Tal vez exista una tendencia en las clases dominantes argentinas a apelar a una estrategia que se asimile a lo que Gramsci llamó «cesarismo». Como afirmaba el pensador italiano, podemos compilar un catálogo de los sucesos históricos que han culminado en una gran personalidad heroica. Según Gramsci el cesarismo «expresa una situación en la cual […]
Tal vez exista una tendencia en las clases dominantes argentinas a apelar a una estrategia que se asimile a lo que Gramsci llamó «cesarismo». Como afirmaba el pensador italiano, podemos compilar un catálogo de los sucesos históricos que han culminado en una gran personalidad heroica. Según Gramsci el cesarismo «expresa una situación en la cual las fuerzas en lucha se equilibran de modo catastrófico, o sea que se equilibran de modo que la continuación de la lucha no puede concluir más que con la destrucción recíproca. Cuando la fuerza progresista A lucha contra la fuerza regresiva B, puede suceder (…) que se agoten recíprocamente y una tercera fuerza C intervenga». Es como sostiene el pensador sardo, una solución «arbitral» al conflicto, confiada a una gran personalidad. Es necesario pensar este concepto de la mano del de revolución pasiva, o revolución-restauración.
Un caso de la historia argentina al cual podemos aplicar el esquema sociológico del cesarismo (no sin caer en polémicas) es con el tercer gobierno de Perón. Pensemos que tras el Cordobazo y con la caída de Onganía – uno de los puntos más altos de la acumulación de fuerzas de las clases populares de Argentina – se da una situación de empate catastrófico en que ninguna de las dos fuerzas puede vencer a la otra, se deposita en una «gran personalidad heroica» y en un suceso mítico (el retorno de Perón a la Argentina) – la fuerza C que interviene desde fuera – la resolución de ese equilibrio. Los primeros hechos demuestran que ese cesarismo tuvo una tendencia regresiva, en tanto ayudó a la fuerza regresiva a triunfar, o que en un contexto de avanzada de los sectores populares podía llevar a cabo una restauración. Pero en el contexto de la muerte de la gran personalidad heroica, y la imposibilidad de su sucesor(a) de jugar ese papel se requería de «medios extraordinarios» para solucionar ese empate catastrófico: no hay restauraciones absolutas, afirma Gramsci, puesto que en el movimiento histórico no se retrocede jamás; la única manera de concluir el intento de restauración, fallida por la desaparición física de la gran personalidad, era exterminando a la fuerza progresiva. Así se produce el golpe de estado y la aplicación del exterminio sistemático a los militantes populares de las fuerzas revolucionarias.
Cuarenta años después, en un contexto diferente, se puede ver la intención de las clases dominantes argentinas de volver a acudir a la estrategia cesarista. Podemos afirmar que existe una situación de equilibrio catastrófico en que en la lucha de dos fuerzas, ninguna de las dos logra vencer: una no puede llevar adelante su restauración y la otra no puede implementar las transformaciones estructurales necesarias para consolidarse como proyecto histórico revolucionario, o al menos «rupturista». Esta vez la fuerza C no es estrictamente un agente externo (ni siquiera una gran personalidad heroica) sino un elemento parte de la fuerza A progresiva, que impulsada por la fuerza B regresiva, puede llegar a unificar o fundir algunos sectores de la fuerza A y otros de la fuerza B, es decir, incorporando una parte de la «antítesis». En la dialéctica revolución-restauración, Daniel Scioli puede ocupar el lugar de César regresivo rompiendo el equilibrio catastrófico en favor de la restauración conservadora. Pero nuevamente debemos acudir a la afirmación de Gramsci, quien señala que no existen restauraciones absolutas, en tanto que en el movimiento histórico no se retrocede jamás; en todo caso, será una restauración con concesiones. Y con resistencias, por supuesto. Es un deber de la fuerza progresista no convertirse en una entente conservadora. Mientras menos sectores de esta fuerza se unifiquen en el intento restaurador, más difícil le será al César cumplir con su objetivo.
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