Saltó otro escándalo de corrupción. Valijas con dólares ilegales fueron trasladadas en un avión con altos funcionarios argentinos y venezolanos. Muchos trabajadores, que tienen expectativas en el gobierno de Kirchner -y también en el de Chávez-, tal vez digan que «es una jugada de la derecha para perjudicar a Cristina». O acepten que en este gobierno hay corrupción, pero «no tiene nada que ver con los anteriores», «que en este caso actuó rápido»; y de última, «aunque robe, hace cosas».
A esos compañeros les decimos que nuestras críticas a Kirchner no tienen nada que ver con las de Lavagna, Carrió o López Murphy, quienes fueron parte de anteriores gobiernos corruptos y ahora se diferencian sólo para ganar espacio electoral. Somos trabajadores socialistas, y desde allí queremos con todo respeto entablar este debate.
Que «es una jugada de la derecha» no tiene sentido. Esa fue la primer explicación del presidente Chávez al considerar que fue obra «del imperio» o una «inteligencia norteamericana», según D´Elía. No fueron Bush ni Macri quienes hicieron subir al maletero dentro del avión. El portador de las mismas es chavista y ligado a los negocios de PDVSA, por eso intentaron salvarlo tanto los funcionarios argentinos como los de Venezuela.
Tampoco es cierto que Kirchner «actuó rápido». El presidente dice «tener las manos limpias» y «que no pone las manos en el fuego por nadie». Pero hasta ahora intentó tapar todos los hechos de corrupción. Ante el caso Skanska, recordemos, dijo que fue «corrupción entre privados», pero luego tuvo que destituir a altos funcionarios kirchneristas. De la bolsa de Miceli que fue «negligencia, no un delito», hasta que obligó a renunciar a la ministra después de intentarla sostener a toda costa. Ahora el gobierno vuelve a la teoría del «error» de parte de sus funcionarios en dejar subir al avión al dueño de la valija (y también de una Ferrari de carrera). El ministro Aníbal Fernández hasta llegó a decir que esto es normal: «si sobra lugar no hay ningún problema en llevar a alguien junto a la comitiva presidencial».
Menos convincente es que acá «funciona la Justicia». Más que llegar a la verdad, el caso casi seguro va a quedar en la impunidad. Esta Justicia está hecha para apañar corruptos. Por eso las cárceles están llenas de ladrones de gallinas, no de ladrones de guante blanco.
La fiscal inculpó al yanquivenezolano sólo por infracción; lo dejaron salir del país, y dijo que «no hay elemento alguno para vincular a otras personas», preparando el salvataje del gobierno.
Y está claro que cada hecho corrupto perjudica a los trabajadores. Todos recordamos los sobornos para que se votara la ley flexibilizadora denominada «Banelco», exigida por el FMI y las patronales. Era para superexplotar a los trabajadores, consecuencias que estamos sufriendo hasta el día de hoy. Fue corrupta la ley, los políticos que la votaron y también el modelo que la pergeñó, en este caso el de De la Rúa.
Con Kirchner, detrás de cada turbia licitación para una obra pública, hay sospechas de sobornos y coimas. Si Skanska pagó 17 millones para quedarse con una de ellas y ahora 800.000 dólares parece que iban destinados al mismo fin, ¡imagínese compañero cuánto dinero se mueve en las sombras! Plata que no va para salario o trabajo, sino a la caja negra de las multinacionales o funcionarios gubernamentales.
¿Cuál es el trasfondo del hecho? Es cierto que en el gabinete se están matando por ver quién se queda en el próximo mandato de Cristina para seguir manejando el abultado dinero del superávit y las reservas del Banco Central. Pero la razón última hay que buscarla en otro lado. La corrupción no es algo separado del modelo capitalista de Kirchner, al cual Cristina, denomina «de acumulación». ¿Acumulación para quiénes? Para los cobradores de la deuda externa, multinacionales, privatizadas y banqueros. Sabemos que muchos trabajadores consideran que hoy «estamos un poco mejor» que en la década menemista. Pero no es precisamente la clase obrera y demás sectores populares los que se están llevando la mejor parte de la torta. Al revés. La desigualdad social es una de las más grandes de la historia.
Las ganancias siempre se quedan de un mismo lado: con Repsol-YPF, Techint, Roggio, Macri, los banqueros y las privatizadas. Cristina habla de que tienen que venir «inversiones extranjeras», pero la experiencia muestra que las multinacionales solo vienen a cambio de salarios de pobreza, convenios colectivos a la baja y flexibilización laboral. Por eso preparan la trampa del Pacto Social.
Corrupción no implica solamente falta de transparencia o deshonestidad en los políticos de turno. El modelo económico es corrupto sencillamente porque el crecimiento está yendo solo para los de arriba. Corrupción es dejar intacto un modelo privatizador como el pergeñado por Menem, diciendo que se está combatiendo el neoliberalismo. Es corrupto quien dice que nos estamos desendeudando por pagarle de contado al FMI, cuando por pagar sufrimos pobreza y desnutrición. La inflación es corrupción, porque castiga a los bolsillos populares en beneficio de los monopolios remarcadores.
Para combatir el modelo corrupto hacen falta medidas de fondo. Enviar a la cárcel a todos los corruptos, obligarlos a que devuelvan todo lo que robaron e invertirles la carga de la prueba para considerarlos culpables y sean ellos los que tengan que demostrar su inocencia. Cada obra que se realice de ahora en más debe ser controlada por sus trabajadores, sindicatos y organizaciones de desocupados para precisamente evitar la corrupción. Basta de beneficiar a Skanska, Techint, Roggio o Macri. Que se reactive Vialidad Nacional y se invierta en un plan de obras públicas con fondos destinados a la deuda externa. Hay que reestatizar Repsol, los ferrocarriles y todas las privatizadas. Imponer precios máximos, anular el IVA de la canasta familiar y disponer un aumento de salarios y jubilaciones al valor de la canasta familiar que asciende a $ 2500. Estas y otras medidas puedan terminar con un modelo corrupto.
Para nosotros está claro que este gobierno no las va a implementar. Por eso consideramos que con Cristina no habrá ningún «cambio», aunque muchos dirán, y tal vez usted también, compañero lector, que hay que esperar a que gobierne para poder confirmarlo. El tiempo dirá. Pero si de algo estamos seguros es que para tener salarios dignos o evitar que nos sigan robando, hay que luchar. Y que Lavagna, Carrió, Macri, López Murphy, Menem o Sobisch, no son alternativa. Por eso llamamos a conformar un Frente de Izquierda. Tal vez usted, compañero, nos acompañe, o no. Pero queremos que sepa que hay una alternativa para terminar con este modelo corrupto que tiene que venir de la mano de los trabajadores, los luchadores y la izquierda.