Introduccion Desde hace 4 años compañeras y compañeros de la Agrupación La Dignidad Rebelde hemos venido realizando un trabajo de base en la villa 31 (bis) de Retiro, Ciudad de Buenos Aires. Inspirados en la pedagogía de la liberación buscamos que las vecinas y los vecinos del barrio se constituyan en mujeres nuevas y hombres […]
Introduccion
Desde hace 4 años compañeras y compañeros de la Agrupación La Dignidad Rebelde hemos venido realizando un trabajo de base en la villa 31 (bis) de Retiro, Ciudad de Buenos Aires.
Inspirados en la pedagogía de la liberación buscamos que las vecinas y los vecinos del barrio se constituyan en mujeres nuevas y hombres nuevos, constructores de una nueva sociedad. Sin personas nuevas no habrá una nueva sociedad.
La tarea político-educativa apunta a que ambos nos desarrollemos como sujetos activos, posibilitando una lectura crítica de la estructura social y, con ello, la conscientización de ser sujetos históricos, con la capacidad de poder actuar sobre este mundo para transformarlo. Transformación que no implique el cambio de manos del poder de dominación, sino en el rompimiento de la lógica autoritaria y verticalista.
En el caminar junto al pueblo hemos dado un lugar muy importante a la formación política y de alguna manera este texto representa una síntesis de muchos talleres, encuentros y experiencias vividas en estos años. Son puntos de llegada que hemos tenido, pero también son nuevos puertos para partir a nuevos ríos, mares y océanos llenos de sueños, esperanzas y rabias.
Conceptualización de la Educación Popular
¡Qué desafío llegar a conceptualizar qué entiende la Agrupación La Dignidad Rebelde con respecto a la Educación Popular! No es poca cosa reflexionar en torno a un concepto que ha tenido tanta repercusión en el mundo, y, particularmente, en el Tercer Mundo. Educadores, organizaciones populares, movimientos sociales, académicos, han pasado sus vidas analizando, reflexionando y actuando en relación a la Educación Popular.
¿Por dónde iniciar el camino que ayude a explicar la noción que la Agrupación La Dignidad Rebelde tiene sobre la Educación Popular?
Quizás para empezar podemos señalar algo que salta a primera vista. Se trata de una práctica educativa relacionada con lo popular. No es posible separar en esta denominación los términos educación y popular. Creemos interesante examinar estos dos aspectos sin dividirlos. Para lo cual, vamos a intentar tener una aproximación a la pregunta: «¿qué entendemos por educación?», para luego acercarnos al concepto de popular. Tarea no del todo sencilla, pero que implica un gran desafío que queremos asumir.
La tarea de querer delimitar el concepto de educación, va a tropezar con el hecho de que existen diferentes usos sociales sobre ésta.
Los usos sociales de la educación van a estar íntimamente ligados a la concepción del mundo que tengamos. «Una concepción del mundo implica un conjunto articulado, sistemático y coherente de ideas, conceptos, valores y normas de conducta práctica que guían nuestra vida cotidiana.»[2] Esta concepción, al moldear nuestra visión de cómo debe ser la sociedad y de qué lugar juega en ella el ser humano, va a influir en la noción que tengamos sobre la educación.
Las sociedades establecen los preceptos doctrinales que han de guiar a las prácticas educativas. Estas ideas no son hechas por la sociedad como un todo, sino que responden a perspectivas e intereses de las clases dominantes para conservar los elementos básicos de la estructura social. Aun así las prácticas educativas se dan en espacios diversos y hasta antagónicos que confrontan por constituirse en discursos pedagógicos hegemónicos. Es decir, en los espacios educativos coexisten componentes que tienden a la conservación de las estructuras y las relaciones sociales, y otros, que tienden a la transformación de la sociedad.
Así existen fundamentalmente dos usos sociales para la educación: que sea la vía para corregir las disfunciones del sistema socioeconómico imperante, sin intentar modificación alguna, sólo adaptaciones; o que sea un instrumento importante en la transformación y cambio de las estructuras sociales de opresión.
Otro punto muy importante para aproximarnos a la noción de educación que sustentamos es que ésta es siempre un acto de conocimiento. No hay posibilidad de entender la educación sin percibir que toda práctica educativa es siempre una situación en la cual hay un cierto objeto a ser conocido por sujetos cognoscibles.
La educación es siempre una teoría del conocimiento puesta en práctica. Consideramos entonces que una práctica educativa responde a las siguientes preguntas: Primero, cómo conocer. Segundo, cuál es la compresión sobre el acto de conocer. Tercero, conocer para qué. Cuarto, conocer con quiénes. Quinto, conocer en favor de qué. Sexto, conocer contra qué. Séptimo, conocer a favor de quienes. Octavo, conocer contra quiénes.
La pedagogía de la liberación se fundamenta en una concepción dialéctica del conocimiento, contraria a la tradicional epistemología idealista y positivista.
Uno de los exponentes máximos de la pedagogía liberadora, Paulo Freire, «peregrino de lo obvio», plantea que «la educación es un acto de conocimiento que implica praxis, reflexión y acción de los seres humanos sobre el mundo para transformarlo.»[3] La pedagogía freireana concibe el conocimiento como una construcción social, es un proceso y no meramente un producto. «El conocimiento no se transmite; el conocimiento se hace, se rehace a través de la acción transformadora de lo real y a través de la comprensión crítica de la transformación que se ha dado antes o que se puede dar mañana.»[4]
Según la perspectiva tradicional, la práctica educativa consiste en la transmisión de diferentes saberes y valores de generación en generación, en la cual el educador es el transmisor de los conocimientos y el educando es el receptor pasivo.[5] Para este enfoque, el objetivo de la educación es adaptar y acostumbrar al individuo a la sociedad en que vive, formándolo para que se incorpore al «mercado» laboral a fin de asegurar y dar continuidad del modo de producción vigente.
Hasta aquí hemos analizado el término de educación, queriendo destacar la intencionalidad pedagógica de la educación popular.
Ahora queremos analizar el otro término en cuestión: popular. Considerando que éste es el elemento específico de la educación popular.
Cuando hablamos de popular hacemos referencia a un sujeto colectivo: los oprimidos. La opresión aparece en la sociedad a través de diferentes relaciones de dominación: opresión de la mujer por el hombre; del niño o la niña por el adulto; de los trabajadores por los patrones, etc.
La opresión la ejercen las clases opresoras que someten a las clases oprimidas, al despojo del tener: alimentación, trabajo, techo, tierra, salud…. Se trata en definitiva de una negación del derecho a la vida. Negando el derecho a vivir, todos los demás derechos caen. «¿De qué libertad nos hablan, cuando la experiencia concreta de cada día niega en los barrios un plato de comida para los niños y las niñas, una cama para dormir, ropa para vestirnos, un salario digno para los papás de los chicos y las chicas? ¿Acaso de esa libertad que nos atribuyen idealmente a cada uno de nosotros y nosotras?»
Junto con los elementos básicos para la vida, también a las clases oprimidas se les niega el saber que pasa por la «prohibición» del acceso a la escuela, en la «expulsión» del sistema educativo, pero fundamentalmente por el desprecio de las clases opresoras a los valores, a las culturas, al «saber hecho de experiencia» del pueblo. Negación que tiene que ver con una de las características de la acción conquistadora de los opresores: la invasión cultural. Esta consiste en la «penetración que hacen los invasores en el contexto social de los invadidos, imponiendo a éstos su visión del mundo, en la medida misma en que frenan su creatividad, inhibiendo su expansión.»[6] La función principal de la invasión cultural radica en imponer la lógica del pensar de los opresores a los oprimidos, en lugar de la suya propia.
La ideología dominante, perteneciente a las clases dominantes, se construye y recrea en la vida cotidiana. A través de ella se interiorizan los valores culturales propios de los opresores y se domestica a los oprimidos. Pero la clase opresora no sólo realiza una invasión cultural, sino que también saquea al oprimido de su cultura, su memoria, destruyéndola, fragmentándola y/o incorporando elementos propios del pueblo a la cultura opresora.
Además de negar el tener y el saber a las clases populares se les impide desarrollarar su hacer, es decir sus propias praxis sociales. Esto se ve plasmado a través del monopolio de la violencia ejercida por los opresores que matan, reprimen, persiguen y encarcelan a los luchadores sociales. Pero «las clases opresoras no sólo impiden la organización del pueblo como clase capaz de iniciar un amplio proceso de transformaciones sociales sino que intervienen directamente en los modos de organización del pueblo, tratando que toda organización popular no sea una organización de clase, o por lo menos no pase de una organización vacía y «bajo control» (los sindicatos reinvicadores de privilegios «neo-capitalistas» son un ejemplo de eso).»[7]
Las distintas formas de opresión del «tener», «saber», «hacer» tienen como corolario la expulsión de las clases oprimidas de las instancias de «poder». El pueblo no delibera ni gobierna sino es a través de sus representantes dice la Constitución de la República Argentina. El poder está en manos y al servicio de los opresores quienes niegan todo espacio de participación popular que implique una disputa de su situación de dominación.
En definitiva la opresión consiste en la negación de lo popular, de todo aquello que pertenece al pueblo, a las clases populares. Entendiendo por pueblo a todas las personas que se reconocen como parte de aquellos que luchan y trabajan en función de un proyecto de sociedad sin clases que satisfaga los intereses y las necesidades de todas y todos: las niñas y los niños, las y los jóvenes, las adultas y los adultos, las ancianas y los ancianos.
En relación al término popular queremos destacar que «la educación es popular cuando en su realización – en su inserción, sus contenidos y sus métodos -contribuye a que el pueblo, las clases populares, vayan constituyéndose, encontrando su propia esencia, profundizando la comprensión de su propio ser.»[8]
Por tal motivo, es que los cumpas de la Agrupación La Dignidad Rebelde entienden que «la Educación Popular es un instrumento de las organizaciones populares para la construcción de Poder Popular, en el proceso de las luchas sociales.»[9] No podemos hablar de una práctica de Educación Popular que no esté enmarcada dentro de una práctica política liberadora y aportando a este accionar.
Concepción del ser humano y del mundo desde la Educación Popular
Toda práctica educativa liberadora, nos dice Paulo Freire, debe ir precedida de una concepción del ser humano, a partir de una situación existencial concreta, un aquí (lugar) y un ahora (tiempo) de la persona. No podemos pensar en una educación que conciba al ser humano en forma abstracta, ahistorica, desligada del mundo, así como tampoco que niegue al mundo como una realidad ausente de los seres humanos.
El ser humano no es sólo un «ser en el mundo»; es sobre todo, un «ser con el mundo». No podríamos concebir un mundo sin personas, ni personas sin mundo. Sin seres humanos el mundo no tendría sentido, ya que el mundo está constituido por un conjunto de relaciones, y sólo las personas son capaces de captar esas relaciones como seres inteligentes; sólo el ser humano puede establecer nuevas relaciones en el mundo y con él; sólo por la acción de las personas el mundo se transforma, se dinamiza y se crea. Existe una comunión entre el ser humano y el mundo.
Como seres inconclusos, las personas no son, sino que se van haciendo en su accionar-reflexivo. La capacidad de acción y reflexión, propias del ser humano, están condicionadas por el mundo, por la realidad, que también es inacabada.
Así como no hay seres humanos sin mundo, ni mundo sin seres humanos, no puede haber acción y reflexión fuera de la relación hombre/mujer-realidad. Es en la relación del ser humano con el mundo, que desarrollamos nuestro accionar-reflexivo. Transformamos al mundo, y al hacerlo condicionamos nuestra acción y reflexión.
De acuerdo a como se establezcan estas relaciones es que las personas pueden tener o no condiciones objetivas para el ejercicio de una vida más humana.
La existencia humana radica en la búsqueda de su realización en la humanidad. La vocación de las personas de realizar una tarea de humanización, se contrapone a la deshumanización. «Esta última constituye una distorsión posible en la historia pero no es su vocación histórica. Si admitiéramos que la deshumanización es vocación histórica de los seres humanos, nada nos quedaría por hacer sino adoptar una actitud cínica o de total desespero.»[10]
La humanización es consecuencia de una práxis liberadora que va en búsqueda de una sociedad donde los pueblos son sujetos creadores de su destino histórico. La vocación de los pueblos es la de «ser más» libres. «Libertad que no es sólo una capacidad (aspecto ontológico) y un derecho radical (aspecto jurídico), sino que es además una situación personal y social de madurez que hace concretamente posible el ejercicio de esa capacidad y de ese derecho.»[11]
«La vocación del ser humano de ser sujeto y no objeto, sólo podrá desarrollarla en la medida en que, reflexionando sobre sus condiciones tempo-espaciales, se inserte en ellas, críticamente.»[12] En la búsqueda de su perfección el ser humano se educa. El hombre y la mujer deben ser sujetos de su educación. No pueden ser objeto de ésta.
Dimensión política de la Educación Popular
Las prácticas de educación popular están fundamentadas en una lectura del mundo a través de la cual se constata e interpreta la realidad social.
La naturaleza política de la educación popular radica en una toma de posición con respecto al contexto en que vivimos. Este posicionamiento supone reconocer e interpretar que «la estructura sobre la que se organiza y funciona la sociedad se basa en el egoísmo, la acumulación material, la opresión y la explotación del ser humano por el ser humano; nos mantiene esclavos de un sistema económico capitalista donde la propiedad privada vale más que la vida, el dinero transforma al amor en una mercancía y la dignidad es comprada con unas migajas por el Señor Poder.»[13]
A partir de reconocer una situación estructural de opresión, Paulo Freire elaboró «una pedagogía que haga de la opresión y sus causas el objeto de reflexión de los oprimidos, de lo que resultará el compromiso necesario para su lucha por la liberación, en la cual esta pedagogía se hará y rehará.»[14] Aunque reflexionando entorno a la pedagogía del oprimido hace un llamado de atención con respecto a cierta posición ingenua que concibe a la educación como una palanca de transformación de la sociedad. Es decir, la educación no cambia al mundo; la educación cambia a las personas; por lo tanto, las personas a través de una práctica política organizada cambian al mundo.
Siendo la Educación Popular una herramienta de las organizaciones populares para cambiar radicalmente las situaciones de desigualdad, dominación e injusticia, ésta refleja los niveles de lucha de clases en la sociedad.
«Una educación popular que no sea instrumento para que el pueblo se organice y movilice para establecer un nuevo sistema de relaciones sociales, sirve sólo para que los sistemas opresores permanezcan en nuestras sociedades.»[15]
La politicidad de la educación no nos permite concebirla como neutra. Cuando se pretende presentar a la educación como apolítica, justificando que ésta ha de ser únicamente técnica o científica, se práctica de hecho una opción: la indiferencia y por ende el sometimiento a una realidad deshumanizada.
La dimensión política de la Educación Popular se expresa también en el tipo de vínculo que se da entre el educador y el educando, y entre ellos y el objeto de conocimiento. Esto tiene que ver con las relaciones de poder que se dan en el vínculo pedagógico entre el educador y el educando.
En la visión «bancaria» de la educación, el educador asume el rol de quien sabe, y debe, por lo tanto, enseñar al educando que no sabe. «Si el educador es quien sabe, y si los educandos son los ignorantes, le cabe, entonces, al primero, dar, entregar, llevar, transmitir su saber a los segundos.»[16] Así, la educación se convierte en un «acto de depositar», donde el educador es quien «deposita» conocimientos y los educandos son los «depositarios». La educación se concibe como una práctica acumulativa de saber.
En la educación bancaria no sólo se donan los conocimientos que el educador posee, sino que éste define el contenido programático de la educación.
Al negar a los educandos la capacidad de crear, actuar, pensar, obstruye el quehacer de los seres humanos como sujetos activos, críticos, soñadores y rebeldes. La educación bancaria proyecta una ignorancia absoluta sobre los otros. En esta relación pedagógica, se mantiene la contradicción entre el educador del educando y el educando del educador.
Existe una negación de la educación y del conocimiento como proceso de búsqueda. No hay objeto de conocimiento a ser conocido, sino que hay una memorización de lo narrado por el educador.
A través de la educación bancaria se construyen y rehacen relaciones sociales de dominación que se reproducen en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana.
Desde una concepción educativa liberadora, el educador asume su rol en concordancia con su comprensión político-ideológica del acto de conocer. Un educador popular abraza lo que Freire denominó «radicalidad democrática-revolucionaria». «Esto significa que desde el punto de vista de la educación como acto de conocimiento, los educadores populares debemos siempre partir de los niveles de comprensión de los educandos, de la comprensión de su medio, de la observación de su realidad, de la expresión que las propias masas populares tienen de su realidad, para luego, con ellos, ir avanzando y transformando en rigurosidad científica lo que era, en el punto de partida, sentido común.»[17]
El educador mediatizado por el objeto de conocimiento, problematiza sobre él mismo, estableciendo un diálogo con los educandos. El diálogo no es mero intercambio de ideas y mucho menos la polémica por imponer la «verdad», puesto que no se trata de conquistarse unos a otros, sino de vencer juntos a la estructura social que nos mantiene en una situación de opresión.
La educación liberadora supera la contradicción del educador y el educando. «El educador, al problematizar, «re-admira» el objeto conocido a través de la «ad-miración» de los educandos. Ambos se transforman en sujetos del proceso de conocimiento (enseñaza-aprendizaje). Ahora, ya nadie educa a nadie, así como tampoco nadie se educa a sí mismo, los seres humanos se educan en comunión, y el mundo es el mediador.»[18]
Al problematizar con la realidad, el educador induce a los educandos a que se piensen a sí mismos en ese contexto y puedan reflexionar en torno a su práctica social para actuar en su vida cotidiana buscando «ser más», dirigiendo su vida a la humanización de los seres humanos.
Las distintos tipos de vínculos pedagógicos que se dan tanto en la educación «bancaria» como en la educación liberadora muestran como funciona el poder en torno al acto educativo.
La educación bancaria es un instrumento de la clase opresora para el mantenimiento del reino del dinero, la competencia, el egoísmo, la desesperanza, la desmemoria. En forma contraria, la educación problematizadora, responde a la vocación del hombre y la mujer de ser más, de insertarse críticamente en esta sociedad clasista e injusta y transformarla en función de proyecto sin opresores ni oprimidos.
No hay duda entonces para nosotros y nosotras que el educador popular es un militante político en tanto educador, y que como militante político es educador por el propio hecho de ser político. Nuestras prácticas educativas representan una opción política.
Por último, no podemos reducir todo lo político a lo educativo, así como tampoco todo lo educativo a lo político. Cada uno tiene su especificidad, aunque existe una relación dialéctica entre ambos. Pues cuando hablamos de la especificidad de lo político no podemos prohibirle la entrada a la presencia educativa que hay en ella. De la misma manera descubrimos que en la especificidad de lo educativo, no podemos dejar a un costado su dimensión política.
Paulo Freire señala que «lo educativo se centra en el convencimiento y abre la puerta para lo político; la especificidad de lo político se encuentra en la búsqueda del poder, en la búsqueda del vencer para obtener el poder, en la victoria.»[19]
Educación Popular y Concientización
La Educación Popular se entiende a partir de un contexto de dependencia y dominación. Una de las manifestaciones de esta situación es lo que algunos han dado en llamar «cultura del silencio». La cultura hegemónica de las clases opresoras ha prohibido la palabra al pueblo y ha justificado sus relaciones de dominación por razones de índole natural: «siempre hubo ricos y pobres». Y, lo peor de todo es que ha hecho que las clases oprimidas tomen como verdad esta mentira.
A partir de ello es que podemos distinguir que la conciencia del pueblo es alienada en la medida en que representa y significa la dimensión del ser humano y del mundo de la clase opresora. Es una conciencia imperfecta e incompleta, pues se le escapan muchos fenómenos de la realidad, y la interconexión profunda entre ellos; no tiene una visión de la totalidad de la realidad. También la conciencia del pueblo es oprimida porque refleja el mundo del dominador y resulta de vivir en una situación de opresión. Finalmente, podemos decir que la conciencia del pueblo es visceral, ya que implica un bloqueo bio-psíquico del ser humano, de los contenidos de crítica y de oposición a las estructuras y relaciones de opresión.
En estas circunstancias, la educación popular ha ido desarrollándose en el seno de las organizaciones populares con el objeto de desmitificar la cultura dominante en que nos hallamos sumergidos. La educación popular nos permite afrontar la realidad con una mirada crítica, y ser capaces de abordarla para emprender la tarea de la humanización.
Es aquí donde cobra fuerza un concepto que Paulo Freire desarrolló: la concientización. La concientización no es la simple toma de conciencia. Ésta exige una mayor profundización.
Cuando normalmente los seres humanos nos acercamos a la realidad, lo hacemos desde nuestra cotidianidad y habitualidad, y acaba por ser ingenua o mágica. Se trata de una simple opinión que formamos, condicionados por la realidad social que nos impide ver la realidad de las cosas, su razón de ser.
Por lo tanto, es preciso tomar una cierta distancia de esa cotidianidad, para poder tener una mirada crítica y global. Debemos superar el conocimiento místico o mágico de forma tal que podamos alcanzar un conocimiento que nos permita «des-velar» la realidad e ir a la esencia de las cosas, llegar a descubrir la causalidad de los fenómenos que ocurren en el mundo y no solamente sus emergentes. Esto exige una búsqueda, y no la mera transmisión de conocimientos.
Tampoco es cuestión de introducir opresivamente en los educandos la idea de que están en una situación existencial de dominación y que deben rebelarse ante ello. Cuando se intenta convencer a los educandos no se trata de decirles «yo tengo razón» o que «Marx estaba en lo cierto sobre tal tema», para que aquellos asuman la posición del otro. El convencimiento pasa por conocer juntos, por vencer con el otro las estructuras y relaciones sociales de dominación.
La concientización no es una obra que acaba en la conciencia, ni tampoco algo previo que implique la motivación y la criticidad que llevaría a un impulso de una acción liberadora.
La transformación de la estructura injusta y clasista de la realidad se hace en la historia y no en la conciencia; no se puede reducir la concientización a una visión lúcida de la realidad. La concientización se da en la misma dinámica de la lucha de clases, en el propio dinamismo de la acción política de las organizaciones populares.
No puede haber concientización sino como una expresión organizada; no existe conciencia de clase sin práctica de clase; es imposible llevar a cabo un proceso de fortalecimiento de la conciencia de clase, al margen de las luchas sociales que llevan adelante el pueblo.
Educación Popular y Utopía
Paulo Freire decía que «la concientización nos invita a asumir una posición utópica frente al mundo, posición que convierte al concientizado en factor utópico.»[20]
La utopía no es lo irrealizable, sino lo que aún no se ha hecho. Las utopías de hoy son las realidades de mañana.
La utopía implica los actos de denunciar y anunciar, es decir el acto de denunciar las estructuras y relaciones sociales de opresión que nos deshumanizan y el acto de anunciar un mundo nuevo sin opresores ni oprimidos, sin ricos ni pobres. Denuncia la situación de hambre, egoísmo, analfabetismo, codicia, desocupación, guerra, etc. y anuncia un mañana nuevo, un mundo bueno, feliz, humanizado, lindo.
Esta dialectización entre el anuncio de un pre-proyecto futuro mejor y la denuncia de lo que le contradice no puede plasmarse en meras palabras. Vivir la utopía implica compromiso histórico con la humanidad. Una praxis histórica transformadora donde el pre-proyecto se va haciendo proyecto. Es a través del quehacer de las organizaciones populares que se puede transformar el pre-proyecto en proyecto.
La utopía necesita de un conocimiento crítico. Es propiamente un acto de conocimiento. Uno no puede denunciar la deshumanización sin conocer las estructuras y relaciones sociales que la generaron. Cuanto más concientizados estamos, más capacitados estamos para ser anunciadores y denunciadores del mundo.
Los utópicos sólo pueden ser los oprimidos, sólo en ellos radica la fuerza de cambio, sólo ellos pueden ser proféticos y portadores de esperanza. Porque el opresor es opresor en la medida en que provoca y se beneficia de una situación dominante, por lo que tiende a mantenerla. No espera un futuro distinto, sino que quiere perpetuar el presente.
Nuestra utopías no caen del cielo es responsabilidad nuestra construirlas en la tierra.
Bibliografía
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Vigil, Carlos José. Educación Popular y Protagonismo Histórico. Una opción para América latina. Editorial Hvmanitas, Buenos Aires (1989).
Notas
[1] Wenceslao Moro, o Mono como lo conocen sus cumpas, es militante de la Agrupación La Dignidad Rebelde. Si quieren contactarse nomás manden un e-mail a [email protected] .
[2] Kohan, Néstor y Korol, Claudia. Introducción al pensamiento marxista. Ediciones Madres de Plaza de Mayo, Editorial Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires (2003).
[3] Freire, Paulo. La Educación como práctica de la libertad. Editorial Siglo XXI, Argentina (1974).
[4] Torres, Rosa María Torres. Educación Popular. Un encuentro con Paulo Freire. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires (1994).
[5] Paulo Freire hace una crítica a la escuela tradicional denominando a la educación dada en aquella como bancaria. Dice al respecto: El educador es siempre quien educa; el educando, el que es educado. El educador es quien sabe; los educandos quienes no saben. El educador es quien piensa; el sujeto del proceso, los educandos son los objetivos pensados. El educador es quien habla; los educandos quienes escuchan dócilmente. El educador es quien disciplina; los educandos los disciplinados. El educando es quien opta y prescribe su opinión; los educandos quienes siguen la prescripción. El educador es quien actúa; los educandos son aquellos que tienen la ilusión de que actúan, en la actuación del educador. El educador es quien escoge el contenido programático, los educandos a quienes jamás escucha, se acomodan a él. El educador identifica la autoridad del saber con su autoridad funcional, la que opone antagónicamente a la libertad de los educandos. Son éstos quienes deben adaptarse a las determinaciones de aquél. Finalmente, el educador es el sujeto del proceso, los educandos meros objetos. Freire, Paulo. Pedagogía del oprimido. Editorial Siglo XXI, México (2000).
[6] Op. cit. (Paulo Freire, 2000).
[7] Barreiro, Julio. Educación Popular y proceso de concientización. Siglo XXI Editores, México (1986).
[8] Vigil, Carlos José. Educación Popular y Protagonismo Histórico. Una opción para América latina.Editorial Hvmanitas, Buenos Aires (1989).
[9] Documento Político de la Agrupación La Dignidad Rebelde (2002).
[10] Op. cit. (Paulo Freire, 2000).
[11] Echeverría, J. Javier. Escuela y Concientización. Espacio Editorial, Buenos Aires (1993).
[12] Paulo Freire. Educación y Cambio. Editorial Galerna, Buenos Aires (1985).
[13] Op. Cit. (A.L.D.R., 2000).
[14] Op. cit. (Freire, Paulo, 2000).
[15] Op. Cit. (Barreiro, Julio, 1986).
[16] Op. cit. (Freire, Paulo, 2000).
[17] Op. cit. (Torres, Rosa María Torres, 1994).
[18] Op. cit. (Freire, Paulo, 2000).
[19] Freire, Paulo y otros autores. Pedagogía, Dialogo y Conflicto. Ediciones Cinco, Buenos Aires (1987).
[20] Freire, Paulo. Concientización. Ediciones Búsqueda, Buenos Aires (1974).