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60 años del 17 de octubre

Cuando la clase obrera gano las calles (y perdió su independencia)

Fuentes: LVO

Hace 60 años, la Plaza de Mayo era ocupada por una inmensa multitud salida de las barriadas obreras del Gran Buenos Aires. «Aluvión zoológico» y «cabecitas negras» fueron los calificativos despreciativos con que la oligarquía y las elites de la época describían la irrupción de un movimiento obrero, cuyas raíces se encontraban en el interior […]

Hace 60 años, la Plaza de Mayo era ocupada por una inmensa multitud salida de las barriadas obreras del Gran Buenos Aires. «Aluvión zoológico» y «cabecitas negras» fueron los calificativos despreciativos con que la oligarquía y las elites de la época describían la irrupción de un movimiento obrero, cuyas raíces se encontraban en el interior del país. «Murga» y «malevaje» la definición elegida entonces por el Partido Comunista (Orientación 24/10/45). Ese día los trabajadores cruzaron los puentes que los separaban de la Capital Federal -adelantándose a la huelga convocada por los sindicatos para el día 18- y la hicieron suya en reclamo de la libertad del coronel Juan Perón detenido en la isla Martín García por orden de la junta militar en el poder. Perón fue liberado y desde los balcones de la Casa Rosada utilizo su autoridad para enviar a los obreros de regreso a los hogares.

Ese día la clase trabajadora protagonizo una jornada que va a marcar su historia en un antes y un después que aún hoy tiene sus consecuencias.

Como se fue gestando

El desenlace de los acontecimientos tiene su razón en la destitución -el 9 de octubre- de Perón de sus cargos de vicepresidente, Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión como producto de una embestida de sectores oligárquicos y proyanquis, que el 19 de septiembre habían protagonizado una movilización exigiendo la renuncia del gobierno militar y la cesión del poder a la Corte Suprema. Rechazaban la política social implementada por Perón y la neutralidad en la Guerra mundial. Se trato de un golpe de palacio encabezado por el General Avalos -jefe de la guarnición de Campo de Mayo- y Vernengo Lima -Ministro de Marina. El 10 de octubre, a propuesta de una delegación sindical, Perón realizara su despedida pública llamando a los trabajadores a defender las conquistas otorgadas frente a la reacción. El 12 de octubre los sectores oligárquicos y proyanquis lanzan una nueva embestida contra la junta militar para forzar su caída, un día después Perón es detenido y trasladado a la isla Martín García.

La cúpula sindical cercana a Perón se debatía inconsistentemente mientras que desde las organizaciones de base y los dirigentes medios comenzaron a presionar a la CGT para que convocara a la huelga general en defensa de los derechos y la libertad de Perón. Dirigentes sindicales como el mítico Cipriano Reyes o Luís Gay eran los que llamaban a impulsar la movilización, con el apoyo de representantes de Perón como el coronel Mercante o la propia Evita. Los obreros de Berisso y Ensenada fueron los primeros en ganar las calles el 15 de octubre exigiendo la libertad de Perón. El 16 de octubre la CGT llama a la huelga general para el día 18, pero la presión desborda y el 17 de octubre se produce la movilización obrera. Columnas de obreros ingresan a la Capital con la complicidad de la Policía que se mantenía leal a Perón.

El Partido Laborista

La victoria popular fue capitalizada por Perón quien obligo a la renuncia de Avalos y Vernengo Lima y a la convocatoria a elecciones. Pero también va a impulsar a un sector de los sindicatos a tomar la iniciativa política creando el 24 de octubre el Partido Laborista, presidido por Gay y Reyes. Perón va a ser el afiliado numero uno del laborismo, pero no lograra nunca imponerle su verticalismo. El Partido Laborista va a ser la única -y efímera- experiencia de organización política de un partido de clase -aunque reformista- basado en la organización sindical. En 1946 Perón lo va a disolver, enviando al exilio a Luís Gay y a prisión a Cipriano Reyes.

El laborismo expresaba la tendencia intervenir políticamente de los dirigentes de una fuerza social en movimiento que había logrado derrotar una ofensiva de la reacción y el imperialismo, pero también los limites de una política que buscaba la conciliación y la integración con el estado patronal. La organización independiente del laborismo chocaba con la realidad de la subordinación política a Perón.

Un alto costo

El 17 de octubre de 1945 va a marcar la irrupción política de una clase obrera concentrada en la industria que desde entonces luchara por ampliar sus derechos sociales y defenderlos de los ataques de la reacción y el imperialismo. Pero también de un movimiento político, el peronismo, que contendrá en su seno a esa enorme fuerza social puesta en marcha y garantizara la continuidad de la dominación burguesa mediante la cooptación y estatización de las organizaciones obreras. La clase trabajadora va a pagar muy caro el precio de haber perdido su independencia política e ideológica en función de los intereses políticos del nacionalismo burgués de cuño peronista.

Cuando la reacción encabezada por el imperialismo derroque a Perón, este capitulara sin luchar y van a ser los trabajadores los que desde sus organizaciones de base organicen la resistencia a los gobiernos entreguistas y antiobreros que surgieron después de la revolución fusiladora. Mientras que la burocracia sindical peronista y los dirigentes políticos de aquel movimiento van a subordinar las luchas obreras a los objetivos negociadores de Perón y a impedir que tomen un curso independiente.

El retorno de Perón, conseguido por la clase obrera tras el Cordobazo, no va a significar una nueva época de bienestar obrero sino una ofensiva patronal contra las conquistas sociales y un baño de sangre motorizado por las tres A. Derrota histórica de la dictadura genocida y restauración «democrática» mediante, el retorno del peronismo al poder con Carlos Menem significo la entrega completa del país y la desarticulación de las conquistas por la cual la clase obrera -mayoritariamente peronista- pago con sus mártires.

Kirhcner y Duhalde no son más que la continuidad de este peronismo que tiene el honor de haber llevado al país a la senda degradante del neoliberalismo. Lo mismo se puede decir de los burócratas sindicales tanto de los gordos como de Moyano: son quienes permitieron la derrota de los trabajadores e impiden hoy que desplieguen sus fuerzas para recuperar lo perdido.

¿Por otro 17?

Muchos transnochados del populismo creen ver en Kirchner la reencarnación del nacionalismo burgués y de un cambio a favor de las mayorías populares. No basta perder el tiempo para explicar que no es así. Solo una anécdota, el embajador yanqui Braden fue en 1946 el que encabezo la campaña contra Perón. Al día de hoy 17 de octubre del 2005 el canciller Bielsa va a dar explicaciones al embajador yanqui sobre como piensan recibir a Bush en la Cumbre de las Américas. Pero incluso si existiera tal posibilidad habría que recordar el balance histórico y el derrotero que implico a la clase obrera y la Nación la subordinación política a la burguesía y la burocratización y estatización de sus organizaciones.

Otros, desde una postura más opositora o «combativa» predican la necesidad de otro 17 de octubre. Craso error -en el caso de las buenas intenciones- o más precisamente enorme engaño. Un 17 de octubre significa poner en movimiento la fuerza y combatividad de los trabajadores y los explotados para que se beneficien políticamente aquellos que con reformas -o sin ellas- quieren mantener en pie la dominación capitalista. La expropiación de las victorias populares por los verdugos es lo que viene sucediendo en los últimos años en América Latina donde los levantamientos populares como en Bolivia, Argentina o Ecuador consiguen derrotar a gobiernos odiados para que el poder siga estando en manos de la misma clase social e incluso de las mismas camarillas políticas oligárquicas.

Para los marxistas revolucionarios la lección que deja la gesta del 17 de octubre y la historia del peronismo es que es necesaria la total independencia política e ideológica de la clase obrera con respecto de la burguesía por más nacionalista o reformista que se presente. Que es necesaria la independencia de sus organizaciones con respecto del estado patronal para que impere la democracia más profunda en las mismas. Que los trabajadores y el pueblo pobre deben soldar su alianza revolucionaria para luchar contra el imperialismo y la burguesía -por más nacional que se proclame- ya que de lo contrario sus esfuerzos serán utilizados para mantener alguna variante del orden burgués. Que las acciones de los explotados deben profundizar en el camino de la lucha de clases y la revolución socialista para imponer su propio poder y su propio estado, una democracia de las masas autodeterminadas. Que para este fin es necesario construir una herramienta política propia. Un partido de la clase obrera, revolucionario, socialista e internacionalista.