Los amos de las finanzas sólo le otorgan ese «privilegio» a gente de confianza, a los que consideran «visitantes ilustres». Menem, como Kirchner ahora, fue llamado a tocar también la campana que abre las sesiones de la Bolsa de Nueva York, en los ’90, cuando el capital financiero estaba exultante con las privatizaciones y otros […]
Los amos de las finanzas sólo le otorgan ese «privilegio» a gente de confianza, a los que consideran «visitantes ilustres». Menem, como Kirchner ahora, fue llamado a tocar también la campana que abre las sesiones de la Bolsa de Nueva York, en los ’90, cuando el capital financiero estaba exultante con las privatizaciones y otros grandes negocios como las AFJP -creadas sobre la ley de Cavallo de congelamiento de las jubilaciones- y puso los fondos de pensión en la timba de Wall Street. Si Menem fue «ilustre» porque les entregó aquellos negocios; Kirchner lo es porque hoy les garantiza «seguridad jurídica» y continuidad. Por eso la Corte Suprema «progresista» trabó recientemente la movilidad de las jubilaciones y el Congreso acaba de votar nuevos subsidios a las petroleras a pesar del saqueo y la desinversión que llevaron a la crisis energética, entre otros beneficios al capital.
Cristina Kirchner lo dijo claramente en la Universidad de Columbia: «Yo sé que algunos están preguntándose: ¿Para qué va a ir Kirchner a tocar la campanilla a Wall Street. Ver a un progresista en Wall Street es complicado porque tienen un cliché de que se trata de un gobierno populista». Nada de eso: Kirchner y Sra. fueron a EE.UU. a proponerse como agentes de las inversiones del capital extranjero en la Argentina.
Se sabe, el viaje a Nueva York de Kirchner, su esposa y una amplia delegación de funcionarios y diputados, radicales K y muchos de los más grandes empresarios de la Argentina, tuvo como principal objetivo dar más garantías a las inversiones extranjeras y atraer otras nuevas. En lo que es un reconocimiento a que, efectivamente, existe una crisis energética, las primeras gestiones fueron con el presidente paraguayo Frutos con el que acordaron que Argentina paga parte de la deuda contraída por la fraudulenta obra de Yaciretá, a cambio del suministro de una cuota mayor de energía eléctrica de la represa, aunque lo que esto puede aportar en la magnitud de la crisis es poco más que nada. La apuesta fuerte la hizo De Vido en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York, donde se reunió con cincuenta empresarios norteamericanos como John Morgan, de Occidental Oil and Gas Corporation; Guillermo Fiad, de Duke Energy Argentina, y directivos de Exxon, Gas Corporation, Texaco, AES Corporation y Chevron. A ellos les promete nuevos subsidios a los capitales extranjeros que se suman a las exenciones impositivas de la «ley Repsol» votada la semana pasada. El Banco Central reglamentó estos días la resolución 731 del Ministerio de Economía que exime al capital extranjero de constituir el depósito del 30% de los fondos que ingresen al país cuando se trate de inversiones «para el desarrollo de obras de infraestructura energética». Son tantas las ventajas que hasta el magnate George Soros prometió inversiones en «energía», claro que su proyecto es de una «energía alternativa» en base al maíz como bio-combustible. ¿O será la cobertura que encontró Soros para recibir subsidios a la «inversión en energía» y seguir comprando campos como los que ya posee este gran terrateniente de Argentina? Por lo pronto, Adeco Agropecuaria, grupo de inversores ligados a este multimillonario, a la norteamericana Halderman Farm, y a capitales nacionales, va a quedarse por unos US$ 90 millones con unas 170.000 hectáreas.
Obviamente esta «política de seducción» no se limita a las compañías de energía. Kirchner encabezó una cena con el Consejo de las Américas que reúne a los empresarios norteamericanos con inversiones en Latinoamérica y preside Rockefeller; el Consejo de Negocios para el Entendimiento Internacional -los monopolios más amigos del gobierno de Bush- y, en total, más de 200 personalidades entre banqueros y agentes de negocios.
En el discurso de Kirchner ante la Asamblea de la ONU (en extremo formal y leído a las apuradas, lo que contrastó con el despliegue de la oratoria de Chávez), reivindicó su política hacia los derechos humanos en la Argentina y la creación junto a Francia (nada menos que los que inventaron el método de la desaparición forzada de personas en la guerra de Argelia) del Consejo de los Derechos Humanos como organismo internacional. Llamó a «evitar el uso desproporcionado de la fuerza» en Medio Oriente, que es una suerte de correlato de lo que aquí sería condenar sólo «los excesos» del genocidio de la dictadura militar. Criticó, de oficio, el rol del FMI en Argentina; y volvió a reclamar una solución diplomática por los derechos nacionales sobre las Islas Malvinas bajo dominio inglés, a quienes «exhortó» a reabrir las negociaciones en el marco de la ONU.
Ninguna de estas tibias críticas son completamente contradictorias con el ofrecimiento de grandes negocios a los monopolios norteamericanos en la Argentina. Si para el propio Hugo Chávez su discrepancia pública con la política exterior de Bush no es incompatible con que sean las empresas norteamericanas las que mas invierten en Venezuela, menos lo es para un Kirchner que ni siquiera concurrió (enviando sólo al diputado Bonasso) a la Cumbre de No Alineados que se realizó en Cuba y se viene ubicando, junto a Lula, como abogado de las petroleras en el conflicto entre éstas y el gobierno de Bolivia.
Ya han pasado los tiempos del llamado «Consenso de Washington» de los años ’90 en los que EE.UU., además de dictar la política económica de privatizaciones y flexibilización laboral que regían para los gobiernos en Latinoamérica, imponía un alineamiento automático al guerrerismo imperialista y a la política exterior norteamericana en general. Ahora, la relación de fuerzas establecida por los levantamientos de masas, como los de Bolivia o Argentina desde el 2001, y la declinación del poder norteamericano masivamente deslegitimado por sus acciones en Medio Oriente, ha significado un debilitamiento del dominio de EE.UU. sobre el continente y permite estos distanciamientos discursivos de la política exterior de Bush mientras, como vemos, se mantiene lo esencial de la política noventista. Más aún, para ser un buen agente que garantice los negocios de las empresas yanquis en la actualidad, lo que resulta efectivo es el discurso «progresista» que dé cuenta del nuevo estado de ánimo de los trabajadores y los pueblos de América Latina.
Nuevamente como dijo (¿la futura candidata?) Cristina Kirchner «tuvo que llegar un progresista para desendeudar a la Argentina y que no hubiera crisis fiscal». Tranquilos que «la lógica del Gobierno es volver viable a la Argentina dentro de la lógica capitalista».