Puede sorprender el nombre, pero no la lógica de la designación de Miguel Pichetto como candidato a vicepresidente de Mauricio Macri, anunciada el 11 de junio como quien detona una bomba en medio de un concierto dodecafónico de Schönberg. Es una diagonal para alcanzar los objetivos primigenios del frente amplio burgués (Fab). En rigor, la […]
Es una diagonal para alcanzar los objetivos primigenios del frente amplio burgués (Fab). En rigor, la melodía escuchada en los días previos era un desenfreno desafinado y en apariencia sin director. Urgía un paso audaz en la composición de Cambiemos. Lo hubo a tal punto que llegó al abandono del sello para asumir el de Juntos por el Cambio, prueba de la creatividad y originalidad dominantes en estos tiempos. A la alianza de socialdemócratas, desarrollistas, ultraconservadores y liberales de diferente pelaje, el nuevo marbete electoral suma al socialcristianismo de un ala peronista y resigna «la pureza de lo nuevo» en pos de resultados electorales, puestos en cuestión por los asfixiantes efectos del saneamiento económico, en un marco mundial convulsionado.
Pocos repararon que en su mensaje de apertura del Congreso, el pasado 1º de marzo, entre los factores aludidos por Macri para justificar el descontrol económico por entonces en auge, explicó:
«Cuando empezábamos a crecer y a asomar la cabeza como país, tuvimos tres shocks imprevistos: la salida de capitales de mercados emergentes, la sequía que afectó como nunca en 50 años al campo argentino, y la causa de los cuadernos».
A un lado la simplificación, cabe focalizar en la llamada «causa de los cuadernos». Se trata de la revelación de un sistema de corrupción empresarial y administrativa en torno de la obra pública, mediante la cual se malversaron miles de millones de dólares y que registra hoy una treintena de grandes empresarios y altos funcionarios del gobierno anterior enjuiciados y detenidos, más otros tantos procesados y con el riesgo de terminar en la cárcel. En otras palabras: la implosión no buscada del Fab.
No hay precedentes en Argentina (probablemente tampoco en el mundo), de una redada tan extensa y profunda de prominentes empresarios capitalistas, ocurrida además durante un gobierno de empresarios capitalistas.
En Argentina el sistema judicial es más corrupto que todos aquellos a los que juzga. Eso equivale a decir que no son los jueces, ni una figura del Ejecutivo, quienes mueven los hilos de esta operación sin antecedentes. Historiadores de un futuro no lejano podrán desentrañar los mecanismos que dieron lugar a este proceso masivo, que tiene en el centro a la ex presidente Cristina Fernández, con 13 procesamientos y 7 pedidos de prisión preventiva. Fernández no está en la cárcel, junto a un tropel de sus ex funcionarios, únicamente por los fueros con los que cuenta como senadora. Por ahora baste decir que es una fuerza poderosa e invisible la que obra en función del saneamiento funcional impostergable para quienes quieren salvar el sistema.
Como sea, el hecho es que «la causa de los cuadernos» hizo tambalear el frente amplio burgués presidido por Macri, sacudió hasta las raíces el funcionamiento económico (frenó la mayoría de la obra pública puesto que los empresarios encargados de llevarla a cabo cayeron en desgracia, incluso familiares del Presidente) y puso en duda no ya la reelección del actual elenco, sino su arribo al final del mandato.
Baste señalar que uno de los empresarios acusados es Paolo Roca, titular de la mayor empresa privada argentina, de envergadura transnacional. Roca es el hombre más rico del país, con una fortuna valuada en casi 10 mil millones de dólares. Aun así, debió huir a México para evitar su detención. Jugó además todo su poder para inclinar la opinión editorial del grupo Clarín y de La Nación, que comenzaron a condenar a Macri con crudos adjetivos. Era preciso frenar al menos algunos de los juicios. En buena medida lo lograron, aunque el desenlace está por verse.
La circunstancia dio lugar a que el conjunto de advenedizos aspirantes a grandes capitalistas (encargados de darle por fin carnadura a la célebre «burguesía nacional» y reunificados ahora en torno a CF) tomara la iniciativa política mientras otras fracciones aprovecharon para lanzar sus propias fórmulas, con lo que el Fab pareció a punto de desaparecer.
Hasta la fecha, esa posibilidad no está por completo excluida. Pero con la incorporación de un sector del peronismo (que incluye a buena parte de los sindicatos más poderosos) el Ejecutivo ya recuperó la batuta y la orquesta ensaya el retorno a una melodía armónica. Bastaron 24 horas tras el anuncio para producir el milagro, que incluyó baja del dólar, suba de acciones y brusca caída del llamado «riesgo país», instrumento de manipulación en manos del capital financiero internacional.
Realineamientos en la debacle
Como se sabe, antes de esto Cristina Fernández (CF) había abandonado la carrera presidencial designando -en otro hecho inédito de la historia política local- a Alberto Fernández (AF) como candidato presidencial y relegándose a sí misma como vice.
Algún memorioso recordará que AF era el jefe de gabinete a quien, durante el gobierno de Kirchner, se le atribuyó una simple maniobra que provocaría un conflicto de envergadura: hizo mover el avión presidencial Tango 01 de modo que un vuelo proveniente de Venezuela no pudiera arribar al punto de desembarco oficial y sus pasajeros debieran pasar por una aduana, donde casualmente una acuciosa agente (poco después convertida en bailarina de fugaz celebridad), detuvo a Antonini Wilson con 800 mil dólares en un maletín. Con ayuda de la prensa se produjo así un escándalo, poco antes de que asumiera CF. Así como ahora se atribuye la designación de AF a su cercanía con el Departamento de Estado, en aquella oportunidad se explicó el mazazo publicitario que a través de Antonini Wilson se asestaba a la Revolución Bolivariana también por la intromisión de Washington para decidir el lugar de estacionamiento del Tango 01. Como sea, las raleadas huestes de CF acataron sin chistar la decisión y se alinearon tras quien iniciara su carrera como concejal en las listas de Domingo Cavallo.
Con idéntica disciplina, un tropel de señores semifeudales con cargo de gobernadores o aspirantes a él se sumaron sin demora a la nueva fórmula. Esto hizo pensar que el peronismo superaba la pulverización que lo aqueja y se reagrupaba en torno de una nueva instancia, inicialmente llamada Frente Patriótico. Protoburgueses frustrados y grandes empresarios acorralados por el sistema judicial se sumaron como base de sustentación de ese frente, en el cual vieron su única perspectiva de salvación.
Así, el periodismo comercial pudo convencerse y convencer a no pocos de que el peronismo se había reunificado y ganaría las elecciones. La prensa tradicional argentina ha llegado a los más bajos niveles de calidad política y profesional. Ni que decir tiene respecto de su capacidad de análisis y previsión.
De hecho, la mayoría de aquellos señores semifeudales tienen como verdadero representante a Miguel Pichetto, quien no por acaso lleva 18 años en el Senado, cubil de atraso, corrupción e inepcia en Argentina. De modo que ahora o en poco tiempo pueden esperarse nuevos desplazamientos, sobre todo cuando los primeros indicadores -otra vez la prensa desnortada a la vanguardia, con las empresas encuestadoras como palafreneras- dan como seguro un giro electoral a favor de Macri.
En el torbellino desapareció el bloque del denominado «peronismo racional», encabezado por Juan Schiaretti, Juan Urtubey (gobernadores de Córdoba y Salta), Sergio Massa y Pichetto, a quienes se sumaba el ex ministro de Economía de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner, Roberto Lavagna, asociado con el Partido Socialista y el Gen, todos originalmente bajo el sello Alternativa Federal.
Voces bien informadas aseguran que Lavagna tuvo el impulso de Roca para lanzarse al ruedo. Con ése y otros respaldos menores -como el del grupo Perfil- Lavagna se negó a someterse a Primarias en el bloque del peronismo tradicional. Llamado «ventajita» por Macri y revelado por Wikileaks como consultor permanente del embajador estadounidense en Buenos Aires, Massa abandonó sin aviso Alternativa Federal y viró hacia el bloque conducido por CF, quien ahora puede enarbolar como ejemplo de generosidad el hecho de que su precandidato a Presidente y su principal punto de apoyo en la provincia de Buenos Aires, durante los últimos seis años profirieron las más lacerantes críticas y condenas contra ella.
Implosionada Alternativa Federal, Pichetto obtuvo el premio mayor, Masa va a competir contra AF en las primarias, Lavagna se lanza con el menguado respaldo del PS y el Gen, Urtubey da una «muestra de grandeza» y se somete a ser candidato a vice de Lavagna en lo que ahora se llama Consenso Federal 2030, mientras Schiaretti va en Córdoba con «boleta corta», es decir, sin candidato a Presidente, o sea, dejándole el campo orégano a Macri.
Es el realineamiento de la decadencia, donde la picardía reemplaza a la inteligencia y en lugar de estrategia y proyectos hay manotazos de ahogados. El cataclismo político, fruto de un más grave hundimiento económico no se hace patente por una razón sencilla y reiteradamente denunciada: la clase trabajadora carece de conciencia y organización; la burguesía y su extensión en los sindicatos tienen por completo el control del escenario político y sólo disputan el modo y la cuantía en el reparto de la riqueza.
Resta todavía ver la capacidad de reacción de quienes mantengan el apoyo a AF. Al momento, hay serios indicios de que el frente amplio burgués se recompone y ratifica la continuidad de Macri.
Izquierdas
Un último aspecto de este panorama es el que ofrecen las izquierdas. Fragmentos provenientes del peronismo o de aparatos stalinistas y católicos, trabajan sin pudor por la candidatura de AF. Algunos llegaron a ese lugar después de haber aniquilado la posibilidad de un partido de masas de los trabajadores, manipulando la CTA, sumándose al Frente Grande, al Frepaso y la Alianza.
Aparte esta forma extrema y descarada del oportunismo, están las formaciones infantoizquierdistas-
El cretinismo antiparlamentario es la otra cara del cretinismo parlamentario en el que chapalean varias siglas anunciadas como anticapitalistas. El pseudo combativismo de marchas minúsculas y cortes de calles a razón de 10 veces por mes es lo contrario de la tarea revolucionaria de este período histórico: educar a la masa trabajadora en una perspectiva de clase; formar círculos de lectura y debate para que la comprensión del funcionamiento del sistema capitalista sea un acervo de las mayorías; organizar a la vanguardia natural de las y los trabajadores en función de su nivel de conciencia y disposición al combate; acompañar las luchas sociales espontáneas intentando siempre introducir la teoría científica del cambio social en la conciencia de las mayorías.
El 29 de mayo pasado se cumplieron 50 años del Cordobazo. La CGT llamó para ese día a un paro general, que se cumplió masivamente mientras las dirigencias negociaban con el gobierno el cobro de fondos de las obras sociales, a la vez que participaban en el realineamiento de fuerzas burguesas ya descripto. El neoreformismo llamó a un paro de 36 horas en lugar de 24, que debía seguir con una huelga general… Ahora esas consignas se guardan hasta la próxima oportunidad, mientras la obtención de votos para las primarias ocupa el primer lugar.
Por cierto los hechos políticos trascendentes no se hacen celebrando aniversarios. La militancia consciente -cientos de miles de hombres y mujeres luchadores de todas las edades- debería sin embargo haber utilizado esa fecha para explicar la significación histórica de aquella sublevación obrero-estudiantil que puso en cuestión al sistema capitalista.
Para desviarla primero y abortarla después la burguesía acudió a Juan Perón, quien puso a Cámpora como monigote para preparar la gran embestida contrarrevolucionaria. La presidencia de Perón, la Triple A, el papel de Isabel Perón, la dictadura, fueron hitos de una caída que aún no ha concluido y en la cual son inocultables tanto el papel de agentes del enemigo en filas sindicales y políticas supuestamente «progresistas», como la magnitud de errores y omisiones de organizaciones comprometidas con la revolución social. La derrota ideológica, organizativa y política de la clase trabajadora es la causa de este juego siniestro de los políticos de la burguesía, cuya máxima expresión está a la vista ahora en la penosa decadencia del país.
«Moral y luces, son nuestras primeras necesidades», decía Simón Bolívar hace 200 años. Es una consigna vigente hoy en nuestro país.
@BilbaoL
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