1 ¿Sobre qué ejes ideológicos y estratégicos se sostiene hoy el proyecto de los Kirchner, próximo a cumplir una década de gobierno? El Kirchnerismo emergió en el escenario creado por la rebelión del 2001. Durante sus primeros años se abocó a restaurar el estado y el sistema político tradicional amenazados por la sublevación popular. Pero […]
1 ¿Sobre qué ejes ideológicos y estratégicos se sostiene hoy el proyecto de los Kirchner, próximo a cumplir una década de gobierno?
El Kirchnerismo emergió en el escenario creado por la rebelión del 2001. Durante sus primeros años se abocó a restaurar el estado y el sistema político tradicional amenazados por la sublevación popular. Pero recompuso el poder de los privilegiados, otorgando importantes concesiones democráticas y sociales al grueso de la población.
Durante la recuperación económica que sucedió al desplome previo obtuvo el reconocimiento del establishment y suscitó la simpatía popular. El conflicto con los agro-sojeros inauguró la secuencia posterior de choques con la derecha, tensiones con el movimiento sindical e indefiniciones estratégicas.
El gobierno ha quedado tironeado por los grupos capitalistas concentrados -que exigen la convalidación de sus altas ganancias con ajuste y represión- y un movimiento social muy activo, que reclama con huelgas y piquetes. Frente a esta encrucijada ha predominado la oscilación gubernamental.
En los últimos meses hubo ley antiterrorista, Proyecto X de espionaje, procesamiento de militantes, ataques presidenciales a los docentes, agresiones en el INDEC, penalización de los salarios con el impuesto a las ganancias y una ley de riesgos de trabajo diseñada por la UIA.
Pero en el mismo lapso se ampliaron los juicios a los genocidas (con perpetua para Astiz y condenas por la masacre de Trelew), hubo mejoras con las paritarias y se lograron derechos de avanzada, como el matrimonio igualitario o el voto a los 16 años. Se reactivó además la demanda por Malvinas con estrategias de sostén latinoamericano, junto a una política exterior anti-golpista (Paraguay, Honduras) y negociaciones con Irán que irritan a Estados Unidos.
Estos vaivenes han creado una fuerte polarización entre quienes resaltan la preeminencia de un «proyecto nacional y popular» y quiénes denuncian el encubrimiento retórico de la «continuidad neoliberal». Yo creo que ambas caracterizaciones son equivocadas. El Kirchnerismo es una variante de los gobiernos de centro-izquierda que aparecieron en Sudamérica y se ubica en un terreno semejante a Lula-Dilma.
Forma parte de un eje de mandatarios actualmente denominados progresistas y anteriormente vistos como tibios social-demócratas. Recuperan ciertos márgenes de autonomía soberana y contemporizan con los movimientos sociales, sin modificar estructuralmente las transformaciones regresivas que introdujo el neoliberalismo.
Son gobiernos distanciados de la derecha represiva, librecambista y pro-norteamericana (Piñera, Calderón o Uribe) y alejados del antiimperialismo radical (Chávez, Evo). Para caracterizar a estos gobiernos hay que mantener las categorías básicas del ordenamiento político, diferenciando izquierda, derecha y centro. De lo contrario se pierde la brújula y ya nadie sabe dónde está parado.
Al Kirchnerismo hay que evaluarlo también en función de la historia nacional y aquí resulta insoslayable la comparación con otras experiencias del justicialismo. Yo creo que hay ciertas semejanzas con el primer peronismo, no sólo en la gravitación de liderazgo presidencial. También hay paralelos en la presencia de un contexto internacional favorable, que es utilizado para financiar ciertas mejoras sociales. La principal diferencia radica en el distanciamiento del movimiento obrero, puesto que el Kirchnerismo ha buscado la división de la vieja columna vertebral del PJ. Con la transversalidad y el Cristinismo se ha intentado reemplazar al peronismo tradicional por una coalición con sectores medios. Retoman el espíritu alfonsinista de la renovación cafierista, ensayada antes del menemismo
2) ¿Qué paradigmas de la política argentina fueron alterados durante esta gestión de casi una década y cuáles otros se mantienen vigentes? ¿Sobresalen las continuidades o las rupturas en comparación con las gestiones anteriores?
Se ha registrado una gran mutación política y generacional que se tornó visible durante la conmemoración del bicentenario. La combinación de politización juvenil, democratización y conciencia latinoamericanista ha creado un escenario muy diferente al vigente durante los períodos de ilusiones constitucionalistas (Alfonsín), desengaño (Menemismo) y angustia colectiva (Alianza).
Pero el marco político continúa en ebullición sin cristalizaciones nítidas. Nadie sabe si renacerá el viejo bipartidismo o si prevalecerán las fuerzas en gestación. Hay un final abierto que dependerá de ciertos desenlaces (por ejemplo la re-reelección). Hasta ahora predomina una situación intermedia. No fueron barridas las viejas referencias políticas impugnadas durante la explosión del 2001 («que se vayan todos»), ni se registró el cambio de régimen observado en Venezuela, Ecuador y Bolivia. Tampoco se restauró el viejo peronismo, siguiendo la reconstitución que hemos visto con el PRI Mexicano.
3) ¿Cuáles son los problemas que nunca pudo resolver el kirchernismo y cuáles otros que nunca le interesó resolver?
Como Cristina idealiza al capitalismo jamás podrá resolver los problemas de Argentina. Este sistema no permite el círculo virtuoso de bienestar, desarrollo y equidad que imaginan en el gobierno. Y ningún funcionario promueve otras alternativas, en la perspectiva por ejemplo de avanzar hacia el socialismo del siglo XXI.
Los límites de la actual orientación neo-desarrollista están aflorando en numerosos terrenos. La tracción de la economía por el consumo en desmedro de la inversión, la sustitución de privatizaciones por regulación estatal y el favoritismo hacia grupos sectores agro-industriales (en lugar de los financistas) genera nuevas tensiones. Los grupos concentrados aceleran la inflación para mantener la rentabilidad, fugan capitales para diversificar inversiones y se agrava el desequilibrio fiscal por ausencia de reformas impositivas progresivas.
Todos los problemas estructurales persisten, comenzado por la c reciente dependencia de un mono-cultivo que se extiende con deforestación y agro-tóxicos. La mega-minería destruye cultivos tradicionales sin generar empleo y el perfil extractivo se agravó por la pérdida del auto-abastecimiento petrolero. El modelo convalidó una lógica capitalista de alta rentabilidad inmediata y escaso desarrollo productivo. Para colmo se ha buscado recrear una burguesía nacional con subvenciones estatales, que generan despilfarro sin revertir la ausencia de inversión privada.
4) En muchos sectores se referencia al proyecto como ejemplo del «mal menor», en contraposición a la irrupción de una oposición de ultraderecha. ¿Cuál es su opinión sobre esa mirada?
Ante todo resulta indispensable reconocer que esa oposición derechista existe y confronta con el gobierno. No es un fantasma creado por el relato oficial y requiere rechazos explícitos y contundentes. Lo que comenzó con demandas de seguridad (Blumberg) y exigencias de acaparamiento de la renta agraria (sojeros) se ha extendido a otros terrenos al calor de un revanchismo ideológico gorila. Sus demandas son incentivadas por los grandes medios de comunicación, que cumplen en la actualidad un papel ideológico semejante al jugado por la Iglesia en el pasado.
La derecha no cuestiona las insuficiencias de la ley de medios (incumplimientos en la creación del segmento sin fines de lucro, crecimiento de nefastos grupos privados oficialistas), sino sus aspectos democratizadores (limites a la concentración). Por eso despliega una presión brutal para bloquear el cumplimiento de esa norma. El mismo significado tienen los cacerolazos. Expresan planteos conservadores de grupos privilegiados muy distantes de la clase media. Es inadmisible ignorar el sentido reaccionario que tienen las campañas de este sector.
El progresismo K surgió justamente como una reacción defensiva frente a esta oleada regresiva y ganó autoridad con sus denuncias. Pero supone erróneamente que sólo hay dos bandos y convoca a optar por el «mal menor», olvidando que esa resignación siempre conduce a la aceptación de desgracias mayores.
Quiénes se alinean incondicionalmente con el gobierno cierran los ojos ante otra variante de la derecha, que está presente en el arco de alianzas oficiales (gobernadores, intendentes, burocracia sindical). Se olvidan además del sendero conservador que tiende a transitar el peronismo, ante coyunturas económicas adversas o desafíos de radicalización popular. Pero lo más problemático del progresismo K es el silencio frente a las medidas oficiales regresivas (la ley anti-terrorista, mega-minería, riesgos de trabajo). Ahí confirma su falta de autonomía en los momentos críticos.
5) Gran parte de los sectores que se han sumado al modelo de gestión, si bien reconocen defectos y fallas, afirman que «no hay nada a la izquierda» de este gobierno. ¿Qué reflexión le merece esa apreciación?
Esa impresión proviene de un dato cierto: el frecuente alineamiento con el establishment que ha prevalecido en la centro-izquierda anti-K, desde la convergencia con la Sociedad Rural y la formación del Grupo A. Continúan acompañando la agenda que construye Clarín, con miradas contemplativas hacia los cacerolazos, solidaridad con planteos salariales de gendarmes represores y guiños a las campañas contra «chavización de CFK». Parecen repetir las posturas asumidas por la Unión Democrática frente a Perón.
Esta actitud se fundamenta en identificaciones erróneas del gobierno con el neoliberalismo. Se lo observa como un «enemigo principal» a enfrentar con los aliados de la UCR y la Coalición Cívica. El despropósito de semejante estrategia salta a la vista y explica el desconcierto que irrumpe en este sector, cada vez que el gobierno adopta alguna medida progresiva (expropiación parcial de YPF)
Es totalmente falso suponer que un eventual gobierno de Binner-UCR se ubicaría a la izquierda de la gestión actual. Esa entente ya ha brindado sobradas pruebas de fidelidad al establishment sojero y reproduciría el esquema fallido de la Alianza.
El mismo mareo genera la idealización de Lula-Dilma, (o Tabaré Mugica) como modelos de superación progresista del Cristinismo. Estas administraciones son elogiadas por los grupos dominantes por su actitud amigable hacia los bancos y por su negativa a implementar medidas democratizadoras.
Al razonar en términos liberales de institucionalidad -contraponiendo el «populismo» oficial al credo republicanismo de la oposición- la centro-izquierda anti-K reflota la vieja duplicidad del radicalismo, cuyos valores constitucionales siempre encubrieron el clientelismo, los punteros y la partidocracia. Con esos fundamentos se tejió la Constitución neoliberal del Pacto de Olivos, que ahora se defiende como un texto consagratorio de la democracia.
6) ¿Por qué la izquierda orgánica o dispersa no ha sabido/ no ha podido articular una alternativa real y visible durante los diez años de kirchnerismo?
Hubo una gran oportunidad para esa construcción en el 2001y en los primeros años del Kirchnernismo. Se frustró por el dogmatismo de un sector y el espejismo autonomista del otro. En el primer segmento emergieron las repetidas incomprensiones sobre los tiempos y las alianzas requeridas para lograr una inserción masiva entre los trabajadores. En el segundo grupo hubo desconsideración del terreno electoral, que ha sido un campo central de batalla en todos los países de Sudamérica.
Posteriormente han pesado las posturas erróneas frente a los choques del gobierno con la derecha. Frecuentemente ha predominado la neutralidad, como si la 125 o la ley de medios representaran conflictos inter-burgueses, sin ningún efectos sobre las mayorías populares. Esta ceguera pareció amainar frente a la estatización de las AFJP, pero volvió a irrumpir ante la expropiación de YPF. Construyendo un mundo al revés, algunos observaron re-privatizaciones dónde hubo nacionalizaciones y vaciamiento dónde se comenzó una recuperación. Es la miopía que no tuvo Trotsky frente a Cárdenas.
En lugar de reconocer la complejidad de Kirchnerismo se lo ha visto una y otra vez como un «régimen terminado», o a punto de colapsar por el impacto de la crisis mundial. Estos presagios no suscitan mucho interés, entre un público fastidiado por tantos años de previsiones apocalípticas de Carrió.
Existe en la izquierda una sería dificultad para caracterizar al gobierno actual, que es habitualmente definido en términos genéricos como «capitalista» (todos lo son) o como «bonapartista». Este último cuestionamiento al arbitraje presidencial es enunciado en términos convergentes, con las campañas liberales en boga contra el populismo y el caudillismo. Lo que deberían aclarar es si el bonapartismo en boga presenta un perfil reaccionario (como Luis Bonaparte) o progresista (como Cárdenas).
El apoyo de organizaciones de izquierda a la insignificante candidatura de Chirino en la elección venezolana confirma la incapacidad de este sector, para jugar por sí solo algún rol relevante. En la misma línea se inscribe el rechazo a la coalición SYRIZA en Grecia. La vieja izquierda es combativa y gana adhesiones por su coraje, pero es totalmente incapaz de proyectar esa simpatía hacia una construcción real.
7) ¿Sobre qué ejes debería la izquierda plantear un modelo de alternativa al gobierno? ¿Lo ve factible en el corto o mediano plazo?
La oportunidad sigue abierta puesto que la izquierda mantiene su fuerza en movimiento sindical, estudiantil y social. En la medida que el Cristinismo es una construcción incierta, hay grandes posibilidades de avanzar en el desarrollo de una alternativa. Pero resulta indispensable batallar por una superación del gobierno desde la izquierda, pero este objetivo no será alcanzado adoptando posturas neutrales del tipo «nos oponemos a los K y a los anti-K».
La nueva izquierda podría ocupar el lugar vacante, si logra sintonizar con el ritmo de desarrollo requerido para forjar una alternativa. Y aquí resulta decisivo encontrar el camino para proyectarse al plano político, estableciendo alianzas claras con espacios que puedan sumar gravitación electoral. El objetivo debe ser ganar ascendiente para un proyecto popular de alcance anticapitalista, sabiendo que los plazos de esa construcción son impredecibles. Vivimos en un país de grandes sorpresas e inesperados virajes.