¿Cuánto cuesta un genocidio? No me refiero al dinero para la compra de armas y municiones, la contratación de mano de obra como soldados, mercenarios y torturadores. Me refiero al genocidio como dimensión financiera del manejo moderno del riesgo o, en ingles, del risk management. ¿Cuáles son los riesgos que uno corre y como se […]
¿Cuánto cuesta un genocidio? No me refiero al dinero para la compra de armas y municiones, la contratación de mano de obra como soldados, mercenarios y torturadores. Me refiero al genocidio como dimensión financiera del manejo moderno del riesgo o, en ingles, del risk management. ¿Cuáles son los riesgos que uno corre y como se los pueden limitar? Son preguntas que se tiene que hacer cada gerente moderno. Y, en realidad, siempre se lo ha preguntado. Solamente nosotros, los mortales, no nos hemos enterados porque estas cifras, riesgos, cuotas, importes, se negocian en forma reservada.
Por ejemplo: Argentina. En ese país hubo un asesinato masivo durante la dictadura militar con 30.000 desaparecidos, según las estimaciones de los organismos de DDHH. Un alto riesgo entonces para el sector de las aseguradoras. Si ellas tuvieran que pagar para decenas de miles de asesinados los seguros de vida, le hubiera costado muy caro a los accionistas. Pero no tenían que pagar. El riesgo fue reducido porque los cadáveres nunca aparecieron y los familiares no podían presentar certificados de disfunción. Un risk management exitoso entonces.
Rodolfo Dietl representante en Buenos Aires de la aseguradora alemana Allianz, una de los más grandes del mundo, aclara: ‘Es una condición de todas las aseguradoras, que uno tiene que probar la muerte. Y el vehículo en Argentina es el certificado de disfunción que entrega el Registro Civil’. Y si uno no puede presentar ese papel? ‘Bueno, para nosotros esta gente está con vida todavía. En todo el mundo, uno tiene que probar la muerte’.
La gran mayoría de los desaparecidos eran obreros o empleados. Y según la ley 1567 de 1974 cada empleador tenía que contratar un seguro de vida colectivo para sus colaboradores. Pero cuando después del 24 de marzo 1976 el terrorismo de Estado planificó la persecución y asesinato de personas sistemático, las aseguradoras vieron venir perdidas millonarias. El caso de la empresa Mercedes Benz, contra la cual se investigó en varias fiscalías del mundo, tiene la ventaja de que está bien documentado. Al menos, en lo que se refiere a la participación de la empresa. No es así de la participación del actual diputado por el Partido Justicialista, Carlos Federico Ruckauf, entonces secretario General del Sindicato del Seguro y luego promovido por la presidenta argentina Isabel Martínez de Perón como ministro de Trabajo.
Balances clandestinos
Para los 14 desaparecidos, la Mercedes Benz había contratado con la aseguradora Plus Ultra un seguro de vida. Y algunos obreros contrataron, en forma particular, un segundo seguro de vida con la firma para beneficiar a sus familias en caso de muerte. Todos estos obreros fueron secuestrados por uniformados de noche de sus casas, aparecieron poco después en Campo de Mayo y desde aquella época, no se sabe mas de ellos. Desde el punto de vista formal, en ese momento de su ‘traslado’ esta dado el siniestro. Según memorandums internos de la Mercedes Benz y su casa matriz Daimler-Benz en Stuttgart, la empresa conocía el hecho de su muerte. Entonces, la empresa estaba obligada de anunciar el siniestro frente a Plus Ultra para iniciar el trámite del cobro por los familiares. El plazo para hacerlo eran tres años, suficiente tiempo. Pero la empresa lo omitió. ¿Por qué? Cada uno saca su conclusión, pero ciertamente esta omisión no perjudicó la ecuación financiera en los balances de la aseguradora.
Las viudas no recibieron nada. No sabían en aquel momento que ya eran viudas. Esperaban que sus maridos volvieran a casa cuando los militares decidieran volver a los cuarteles. Y vino aquel diciembre de 1983. Los militares se retiraron. Se abrieron las cárceles pero los maridos secuestrados no volvieron. Y cuando las mujeres tuvieron que asumir y adaptarse a la muerte anunciada de sus seres queridos, ya era tarde para reclamar el dinero por el seguro de vida. Recién en el 1994, el gobierno democrático emitió certificados de defunción para los ‘desaparecidos forzados’.
Además, la empresa Plus Ultra no existía mas porque fue adquirida por Allianz en 1988. Esta última no tiene que ver con los desaparecidos y fue tan amable de abrirme sus libros contables. Y apareció algo sorpresivo: de la misma manera como la aseguradora Plus Ultra pudo reducir su riesgo financiero gracias a la omisión de Mercedes Benz de declarar los muertos, también la Mercedes Benz se tomó la libertad de reducir su propio riesgo financiero. Pero no como siempre se hace, hacer pagar a los que no tienen nada, sino a la aseguradora.
En los libros aparece con fecha del 21 de mayo 1985 el pago del seguro de vida colectivo de Mercedes Benz el monto de 1.648.500 pesos por concepto de la muerte del obrero José Mosquera – tres meses antes, como figura en el libro. Pero el obrero Juan José Mosquera desapareció en el 1977. Ese importe equivalía a 2.500 dólares por tratarse de épocas de inflación galopante.
El pago de esta cifra se dio una semana antes de las declaraciones de los familiares de los desaparecidos de Mercedes Benz en el juicio contra los Comandantes de la Junta. La familia Mosquera no apareció en el juicio.
Se puede sospechar que se pagó el dinero para hacer callar a los familiares e impedir una declaración pública. ¿Pero por qué Mercedes Benz no pagó este dinero de su propio bolsillo, sino que lo hizo pagar a la aseguradora? Parece ser un fraude. Yo pregunté a Daimler Chrysler pero no recibí ninguna respuesta.
En la Allianz, los gerentes están desorientados y prometieron buscar más documentos. Pero, probablemente el problema se ‘arregle’ a puertas cerradas en pacto de caballeros. Es que el delito de fraude estría prescripto y las aseguradoras, sin lugar a dudas, van a hacer todo lo posible para evitar una discusión pública sobre el costo financiero del genocidio argentino. Para los accionistas, balance positivo.