas, incluso esos «negros» que ellos tanto desprecian. Ahora, si queremos construir una sociedad mejor para todos y todas, entonces dejemos tanta frase hecha de lado, acerquémonos al otro, al distinto (¿?), dejemos de juzgar, observemos, escuchemos, dejemos de intentar imponer nuestra moral como la única moral posible, moral universal, violentamente universal, y aprendamos, seamos humildes, y desde ese encuentro entre lo bueno que tiene nuestra clase media y las cosas mágicas que tienen nuestros sectores populares, desde ahí construyamos un país para todos y todas, desde la diversidad, desde la ternura, desde la comprensión. La ignorancia es terrible, pero es la ignorancia sobre el otro, del que tengo al lado, de mi vecino, esa es la verdadera ignorancia que duele, que daña, que no nos permite avanzar, no la de algunos años más o menos en el mediocre sistema de educación formal.

Si otro mundo es posible, lo es desde el aceptar lo que realmente tenemos ante nuestros ojos, no desde ficciones construidas desde los intereses de ciertos sectores. Si otro país es posible es desde la hermandad, el cariño y la sinceridad, no desde la intolerancia, el desprecio y la mentira. Luego de doscientos años de desencuentros y fracasos quizás ya sea hora de darse cuenta que el enemigo está arriba y no abajo o a los lados. Por nosotrxs, por nuestrxs hijxs, sería bueno que la clase media cambiara de una buena vez esa mirada desconfiada y miedosa, por la escucha y el encuentro. Cosas maravillosas nos esperan si logramos comenzar ese camino nada fácil, pero lleno de alegría y dignidad. Un saludo y un mate es siempre un buen comienzo.
 
Sergio Job es Integrante del Colectivo de investigación «El llano» y militante del Colectivo Güemes en el Encuentro de Organizaciones de Córdoba.

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