Santiago no aparece, y quizá no aparezca nunca. ¿Qué hacemos con tanta ausencia? Será este el momento de despertar? Santiago nos plantea un desafío, sabremos esta vez escucharlo? Creo que este enorme espacio que nos está dejando su ausencia y la enorme presencia que esto produjo, devela, deja al descubierto una realidad oculta desde hace […]
Santiago no aparece, y quizá no aparezca nunca. ¿Qué hacemos con tanta ausencia? Será este el momento de despertar? Santiago nos plantea un desafío, sabremos esta vez escucharlo?
Creo que este enorme espacio que nos está dejando su ausencia y la enorme presencia que esto produjo, devela, deja al descubierto una realidad oculta desde hace siglos. Y que esto nos presenta un desafío, un reclamo. Nos está diciendo que nada ahora puede volver a ser igual. Santiago arriesga su vida por una causa oculta por estos lares, visible en algunos lugares del país visible, pero negado en su mayoría y que si no existiera sería mejor, ¿o no?
Santiago desaparece luchando por la causa de los pueblos indígenas, gendarmería lo secuestra cuando con un pequeño grupo de muchachos mapuches corta una ruta de una manera parcial y casi precaria. Me pregunto si en lugar de Santiago hubiese sido alguno de los otros 7 jóvenes ¿nos hubiésemos digo solo enterado? Si Santiago no tuviese una familia que actúa y lucha cómo lo hace, utilizando todos los intersticios legales que una justicia demasiado comprometida con el poder reinante le permite ¿nos hubiésemos enterado? Porque es necesario enterarse que no es el primer hombre o mujer que desaparece o muere en estas luchas de los pueblos indígenas y permanece invisible a los ojos de la prensa, la justicia y la sociedad toda.
¿O alguno de nosotros sabe cuántos mapuches, qom, diaguitas han desaparecido antes de Santiago? No hablo del siglo pasado, hablo de ahora. No, nadie lo sabe, pero sí sabemos por qué. Porque son indios. Igual que con Milagro Sala, ¿qué es lo imperdonable en ella? no la sarta de mentiras que inventan para tenerla presa, es que se atrevió a levantar la cabeza y mirar al blanco cara a cara.
¿Por qué pasa esto? ¿Por qué hacemos esto?
Haciendo historia los argentinos decimos casi siempre que venimos de los barcos, con orgullo casi, decimos que nuestros abuelos vinieron de Italia, de España, del Líbano, cualquier país que suene a extranjero queda bien, no agregamos generalmente que sí vinieron de los barcos, pero en tercera clase, muertos de hambre. Huyendo de guerras, persecuciones, hambrunas, que vinieron acá como último recurso para salvar sus vidas. Eso mejor no lo mencionamos, somos débiles de memoria, pero no tan débiles como cuando nos olvidamos totalmente de la otra parte de nuestras raíces, que también venimos de los indios.
Esos indios que fueron los primeros desaparecidos, los primeros perseguidos y exterminados. Los primeros en perder sus tierras, sus familias, su identidad.
Cuando desde la Asociación Anahí nos dedicamos a redactar nuestros fundamentos así lo expresamos: Argentina tiene una larga historia de desapariciones, comienza con los invasores persiguiendo a los pueblos originarios, para robarles sus tierras, y allí aprovecharon para robarles todo, sus nombres, sus derechos, su dignidad, sus vidas. Y allí los invasores descendientes de los primeros fundadores portadores de la sífilis y demás pestes europeas, se apropiaron de todo el territorio, «a revienta caballo «decía mi abuelo, así se apropiaban, partían hasta reventar el caballo y ese era el fin de sus tierras. Luego, vendían a los sobrevivientes, originales habitantes de esas tierras, hombres, mujeres y niños como esclavos a los señores de la ciudad. Estos civilizadores se convertirían en futuras calles y avenidas. Y seguirán ejerciendo su dominio hasta hoy. La gendarme Bulrrich tiene varias calles con sus apellidos, igual que el primer ministro, cuyos antepasados pagaban dos patacones por cada oreja de indio que le trajeran en el sur, un poco más al sur de donde se llevaron a Santiago.
Personalmente siento algo parecido a lo que sentí cuando comprendí que tampoco nos habíamos dado cuenta que después de la guerra de Malvinas volvieron 11 mil chicos de 18 años destrozados por esa guerra, y les dimos vuelta la cara. Recuerdo una ilustrativa anécdota, cuando 15 años después investigamos sobre su salud, les preguntábamos sobre la etnia de la cual provenían. Fue gracioso porque no logramos que los médicos lo preguntaran, les resultaba ofensivo o molesto. Preguntar de que etnia venimos resultaba ofensivo a las pacatas mentes de los médicos entrevistadores, pues para desilusión de muchos debo notificarles que más la mitad de nosotros tenemos raíces indígenas. Esas que no nos acordamos de nombrar cuando nos preguntan de dónde venimos.
Cuando leía los nombres de los gendarmes asesinos noté que la mitad de ellos tenían nombres mapuches, esos que desprecian a los mapuches, insultan, persiguen, torturan, queman sus casas, ¿se creen que sus prosapias corresponderían más con los Bullrich, los Luro?
Por eso, y disculpen, las fuerzas armadas argentinas de ningún tipo me merecen ningún respeto. Algo debe fallar en la psiquis de personas que eligen como forma de vida el llevar armas y pertenecer a equipos acusados de todos los males del mundo, que ni ellos mismos niegan.
Retomo, esos son casos extremos de degradación humana. No puedo considerar al pueblo argentino portador de tanta mala calaña. Pero sí de algo debemos hacernos responsables.
¿Qué nos pasa como pueblo? Nosotros los que supimos arriesgar nuestras vidas por construir un mundo mejor, los que cuando nos iban llevando a los compañeros no dudamos en salir a buscarlos, que fuimos y somos ejemplo en el mundo por nuestra tenaz lucha contra la dictadura, ¿nos olvidamos ahora de nuestros orígenes? Los herederos del peronismo, a propósito un mapuche tehuelche, que supo cambiar para siempre nuestra realidad y ahí sí nos diferenciamos del resto de América. Con salud, educación, previsión social, etc. al alcance de todos hasta ahora. Si hasta nos creímos que éramos igual al primer mundo, más europeos que americanos. Y eso nos sirvió para sentirnos superiores al resto de nuestros vecinos, y claro posiblemente ninguno de los aquí presentes insulte a los bolivianos, o peruanos, pero permitimos que los medios si lo hagan, y algo de eso nos mancha.
¿Por qué será que desde hace siglos Argentina se debate entre la revolución de Mayo y sus dignos preceptos y la oligarquía dominante? ¿Por qué las democracias son derrotadas en las fuerzas golpistas de dictaduras militares? Y Me pregunto con Bayer: «¿Por qué aceptar una historia plena de muertes del Otro y de desprecio por su origen o por su idea?».
Y él mismo propone un gran debate histórico, la revisión de los principios de mucho de los que pasaron a ser próceres, la aplicación de los principios de la Ética, pensar la sociedad con las normas de la igualdad de derechos, defender la vida por sobre el racismo y los intereses económicos. Que la palabra progreso no implique la diferencia entre ricos y pobres, en la destrucción de la naturaleza que significa el fin de nuestra propia vida, ni en la adquisición de armas cada vez más brutales, en definitiva, en la destrucción y muerte del Otro.
Hay una frase que hemos repetido hasta el cansancio: «Los pueblos que no pueden recordar su historia están condenados a repetirla». Y fíjense si no, ahora que los pueblos originarios están en la prensa para denostarlos en su mayoría, deberíamos recordar cuando la burguesía porteña volvió a plantear la esclavitud 60 años luego de la constitución de 1813, cuando fuimos uno de los primeros países de América en derogarla. ¿Cómo? Vendiendo indios, chinas e indiecitos.
Argentina también ha olvidado convenientemente que aquí en estas tierras hemos tenido, muy temprano en el tiempo, nuestro propio holocausto, con campos de concentración similares a Auschwitz. Qué otra cosa si no fueron los campos de exterminio de indios ubicados en la isla Martin García, y en otros lugares del país, donde se instala en 1874 el primer horno crematorio por la enorme cantidad de indígenas llevados allí en calidad de prisioneros y que mueren por las espantosas condiciones de vida entre el hambre, las ratas, el abandono y la viruela entre otras calamidades. Allí llegaban los prisioneros, los que aún no habían sucumbido asesinados. Y este era uno de tantos campos de exterminio diseminados en el país. Alemania ejerció una fuerte repulsa sobre su accionar durante la segunda guerra mundial, Argentina nunca hizo nada parecido. Escondimos ante nuestros propios ojos tanta vergüenza y la seguimos repitiendo hasta el día de hoy. Basta ver las crónicas periodísticas acusando a los mapuches de violentos, ocupadores, extranjeros, guerrilleros…
En el prestigioso diario La Nación aparecía los miércoles y viernes ofertas de ventas de personas. Ok, eso pasó hace un siglo. ¿Pero qué otra cosa volvieron a hacer los militares y civiles de la dictadura cuando se apropiaron de los hijos de los militantes asesinados, esta vez sin publicarlos en los diarios? Los regalaron o vendieron. Volvieron a instaurar la esclavitud. Y hoy seguimos teniendo más de 300 personas en estado de esclavitud, habiéndoles robado su identidad y sus orígenes y no sabiendo que pasó con ellos.
¿O sea será como que dijimos antes? ¿estamos condenados a repetir nuestra historia?
Esta sangrienta contienda entre «civilización» y «barbarie» en donde lo que en realidad se juegan son los intereses económicos de un sector representado por apellidos que hoy vuelven a poblar la Casa Rosada, los Mitre, Bullrich, Gainza Paz, Menendez Braun. Y no digo los pasillos del poder, porque ellos siempre los ocuparon. O sea los dueños del país fueron ellos siempre. Los mismos que cuando tuvieron que soportar un freno a sus voraces bocas no dudaron en utilizar las fuerzas armadas para dar golpes de estado ejemplificadores. Irigoyen, Perón, Illia saben de esto.
Desde el principio siempre fuimos los mismos de un lado y del otro. La confusión surge cuando desde sectores que por su procedencia y recursos pertenecen a los sectores populares actúan y piensan como si fueran ricos, respondiendo con su discurso y elección al mandato del patrón
Es de considerar como puede significarse la salud mental de nuestro pueblo si se comienza por una negación y una mentira.
Y aquí volvemos a Santiago, cómo es posible que algunos duden, que solo se atrevan a dudar y condenar a un joven que se puso del lado de un pueblo oprimido, hasta llegar al sacrificio.
Argentina, con sus 30.000 detenidos desaparecidos, con su medio millar de niños secuestrados, con sus miles de presos políticos y exiliados, con su economía destruida por una política ruin y entreguista ¿Cómo algún argentino puede dudar sobre Santiago?
¿Qué nos han hecho? ¿Es que nada hemos aprendido? Nosotros que hemos forjado Madres, Abuelas, Hijos, modelos en el mundo por su valentía, su fuerza, su tenacidad. ¿Cómo podemos arrastrarnos de esa manera?
¿Qué hemos hecho con nuestra inteligencia? ¿Con nuestros sentimientos?
Dice Freud que existe en el hombre una hostilidad primaria y recíproca entre los semejantes «El prójimo es una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo»
Cómo plantea la salida a esto. Los lazos sociales se fortalecen por lazos libidinales por esto se sostiene y avanza la civilización limitando y sacrificando en parte las pulsiones destructivas, podemos sostenernos entre los que sentimos como iguales, próximos y podemos poner el odio en aquel sentido como enemigo. Esto lo que establece la frontera entre ellos y nosotros, entre los cuales se establece una frontera, conocida en la Argentina, como la famosa «grieta». Tanto es así que está demostrado que cada sector sigue y mantiene su fidelidad al medio de prensa que es coherente con su pensamiento. Por esto el gobierno se ocupó de quebrar el único medio opositor visible en la TV, C5N, intentando así quebrar una línea de pensamiento.
Vano intento, durante la última dictadura cívico militar, en la oscuridad y el silencio reinante a través de radios de onda corta se sintonizaba Radio Colonia del país hermano de Uruguay, ese pequeño gesto era rebeldía y dignidad. Eso me dice que hoy, de cualquier forma encontraremos la manera de estar comunicados. Cómo encontraban la manera de comunicarse hasta a través de los excusados los presos de la dictadura, de celda en celda.
Durante la dictadura, la mayoría de los padres de los desaparecidos sucumbieron poco tiempo después de la desaparición de sus hijos. Cuando estudiamos a los veteranos de la guerra de Malvinas nos enteramos que más del 20 % de los papás de los soldaditos habían muerto por tumores o enfermedades cardíacas durante el año siguiente en que sus hijos estuvieron en la guerra comprobamos que este triste hecho se repetía.
Esto nos demuestra una vez más que cuando no salimos a luchar contra la adversidad, esta nos vence, nos mata. Estos papás desprovistos de todo recurso al que apelar, quedaban también atrapados en la encerrona trágica de la que nos habla Ulloa, no estaban en la mesa de torturas, no estaban metidos en una trinchera bajo balas enemigas, pero tampoco encontraban como inscribir y salir de este sufrimiento.
Últimamente ni siquiera esta premisa se está cumpliendo. Cuantos compañeros han caído enfermos o muertos en estos tiempos siniestros, lo notable es que ellos eran luchadores. ¿Habrán caído vencidos por la tristeza?
Creo que muchos de nosotros sabemos que estamos nuevamente caminando al borde del abismo, que Argentina está recorriendo otra vez el camino de los 90 cuando veíamos que el neoliberalismo del menemismo venía a poner el moño a la entrega que los militares y los dueños de la economía habían realizado en los 70, sacrificando a una gran parte de la población. El sufrimiento de esos años se tradujo en la tristeza y la enfermedad de muchos hombres y mujeres mientras otros corrían tras el «deme dos». Hoy cruzan a Chile y Paraguay no van a Miami. Frente a la desnutrición creciente, la pérdida de valores, la desocupación, etc. El tonto de Bergman va a traficar Tv a chile.
Hannah Harent llama este abandono del otro banalidad del mal, no hace falta ser perverso, ni cruel, solo basta olvidarse de que la ética comienza con la presencia del Otro. Dice Silvia Bleichmar retomando a Harent que esto es la indiferencia, la posibilidad de destrucción sin la menor compasión porque la víctima ha dejado de ser nuestro semejante.
Durante el menemismo implicó tirar al abismo a la mitad de la población para que los que se salvaran lograran sobrevivir. Hoy con el macrismo está nuevamente planteado el desafío. Y la consigna fascista se nos vuelve a plantear. El otro no vale, no existe para mí, por pobre, joven o mapuche, por tanto puedo eliminarlo. Se terminó el desafío de creer que la Patria es el Otro. Tenemos que volver a elegir, saber que nos salvamos todos o seguir mirando TN.
Y no me quiero ir sin traer estas palabras del Subcomandante Marcos. Las hago mías como hermana mapuche del hermano zapatista: «Contra la muerte, nosotros demandamos vida. Contra el silencio, exigimos la palabra y el respeto. Contra el olvido, la memoria. Contra la humillación y el desprecio, la dignidad. Contra la opresión, la rebeldía. Contra la esclavitud, la libertad. Contra la imposición, la democracia. Contra el crimen, la justicia» .
¿Será que hay una saturación de pena en nosotros?
Cristina Solano es psicóloga. Trabaja para la Facultad de Psicología de Rosario.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.