En función del nuevo perfil que quieren imprimirle al gobierno, los transversales K eligieron el emblemático 11 de marzo como fecha del acto de lanzamiento de la campaña por la reelección presidencial de Cristina Fernández de Kirchner. El mismo día en que, en 1973, Héctor J. Cámpora ganaba las elecciones apoyado por la izquierda peronista. […]
En función del nuevo perfil que quieren imprimirle al gobierno, los transversales K eligieron el emblemático 11 de marzo como fecha del acto de lanzamiento de la campaña por la reelección presidencial de Cristina Fernández de Kirchner. El mismo día en que, en 1973, Héctor J. Cámpora ganaba las elecciones apoyado por la izquierda peronista.
Pero los símbolos, como las estatuas, suelen caer estruendosamente. «Al igual que el líder de la nación libia, hemos sido militantes políticos desde muy jóvenes, hemos abrazado ideas y convicciones muy fuertes y con un sesgo fuertemente cuestionador del statu quo». Así se refería Cristina Kirchner a Muammar Kadafi, ayer nomás en noviembre de 2008, cuando la presidenta visitó Libia. Kadafi se ha convertido en el más sanguinario defensor del statu quo en Medio Oriente, mientras Cristina sigue acompañando las declaraciones del Departamento de Estado yanqui sobre los llamados al «cese de la violencia» en Libia, de la misma manera que hace semanas siguió como la sombra al cuerpo a Obama y Hillary Clinton que intentaron sostener en el poder a Hosni Mubarak en Egipto. Una línea acorde al orden norteamericano en el mundo árabe, apoyado en autocracias y monarquías, contra los que reclamamos, manifestando frente a la Cancillería argentina, la ruptura de relaciones diplomáticas con Libia y demás gobiernos que reprimen a los pueblos que se rebelan.
Es decir que estamos en presencia de un «camporismo» apenas mediático, del maquillaje electoral de un gobierno que viene girando a derecha y apoyándose en el viejo aparato pejotista para hacer posible su victoria en las urnas. Sucede que el kirchnerismo necesita, al mismo tiempo, alinear a su propia tropa para el día después y limitar el poder de sus aliados derechistas. El impulso a la colectora de Sabbatella tiene ese objetivo con respecto al gobernador Scioli que, una vez reelegido en la provincia de Buenos Aires, puede convertirse en el ariete de la oposición patronal al interior del peronismo. El atrincheramiento de los K en la interna peronista incluye, además, una suerte de «trasvasamiento generacional»: desde la promoción de jóvenes de La Cámpora a puestos dirigenciales en los directorios de las empresas en las que la ANSES obtuvo acciones con la estatización de las AFJP, como en la Aluar de Madanes Quintanilla, hasta el ascenso de blogueros oficialistas convertidos en productores de programas en Canal 7, la «TV pública» que era territorio de Aníbal Fernández.
También hemos visto en estos días a numerosos periodistas oficiales trazar, melancólicos, la trayectoria histórica de José Pedraza, que, de dirigente sindical de la CGT de los Argentinos hace cuatro décadas, se transformó en el burócrata empresario explotador de miles de tercerizados y creador de la patota asesina de Mariano Ferreyra. Los mismos «formadores de opinión» de la izquierda K son los que ponderan la tarea de jueces y fiscales instruidos por el kirchnerismo en la causa que derivó en la detención de Pedraza y el «Gallego» Fernández como «coautores» del crimen de Barracas. Pero lo cierto es que el gobierno les terminó soltando la mano una vez que se le hicieron indefendibles ante la opinión popular, en tanto vinieron alimentándolos, como lo hacen con toda la casta que parasita los sindicatos y que es parte fundamental del aparato de la «gobernabilidad» peronista. La semana pasada lo salvaron a Venegas. En los sindicatos, el kirchnerismo ha sostenido como principio el statu quo con la vieja burocracia de dirigentes enriquecidos y corruptos que utiliza para que «no se desmadre la puja distributiva» como recientemente dijo la presidenta. Cristina llegó a catalogar a Pedraza, en un acto en la Unión Ferroviaria en el 2009, como parte del «modelo del sindicalismo fuerte y responsable».
Las corporaciones patronales quieren valerse de la corrupción de los Pedraza y los Venegas para debilitar a las organizaciones gremiales. La UIA ha dejado por un momento sus propias disputas internas para comunicar junto a sus pares de la Bolsa, la Sociedad Rural, la asociación de banqueros, la Cámara de Comercio y los popes de la Construcción, su «preocupación» por la apertura de las negociaciones paritarias. La lucha por desterrar a los burócratas sindicales, agentes de la patronal en el movimiento obrero, solo será obra de los trabajadores construyendo una fuerte corriente nacional, como la que impulsa el PTS junto a cientos de delegados de base en todo el país capaz de enfrentar a las patronales y al gobierno.
La detención de José Pedraza, qué duda cabe, es un triunfo político. En especial de los trabajadores ferroviarios que vienen de conseguir con su lucha histórica el pase a planta de más de 1500 tercerizados, y de quienes nos movilizamos para que se castigue a los asesinos de Mariano Ferreyra. Nos seguiremos movilizando para que todos los responsables, los directivos de la UGOFE y los jefes de la Policía Federal, los que liberaron con «permisos gremiales» a la patota y los que le allanaron el camino de la emboscada, también vayan a la cárcel.
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