«Racionalidad» fue el término elegido por unos y otros tras la reunión en la Rosada. La cúpula sindical cegetista, con Hugo Moyano a la cabeza y el gobierno de Cristina Kirchner se empeñaron en resaltar el buen nivel de diálogo entre las partes como una puesta en escena que posibilita vislumbrar el paso de las […]
«Racionalidad» fue el término elegido por unos y otros tras la reunión en la Rosada. La cúpula sindical cegetista, con Hugo Moyano a la cabeza y el gobierno de Cristina Kirchner se empeñaron en resaltar el buen nivel de diálogo entre las partes como una puesta en escena que posibilita vislumbrar el paso de las palabras a los hechos respecto del anunciado «pacto social». «Patotas» fue el certero nombre elegido por los trabajadores del Subtes, Casino, Hospital Francés y Dana Spycer, entre otros, para denunciar los violentos ataques de los grupos de choque con que la burocracia busca controlar las luchas por mejores condiciones salariales y laborales en los últimos meses.
En pos de un necesario disciplinamiento, marcado por la reactivación de las luchas salariales, el gobierno trazó con la CGT, esperados -por onerosos- acuerdos y subsidios respecto de las obras sociales. A cambio y sin explicitarlo, deja vía libre a la utilización de grupos de choque como plantel de reserva de la policía a la hora de la represión de conflictos que cada tanto se le «desmadran» a la central.
En lo sindical, el panorama para este año aparece fangoso. El cónclave de la Rosada tuvo como trasfondo la inflación creciente y la reaparición del conflicto salarial en escalada y, como número central, las elecciones de mitad de año en la CGT, con Luis Barrionuevo, a la cabeza de los «Gordos» tratando de desbarrancar a Moyano de la conducción. Esta disputa atravesada de fuertes rumores que afirman que el gobierno, y especialmente Cristina, preferirían otra figura al frente de la central. El gesto de juntarse y fotografiarse, viene a mostrar la primera victoria del camionero en una guerra que promete ser larga y donde Barrionuevo aparece ahora con altos niveles de aislamiento. Por ahora, gobierno y Moyano se necesitan. Los Kirchner siguen trazando alianzas con actores de la escena política nacional cuyas prácticas venían -desde lo discursivo- a desactivar.
En la interna gremial, el gobierno deja traslucir una supuesta elección por descarte, que no es del todo cierta. La historia de los Kirchner con la CGT está marcada a fuego por la promesa incumplida de personería jurídica para la CTA, medida que hasta la fecha cumple las expectativas, por acción u omisión, de los reclamos de gordos y moyanistas. La ventilada postura presidencial de «no temor» a las pujas salariales, choca contra ese dato de la realidad. El núcleo duro pingüino sospecha, todavía, de poner en riesgo con tal medida el alineamiento automático deseado. En ese contexto, las pujas internas de la central toman la escena, polarizando entre Barrionuevo y los gordos por un lado, y Moyano por otro.
Soñando al sindicalismo cristino aún menos combativo que el de Moyano, la presidente intentó jugar de movida a la aclamación de un «independiente». El problema era y es la relación de fuerzas internas, que siempre favorece al camionero. Eligiendo «terreno enemigo» y a destiempo, Gerardo Martínez puso a la UOCRA a bloquear un sinfín de calles en la capital. Sus disculpas posteriores completaron el mamarracho. La acción fue criticada por todos, le jugó fuertemente en contra. Resultado: un puñado de sindicalistas de ese gremio multados y mayor acercamiento del gobierno con Moyano, quien mucho más abocado a acumular fuerza propia que a confrontar con el gobierno, sigue garantizando la mayor cuota de «racionalidad» y peso específico propio en la interna de los agremiados a la central.
Fue, precisamente, en terreno porteño donde Moyano mostró sus mejores cartas. Acompañado por Genta y la burocracia de SUTECBA, se mostró «mesurado» en su firmeza, arremetiendo en la pelea por arrancar de cuajo las intenciones presidenciales de un envalentonado jefe de gobierno Mauricio Macri. Vale decir que de nuevo, aquí, el botín era la obra social y el rol de Moyano fue pegarle en nombre de los trabajadores al turbiamente acaudalado ingeniero, con quien el sindicalista comparte negocios.
Nadie, en el encuentro – ni sindicalistas ni la presidente – pareció tomar nota de un dato que, a falta de legitimidad y mejores herramientas, les resulta actualmente conveniente a todos ellos: la reaparición de las patotas que intentan a los golpes poner en caja conflictos salariales recientes. Por poner un caso de relieve, en los gimnasios del conurbano bonaerense se reclutan ‘patovicas’ bajo la oferta de entre 200 y 300 pesos por ‘trabajar’ en noches especiales y con la venia de Prefectura en la seguridad del Casino. El principal foco de conflicto: los trabajadores despedidos. La reaparición de las patotas no formó parte de la agenda en la Rosada. Parece ir «de suyo» en tiempos de pacto social.