Este año se cumplen 75 años del final de la guerra civil, del inicio de una dictadura fascista de casi cuarenta años y del comienzo del exilio español. Fueron muchos los que huyeron de la muerte y la represión hacía otros países, uno de ellos México. Allí tenemos el gusto y la oportunidad de conversar […]
Este año se cumplen 75 años del final de la guerra civil, del inicio de una dictadura fascista de casi cuarenta años y del comienzo del exilio español. Fueron muchos los que huyeron de la muerte y la represión hacía otros países, uno de ellos México. Allí tenemos el gusto y la oportunidad de conversar con la profesora Clara Lida para que nos arroje algunas luces de cómo fue ese exilio y el contexto en el que se desarrolló.
En primer lugar hablamos del gobierno mexicano el único, junto a la URSS posteriormente, que apoyó al gobierno de la república desde el principio de la guerra. «El presidente Lázaro Cárdenas apoyó enviando armas y si no envió armamento más pesado fue porque EEUU se opuso. La afinidad era clara, ya que la constitución republicana de 1931 se basó en parte en la que México redactó en 1917, tras la Revolución.» La reforma agraria o la separación de la Iglesia y el Estado tenían su inspiración en la legislación mexicana.
Sin embargo llama la atención que México fuera uno de los pocos países que apoyaran a la República. Conocido es el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista a las tropas franquistas pero ¿por qué las llamadas democracias europeas no intervinieron? «La no intervención declarada por Inglaterra y Francia, y tácitamente por los EEUU, fue una manera muy particular de intervenir y de intervenir en contra de la República para salvaguardar sus propios intereses.» Los gobiernos no intervinieron pero los países sí lo hicieron. La neutralidad de los estados dejó libre el campo para que los otros agentes de cada país (empresarios, banqueros, inversores, partidos políticos) actuaran según su conveniencia. «A nadie le interesaba un posible proceso de nacionalización o la culminación de la revolución social que estaba en marcha en España. Inglaterra y Francia tenían inversiones en minas, industrias y servicios, empresas como la estadounidense Texaco no dudó en apoyar a Franco con sus combustibles.» La no intervención supuso la intervención de todos menos de los gobiernos que se declaraban neutrales en un conflicto sangrante.
Tras la guerra y la llegada al poder del general Franco la represión fue brutal. Se trataba de un exterminio selectivo de todo aquel que pudiera considerarse «rojo» sin importar edad ni sexo. Un exterminio físico de toda la oposición al régimen que duró varios años, acompañado de una siniestra manipulación. «Desde México se denunciaron estas masacres y se publicaron todo tipo de denuncias del régimen franquista. La brutalidad de Franco venía ya de su época en las guerras de Marruecos, muchos de los militares golpistas del 36 estuvieron allí y practicaron todo tipo de crueldades con los magrebís a quienes consideraban seres inferiores.» La profesora Clara Lida, que es argentina apunta que las dictaduras de Chile y Argentina tuvieron como espejo, entre otros, los métodos de Franco, a quien tenían gran admiración.
De toda esta atmosfera de miedo y muerte huyeron centenares de miles de españoles exiliados a varios países. La URSS acogió a unas 5 mil personas, muchos de ellos niños y militantes, a Francia fueron a parar casi medio millón de exiliados en su mayoría proletarios, campesinos y obreros. Muchos de ellos sufrieron en los campos de concentración que instauró el régimen fascista de Vichy.
«México acogió cerca de 20 mil exiliados. El gobierno dio muchas facilidades para acogerlos, facilitándoles la nacionalidad mexicana y la inserción laboral para que no tuvieran problemas.» Mexico abrió las puertas, sí, pero lo hizo bajo sus condiciones. Fue un exilio selectivo y en cierto modo, elitista. «Las fronteras se abrieron para los que el gobierno consideró que eran beneficiosos para el país: los maestros, técnicos, humanistas, científicos, médicos, intelectuales… Es la lógica de los gobiernos y los estados siempre que dan algo es a cambio de algo.»
El hecho es que muchos de ellos nunca habían pensado en dejar España; se fueron para salvar la vida. Sin embargo su situación cambió radicalmente cuando llegaron allí. «Cierto es que eran gente preparada, pero en México, donde lo racial pesa mucho, además eran «blanquitos» y esto les ayudó a situarse en un nivel social mucho más alto que el que tenían en su tierra. Se dio el caso entre gente tan radical como los ultracatólicos y profranquistas del país, que preferían que sus hijas se casaran con un rojo blanquito antes que con un mestizo moreno.»
Esta es también la otra cara del exilio español, al que el filósofo Jose Gaos llamó trastierro. En gran medida, durante muchos años los exiliados no se adaptaron, no se mezclaron en su nuevo país sino que más bien crearon sus propios espacios. «Llegaron con su tierra y sus costumbres, se acomodaron en buena posición, pudieron levantar escuelas en las que se enseñaba como si todavía vivieran en Madrid. Muchos nunca abandonaron el ceceo, los niños pasaron en esos pequeños guetos su infancia y adolescencia sin mezclarse ni tener un solo amiguito mexicano.»
Esta contradictoria situación invita a pensar en cómo el cambio de circunstancias puede influir hasta el punto de trasformar la visión del mundo de una persona. «Si bien es verdad que los exiliados españoles contribuyeron al progreso cultural mexicano, no lo es menos que muchos de ellos dejaron a un lado los ideales con los que lucharon en España y llegaron a México y acabaron por asentarse cómodamente en su nuevo estatus social.»
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