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Cordobazo: la unidad obrero-estudiantil

Fuentes: Rebelión

Del libro «El Cordobazo y su época. Un mayo argentino al filo del medio siglo», CECIES, CABA, 2021.

Derrotadas las grandes huelgas de 1959, la burguesía argentina había logrado doblegar al movimiento obrero que se expresaba a través de los delegados y las Comisiones Internas que controlaban en las fábricas el número de hombres por tarea, los ritmos, el control de calidad, los turnos, etc.

El debilitamiento de la organización de base de los trabajadores benefició a las conducciones sindicales en el control de sus afiliados. El “vandorismo” fue la expresión de esta nueva situación. En general estaba dispuesto a aceptar la eliminación en los convenios laborales de las cláusulas que hacían al control de las condiciones de trabajo a cambio de aumentos salariales y la administración de una extensa gama de servicios sociales. Durante el gobierno autoritario del general Onganía, que suspendió las negociaciones de los convenios, se ve privado de aplicar esta política.

El gobierno del general Onganía (1966-70) desarrolla una política económica favorable a los grandes capitales industriales y financieros en detrimento de la pequeña y mediana empresa y de algunas economías regionales, propietarios rurales y trabajadores.

Esta situación se combinó con el congelamiento del sistema político abriendo una profunda grieta entre la sociedad civil y el poder. Mientras duró el repliegue político y social contó con un importante margen de maniobra para imponer su plan, pero hacia mediados de 1969, en Córdoba, se combinaron el descontento gremial y las tensiones de la sociedad civil en una ola de desobediencia social generalizada.

La actividad sindical que había tenido por escenario los despachos oficiales y las gerencias de las empresas, desciende a las fábricas y se vuelca a las calles.

Irrumpe un sindicalismo combativo a nivel de fábrica y en el interior del país que a partir de mediados del ‘72 se extiende al cordón industrial del Gran Buenos Aires -hasta ese momento más controlado por los aparatos sindicales- y no detiene su accionar hasta marzo del ‘76.             

Los dirigentes de los sindicatos se vieron reiteradamente desbordados. La crisis de representación sindical, el surgimiento de nuevos delegados y el rol jugado por las asambleas de fábrica constituyen elementos claves para comprender la relevancia del poder del trabajo en el período.

LOS ESTUDIANTES Y LA UNIVERSIDAD

Los sucesos de Córdoba fueron precedidos por una serie de levantamientos que tuvieron como protagonista central al movimiento estudiantil universitario que había sufrido un violento ataque de Onganía desde su subida al poder. Prácticamente, la Universidad fue el único sector que protestó desde el principio. No por casualidad la primera víctima que se cobró la dictadura a dos meses del golpe fue el estudiante Santiago Pampillón durante una manifestación en la ciudad de Córdoba.[2]

La Universidad no alcanza a satisfacer las aspiraciones estudiantiles. La organización universitaria se percibe como una isla de atraso. Con escasos recursos y mal aprovechados, ni siquiera puede cumplir decorosamente con su función profesional. Enfrentada cada año con una mayor demanda de ingreso, la Universidad no encuentra nada más original que frenar el acceso. Los que con suerte alcanzan a ingresar, solo encuentran desolación, incomunicación y abulia.

Los estudiantes perciben la Universidad como una carrera de obstáculos que debe salvarse rápido y en lo posible saliendo ileso. En la meta se esconde un poco de prestigio y algún dinero. Cuando en el mundo corren aires de diálogo y comunicación, la Universidad argentina institucionaliza el autoritarismo, no solo hacia los estudiantes sino también a profesores e investigadores. Descartada una reforma propiamente universitaria, piensan que es precisa una estrategia global a nivel de la sociedad para que la Universidad se transforme. Esta orientación hacia objetivos que trascienden lo específicamente universitario, los acerca a los sectores sindicales.

Tosco, en particular, había procurado el apoyo estudiantil. Aparecía regularmente como orador en las reuniones de estudiantes. Bajo la influencia de Tosco, los trabajadores de Luz y Fuerza convocaron a huelgas en solidaridad con el movimiento estudiantil y permitieron que su edificio sindical fuera utilizado por los estudiantes para la preparación de cursos de ingreso hasta reuniones políticas clandestinas.[3]

Además, trabajadores y estudiantes también encontraron una causa común en su oposición al gobierno provincial de Carlos Caballero quien agravó la desafección obrera y estudiantil al encolerizar a los habitantes de clase media de la ciudad cuando a comienzos de 1969 incrementó los impuestos a la propiedad, distanciándose aún más de un gran segmento de la población ya descontenta con la suspensión de las libertades cívicas y la pérdida de toda participación política bajo el régimen autoritario. El carácter popular del Cordobazo, con el respaldo que obtuvo de diversas clases y grupos sociales, se debió mucho al torpe manejo que tuvo el gobierno provincial de Caballero.

Los estudiantes universitarios, casi 30.000, también encontraron un foro para la discusión y el debate político en los grupos de estudio católicos en diversas facultades después de 1966.[4]

Luego de la Conferencia Episcopal de Medellín en 1968, y la reunión del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo en Córdoba, creció la simpatía hacia el clero activista. Los teólogos de la liberación centraron su actividad en Córdoba. La Iglesia seguía siendo una fuerza poderosa en la ciudad y en la sociedad tradicional cordobesa como institución crítica y legitimadora.

En Córdoba existía el Movimiento de Reivindicación por los Derechos del Pueblo, dirigido por dos sacerdotes parroquiales, Gustavo Ortiz y Erio Vaudagna, el cura párroco de la iglesia del Barrio Los Plátanos donde habían comenzado a activar los estudiantes. La significación de esta iglesia activista radicó en que sostuvo a los estudiantes en un momento de represión social e infundió en muchos de ellos ideas políticas que equiparaban el cristianismo con el socialismo.

Las clases medias urbanas y su avanzada, los estudiantes universitarios, comprueban la pérdida de prestigio de las ocupaciones liberales, la proletarización de las profesiones y que las élites ya no se reclutan en su seno. Las nuevas pautas sociales establecidas estrechan los márgenes de movilidad de estos grupos dejándolos sin alternativas.

La Universidad había tenido un gran peso social en la vida cordobesa. Tradicionalmente, las organizaciones estudiantiles habían sido aceptadas como interlocutores políticos legítimos por las autoridades locales, y la política universitaria nunca se había limitado exclusivamente a asuntos educacionales, como lo demostró la Reforma Universitaria de 1918. Así había llegado a crecer entre los estudiantes una expectativa de ejercer una influencia política que era inaudita en el resto del país, un hecho que hizo que su estatus subordinado bajo Onganía fuera más difícil de aceptar y que precipitó su oposición al régimen.

Desde la Reforma Universitaria de 1918, la Universidad estatal cordobesa también se había convertido en una institución igualitaria y en el único mecanismo significativo de movilidad social en la provincia. Si bien el cuerpo estudiantil era preponderantemente de clase media, un estudiante universitario podía ser desde el hijo de un comerciante próspero hasta la hija de un maestro rural pobre. Era una época que en la Argentina aún era posible para un obrero industrial mantener a un hijo/a que deseara estudiar en la Universidad. Un pequeño número de estudiantes era de origen obrero.

Hubo procesos ideológicos que ayudaron a acelerar el ritmo de estas convicciones. No olvidemos el Mayo francés y más específicamente la Revolución cubana junto a la caída de los regímenes democráticos, particularmente en los dos principales países del continente, Brasil y Argentina.

La oposición entre liberales reformistas y católicos tradicionales que se da dentro del sistema, es reemplazada por otra acerca de los medios para destruirlo y reemplazarlo. En medio aparece el estudiante-trabajador que alcanza un número aproximado de 35% de la población universitaria.

De allí el carácter masivo de la participación estudiantil en el Cordobazo. No solo de la Universidad pública, sino también de la Universidad Católica. Esta última más organizada detrás de sus dirigentes. En el primer caso desbordados por oradores improvisados en las asambleas previas.

Este fenómeno de ruptura de lo organizacional también se había evidenciado en 1966 durante la intervención de la Universidad y en los episodios que costaron la vida a Santiago Pampillón.

Se va instalando la acción callejera y violenta. El método de la “acción directa” se convierte en el período en práctica social. Instrumento históricamente negado a las fracciones subordinadas comienza a ser legitimado por distintas fracciones dominantes, cambiando la correlación de fuerzas en sentido favorable al proletariado. Descompone las relaciones sociales en la medida que elimina la mediación que caracteriza a esas relaciones.

Ya en 1966 la toma del barrio Clínicas había desbordado a la policía. En 1969 ocurre lo mismo, pero a nivel de la ciudad entera. La proclividad a la violencia en ese momento no responde principalmente a patrones ideológicos, más bien deriva de la situación estructural de la propia Universidad como de la situación estudiantil en el conjunto de la sociedad. Desde el punto de vista de los estudiantes ¿hay alguna alternativa a la violencia? ¿Qué les propone la Universidad para atender a sus reclamos? Absolutamente nada, salvo el sometimiento al poder que marcha a contramano de las necesidades de modernización que el propio sistema exige.

EL CORDOBAZO Y SUS CONSECUENCIAS

Agustín Tosco, señalará como signos precursores del Cordobazo las luchas estudiantiles de Córdoba de 1966, el paro general de diciembre del mismo año, el paro nacional de marzo de 1967, las sucesivas intervenciones a los sindicatos, la creación de la CGT de los Argentinos en 1968, la huelga de Fabril Financiera y de los trabajadores azucareros en Tucumán y el norte de Santa Fe.

Los despidos, el incremento de los ritmos de producción y un deterioro general de las condiciones de trabajo motivaron grandes protestas obreras en las fábricas de IKA-Renault, Chrysler, Ford, Citröen y Peugeot a lo largo de 1967/68. Justamente la más seria fue en el complejo IKA-Renault en Santa Isabel. En 1966, IKA había comenzado a implementar una semana laboral reducida, para compensar una súbita baja en las ventas. Hacia principios de 1967, había tomado la decisión de reducir los salarios de sus ejecutivos en un 20% y despedir a más de 1.000 obreros de un total de 7.200. A la primera ola de despidos siguió una violenta huelga del SMATA. Como represalia IKA echó a 4.000 obreros más. El sindicato consiguió que los despidos se anularan, pero a cambio tuvo que aceptar jornadas de trabajo reducidas. En setiembre Renault compró las acciones de Kaiser e inició una campaña para reducir aún más los costos laborales rebajando los salarios de todas las categorías y eliminando puestos de trabajo.

El otro pilar del movimiento obrero cordobés, la UOM, también estaba atravesando un período de crisis. Lo mismo que en la industria automotriz, los propietarios de las fábricas y los talleres metalúrgicos del país ignoraron los convenios colectivos una vez que vieron que el Estado debilitaba al movimiento obrero.

A fines de marzo de 1969, representantes de la UIA presentaron a Krieger Vasena un documento solicitando la derogación de la ley en las provincias donde el sábado inglés[5] aún estaba en vigor: Córdoba, Mendoza, San Luis, Santiago del Estero y Tucumán. El 12 de mayo el gobierno la derogó. El SMATA convocó a una asamblea general para el 14 en el Córdoba Sport Club que fue disuelta violentamente por la policía. Los trabajadores, conducidos por Elpidio Torres, se encolumnaron hacia la ciudad, controlando sus áreas céntricas durante algunas horas.

Ongaro y la CGT de los Argentinos habían establecido su plaza fuerte en Córdoba gracias a los esfuerzos de Agustín Tosco y Luz y Fuerza. Este sindicato mostró a partir de 1966 una tendencia hacia las huelgas políticas. James Brennan en El Cordobazo. Las guerras obreras en Córdoba 1955-1976 consigna que los principales paros de 1966, dos huelgas de 24 horas, fueron contra las medidas anti obreras de Onganía. También lo fueron las tres grandes huelgas de 1967.

En mayo del ‘69 se desarrolla en la ciudad de Corrientes una movilización contra el aumento del ticket en el comedor universitario que fue reprimida violentamente por la policía dando muerte al estudiante Cabral.

El 16 de mayo la CGT regional decreta el paro y se convoca a una manifestación -la de mayor envergadura en la historia de la ciudad-, a la que asisten más de 12.000 personas.

A partir de ese momento se suceden en el ámbito universitario de todo el país asambleas, actos relámpagos y discusiones públicas que llegan a su clímax en la Universidad de Rosario donde es asesinado el estudiante de Ciencias Económicas Adolfo Bello.

El 21 de mayo estudiantes universitarios, secundarios y obreros marchan en homenaje a Bello y Cabral hasta el centro de la ciudad de Rosario y se traban en lucha abierta contra la policía que va a ser desbordada. El obrero y estudiante secundario de 15 años, Luis Norberto Blanco, muere a causa de la represión. El día 23 la CGT regional lanza un paro general.  

La movilización estudiantil por sí misma difícilmente hubiera podido variar la situación si no hubiera entrado en escena el movimiento obrero. Esta tendencia se expresará claramente en el Cordobazodonde a diferencia de los sucesos anteriores, el movimiento obrero pasa a ocupar el centro de la escena.

También tiene sustancial importancia la clase media cordobesa que adhiere de hecho o afectivamente a la protesta. Son quienes vuelcan la balanza a favor de la insurrección y asumen los hechos como propios, necesarios y justos. Apoyan logísticamente la resistencia y en ciertos casos se suman a las acciones.

El Cordobazo fue una explosión de repudio popular al régimen autoritario, una protesta política. Cerca de 30.000 personas combatieron el 29 de mayo de 1969 contra la policía y la gendarmería contando con el apoyo de toda la población. Por primera vez desde la Semana Trágica, la policía fue puesta en retirada por las fuerzas populares.[6]

¿Qué exigía el pueblo en lucha? Agustín Tosco contestará a la pregunta:

“Exigía respeto a su soberana voluntad; exigía la normalización institucional, para que el Gobierno fuera elegido por decisión de la mayoría de la población, sin persecuciones para con las ideas y doctrinas de ningún argentino… Exigía el respeto al derecho de asociación, reunión y libre expresión… Exigía la defensa del patrimonio nacional, absorbido, cada vez más, por los monopolios extranjeros… Exigía la creación de nuevas fuentes de trabajo, para eliminar la desocupación que trae miseria y desesperación a los hogares… Exigía la reincorporación de los cesantes y el levantamiento de las sanciones por haber hecho uso del derecho constitucional de huelga… Exigía la anulación de la política de racionalización en las empresas del Estado y del desconocimiento de derechos contractuales de las empresas privadas… Exigía una Universidad abierta a las posibilidades de los hijos de los trabajadores y consustanciada con los intereses del País… Exigía la eliminación de las quitas zonales, que reducen las remuneraciones de los obreros por el solo hecho de vivir en el interior del País… Exigía la restitución del sábado inglés, que disminuyó los salarios en más del 9% y aumentó la jornada laboral… Todas estas cosas, y muchas más, exigía el Pueblo cansado de peticionar ante los sordos oídos del “Gobierno”. Cansado de que se prohibieran y disolvieran, violentamente, sus actos y manifestaciones. Cansado de ser atropellado y escarnecido. Ya el 16 de mayo, en Córdoba, se cumplió un extraordinario paro general de 24 horas. El 29 y el 30 de mayo se cumpliría otro paro general de 37 horas, con actos públicos, en demanda de soluciones”.

Meses después, en setiembre, los ferroviarios rosarinos se levantan contra las sanciones que pretenden aplicarse contra los huelguistas que cumplieron el paro general del 1° de julio. El gobierno moviliza militarmente a los huelguistas, sin poder evitar que entre el 16 y el 22 de setiembre se combata en las calles y las barricadas cubran Rosario (2º Rosariazo).[7]

Mayo del ’69 significó la ruptura del equilibrio del Onganiato. Su efecto político inmediato fue desacreditar a la dictadura y debilitar los fundamentos de lo que parecía el más fuerte de todos los regímenes pos peronistas. Tanto fuera como dentro del gobierno, desencadenó fuerzas que obligarían a Onganía a renunciar menos de un año después, desmantelando el programa económico y algunas de sus pretensiones autoritarias y abriendo el camino a la restauración del régimen democrático en 1973.

Da paso a una oleada de luchas por fábrica, seccionales y regionales, contra la patronal en el terreno directo de las relaciones de producción (1970). Unas se ganan, otras se pierden: General Motors, El Chocón, Banco Nación, la oleada de conflictos en Córdoba.

Y contra la burocracia sindical en Peugeot, Citröen, Mercedes Benz y FAE (autopartes). El triunfo de listas antiburocráticas “de izquierda” en una serie de seccionales textiles. La elección de delegados en Tamet (metalúrgicos).

Pero Onganía pudo mantenerse. Podría haber sido derribado si una movilización como la de Córdoba se generalizaba en todo el país y, en especial, en Buenos Aires. Hacia esa situación se marchaba en los días previos al fracasado paro general del 1º y 2 de octubre (1969). Con posterioridad al 2º Rosariazo (setiembre 1969). Y con un acto y concentración para el 17/10.

Entonces el Gral. López Aufranc cita a Miguel Gazzera, dirigente de las 62 Organizaciones, y le advierte que elija: 3.000 muertos el 1 y 2 de octubre o 30.000 el 17.

CAMBIOS ESTRUCTURALES

NO SE PUEDE ENTENDER NADA DE LO QUE ESTÁ OCURRIENDO SIN COMPRENDER LOS CAMBIOS QUE SE HAN PRODUCIDO EN LA ECONOMÍA NACIONAL EN LOS ÚLTIMOS 30 O 40 AÑOS.

Se están operando cambios en la base material de la estructura económica, que guardan relación con el nuevo patrón de acumulación en el que se viene desenvolviendo la sociedad. Surgimiento explosivo de nuevas ramas de producción: petroquímica, cibernética, atómica, cohetería, abonos químicos.

Todo ello altera el mundo del trabajo y las condiciones de vida de los asalariados en general. El proceso de apropiación de la riqueza producida y su centralización cada vez en menos manos alcanzan tal grado de celeridad y profundización que conmueve toda la estructura económico-social.

Dentro de la burguesía no todos se benefician (automotor, siderúrgica) ni se perjudican (agropecuaria pampeana, textiles, alimenticias) de la misma manera. Sobre este cuadro general deben leerse los enfrentamientos librados durante 1969.

Al escenario nacional debemos agregar otros dos elementos: 1) la subordinación cada vez mayor del capital nacional al extranjero, en particular estadounidense, que impone un estancamiento o un crecimiento económico distorsionado y 2) la dominación del interior por Buenos Aires que subordina el desarrollo de las provincias. En el período son destruidas economías regionales de base rural y procesamiento industrial como el algodón, la caña de azúcar y el vino sanjuanino.[8]

Una meta clave del programa de Onganía era redefinir el papel de la clase obrera en la vida económica, social y política del país. La necesidad de crear un mercado laboral flexible y eliminar el considerable poder que el movimiento obrero organizado ejercía en la sociedad civil fue una prioridad del nuevo régimen.[9]

Las luchas en nuestro país fueron un eslabón de una cadena que recorre una parte del mundo. Territorio en donde las transformaciones operadas en la base material, alteran la estructura social, conmocionando toda la estructura política, jurídica, ideológica y moral. Francia, Alemania, Italia, Japón y Argentina. Los que dominan la escena son estudiantes y obreros. Eran momentos de grandes alteraciones en la base material, de grandes re-acomodamientos del capital por los nuevos repartos del mundo y en donde la fuerza social proletaria se planteaba los problemas del poder político y el Estado.[10]

Hasta las Fuerzas Armadas hablaban de revolución. La orden del día era la lucha por un cambio de estructuras. Así vemos cómo fracciones del movimiento obrero empiezan a plantear la necesidad de un cambio de estructuras, también distintos sectores de la pequeña burguesía y hasta las distintas fracciones de la gran burguesía. ¿Quién capitalizará las luchas del período para finalmente imponer las condiciones del cambio de estructuras?

VISTO EL DESARROLLO DE LOS ACONTECIMIENTOS QUIEN CAPITALIZO TODAS LAS LUCHAS DEL PERIODO QUE SE INICIA EN 1969 SUBORDINANDO AL RESTO DE LA BURGUESIA Y AL MOVIMIENTO OBRERO FUE LA MODERNA ARISTOCRACIA FINANCIERA.

Notas:

[2] “Pampillón fue uno más de los cientos de miles de jóvenes argentinos que trabajan y estudian, síntesis honrosa de contracción, responsabilidad y aspiración con que nuestra juventud encarna su futuro. También fue uno de los miles de estudiantes que se lanzaron a la calle para reclamar, con sana indignación, por el atropello consumado contra las universidades intervenidas por decreto. Lo balearon por la espalda en plena calle, en el centro de Córdoba. La Clase Trabajadora de la que él fue parte, y la población entera del país, reclamaron por este hecho criminal”. Tosco, Agustín, Cárcel de Rawson, 12/9/1969.

[3] “Un saludo fraternal al estudiantado de Córdoba, cuyos militantes acuden, todos los días, a nuestro Sindicato, mostrando su frescura, con sus inquietudes, sus debates y sus conferencias; con toda la vitalidad, fortaleza y optimismo de una auténtica juventud comprometida con el porvenir de todo el Pueblo”. Tosco, Agustín, Cárcel de Santa Rosa, 12/6/1969 en Agustín Tosco, La lucha debe continuar. Testimonio del Cordobazo, 3ª edición, Buenos Aires, Rafael Cedeño Editor, 1987.

[4] “Mi historia con Monseñor Angelelli se remonta a cuando nosotros, quizás un poco irrespetuosamente, los miembros de la Juventud Universitaria Católica, en los 60 le decíamos “el Pelado”. Nosotros teníamos encuentros que les decíamos “regionales”, nos juntábamos los universitarios católicos por regiones, de acuerdo a las características de las universidades y había también encuentros nacionales. Como yo estaba estudiando en la Universidad de Tucumán, compartíamos encuentros con los de Córdoba. Y como bien dijiste, en los 60 él dirigía y asesoraba los grupos universitarios católicos y coordinaba los pensionados universitarios. Eran casas donde se hospedaban estudiantes de otras provincias y que además de encargarse de la comida, realizaban otra serie de actividades”. Entrevista a Pila Garbarino, dirigente de la Juventud Universitaria Católica en los 60, realizada por el autor el 27/4/2019 en el programa radial PlanB(aires) que se emite por FM La Boca (90.1) los jueves de 18:00 a 19:00.

[5] Una concesión especial que en varias provincias otorgaba a los trabajadores de determinadas industrias un jornal entero a cambio que trabajaran medio día los sábados.

[6] “Lo primero que es la primera huelga política de masas que no está bajo el control de la burocracia sindical peronista, un interlocutor me podría plantear que la convocatoria al Cordobazo la firmaron Atilio López que era peronista, Elpidio Torres que era peronista y Agustín Tosco que era independiente, es cierto, firmaron fruto de una deliberación, y acá viene tu pregunta, el llamado a un paro activo de 37 horas. Firman, pero ¿cómo surge? Cuando se produce el ataque al sábado inglés, que es una reivindicación muy sentida por el obrero mecánico y que al mismo tiempo se suma a una situación de pérdida de conquistas inconmensurable. Para tener una idea entre 1966 cuando sube Onganía, hasta 1969, la productividad por hombre había crecido 1/3, las paritarias estaban congeladas, había una devaluación que se abatió totalmente sobre la clase obrera, el fin de los arrendamientos que llevan a sectores del campo prácticamente a migrar de su tierra, es una situación de conjunto, pero todavía no llegamos al punto. Es una huelga política, tiene la particularidad de que escapa al dominio de la burocracia sindical peronista, pero la segunda gran singularidad histórica que termina de caracterizarlo es que la consigna máscoreada en el Cordobazo es “luche y no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular”.

Acá el historiador, el hombre o la mujer tienen que sorprenderse necesariamente, en 1969 Perón estaba proscripto y la consigna no es que Perón vuelva. Este es un hecho nuevo en el escenario político. Esto no lo decimos solo nosotros, si fuera posible ir a la edición de La Voz del Interior del 30 mayo de 1969, leería que el 70% de las consignas coreadas por jóvenes obreros que no llegaban a los 30 años eran éstas”. Entrevista a Christian Rath, dirigente del Partido Obrero y protagonista del Cordobazo en FM La Boca (90.1) al cumplirse el 46º aniversario (2015) realizada por el autor.

[7] En una entrevista realizada por el autor el 14.09.2009, Beba Carmen Balvé (1931-2009), investigadora y socióloga. Fundadora del CICSO (Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales) en 1966. Autora, entre otros, de Lucha de calles. Lucha de clases, El ’69 Huelga Política de Masas (Rosariazo, Cordobazo, Rosariazo) y el póstumo Poder-Guerra. Argentina acerca de la cuestión nacional (CICSO, 2009) señala:

“Hace décadas que advierto que el Cordobazo no tiene ninguna significación si no se lo pone en el ciclo de luchas del ’69 que parte del Rosariazo de mayo. Lo sigue a los 7 días el Cordobazo y continúa con la insurrección de Rosario del 16 de setiembre conducida por el proletariado industrial.

Así como en 1955 las Fuerzas Armadas con sus tanques jamás pudieron entrar a los barrios a sacar los bustos de Perón y Evita, tampoco pudieron entrar en setiembre de 1969 porque se levanta toda la clase obrera. Rosario tiene una particularidad, la lucha tiene carácter insurreccional e incorpora a los barrios, a los chicos, los abuelos, los perros y demás y ahí tenés una sublevación que no podés atacar porque los tenés que matar a todos, o sea, las ¾ partes de la ciudad.

MH: Aunque hubo emplazamiento de cañones.

BB: De todo. En esos años, nosotros estábamos acostumbrados a convivir con los tanques. Toda la vida. Acampaban en el Parque Independencia y siempre estaban en operaciones. La cuestión es que la lucha más radicalizada del movimiento obrero de todo el país se da en Rosario. Allí hacen una declaración en la cual demuestran que los militares son “desocupados crónicos” y rompen la alianza con la burguesía industrial por haberlos traicionado y al gobierno de Perón. Las Fuerzas Armadas declaran por primera vez “el enemigo subversivo” que era la clase obrera, no la pequeño burguesía, y la clase obrera declara a su vez enemigas a las Fuerzas Armadas porque también habían traicionado la alianza con Perón.

MH: Casualmente ayer estuve viendo “Operación Masacre” la película de Jorge Cedrón, relacionada con los fusilamientos de junio de 1956, quien en el relato habla de cómo las Fuerzas Armadas tienen como enemigo al trabajador, al obrero peronista.

BB: En 1976 el grueso de los muertos y desaparecidos no son de clase media o de la pequeña burguesía sino delegados de fábrica, militantes sindicales. Todo se tergiversa porque nadie se maneja con fuentes fidedignas. Si agarrás los diarios de la época te das cuenta cuál fue el problema. El 16 de setiembre de 1969, los trabajadores rosarinos lanzaron el programa y la meta y por eso pasaron a ser enemigos. Fijate vos que una delegación la CGT de Rosario viaja a Buenos Aires a entrevistar a Miguel Gazzera de las 62 Organizaciones y le pide continuar con la lucha con un paro el 1 y 2 de octubre y paro activo y movilización para el 17. Entonces el general López Aufranc visita a Gazzera y le dice: “Preferimos matar 3.000 negros el 1 y 2 de octubre y no 30.000 el 17”. Eso está en los diarios, no podemos andar descubriendo la historia todos los días. La gente se maneja por la memoria, pero falla, lo que vale es la historia.

La conceptualización de “enemigo subversivo” y la cifra de muertos, a la que nadie prestó atención, los militares ya la tenían dibujada y diseñada en 1969 y después se aplicó en 1976.”

[8] A partir de 1960 se ha desarrollado un acelerado proceso de centralización de la propiedad en menos manos, que afecta a la gran burguesía y a la pequeña burguesía acomodada la que disminuye en términos relativos, mientras que se apropia, ahora en condiciones de rentismo y parasitismo; un intenso proceso de pauperización de sectores de pequeña burguesía y, un profundo proceso de proletarización de fracciones de pequeña burguesía y concomitantemente la instauración de la miseria consolidada.

[9] Dos meses después del golpe, el gobierno había probado la ley 19.936, que establecía el arbitraje obligatorio, una medida que eliminaba efectivamente el derecho de huelga. Onganía también había comenzado a poner en práctica una serie de programas de racionalización en varias industrias estatales o subsidiadas por el Estado, que afectaban desde los puertos hasta los ingenios azucareros en Tucumán, pasando por los ferrocarriles. Mediante el decreto 969, se suspendieron las comisiones paritarias y se eliminó efectivamente la negociación colectiva. Krieger Vasena anunció enseguida un plan de estabilización que incluía una devaluación del peso del 40% y el congelamiento de todos los salarios por un período de 20 meses.

[10] En Crisis y protesta social. Córdoba, mayo de 1969, Francisco Delich sostiene que los trabajadores tienen un proyecto político y social (es decir, una descripción de metas, una precisión de objetivos, una percepción del futuro) que no se conforma exclusivamente ni con la protesta, ni con el reclamo salarial. Págs. 13/4.

Proclama de la CGT Regional a los Trabajadores y al Pueblo de Córdoba para el paro general del 12/3/1971: 6- “[…] Nosotros los trabajadores debemos apurar el proceso de muerte de este sistema y con nuestra ACCION acentuar sus contradicciones; debemos, en definitiva, apretar a fondo el acelerador, para que Argentina recupere el tiempo que la oligarquía y el imperialismo le han hecho perder […] 9- […] Creemos que todos los medios son efectivos en la Lucha Grande y todos aquellos que así se expresan, cualquiera sea la forma, pacífica o violenta, merecen el reconocimiento de los argentinos”.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.