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Comunicación y amparo

Fuentes: Rebelión

Hay dos definiciones de Mario Kaplun que vienen bien para pensar el periodismo y la educación de hoy. La primera es una pregunta: ¿qué concepción de educación subyace en nuestras prácticas de comunicación? (1) En otras palabras, cuando decidimos qué contenidos y temas se incluirán y cómo los abordaremos en nuestro programa de radio o […]

Hay dos definiciones de Mario Kaplun que vienen bien para pensar el periodismo y la educación de hoy. La primera es una pregunta: ¿qué concepción de educación subyace en nuestras prácticas de comunicación? (1) En otras palabras, cuando decidimos qué contenidos y temas se incluirán y cómo los abordaremos en nuestro programa de radio o cualquier producción, estamos diciendo en qué lado nos ponemos, sí al lado de los poderosos o junto-entre los trabajadores.

Interrogarse cuánto gana un maestro o un peón rural o fabril es saber cómo viven más de 16.000.000 de argentinos. Y a eso súmele los empobrecidos sin ingreso ni siquiera mínimo.

Vuelvo a insistir: en las noticias elegidas para un programa determinado, en esa práctica, se refleja nuestra ideología y concepción de vida humana. Podemos informar sobre los trabajadores pero naturalizando sus reclamos y olvidando su historia de lucha permanente. Hay una gran diferencia entre sí al presente noticioso se lo explica desde el contexto periodístico o dentro de procesos históricos y relaciones de poder.

La otra idea fuerte de Kaplun y que complementa a la anterior es la siguiente: «Así, en lugar de partir de las relaciones humanas, fueron la técnica, la ingeniería, la electrónica -y las poderosas empresas propietarias de los medios- los que impusieron las formas de concebir la comunicación (1)».

Para Kaplun hemos pasado de «Comunicarnos-comunicarse» a «comunicar». Y aquí los grandes oligopolios norteamericanos y sus intelectuales tienen mucho que ver con los «mass media».

¿Qué hacer frente a este panorama? No hay una receta clara aún. Pero sí un norte hacia donde caminar: «luchar contra la alienación y no quedar a su servicio», sentencia Nora Petri en su artículo Identidad y realidad social (2).

Lo que se observa y registra es que no sólo hay desamparo en las escuelas (galpones digitalizados) sino también desquicio y violencia generalizada desde los mensajes mediáticos. «Se favorece un progresivo empobrecimiento de la relación sujeto/mundo, al aceptar a éste como el único mundo posible», subraya Petri. Educación y «comunicados», se pusieron de acuerdo, enseñan y transmiten para que crezca la plusvalía y la opresión.

¿Qué hacer frente a este panorama? Juan Rosales me reiteraba que hay que pensar una alternativa. Pues éticamente hay que volver a dos palabras claves: amparo y comunicación. Pues políticamente a dos principios fundamentales: organización y lucha. Y en ambos se precisa de una práctica transformadora. En las aulas y en el periodismo.

¿Y qué es amparar? Para Raúl Mario Ageno en el prólogo a «El desnutrido escolar (3)» (Inés Rosbaco) es «rescatar la función que podría cumplir la escuela en su papel de organizador social». Con todo, mejor lo expresa la propia Rosbaco: » El amparo, en tanto «manto de la cultura» (Yago, F., 2003), es simbólico y, es por esto que solamente un sujeto perteneciente a un orden socio- cultural posee las condiciones de humanización para gestar otro sujeto que reproduzca sus enunciados; ya habrá tiempo de cambiarlos por otros, si así eligiera hacerlo cuando crezca».

Claro, la cuestión es sí a la plutocracia le conviene «invertir» en volver a «ligar los desligado», a amparar lo vaciado, a conversar productivamente en lugar de emitir comunicados…

Comunicarnos es dialogar, compartir, hallarse mutuamente, lo común que nos une. Ampararnos, aprender con reciprocidad, transformar lo establecido: ese sería nuestro cierre. Hacer lo que hay que hacer desde un programa de radio y la «pluma».

¿Pero qué es amparo y comunicación (por si restan dudas)? Lo define metafóricamente el filósofo León Rozitchner: «El mundo humano se divide en dos, como en los vegetales: los que traen en su propia semilla el sustento -la herencia de nutrientes que les traspasan los padres- y los que criptógamos, carentes de ella, cuando caen en la tierra quedan solos: fructifican si les dan desde afuera su alimento. Y esos son los pobres que como él cayeron en la tierra, abandonados, desnudos, sin cobijo, en la tierra histórica de los godos que la quieren, voraces hasta el crimen, para sí solos (4)».

Se trata de amparar y aprender con reciprocidad. Se trata de derrotar al capitalismo pletórico de «comunicados y desalojos homicidas».

Notas:

  1. El comunicador popular. Lumen Humanitas, 1996.
  2. Temas de psicología social. Octubre 1996. Nº 15
  3. Homosapiens. Diciembre del 2000.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.