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Cosas y nombres que tienen muy mal olor

Fuentes: Rebelión

Algunos cadáveres políticos buscan formas de resucitar y hasta llegan a creer que la pandemia de Covid-19 puede ser la pala mágica que obre el milagro de desenterrarlos y regresarlos del mundo de las sombras en el que se encuentran.

Es el caso de fardos putrefactos cuya fosa común es la organización de derecha neoliberal Fundación Internacional para la Libertad (FIL), donde yacen los despojos descompuestos de José María Aznar, Ernesto Zedillo, Álvaro Uribe, Mario Vargas Llosa, Fernando Savater y otros pocos que ni la ficción política recuerda.

En una esquela del más allá, esas sombras firmaron un manifiesto conjunto en el que buscan usar la pandemia del coronavirus para arremeter contra los gobiernos de la propia España, México, Venezuela, Argentina y Cuba a los que acusan de restringir derechos básicos, como el de la salud, en estos tiempos de epidemia.

Es una tragicomedia que no provoca ni risas ni llanto, sino lástima por provenir de personajes con supuestamente elevado pensamiento y que, en cambio, se comportan como cucarachas.

Defienden a ultranza el gran capital dando la apariencia de que sus bolsillos se han vaciado y buscan como volver a llenarlos. Es la tarea del mercenario, o del sicario, pero en el fondo expresión de un pensamiento degradado por sus fracasos y desaciertos.

Es una defensa grosera, estúpida y subhumana del capital ante la salud del hombre. El documento conjunto raya en el descaro: “muchos gobiernos toman medidas que restringen indefinidamente libertades y derechos básicos. En lugar de algunas entendibles restricciones a la libertad, en varios países impera un confinamiento con mínimas excepciones, la imposibilidad de trabajar y producir”.

Primero el dinero, después la vida. No ocultan su vocación malthusiana. ¡Todos a la calle, a impedir que el capital pare sus máquinas, no importa cuántos trabajadores mueran en el intento!

Y acusan a las “dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua porque la pandemia sirve de pretexto para aumentar la persecución política y la opresión. A España y Argentina por utilizar las duras circunstancias para acaparar prerrogativas políticas y económicas, y a México por arreciar la presión contra la empresa privada.

Van más allá todavía al asegurar que “a ambos lados del Atlántico resurgen el estatismo, el intervencionismo y el populismo con un ímpetu que hace pensar en un cambio de modelo alejado de la democracia liberal y la economía de mercado”, y he allí donde muestran la herida por donde sangran.

No admiten que al neoliberalismo le llegó su fin, y no por la pandemia que lo único que ha hecho es sacar al aire la osamenta podrida de ese modelo socioeconómico, sino porque ya no tiene capacidad para resistir los cambios que se avienen con fuerza huracanada e irreversible.

No extraña, entonces, que la esquela funeraria esté firmado por empresarios, políticos, empresarios y articulistas mexicanos, como Ernesto Zedillo, Jorge Castañeda, Enrique Krauze, Pedro Aspe, Silvia Mercado, de Relial; Bertha Pantoja, de Caminos de Libertad; Roberto Salinas León, de Atlas Network y Alexander Van Tienhoven, que pueblan el más allá político.

Les acompañan otros exmandatarios putrefactos que aumentan el mal olor como Mauricio Macri, Luis Alberto Lacalle, Julio María Sanguinetti y Federico Franco, todos con el antecedente común de haber sido artífices de extremos reajustes neoliberales en sus países y a quienes se debe la orfandad del sistema de salud pública en sus naciones, y moralmente son responsables de la muerte de sus compatriotas por esta epidemia de Covid-19.