La calificación como tales se ha popularizado de la «boca destemplada» del presidente electo de Argentina, Javier Milei. De buenas a primeras luce llamativo presumir de «libertarios» y pregonarlo dentro de una «ideología» anarcocapitalista.
Sin embargo lo llamativo es por lo contradictorio, pues el anarquismo como doctrina política se le ubica dentro del socialismo no marxista. Justamente el llamado «libertario». Ahora bien, enlazar anarquismo con capitalismo me lleva a otro intento electoral engañoso; aunque este engaño fue trágico para la humanidad: el nacionalsocialismo alemán. Igualmente lo fue el fascismo italiano, con algunas diferencias (el Estado Corporativo). El nacionalsocialismo alemán buscaba hacerse con el poder convocando al unísono a la clase trabajadora (aglutinada en los sindicatos marxistas) y a la clase financiera e industrial profundamente nacionalista, aquella que poseía el «capital». De allí el anzuelo de calificarse socialista y nacionalista.
Pero lo inquietante de ambos, los anarcocapitalistas argentinos como los nacionalsocialistas alemanes; es que surgen producto de un entorno de graves crisis económicas, de hartazgos con la clase política y de desmoralización colectiva. También de odios y miedos. Todo lo anterior es «caldo de cultivo» para la aparición de «demagogos degenerados». Y siendo el caso argentino el que me convoca a estas escrituras, es necesario indagar dentro del «cuerpo de ideas» de los llamados «libertarios». Me refiero fundamentalmente a la Escuela Austriaca de economía. Tan citada desaforadamente por Milei e inspiradora de la «Ley Ómnibus» que pretende, con 664 artículos, desmontar la estructura del Estado argentino. Vocea que «restituirá el orden económico y social basado en la doctrina liberal»…Imperante en el siglo 19 en ese país (¿?). La doctrina liberal de la Escuela Austriaca, se da a entender. La desregulación a troche y moche abarca la reforma laboral: reducción de los derechos de los trabajadores (desde la jubilación, la indemnización por despido, los permisos por embarazo, hasta las multas ¡por ineficiencia del trabajador!); la desregulación en la prestación de los servicio de la salud (el fin de la salud pública); la intervención del sector inmobiliario (derogación de ley de arriendos, los desahucios); y las privatizaciones de toda índole (sobresaliendo el sector energético, YPF). Y obviamente la supresión del poder legislativo y la ley electoral vigente. Un Duce, un Führer, un superhombre nietzscheano para gobernar. Mención aparte merece la reforma penal; la cual pretendía criminalizar la reunión de dos o más personas, misma que viene de ser retirada por inconstitucional. Además por ridícula. No obstante se ofrecen «recompensas» por la delación de los «organizadores de marchas y protestas», a más del aumento de las penas de prisión y pecuniarias por protestar. Todas estas medidas serían las «Bases y Puntos de Partida para la “Liberación” (las comillas son mías) de los Argentinos». Así se titula la referida Ley. Con esa pomposidad tan afecta a las personalidades delirantes que se asumen predestinados para cambiar su mundo (o para apropiárselo).
Pero ¿cuál es la «liberación» prometida por estos supuestos «libertarios? ¿Sustituir un Estado opresor y su «casta política» por otra opresión? ¿Aquella del neoliberalismo fracasado del Consenso de Washington impuesto en la América Latina de 1990? La desregulación, el libre mercado, desaparición del Estado regulador y benefactor. Aquel neoliberalismo que suponíamos formaldehido; pregonando hoy como ayer el «crecimiento con pobreza, con desempleo y sin distribución del ingreso». Aquel que para 1997 había incrementado en 20 millones los pobres en América Latina. ¡Prometiendo hoy prosperidad en un horizonte de 45 años! Son los evangelios neoliberales cuyos «sacerdotes» fueron John Williamson y Pedro Pablo Kuczynski (sí, el ex presidente peruano encarcelado por coimador) predicando: «buscad como fin el lucro y lo demás se os dará por añadidura». No obstante, hasta en sus delirios se contradice Milei con su alma mater liberal primigenia, la de Stuart Mill. Este sostenía que: «la sociedad capitalista distribuía el producto del trabajo casi en proporción inversa al trabajo realizado». Veamos qué sostienen los «austriacos» —los de la secta de Milei— con una sentencia que los dibuja fielmente y la cual nos es muy útil para una nota de opinión: afirman que la actividad económica se sustenta en el «individualismo y en la «valoración subjetiva» que el individuo hace de sus necesidades. Asumiendo que el individuo, tal que «homo agens», es el centro de la actividad económica y condiciona la demanda y la producción. Pero aceptar esto equivaldría a negar que el entorno económico asume al consumidor, no como sujeto, sino como objeto de la producción. La demanda inducida es un ejemplo de ello. Adicionalmente hay una valoración equivocada entre «necesidad» y «deseo» del consumidor. Igualmente, el precio del bien y el ingreso del consumidor no son de ninguna manera variables «subjetivas».
En fin, estos «libertarios» argentino-austriacos con este presidente moharracho y funambulesco, travestido en rockero y en Némesis de la corrupta «casta» política argentina —la misma que lo ha prohijado y con la cual comparte financistas (los eurnikianes de toda laya)— implantarán sus grimorios económicos de un neoliberalismo barnizado de novedad. Y sin duda llevarán a ese país a la esclavitud más perversa para el hombre: la miseria y la sumisión. ¡Llorarás Argentina!… si lo permites.
@ValenciaMr
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