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Consolidar los movimientos de nuestra época

Fuentes: Rebelión

Los Movimientos por la Paz con Justicia y Dignidad y #Yo Soy 132 son los movimientos sociales de nuestra época. En su esencia están los grandes conflictos de nuestros tiempos, y son, también, prefigurativos de las fuerzas que se habrán de acumular para transformar la lacerante situación por la que atraviesa nuestro país. Ambos movimientos […]

Los Movimientos por la Paz con Justicia y Dignidad y #Yo Soy 132 son los movimientos sociales de nuestra época. En su esencia están los grandes conflictos de nuestros tiempos, y son, también, prefigurativos de las fuerzas que se habrán de acumular para transformar la lacerante situación por la que atraviesa nuestro país.

Ambos movimientos irrumpieron en el escenario nacional dando aires de vitalidad en momentos ciertamente agobiantes que lucían desérticos para la sociedad mexicana.

El MPJD emergió en medio del sórdido hartazgo por la violencia y dio cause narrativo, movilizador y, en menor medida, organizativo a la demanda de paz ahogada, hasta ese momento, en amplios sectores de la ciudadanía. Pero, más que eso, dio rostro y voz a muchas de las víctimas calladas que antes enfrentaban su situación aisladas de una situación en realidad generalizada.

El movimiento #Yo soy 132 apareció en un escenario en que la victoria de Enrique Peña Nieto parecía inercial. Las raíces del movimiento mostraron que el priismo es vulnerable incluso en espacios que se suponían seguros para su vieja y corrupta cultura política. Ha dado cause organizativo al sector estudiantil y ha abierto canales de movilización contra la restauración del viejo régimen. Aún ahora, en que revertir el resultado electoral parece sumamente complicado, sus movilizaciones advierten que la legitimidad del candidato impuesto es mínima y llegará cuestionado no solo por como sucedió la jornada electoral sino, sobre todo, por las prácticas clientelares y mediáticas que construyeron su candidatura.

Ambos movimientos rompieron inercias. Cuando la falta de dialogo dominaba en el escenario nacional, propiciando un silencio estéril para las fuerzas sociales y útil para Felipe Calderón, el MPJD abrió espacios de emplazamiento público. De frente a los poderes y de cara a la sociedad se enumeraron los agravios y se nombraron a los culpables. Cuando dominaba el discursos que atribuía incapacidad a los gobernantes («si no pueden renuncien»), Javier Sicilia y el MPJD colocaron en el centro la degradación moral de la clase política con factor determinante del desastre nacional. Se hicieron, también, valiosas propuestas para cambiar la situación que, por supuesto, hasta ahora han sido ignoradas por el Presidente.

Pero también se rompió la inercia de falta de diálogo entre los actores sociales. Con la Caravanas al norte y al sur se impulso el dialogo entre comunidades, organizaciones e individuos para intercambiar visiones sobre la situación de violencia del país.

No ha sido un dialogo fácil. No siempre se han logrado sintonizar diagnósticos y expectativas, pero, sin lugar dudas, sin el impulso del MPJD el abismo entre las luchas de nuestro país sería aun mayor y más grave. El mismo valor, además del que le dan sus objetivos reivindicativos, tendrá la Caravana a Estados Unidos.

El #Yo Soy 132, además de romper la inercia de confort en la que aparentemente se instalaba EPN, identificó el excesivo poder de los medios de comunicación y los confrontó de manera directa. Insertó sus intereses como parte de la disputa por el rumbo de la nación cuando ellos, los medios, llevaban décadas atribuyendo todos los males a «los políticos» y a todo lo que se moviera en la esfera pública.

En su desarrollo, ambos movimientos han interpelado al poder de maneras novedosas e inéditas que quedarán plasmadas en el imaginario colectivo como formas emblemáticas de promover una nueva relación entre gobierno y ciudadanía. El MPJD lo ha hecho con los diálogos en Chapultepec – que algunos quisieron reducir a meros eventos peticionistas- y el #Yo soy 132 lo hizo con el debate de los candidatos a la presidencia.

Son dos movimientos que en escala nacional responden a fenómenos globales. El MPJD puede ser el único movimiento en el mundo en enfrentarse directamente a «la guerra contra las drogas», y el #Yo Soy 132 en hacerlo frontalmente a los medios de comunicación.

Seguro tienen diferencias. El carácter del #Yo Soy 132 exige saber lidiar con la pluralidad propia de cualquier movimiento estudiantil, más aun cuando es inter – universitario y más todavía cuando sus demandas trascienden las aulas, los planes de estudios y las cuotas por estudiar. Son demandas que atañen a toda la sociedad. El MPJD, en tanto que se ha planteado el trabajo con a víctimas y su fortalecimiento como sujetos de propio proceso de búsqueda de justicia como uno de sus principales objetivos, tiene que moverse en función de las acciones que le permitan priorizar su consecución. Esa y muchas otras.

Sin embargo, mirarlos en conjunto, permite ver la emergencia de nuevos sujetos en cuya movilización y organización está la posibilidad de transformación social. Ante el decaimiento evidente de la izquierda sindical y social y el excesivo pragmatismo de la izquierda política, el levantamiento de sectores ciudadanos que se movilizan por temas específicos cuya modificación debilitaría de manera importante el capitalismo es de gran aliento para una sociedad que ha sido agredida por una secuencia interminable de gobiernos entreguistas. Particularmente importante en esta emergencia son las víctimas directas de la violencia. En otras experiencias como las de Argentina o la de Colombia, las víctimas han sido sujetos de lucha con amplia legitimidad y capacidad de persistencia en sus demandas.

Permite, también, notar que aunque ambos movimientos han cuestionado a los medios de comunicación -el MPJD incluye su democratización entre los 6 puntos de exigencia al gobierno- ambos han tenido claro que constituyen arena de la disputa y que aislarse totalmente de ellos representa un déficit de comunicación con la sociedad, por ello han sabido, o pretendido al menos, mantener aprovechar los pocos espacios que se abren para debatir y exponer sus causas.

Ahora bien, enfocarse en temas específicos no debe implicar dejar de observar la situación estructural a escala sistémica ni de dejar de buscar, en consecuencia, la manera de legitimar las demandas de transformación del modelo económico. Ello implica asumir el reto de no avejentarse en práctica y discurso siendo, al mismo tiempo, capaces de retomar enseñanzas de las luchas históricas nacionales e internacionales.

Y el reto también es de las organizaciones de izquierda pre existentes. Si bien el ambiente de emplazamiento, movilización y organización impulsado por ambos movimientos es propicio para buscar influirlo con nociones programáticas múltiples, resultaría impertinente, desconocer su identidad, quitarle frescura y novedad y regatear sus aportes. Fortalecer procesos unitarios como los de la Convención Nacional Contra la Imposición no debe l colocar al #Yo soy 132 en una disyuntiva divisionista.

En fin. El futuro de ambos movimientos es incierto. Suena difícil que por sí solos logren los grandes cambios que requiere la sociedad, pero apoyar su consolidación y debatir sobre la profundidad de sus aportes puede ayudar a articular la resistencia hoy, más nunca, indispensable.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.