¿Cómo fue su participación en las Coordinadoras del ’75? Por aquellos años yo era delegado ferroviario de la APDFA e integraba una tendencia intersindical: la Corriente Clasista, impulsábamos la unidad social de los trabajadores. Nos definíamos como independientes del Estado, la patronal y la burocracia y nos considerábamos independientes por nuestros objetivos y clasistas por […]
¿Cómo fue su participación en las Coordinadoras del ’75?
Por aquellos años yo era delegado ferroviario de la APDFA e integraba una tendencia intersindical: la Corriente Clasista, impulsábamos la unidad social de los trabajadores. Nos definíamos como independientes del Estado, la patronal y la burocracia y nos considerábamos independientes por nuestros objetivos y clasistas por nuestro programa.
Perdón ¿alguna referencia con la actual CCC?
No, para nada, en muchos presupuestos estábamos en las antípodas ideológicas y políticas. Aquella Corriente Clasista tuvo dos etapas, la primera como reagrupamiento de dirigentes de fábricas y activistas que habíamos compartido la experiencia de la CGT. de los argentinos, y luego una segunda donde hubo una decantación y se incorporaron delegados y militantes sindicales, ya en esta etapa la fuerza política que la impulsaba era el Grupo Obrero Revolucionario (GOR) escisión temprana del PRT-El Combatiente. Luego se agregarían compañeros/as provenientes del Peronismo de Base, de un sector de las FAL y de la Fracción Roja del PRT.
No éramos una tendencia sindical muy numerosa, pero teníamos presencia en todas las regionales y estábamos insertos en fábricas claves de cada zona con dirigentes reconocidos, esto nos dio cierto reconocimiento y terciábamos en las discusiones frente a las grandes tendencias políticas de la izquierda revolucionaria de aquellos años.
¿Cómo definiría o caracterizaría aquella experiencia de las Coordinadoras?
Es una pregunta que muchas veces nosotros, me refiero a viejos compañeros de aquella experiencia, cuando nos reencontramos tratamos de precisar. Hay una pregunta previa ¿constituían un punto de llegada después de los mentados 18 años de lucha? o ¿eran un punto de partida, que abría nuevos horizontes y posibilidades al movimiento antiburocrático y en general a la clase trabajadora del país?
Hay visiones contradictorias sobre esto, y no creo haya una rspuesta acabada aún, al menos no conozco, pero tal vez fueran las dos cosas en un mismo acto. Lo que si no dudo en afirmar es que constituían organismos de deliberación y debate, democráticos, pluralistas y de unidad social que agrupaban a la vanguardia y sus distintas tendencias pero que tenía bases sociales reales.
Las razones de la rápida expansión de las Coordinadoras en los meses de junio y julio era precisamente esa inserción real, no eran organismos superestructurales, todo lo contrario receptaban las necesidades de la gente y las elevaban al plano político.
A mi juicio es una experiencia que forma parte de la tendencia más general del movimiento obrero argentino, que se expresa una y otra vez, por recuperar la autonomía social y la independencia política que le fuera expropiada hace más de medio siglo.
¿Cómo se originaron?
Tienen su origen en Córdoba, en los gremios clasistas y combativos de la provincia, que se agrupaban en la Mesa de Gremios en Lucha de Córdoba, pero que rápidamente se extendieron a Capital y Gran Buenos Aires, a Rosario, a Mendoza…
Ahora, este origen se recorta en una coyuntura particular que irrumpe con el Cordobazo del ’69 pero que ya se anunciaba con la crisis de la CGT, la ruptura de la burocracia en dos fuertes tendencias: la «participacionista» y la que se referenciaba en el viejo tronco «vandorista»; y la escisión y conformación de la CGT de los Argentinos que agrupó a los gremios combativos y a buena parte de la vanguardia clasista, en la experiencia del SITRAC/SITRAM, entre otras.
Pero si queremos caracterizar la apertura de este período en una sola frase podemos decir que es lo que se conoció como «la rebelión de las bases».
¿Ese período que Ud. señala es bajo la dictadura militar de ese entonces, pero las Coordinadoras se dan bajo un gobierno peronista elegido por una abrumadora cantidad de votos, cómo se explica, siendo que la base obrera era mayoritariamente peronista?
Es cierto, pero no sería la primera ni la última vez en nuestro país que altos niveles de conflictividad social no resultaron incompatibles con la adhesión a los gobiernos bajo los que se desenvolvía esa conflictividad. En la crisis de junio/julio de 1975 se da el primer paro nacional bajo un gobierno peronista. En estos días cuando se recuerda el «rodrigazo» muchos investigadores, historiadores, etc. ponen el acento en esto del primer paro nacional, lo que no es poca cosa en nuestro país, pero yo prefiero poner el acento en el proceso, en las condiciones y contradicciones que desembocaron en esa situación. Una discusión aparte sería el sentido y las perspectivas que inauguraba el «rodrigazo».
Por estoy tratando de contextualizar, porque sino no es entendible el desarrollo del proceso social. Creo hay que tener en cuenta al menos dos cuestiones. Una que a partir de 1972 el «vandorismo» logró hegemonizar la conducción del movimiento sindical, desplazando a ala más «participacionista»; y otra que el regreso del peronismo al gobierno en 1973 constituyó una nueva versión de la alianza entre la burguesía mercado internista, el Estado y el movimiento obrero organizado en sus sindicatos.
Las herramientas políticas para llevar adelante esta alianza de gobierno fueron el Pacto Social y la Tregua Social, sellada por dos años.
Una vez en el gobierno el peronismo llevó adelante una política de distribución del ingreso y crecimiento del salario real. Pero la contrapartida de este distribucionismo económico fue la imposición de una nueva Ley de Asociaciones Profesionales que no sólo reforzaba el poder de las direcciones sindicales de entonces( mayor centralización con el sindicato único por rama de actividad; ilegalización de los sindicatos por empresa) sino que también el sindicato madre quedaba habilitado para intervenir a las seccionales; se acortaron los mandatos de los delegados de fábrica y al mismo tiempo se ampliaron, de dos a cuatro años, los mandatos de las directivas y se equiparó el fuero sindical con el parlamentario.
¿Una especie de cerrojo sobre las bases y el movimiento antiburocrático?
Efectivamente. La moneda de cambio por las firmas del Pacto y de la Tregua Social, fueron el aumento del salario real y el reforzamiento del poder burocrático sobre las estructuras sindicales y el control de las bases.
Pero esto no se dio en un mar calmo. La situación internacional estalló con el aumento de los precios del petróleo en 1973 y esto comenzó a sentirse en la economía nacional a fines de ese año y principios de 1974.
Las bases obreras comenzaron a inquietarse por el incremento de los precios y la presión de las cúpulas sindicales llevó al gobierno a convocar a paritarias para junio del ’75.
Hay un dato que encuentro ahora en estas notas que utilizo como ayuda memoria que no quisiera pasar por alto: por ese entonces en Córdoba se había conformado un nucleamiento de sindicatos combativos y clasistas: Luz y Fuerza, Petroleros, SMATA, Gráficos, Prensa, UEPC (docentes), La Fraternidad, y numerosas comisiones internas que cuestionaban a la dirección de la CGT regional, cuando se da el «Navarrazo», un golpe de Estado provincial que desaloja al vice gobernador Atilio López dirigente de la UTA. Estos gremios son expulsados de la CGT regional y se reagrupan en algo así como Movimiento Sindical Combativo. Este es un antecedente muy importante.
Con posterioridad, ya fallecido el Gral. Perón, hay un ascenso de la derecha más reaccionaria (López Rega-Lastiri) pero también una renovada influencia del sindicalismo tradicional. Así se sanciona una nueva Ley de Contratos de Trabajo, que establecía condiciones muy favorables como la estabilidad en el empleo, límites a los despidos y un nuevo régimen vacacional, pero al mismo tiempo se sanciona también una Ley de Seguridad que penalizaba las huelgas declaradas ilegales y habilitaba la persecución a los dirigentes «indisciplinados».
¿O sea una vez más se reforzaba la estructura sindical?
Y si, es la política tradicional del vandorismo. Presión, negociación, obtención de mejoras para la clase y reforzamiento de su poder de control social. Pero aquí el centro, y es donde conviene profundizar el análisis, era que se buscaba reducir al máximo la capacidad de acción de los dirigentes combativos y clasistas y de los activistas más radicalizados.
La consecuencia directa fue que a fines del ’74 fueron intervenidos todos los sindicatos que estaban en la oposición: Luz y Fuerza y SMATA de Córdoba; FOETRA Bs.As.; Fed. Gráfica Bonaerense y Asoc. de Prensa de Bs.As., entre los que recuerdo.
Aquí surge el antecedente más claro de las Coordinadoras del ’75, porque los dirigentes de estos gremios se ven obligados, por la situación concreta, a nuclearse por fuera de las estructuras tradicionales, nace así la Coordinadora Nacional de Lucha Sindical. Ongaro (FGB); Tosco (LyF-Cba.); Piccinini (UOM-Villa Constitución); Tortosa (APBA); Salamanca (SMATA-Cba.); Di Pasquale (Farmacia); Aguirre (ATE-Rosario); Santillán (FOTIA-Tuc.) son los principales dirigentes que recuerdo.
Paralelamente se forma la regional Buenos Aires de esta Coordinadora que albergaba una importante cantidad de gremios, comisiones internas y delegados de sector. (Bagley; Martín Amato-Indiel; Tensa; Tamet; Saiar-Rheem Avón; Astarsa; Squibb; Gráfa; del Carlo, ferroviarios de distintas líneas; estatales de variadas reparticiones, son los que recuerdo entre muchos otros formaron esta regional.)
Este encuadramiento se reprodujo con las diferencias del caso en Rosario, Tucumán, La Plata y su zona de influencia..
¿Y qué es lo que se planteaban?
Es en este momento que comienza a aparecer con mucha fuerza una nueva camada de dirigentes de fábrica y establecimientos, era la organización desde las bases que emergía por sobre los dirigentes, aún de los más combativos. Nosotros desde la Corriente Clasista formábamos parte de esta tendencia y éramos fuertes impulsores.
Se produce un cambio cualitativo importante: el conflicto de ser a nivel de fracciones de las direcciones sindicales pasa al interior de las fábricas y de los lugares de trabajo.
Es una lucha mucho más transparente, mucho más clasista que no está mediada por aparatos ni estructuras sindicales de cúpula. Las Comisiones Internas y los Cuerpos de Delegados, así como las asambleas por sector y en puerta de fábrica pasan a jugar un rol fundamental en el proceso de constituir una fuerza propia.
Se daba una situación que vista desde hoy me parece muy dialéctica, surgida de los hechos y la práctica concreta: del reforzamiento de las cúpulas sindicales y la persecución a los dirigentes más combativos el conflicto se traslada al interior de los establecimientos y surge la necesidad, impuesta por las mismas condiciones de la lucha, de establecer mecanismos de coordinación por fuera de las estructuras tradicionales.
¿Por lo que Ud. esta diciendo aquí ya están dadas las condiciones?
Sí, pero conviene precisar algunas cosas porque las condiciones no se concretan sólo por la voluntad de los sujetos, la condiciones se van constituyendo con el devenir del movimiento real, tanto social como político. No surgen de ninguna cabeza iluminada, ni de ningún Comité Central, es el propio movimiento con todas sus contradicciones, el que va haciendo su experiencia, va sacando conclusiones, en un proceso por momentos molecular que de pronto estalla.
Así es como por el alza de precios y la presión de la burocracia sindical, (hubo fuertes enfrentamientos entre las alas «vandorista» y «colaboracionista», triunfó la primera) el gobierno adelantó el llamado a paritarias para marzo del ’75, estas paritarias no sólo tratarían salarios, como era el llamado original, sino también condiciones de trabajo, la intención de la burocracia no era otra que consolidar los avances efectivos logrados en los años ’73 y ’74.
Pero para tener la fuerza necesaria para lograrlo se ve obligada a «abrir la mano», a dejar hacer. Esto es, a permitir la libre expresión y movilización de las bases. La elección de los delegados paritarios se convierte así en otro campo de batalla donde crecía día a día la presión y la exigencia de participación de las bases.
En algún sentido la situación estaba fuera de control por parte de las patronales y también por parte de la burocracia, crecía el papel de las Comisiones Internas y de los Cuerpos de Delegados y proliferaban las agrupaciones antiburocráticas, integradas por trabajadores en su calidad de tales sin demasiada interferencia de sus adhesiones políticas. La unidad social era un hecho.
Frente a esta situación el gobierno se retira de las negociaciones, crece la figura del «brujo» Lopez Rega y se impone un nuevo Plan Económico: «el rodrigazo». Este nuevo plan significó una fuerte devaluación y un alza de precios y tarifas más que significativo.
La reacción no se hizo esperar. El epicentro de la protesta fue una vez más Córdoba, grandes movilizaciones y paro general, que rápidamente se extendió a Rosario, Mendoza y Capital y Gran Bs.As., se constituye la Mesa de Gremios en Lucha.
El «vandorismo» impulsaba la movilización y la ofensiva sindical, esta vez en forma conjunta por direcciones y bases, y obligó al gobierno, para descomprimir la situación, a retomar las negociaciones paritarias, se obtienen así incrementos salariales mayores al 100%. De esta negociación surge el famoso convenio obtenido por la UOM, creo que un 130% de aumento, que pasa a conocerse como el convenio testigo.
El paso posterior era la homologación de esos convenios, y por lo tanto la sanción con fuerza de Ley de los acuerdos alcanzados, esta disputa se convirtió en un eje que permitió centralizar todas las luchas a nivel nacional.
Finalmente el gobierno desconoció los acuerdos, y solo ofreció un incremento general de salarios del 50%. La burocracia sindical quedó descolocada, especialmente el ala «vandorista», por lo que el ala «colaboracionista» volvió a ganar posiciones y finalmente impuso entrar a la negociación con el gobierno.
Esto fue la gota que faltaba para desbordar el vaso. La gente explotó en las fábricas, en los establecimientos, en las oficinas. Un estado asambleario permanente se adueño del mundo obrero, movilizaciones espontáneas surgían por todos lados, el país se fue paralizando lentamente, comenzó por el interior y luego Capital y Gran Bs.As. La gente rebasó a los dirigentes, el Gobierno implantó el Estado de Sitio, nadie se dio por enterado. La Ley de Seguridad resultaba inaplicable.
La Coordinadoras se hicieron fuertes en Capital, Gran Bs.As.; La Plata; Córdoba; Rosario y Mendoza. No siempre se le da el verdadero valor que tuvo esta forma de organización que reconocía también criterios geográficos, zonales y por gremios, un verdadero entramado social.
Las Coordinadoras de Capital y Zonas Norte, Sur y Oeste en el Gran Bs.As.; la de La Plata, Berisso y Ensenada o las Coordinadoras de gráficos, estatales, ferroviarios, de la salud, metalúrgicos entre otras.
En este contexto de luchas, paros y movilizaciones muy radicalizadas, con fuertes contenidos antipatronales y anticapitalistas, donde las tendencias de clase iban ganando terreno rápidamente, la situación política se deterioraba día a día, y las Coordinadoras pasaron de las reivindicaciones económicas a las políticas. Si antes, del conflicto entre fracciones se pasó al conflicto capital-trabajo al interior de fábricas y establecimientos, ahora desde allí se trasladaba al plano nacional con la huelga general y el enfrentamiento con el Estado y su gobierno.
La CGT lanzó un paro de 48hs. acatado masivamente, que concluyó con la caída de Lopez Rega y el reconocimiento de las paritarias.
Frente a esto la CGT levantó el paro antes de que se cumplieran las 48hs. establecidas pero el movimiento estaba lanzado, buena parte del país siguió paralizado varios días más y la movilización, el estado asambleario y los conflictos continuaron.
Sin embargo ya no teníamos la misma fuerza, la represión masiva se extendía y el movimiento comenzaba a retroceder.
El Plenario Nacional de la Coordinadoras, que se hizo en Beccar, intentó dar una respuesta política la nueva situación abierta, allí el eje fue cómo pararse frente a la militarización del país y el posible golpe de Estado que parecía anunciarse.
El respeto a las libertades públicas, el derecho a reunión, el fin de las persecuciones a dirigentes y activistas, el fin de los asesinatos, formaron parte del programa en discusión que incluía la cuestión democrática como un eje central.
¿Se discutía la posibilidad de una salida política?
Sí, claro. Renuncia de Isabel y elecciones era la propuesta de las tendencias mayoritarias, otros nos oponíamos a esa consigna, pero la verdad no recuerdo, o no creo, que diéramos una clara salida política alternativa. Pero ya no había más tiempo. Hoy podemos ver lo que en la vorágine de esos días se nos aparecía en nebulosa, los tantos ya estaban jugados. Las persecuciones, el encarcelamiento y los asesinatos se multiplicaban y el movimiento no encontraba respuestas, se fue desgastando. El golpe de 1976 puso el cierre a este proceso.
Pero tampoco se caracterizó adecuadamente el «rodrigazo», este no era solamente un plan de ajusta más. El rodrigazo fue el paso previo a la reestructuración capitalista en Argentina, que tenía como precondición la imposición de una relación de fuerzas duradera favorable al capital frente al trabajo.
Por eso para mí la importancia de responder al interrogante del principio: ¿Fueron lo máximo que podía dar el movimiento obrero en ese entonces? ¿Estábamos en presencia de la apertura de un nuevo ciclo que el golpe se anticipó a cerrar? ¿Se cerraba un ciclo del capital que imponía nuevas condiciones para la lucha de clases en el país? Tal vez la respuesta la encuentren Uds., los historiadores de la clase obrera.
Lo que si estoy convencido es que nos tocó vivir una experiencia extraordinaria, en la que se estaban prefigurando condiciones nuevas para el movimiento obrero del país -economía y política se fusionaban en la acción sindical- donde la democracia y la acción directa, la recuperación de la autonomía social y la independencia política estaban en el centro del proceso.
¿Quiere agregar algo más?
Si, que es necesario sacar conclusiones de esa experiencia, no para aplicarlas mecánicamente, la historia no se repite ni los trabajadores ni la clase son siempre igual a si mismos, pero sí para comprender el proceso y las relaciones que hacen posible una construcción de ese tipo. Sobre todo ahora que acompañando este ciclo expansivo de la economía, vuelven a escena las luchas obreras y sindicales, y con ellas los antiguos debates sobre coordinadoras, tendencias clasistas, organismos antiburocráticos y demás.
Y que es obligación de quienes participamos transmitir estas experiencias a las jóvenes generaciones. Es también una forma de homenajear a todos y todas los que protagonizaron esas luchas en condiciones muy difíciles, la mayoría anónimos y heroicos como pocos.
Entrevista realizada por estudiantes de la carrera de historia de la FFyL de la UBA. Versión revisada por el entrevistado.
* Integrante del Colectivo EDI-Economistas de Izquierda; miembro del Comité Editorial de la Rev. Cuadernos del Sur. Autor de «La patria en el riel – Un siglo de lucha de los trabajadores ferroviarios» Edic. del Pensamiento Nacional.