A raíz del conflicto con el campo, Cristina Fernández ofreció cuatro discursos en una semana con broche de oro en la Plaza de Mayo. Arropada por el aparato peronista -otras veces tachado de mafioso y vetusto por el sector agrupado en torno a los Kirchner-, la presidenta embistió contra los ruralistas/golpistas, denunció a los medios […]
A raíz del conflicto con el campo, Cristina Fernández ofreció cuatro discursos en una semana con broche de oro en la Plaza de Mayo. Arropada por el aparato peronista -otras veces tachado de mafioso y vetusto por el sector agrupado en torno a los Kirchner-, la presidenta embistió contra los ruralistas/golpistas, denunció a los medios que la quieren silenciar, a los intereses políticos ocultos y a los que se lo ponen más difícil por su condición de mujer.
«Nunca había visto, en tan poco tiempo, tantos ataques y tantas ofensas a un Gobierno surgido del voto popular», se quejó. Frente a 100.000 personas, bajo la consigna Convivencia, diálogo y defensa del Gobierno nacional y popular, Fernández exprimió al máximo el mensaje que dice que la culpa es del otro. Los que llenaron la plaza en su favor son «argentinos y argentinas», el «pueblo», que apoya «al país y no a un color político». Los que convoca el campo son «golpistas», «mafiosos», «oligarcas» y «piqueteros de la abundancia».
Y de ahí pasó a las anacrónicas comparaciones con el pasado de Argentina: «Tal vez muchos no lo recuerdan, pero un 24 de febrero de 1976 también hubo un lock out (desabastecimiento) patronal, las mismas organizaciones que hoy se jactan de poder llevar adelante el desabastecimiento del pueblo llamaron también a un lock out. Un mes después, el golpe más terrible, la tragedia más terrible que hemos tenido los argentinos».
¿Dónde está el golpe?Pero, ¿guarda algún parecido la presidencia heredada de Estela Martínez de Perón, Isabelita, con el 45% de votos obtenido por Cristina Fernández? ¿Existe la ingobernabilidad de 1976? ¿Hacía falta llenar la Plaza de Mayo con el aporte del aparato peronista -sindicatos, grupos piqueteros, intendentes- o vale más el 20% de espontáneos? ¿Acaso un conflicto mal encauzado por el Gobierno y el campo esconde un intento de golpe militar?
A la vista no se perciben elementos que denoten un Gobierno débil. Nadie le puede quitar su poder. En cinco años de Gobierno, el kirchnerismo ha construido poder y no lo contrario. Además del voto popular, Fernández cuenta con el apoyo de la mayoría de los gobernadores provinciales. El empresariado y los sindicatos no representan una amenaza sino que han manifestado su apoyo reiteradamente, la economía crece a tasas asiáticas desde hace 62 meses, la oposición está completamente desarticulada, el rechazo a las Fuerzas Armadas a 32 años del golpe nunca fue tan grande.
¿Entonces? Al oficialismo le cuesta encajar críticas o reconocer errores. Se tardó dos semanas en recular y diferenciar a los pequeños de los grandes productores. El puño crispado, y no la mano tendida de la presidenta, consiguió unir a las cuatro entidades agrícolas, históricamente divididas, y se ganó un enemigo que no tenía hace un mes.
La medida, tomada en nombre de la redistribución de la riqueza, tampoco guarda relación con los 50.000 millones de dólares que duermen en las arcas del Estado a la espera de ser empleados con fines sociales. También se demonizó a la soja y a los grandes productores responsables del 60% del cultivo. Gustavo Grobocopatel, denominado el rey de la soja, se convirtió al principio de la presidencia de Néstor Kirchner en el empresario modelo. Incluso se lo llevó a las visitas oficiales a Venezuela.
El Gobierno corre por un delicado hilo cuando arremete contra las críticas y queda el mensaje «conmigo o contra mí». La inquina particular contra el periodista y artista plástico Hermenegildo Sábat es una muestra de ello, y todo por por la caricatura publicada por Clarín en la que Fernández aparece con dos vendas en la boca. La tribuna aplaudió la arremetida contra el «mensaje cuasimafioso» de los «generales multimediáticos» que apoyaron a los «golpistas» del campo, tergiversando y mostrando una sola cara de la información. Al mismo diario que recibe la mayor publicidad oficial y las primicias del Gobierno, Fernández le preguntó: «¿Qué me quieren decir, qué es lo que no puedo hablar?».
El enigma de los preciosNo es la primera vez que el Gobierno encaja mal una crítica, aunque sí la primera en la que le mantienen un pulso por tanto tiempo. La mayor piedra en el zapato ha sido la intervención en el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, organismo estatal que mide la inflación. Oficialmente, los precios aumentaron un 8,5% en 2007. Economistas privados y opositores la colocan en un mínimo del 20%. Incluso el jefe de la central CGT, Hugo Moyano, que colmó la plaza con sus camioneros, tomó ese nivel para la negociación salarial que encara con el oficialismo. La sociedad saca conclusiones en las góndolas.
El conflicto con el campo volvió a desnudar que la letra y la música fluyen por canales diferentes en Argentina, sea la del Gobierno o la de los ruralistas. En tres semanas han llamado al diálogo con una boca y lo han cortado con la otra. Hablaron de libertades coartando la del otro. El oficialismo clamó por una redistribución que nunca llega y el campo desabasteció en nombre de los intereses del pueblo.