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Crisis y reconversión capitalista en México

Fuentes: Rebelión

Ante la declaratoria de emergencia sanitaria, se ha recrudecido la crisis económica latente desde hace más de dos años y que permitió el triunfo electoral de AMLO. También y como corolario de la pandemia, estamos ante un cambio muy importante en la reestructuración y reconversión del sistema capitalista en su conjunto, con un desarrollo combinado, de acuerdo con fortalezas y debilidades por regiones.

Según las leyes de la acumulación capitalista, las causas de la acumulación y el desarrollo son las mismas de la razón de la decadencia del sistema. El sistema de producción capitalista es cíclico, con ciclos de expansión, cada vez más cortos y ciclos de crisis y depresión, que son cada vez más frecuentes y profundos y en los que las relaciones de producción sufren cambios, en ocasiones profundos, pero siempre en la lógica del predominio del capital sobre el trabajo.

A veces por el lado de la demanda, otras por el de la oferta, en ocasiones, como la presente, con ambos fenómenos concatenados, pero los ciclos se cumplen y México, desde mediados de los años 70 del siglo pasado, experimenta ciclos agudos de crisis, dados por varias razones: modelo de acumulación capitalista que implica concentración de la riqueza y aumento de la desigualdad económica, modelo depredador que genera agudas crisis de sobreproducción, con una considerable disminución del mercado interno. Pero sobre todo por la estrecha dependencia de la economía mexicana a los intereses monopólicos de los Estados Unidos.

Y esencialmente, la presencia de los monopolios y el capital financiero en la economía mexicana produce fuertes trastornos, desequilibrios y complicaciones que tienen como principales componentes la transnacionalización, así como la sociedad, la relación, la estrecha colaboración que los monopolios “nacionales” han fincado con sus socios extranjeros, preponderantemente norteamericanos, pero también alemanes, holandeses y españoles.

El efecto “cascada” ha propiciado que miles de medianas y pequeñas empresas se han reconvertido en subsidiarias de los grandes monopolios y por tanto ligando sus cadenas productivas a los ritmos y los ciclos de expansión y depresión que atraviesa a toda la producción capitalista, pero con un desigual efecto a partir del tamaño de la empresa o su composición de capital.

La contracción del mercado interno en nuestro país, producto de los ciclos de crisis y depresión que generan desempleo y precarización de los salarios con el aumento real de la marginación urbana y rural, así como la reducción de la “línea de bienestar”, que organismos como el CONEVAL delimitan para medir la pobreza, que señala que a pesar de que un trabajador cuente con un ingreso, este no le alcanza ni siquiera para adquirir la totalidad de la famosa “canasta básica”.

Esta alteración cíclica de la economía generaban amplios movimientos de resistencia que ya se presentaban en todo el país desde 2016. Sectores de la clase media como los estudiantes, los maestros, pero también trabajadores agrícolas, campesinos pobres, algunos pequeños movimientos obreros, con excepción de los masivos desarrollados en las maquiladoras a principios de 2019.

Expresión clara de que la lucha de clases crecía y se expresaba a través de los sectores marginados, los trabajadores, pero también a través de una gama de grupos de derecha que mediante organizaciones no gubernamentales y movimientos “ciudadanos”, retrataban en los medios de comunicación, lo más grotesco de la crisis capitalista: la corrupción de los políticos del sistema. Todos estos elementos, permitieron que se abriera una grieta por la que caminó Andrés Manuel López Obrador y su movimiento.

El sistema capitalista en su reconversión cíclica requería de una “válvula de escape”, que contuviera el amplio movimiento popular que ya se expresaba y que amenazaba con desbordar los marcos tolerados por el sistema. Movimiento sin liderazgo, sin partido, sin coordinación, pero que se expresaba con fuerza y en eso radicaba su peligrosidad para el sistema.

Como ni la socialdemocracia en bancarrota (el PRD), ni la derecha electoral (priistas, panistas y aliados) garantizaban eso, en medio de la lucha de clases, AMLO obtuvo el triunfo electoral. No fueron ni su “programa”, ni sus posiciones, la mayoría conservadoras y neoliberales las que ganaron, quién encabezó el triunfo fue el movimiento social que, con la esperanza, mal funda, de una “transformación” hacía “la izquierda” y hartos de la corrupción, se volcó hacia ese candidato y su movimiento, por cierto conformado por una infinidad de elementos y programas de derecha.

Hasta ahora, con base en la integración de su gabinete, de las medidas aplicadas y su discurso maniqueo, distractor y engañoso, el gobierno de AMLO, el de la “cuarta transformación”, es solo un gobierno más de “salvación capitalista”. Un gobierno que está desmantelando las estructuras de organización popular, lo que permitirá la reconversión y paliar la crisis económica ya presente, colocando en una posición sumamente desventajosa y desorganizado al movimiento popular, reconvirtiéndolo, también sólo como base clientelar de la nueva socialdemocracia.

AMLO y su gobierno están trabajando, muy ligados a los grandes empresarios que controlan los monopolios y son parte de la oligarquía financiera, para reconvertir al sistema y lograr que los efectos de la crisis y las bases de la recuperación económica y sus secuelas de desempleo y aumento de la pobreza y la marginación la paguen las masas trabajadoras.

A nivel mundial, la crisis económica y la pandemia han provocado que cada país de la llamada Unión Europea enfrente el problema con sus propios recursos. Pasada la emergencia, es seguro que la recuperación económica no pase por las instituciones, organismos y Uniones constituidos hasta ahora pero que mostraron total ineficacia para enfrentar la crisis y la emergencia.

Se requerirá otro tipo de organismos y acuerdos, es decir, un proceso profundo de refundación, de reconversión. Por ejemplo, en España, ya el PSOE con su aliado Podemos, una socialdemocracia “radicalizada”, está preparando el camino de esta nueva reconversión, de una recuperación económica, con base capitalista juntamente con Alemania, claro a costa de los trabajadores.

En ambos países la socialdemocracia jugara el papel de disuasión y contención de las movilizaciones y las protestas, incluso a través de la represión, con frases y slogans que seguramente hablarán de “la patria”, “la unidad”, “el bienestar del pueblo” y demás clichés reformistas que la socialdemocracia ha utilizado y reutilizado a lo largo de su historia.

En México este proceso de reconversión capitalista se presentará de manera más descarada, más brutal. La reconversión geopolítica mundial, con los peligros que entrañen los conflictos Inter imperialistas y que desencadenan conflictos regionales, distorsionarán las relaciones de producción en nuestro país. Los monopolios y la oligarquía financiera buscarán espacios geográficos en donde sus capitales estén a salvo.

También buscarán acelerar los ritmos de producción en los centros de trabajo, incrementando la productividad para mantener su renta de capital precarizando aún más los salarios aprovechando que miles, quizá millones de trabajadores estarán cesantes,

La supuesta “confrontación” del gobierno de la 4T con el sector empresarial es una farsa. Los grandes capitanes tanto del capital monopolista como de la oligarquía financiera son, no sólo cercanos y apoyan la reconversión del sistema que realiza AMLO, sino que incluso lo impulsan porque garantiza los grandes objetivos que el capitalismo neoliberal no pudo cumplir: “sanear” las finanzas públicas; adelgazar al aparato gubernamental, reorientar gasto público para que, a través del reparto millonario de dádivas, apaciguar protestas; mantener las reformas laborales y de seguridad social que el capital neoliberal decretó, con el apoyo de la socialdemocracia, ahora con AMLO al frente.

Otro factor de reconversión es la destrucción de las organizaciones sociales, al individualizar los apoyos asistencialistas del gobierno. Una medida que los gobiernos estadounidenses de cualquier tipo, es decir, “demócratas” o republicanos han aplicado después de la segunda guerra mundial y que Roosevelt impuso, de ahí los anhelos rooseveltianos de AMLO.

La destrucción de las organizaciones sociales busca descabezar la dirigencia de las masas e impedir que éstas se revolucionen contrario a las necesidades de la reconversión capitalista en marcha.

Será a fin de cuentas la lucha de clases la que, nuevamente, defina el rumbo futuro tanto de mediano como de largo plazo del país. La crisis económica, política y social que ya está presente, pero que muy pronto se agudizará, tendrá que definir al gobierno de la llamada “4T”. Los patrones, los monopolios, la oligarquía financiera tratarán, como ya lo hemos expresado, de que la reconversión capitalista, es decir la verdadera “cuarta transformación”, se realice sobre las espaldas y los cadáveres de los trabajadores.

La lucha de clase se exacerbará, miles de desempleados saldrán a las calles a pedir trabajo, el gobierno recurrirá a la demagogia, recurrirá a temas como “la salvación de la nación”, “primero los pobres”, “los que se movilizan son conservadores que no quieren el cambio”, etc.

Quizá en una primera etapa desactive a algunos sectores, es probable que con recursos públicos anuncie políticas y programas, pero eso será pasajero, la caída del PIB, la crisis de oferta y demanda que se presentaran como una manifestación estable de la crisis cíclica del capitalismo, hará imposible que la asistencia gubernamental se mantenga mucho tiempo. Se avecinan tiempos de lucha social, tiempos de definiciones.