Ya se cumplen 26 años desde que la Comisión Internacional de Estudio sobre los Problemas de la Comunicación presentó ante la XXI Conferencia General de la UNESCO, reunida en Belgrado, el trabajo más riguroso y polémico de la historia de la comunicación, el llamado Informe McBride. La Comisión, presidida por el irlandés Sean McBride, único […]
Ya se cumplen 26 años desde que la Comisión Internacional de Estudio sobre los Problemas de la Comunicación presentó ante la XXI Conferencia General de la UNESCO, reunida en Belgrado, el trabajo más riguroso y polémico de la historia de la comunicación, el llamado Informe McBride. La Comisión, presidida por el irlandés Sean McBride, único caso de alguien galardonado con el Premio Nobel de la Paz y el Premio Lenin.
La UNESCO pretendía demostrar y legitimar las denuncias formuladas por el Movimiento de Países No Alineados en Argel, en 1973 cuando subrayaba que «La acción del imperialismo no se ha limitado a los dominios político y económico, sino que comprende igualmente los dominios cultural y social, imponiendo así una dominación ideológica extraña a los pueblos en vías de desarrollo».
En correspondencia con esa afirmación, los No Alineados exigieron, a partir de ese momento, avanzar hacia la concreción de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI), fundamental para la edificación de un Nuevo Orden Internacional de la información y la Comunicación (NOIIC).
El informe fue aceptado por consenso en la Conferencia General de la UNESCO, en Belgrado, pero durante el proceso de gestación del mismo, la UNESCO fue escenario de fuertes tensiones entre países partidarios y detractores por intentar promover políticas nacionales de comunicación, que finalizó con la salida de los Estados Unidos y el Reino Unido de la UNESCO.
El Informe McBride, al dar cuenta de la desigualdad en el acceso a los bienes culturales por parte de los países del Tercer Mundo, advertía que los países en desarrollo, que tienen las tres cuartas partes de la población mundial, sólo disponen de la mitad de los periódicos del total mundial, que ocho países o territorios de Africa y tres países árabes no tienen ni un solo diario, que un gran número de países no tenían televisión y en otros ésta estaba limitada a centros urbanos, y que n los países en desarrollo apenas tenían el 5% de la capacidad de computadora del mundo.
Asimismo marcaba cinco aspectos: la unidireccionalidad de la comunicación, la concentración vertical y horizontal, la trasnacionalización, la alineación informativa y la democratización de la misma. En la actualidad esta realidad que se describió hace 26 años sigue existiendo con las mismas características en el terreno comunicativo nacional e internacional. Para transformar la verticalidad de la comunicación, es necesario acelerar la participación creciente de un mayor número de personas en las actividades de comunicación, para facilitar el progreso de las tendencias a la democratización de todo el proceso de comunicación y una expansión de las corrientes de información pluridireccionales, procedentes de una multitud de fuentes: hacia arriba, hacia abajo y horizontalmente .
Ya hace màs de cinco lustros el informe señalaba la necesidad de tomar medidas jurídicas eficaces para: a) limitar la concentración y la monopolización; b) conseguir que las empresas transnacionales acaten los criterios y las condiciones especificas definidos en la legislación y en la política de desarrollo nacionales; c) invertir la tendencia a la reducción del número de responsables cuando esta aumentando la eficacia de la comunicación y la dimensión del público; d) reducir la influencia de la publicidad sobre la redacción y los programas de radiodifusión; y e) perfeccionar los modelos que permiten fortalecer la independencia y la autonomía de los órganos de información en materia de gestión y de política de redacción, independientemente que sean privados o públicos .
En cuanto a la trasnacionalización señalaba que ésta ha afectado prácticamente a todo el sector de la comunicación, de forma que la producción, los servicios y los mercados periféricos son controlados mayoritariamente por los centros hegemónicos .
Los derechos humanos no puede existir sin la libertad de palabra, de prensa, de información, y de reunión. La transformación de esas libertades en un derecho individual o colectivo más amplio a comunicar es un principio evolutivo en el proceso de democratización .
Datos actuales demuestran que la desigualdad cultural amplió su brecha a niveles no previstos en el riguroso Informe, ya que El 87 por ciento de las ganancias obtenidas en la producción de bienes culturales, se las reparten EE.UU. (55%), la Unión Europea (25) y Japón (15%). El exiguo 13 por ciento restante se reparte entre el resto de los países del mundo (América Latina participa de un 5%.
De los 550 millones de computadoras que hay en el mundo, poco más de la mitad están en Estados Unidos, Japón, Alemania, Inglaterra y Francia. Algo más de dos tercios del total mundial de usuarios de Internet -320 millones- corresponden a esos mismos cinco países. Y del total mundial de «internautas» el 57% está en Estados Unidos, mientras que en Latinoamérica está sólo el 1%.
Con el rescate de los postulados básicos que promovió el Informe MacBride se debe replantear la construcción de un nuevo orden mundial de la información que equilibre los enormes desajustes comunicativos y culturales
Entre la dictadura mediática y la democracia
Sin dudas, el tema de los medios de comunicación tiene que ver con el futuro de nuestras democracias. Hoy en día, en todo el mundo en desarrollo, la dictadura mediática quiere suplantar a la dictadura militar. Son los grandes grupos económicos que usan a los medios y deciden quien tiene o no la palabra, quien es el protagonista y el antagonista. El que más vocifera contra los cambios de nuestras sociedades, contra los cambios de modelo económico, social, político, contra las transformaciones culturales, es quien logra más pantalla, mientras las grandes mayorías siguen afónicas, sin voz ni imagen.
Lo cierto es que aún no hemos asumido que el discurso comercial -bombardeado a través de información, publicidad y cultura de masas o recreación, con un mismo envase, disfrazado de realidad o de hechos naturales- es también un discurso ideológico, agresivo, limitante de nuestra libertad de ciudadano.
Tener una televisora nueva en América Latina puede no ser más que un saludo a la bandera. Porque una nueva televisión sin contenidos nuevos, no servirá absolutamente para nada.
Pese a los enormes progresos realizados por la humanidad en el ámbito del conocimiento y la tecnología, la mayoría de las personas siguen viviendo en condiciones desastrosas. La desigual distribución de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) y la falta de acceso a la información que tiene una gran parte de la población mundial, fenómenos que suelen denominarse brecha digital, son de hecho una expresión de nuevas asimetrías en el conjunto de brechas sociales existentes.
Estas asimetrías incluyen las brechas entre el Norte y el Sur, los ricos y los pobres, los hombres y las mujeres, las poblaciones urbanas y rurales, aquellos que tienen acceso a la información y aquellos que carecen del mismo.
Combatir todas las formas de discriminación, exclusión y aislamiento que padecen los diferentes grupos y
comunidades marginadas y vulnerables exige algo más que el simple despliegue de tecnologías. Exige cambios estructurales de nuestras propias sociedades para volverlas más democráticas, equitativas, justas.
Nuestra total participación en las sociedades de la información y la comunicación requiere que rechacemos en un nivel fundamental la promoción de las TIC para el desarrollo orientado al mercado y basado únicamente en la búsqueda de rédito económico.
Las sociedades del Sur sabemos bien de la necesidad de adoptar decisiones tecnológicas con el fin de atender a necesidades humanas esenciales y no sólo para enriquecer a las empresas o hacer posible el control antidemocrático de los gobiernos.
La erradicación de la pobreza y el combate de las desigualdades deben ser prioridades de la humanidad, pero sobre todo para aquellos que vivimos en el Sur. Para ello debe permitirse a las personas que viven en extrema pobreza, contribuir con sus experiencias y conocimientos para un diálogo que involucre a todas las partes. Asimismo, es importante mejorar el acceso local a la información relevante en un contexto específico, impulsar la formación en TIC y asignar recursos financieros.
Se trata de retomar el paradigma de la solidaridad. En tanto la humanidad es una e indivisible, urge que los pueblos cultiven un sentido profundo de responsabilidad por el destino del planeta y el bienestar de toda la familia humana, siendo asimismo necesario que las personas y comunidades, así como los gobiernos, desarrollen una conciencia global y un sentido de ciudadanía mundial.
El acceso, la participación
El acceso a la información y a los medios de información, en tanto bienes públicos y globales, debe ser participativo, universal, inclusivo y democrático. Debe eliminarse cualquier desigualdad de acceso en términos de brecha Norte/Sur, así como de desigualdad entre las naciones desarrolladas y menos desarrolladas. Los obstáculos que hay que superar son de naturaleza económica, educativa, técnica, política, social, étnica y de edad, y en todas ellas van incorporadas desigualdades de género que deben atacarse específicamente. Casi nada.
Las tecnologías de la información centradas en las personas pueden facilitar la erradicación de enfermedades y epidemias y contribuir a que las personas tengan comida, abrigo, libertad y paz. De la misma forma pueden contribuir a los esfuerzos para alfabetizar, educar e investigar pues solo pueblos informados y educados pueden acceder y participar eficazmente en las sociedades del conocimiento.
Pero los puntos de mayor polémica han sido siempre sobre el papel de los medios de comunicación en la sociedad de la información, la gobernanza de Internet, los derechos de propiedad intelectual, la llamada «seguridad de la información» y el financiamiento para el desarrollo de las TIC.
Los impactos sociales de la tecnología no son neutros como sostienen los defensores de las visiones tecnológico-mercantiles, por lo que se hace importante elegir las mejores opciones técnicas que beneficien a la sociedad en su conjunto, cuidando que estas se conciban y apliquen de manera participativa, para impedir o reducir al mínimo sus impactos negativos.
Las principales áreas de preocupación de la sociedad civil son la justicia social y el desarrollo sostenible centrado en el ser humano, la universalidad, la interrelación y la interdependencia de todos los derechos humanos -civiles, políticos, económicos, sociales y culturales-, incluidos el derecho al desarrollo y los derechos lingüísticos, y la cultura, el conocimiento y el dominio público.
La diversidad cultural y lingüística implica tener la capacidad de expresarse, en su propio idioma, en todo momento, por cualquier medio, incluidos los medios de comunicación tradicionales y las TIC, que bien pueden utilizarse para reducir brechas culturales y lingüísticas, en lugar de agudizarlas, como lo vienen haciendo cuando refuerzan el predominio de los idiomas basados en el alfabeto latino (sobre todo el inglés), marginando idiomas locales, regionales y minoritarios.
La privatización del conocimiento amenaza con restringir la disponibilidad de los conocimientos de dominio público. En lugar de ampliar y favorecer la divulgación de los conocimientos mundiales, los últimos avances tecnológicos están privatizando cada vez más la información, en tanto que la participación del sector privado en la investigación científica ha fomentado la creación de patentes y la privatización de los conocimientos científicos que han dejado de ser de dominio público. En el caso de los pueblos indígenas, se han registrado muchos intentos de comercializar y explotar conocimientos indígenas tradicionales sin consultar a las comunidades, que son las legítimas propietarias de dicho conocimiento.
La libertad de expresión y la libertad de los medios de comunicación desempeñan una función fundamental en la producción, recopilación y distribución de contenido diverso que integre a todos los ciudadanos y que permita la participación activa de éstos, y son la esencia de cualquier modelo de sociedad de la información y la comunicación.
Las consideraciones -o excusas- en materia de seguridad no deben menoscabar la libertad de expresión y de los medios de comunicación. El pluralismo y la diversidad de los medios deben garantizarse mediante una legislación adecuada. Los medios comunitarios gestionados por las comunidades y basados en la sociedad civil, tienen una función especial que desempeñar a la hora de posibilitar el acceso y la participación de todos y todas, en particular de las comunidades más pobres y marginadas, en las sociedades de la información y la comunicación. Es absolutamente fundamental la existencia de un marco jurídico y reglamentario que proteja y promueva los medios de comunicación comunitarios y a su vez garantice el acceso de los grupos más vulnerables a la información y la comunicación.
Las nuevas tecnologías
La digitalización del sonido, la imagen y la data, y su transmisión a través de Internet marcan esta revolución que conjuga el teléfono con los medios masivos, el poder de procesamiento y la digitalización de la información. El espíritu libertario que la impregnó, incubado al amparo de las universidades, forjó la comunidad de hackers y creó al software libre. Filosofía y tecnología crecieron al amparo y en paralelo con la red, nutriéndola en el proceso que está causando una fuerte reacción.
Hoy, el impacto de las nuevas tecnologías cambia radicalmente la relación de las ideas y el conocimiento con el soporte de distribución. Hoy la información digitalizada es incontable y ubicua, y su costo marginal de reproducción y distribución es nulo. Una vez creada y digitalizada, una obra intelectual puede ser copiada, distribuida, accedida y disfrutada por millones de personas al mismo tiempo sin que se note diferencia entre el original y las copias, sin que siquiera haya un costo marginal derivado de este disfrute.
Entonces, pareciera anacrónico imponer restricciones a la difusión de la Información, ya que sin costo de distribución desaparece el motivo principal de sostén del sistema de copyright. Una sociedad donde la Información esté cerrada y se constituya en capital, no puede ser transparente.
En una sociedad donde el conocimiento es propiedad privada, las desigualdades educativas se profundizan, incrementan y cada persona tiene acceso solamente a lo que puede pagar: esa es la base de una sociedad capitalista, injusta y desigual. La educación, ¿es un derecho o un servicio comercial?
El signo más relevante en nuestros países es el de la concentración y la trasnacionalización de la economía en general y de las industrias culturales en particular. Fusiones, asociaciones y todo género de alianzas entre las grandes relaciones de propiedad y de poder a escala mundial, con incidencia directa en las industrias locales, el control de los mercados, el empleo, las tecnologías de producción y comercialización y el diseño de la programación y los contenidos producidos.
Un trabajo de Unesco-Cerlalc sostenía recientemente que «del mismo modo que la biodiversidad, es decir, la inmensa variedad de formas de vida desarrolladas durante millones de años, es indispensable para la supervivencia de los ecosistemas naturales, los ecosistemas culturales, compuestos por un complejo mosaico de culturas necesitan de la diversidad para preservar su valioso patrimonio en beneficio de las generaciones futuras».
La diversidad cultural se construye a partir de la memoria y el hábitat de los distintos grupos sociales, comunidades o naciones, así como los autores y creadores que desde lo individual los representan.
La globalización y la trasnacionalización, en cambio, suponen una hegemonía o una dominación económica, a la par que cultural, que amenaza dicha diversidad.
Se sabe que la importancia de la industria audiovisual no radica solamente en los miles de millones de dólares que moviliza la producción y la comercialización de películas y programas y televisivos -que para EEUU representa más de 50 mil millones de dólares al año- sino también las posibilidades que tiene el mismo lenguaje audiovisual para inducir al disfrute de una comedia, un videoclip o una película de efectos especiales, junto a la incentivación del consumo de muchos otros productos, además de las ideas y valores que subyacen en las imágenes y el sonido.
Hollywood no sólo vende películas sino sistemas de vida, razón por la que merece una importancia estratégica para la política de Washington y para quienes controlan la economía estadounidense. Un ejemplo actual es el terrorismo mediático lanzado sobre todo el mundo, a lo que podría agregarse que cuando los grandes estudios necesitan del respaldo político del Estado, también son rápidamente complacidas.
Debemos tener en claro que hemos sido entrenados para pensar que comunicación alternativa significa comunicación marginal. Pero hoy debemos cambiar estos paradigmas y asumir que la única forma de plantearse la batalla de las ideas, es con una estrategia comunicacional masiva, que sea realmente alternativa al bombardeo constante, hegemónico, que nos llega desde el Norte.
Los medios comunitarios son un paso en la dirección de la democratización, pero por sí mismos no son suficientes. Podemos tener centenares de medios comunitarios, pero si el 93% de la audiencia está controlada por una estructura monopólica de los medios corporativos, comerciales, será poco lo que habremos avanzado en la dirección de la democratización.
Medios alternativos, masivos
Esta América Latina -que bastante ha cambiado en el último lustro- está pariendo nuevas formas de integración, superando los modelos meramente económico-comerciales. Y dentro de todas esas cosas que creíamos imposibles hace apenas cinco años, surge un proyecto de integración comunicacional: La Nueva Televisión del Sur, más conocida como Telesur.
Telesur es, sin dudas, un proyecto político y estratégico. Después de décadas de progresivo vaciamiento -y privatización- de los Estados nacionales, éstos, impulsados por colectivos cada vez más maduros políticamente, recobraron su papel para impulsar la construcción de un medio de comunicación audiovisual hemisférico, con la misión de difundir una versión real de la diversidad social y cultural de América Latina y el Caribe, para ofrecerla al mundo.
El objetivo es el desarrollo y la puesta en funcionamiento de una estrategia comunicacional televisiva hemisférica de alcance mundial que impulse y consolide los procesos de cambio y la integración regional, como herramienta de la batalla de las ideas contra el proceso hegemónico de globalización.
Telesur es una herramienta para coadyuvar a la integración latinoamericano-caribeña y a la vez la alternativa a la hegemonía comunicacional, al pensamiento y la imagen únicas.
No se trata solo de una herramienta, sino de retomar, recobrar la palabra que había sido secuestrada durante más de tres décadas por dictadores, políticos corruptos y genuflexos ante el gran capital, y los eternos «expertos» que convalidaron el saqueo de nuestras naciones y quisieron convencernos de que con la entrega y la globalización todo iba a ir mejor. Gracias a ellos, una enorme parte de los latinoamericanos hoy están excluidos de la educación, de la atención sanitaria, de la simple vida ciudadana: son invisibles a las estadísticas y millones de ellos ni siquiera tienen documentación.
Desde hace décadas (la mayoría de) nuestros intelectuales y académicos habían hecho mutis por el foro, se refugiaron en puestos académicos o burocráticos, en parcelas de investigación, y dejaron la cosa pública en manos y, sobre todo en boca, de políticos y «expertos» que impusieron su potencial de ser los únicos profesionales de la palabra con derechos a dar visiones y versiones de la realidad. O mejor dicho, de una realidad acomodada a los intereses de los poderosos.
Hoy se quiere reducir la realidad a la actualidad de los noticieros de televisión, que cada día se van pareciendo más a las telenovelas. Es que tratan de desprendernos de nuestra historia, quieren borrar nuestras huellas para que no sepamos de dónde venimos. Si no sabemos de dónde venimos no sabremos a dónde ir, ni vamos a enterarnos de cuál es nuestro otro destino posible. Se vende la actualidad como si fuera un destino y es un destino armado, decía, al modo de una telenovela.
El futuro hay que imaginarlo. El fin de la historia nos condenó a padecer el futuro como una repetición del presente. Y nosotros nos oponemos a que la mera idea de que los latinoamericanos vayamos a ser meras sombras de cuerpos ajenos. Aquí la historia no terminó: recién está comenzando.
Estamos convencidos de que no hay ninguna forma de cambiar la realidad si no comenzamos a verla como es, porque para poder transformarla hay que empezar por asumirla. Ese es el problema mayor que tenemos los latinoamericanos: hemos estado ciegos de nosotros mismos. Eduardo Galeano dice que durante 513 años hemos sido entrenados para vernos con otros ojos, con ojos de extranjeros.
Hoy comenzamos a vernos con nuestros propios ojos, cansados de que nos expliquen quiénes somos, cómo somos, qué debemos hacer. Desde el Norte nos ven en blanco y negro -sobre todo en negro: solo aparecemos en las noticias si nos ocurre una desgracia- y, en realidad, somos un continente en technicolor. Comenzamos a vernos con nuestros propios ojos, a reconocernos, para poder integrarnos.
Se trata de recobrar la palabra, de recuperar la memoria, las tradiciones, nuestros propios conocimientos ancestrales. Es hora de despertar con esta nueva alborada. Es hora de mirarnos al espejo y pasar del eterno diagnóstico inmovilizador a la acción. Hay quienes dicen que otro mundo es posible. Nosotros, desde el Sur, hace muchos años que sabemos que otro mundo no es posible sino necesario, imprescindible, y que debemos construirlo todos los días, y todos juntos, unidos. La política de dominación y expoliación, ha sido, por 513 años, la de dividirnos. Y estamos convencidos que no podemos coadyuvar a este proceso de integración regional que avanza impulsado por nuestros estados y también por los movimientos sociales que impulsan la unidad, si no nos conocemos entre nosotros.
La cultura contemporánea empuja a la gente a la soledad y a la violencia. Hoy ser niño en una ciudad latinoamericana es muy difícil, porque el que no es preso de la necesidad está preso del miedo. Hay 15 millones de niños abandonados en nuestras ciudades, obligados a sobrevivir, al delito, que es, según Eduardo Galeano, la única forma de iniciativa privada que les está permitida. De cada tres niños que nacen en nuestra región, uno muere antes de los cinco años y la mayoría de los que sobreviven están condenados a ser delincuentes de seis, siete o 10 años, a morir de bala o de droga. Y los otros niños están presos del miedo en sus casas, por una televisión que los atrapa en su imposibilidad de hacer, por el miedo de nacer, a vivir, a cambiar, a caminar con las propias piernas. Esta televisión que forma consumidores, te amaestra para la parálisis y después te venden las muletas.
Sabemos que desde el Norte, nos bombardean con una gran cantidad de información-basura que solo sirve para desinformarnos y sentirnos dependientes . Sabemos de Chechenia, pero no conocemos siquiera nuestro reflejo y muchos menos a nuestros vecinos.
No creemos en la esperanza a medida, dogmática. Creemos en la esperanza viva, en la vida. Por eso Telesur: un canal para tender nuevos puentes, para construir espacios de integración, de encuentro, de afectos. Es un lugar para descubrirnos, querernos y reinventarnos a través de una lente propia, escapando de los estereotipos que nos han enmarcado las miradas de otros. Con un lenguaje propio, con una identidad visual que nos permita mirarnos desde una perspectiva diferente: la nuestra.
Frente al intento de imponer un pensamiento, un mensaje, una imagen únicos, Telesur surge en plural, reivindicando el nosotros, el sueño colectivo de una América.
Lo grave es tener la verdad y compartirla apenas con uno mismo. La información que nos llega está contaminada con una serie de medias verdades demostrables factualmente, tergiversación, manipulación.
Telesur es una estructura de alcance mundial y alta calidad para la transmisión de contenidos progresistas, para ofrecer las realidades del continente de forma inmediata, veraz, creíble, balanceada, contextualizada, que favorezca matrices de opinión favorables a la integración de nuestros pueblos, de difundir perspectivos diversas y plurales en torno a los grandes temas y preocupaciones que afectan a los colectivos, para el fomento del debate y la conciencia crítica ciudadana.
Se trata de promover la diversidad cultural a fin de fortalecer la memoria histórica y la identidad colectiva de nuestros pueblos, de fomentar la participación protagónica, organización y articulación de los pueblos mediante la creación de espacios para la difusión de las voces de nuestras organizaciones sociales. Se trata de democratizar la producción de contenidos para garantizar esa diversidad y pluralidad.
Hay quienes se «preocupan» por la independencia política y editorial de Telesur. Incluso, la Cámara de Representantes de Estados Unidos dio a conocer una resolución -antes incluso que hubiera programación de Telesur en el aire- descalificando al canal latinoamericano. Lo mismo que vienen haciendo en diversos países de nuestra región los grupos oligopólicos, coincidentemente dueños también de los medios comerciales de comunicación social.
Pero eso era obvio y esperable: comenzamos a desalambrar los latifundios mediáticos latinoamericanos en el camino de la democratización del espectro televisivo en nuestra región. Era obvio y esperable: después de 513 años se está terminando la afonía de las mayorías, y aquellos que nunca tuvieron voz ni imagen hoy las comienzan a tener.
Sabíamos que otro tipo de comunicación era necesario, imprescindible, urgente. Pero muchos dudaban de que fuera posible. Hoy Telesur es, precisamente, la demostración de la factibilidad de un medio alternativo al mensaje hegemónico del Norte. Masivo y no marginal. Por ello la meta debe ser crear muchos telesures, en el camino de la democratización del espectro televisivo, en la necesidad de afianzar nuestras democracias y hacerlas más justas, equitativas, participativas, diversas y plurales. Democracias con todos y para todos, con ciudadanos informados y con conciencia crítica.
strategia comunicacional masiva, que sea realmente alternativa al bombardeo constante, hegemónico, que nos llega desde el Norte.
Los medios comunitarios son un paso en la dirección de la democratización, pero por sí mismos no son suficientes. Podemos tener centenares de medios comunitarios, pero si el 93% de la audiencia está controlada por una estructura monopólica de los medios corporativos, comerciales, será poco lo que habremos avanzado en la dirección de la democratización.
Medios alternativos, masivos
Esta América Latina -que bastante ha cambiado en el último lustro- está pariendo nuevas formas de integración, superando los modelos meramente económico-comerciales. Y dentro de todas esas cosas que creíamos imposibles hace apenas cinco años, surge un proyecto de integración comunicacional: La Nueva Televisión del Sur, más conocida como Telesur.
Telesur es, sin dudas, un proyecto político y estratégico. Después de décadas de progresivo vaciamiento -y privatización- de los Estados nacionales, éstos, impulsados por colectivos cada vez más maduros políticamente, recobraron su papel para impulsar la construcción de un medio de comunicación audiovisual hemisférico, con la misión de difundir una versión real de la diversidad social y cultural de América Latina y el Caribe, para ofrecerla al mundo.
El objetivo es el desarrollo y la puesta en funcionamiento de una estrategia comunicacional televisiva hemisférica de alcance mundial que impulse y consolide los procesos de cambio y la integración regional, como herramienta de la batalla de las ideas contra el proceso hegemónico de globalización.
Telesur es una herramienta para coadyuvar a la integración latinoamericano-caribeña y a la vez la alternativa a la hegemonía comunicacional, al pensamiento y la imagen únicas.
No se trata solo de una herramienta, sino de retomar, recobrar la palabra que había sido secuestrada durante más de tres décadas por dictadores, políticos corruptos y genuflexos ante el gran capital, y los eternos «expertos» que convalidaron el saqueo de nuestras naciones y quisieron convencernos de que con la entrega y la globalización todo iba a ir mejor. Gracias a ellos, una enorme parte de los latinoamericanos hoy están excluidos de la educación, de la atención sanitaria, de la simple vida ciudadana: son invisibles a las estadísticas y millones de ellos ni siquiera tienen documentación.
Desde hace décadas (la mayoría de) nuestros intelectuales y académicos habían hecho mutis por el foro, se refugiaron en puestos académicos o burocráticos, en parcelas de investigación, y dejaron la cosa pública en manos y, sobre todo en boca, de políticos y «expertos» que impusieron su potencial de ser los únicos profesionales de la palabra con derechos a dar visiones y versiones de la realidad. O mejor dicho, de una realidad acomodada a los intereses de los poderosos.
Hoy se quiere reducir la realidad a la actualidad de los noticieros de televisión, que cada día se van pareciendo más a las telenovelas. Es que tratan de desprendernos de nuestra historia, quieren borrar nuestras huellas para que no sepamos de dónde venimos. Si no sabemos de dónde venimos no sabremos a dónde ir, ni vamos a enterarnos de cuál es nuestro otro destino posible. Se vende la actualidad como si fuera un destino y es un destino armado, decía, al modo de una telenovela.
El futuro hay que imaginarlo. El fin de la historia nos condenó a padecer el futuro como una repetición del presente. Y nosotros nos oponemos a que la mera idea de que los latinoamericanos vayamos a ser meras sombras de cuerpos ajenos. Aquí la historia no terminó: recién está comenzando.
Estamos convencidos de que no hay ninguna forma de cambiar la realidad si no comenzamos a verla como es, porque para poder transformarla hay que empezar por asumirla. Ese es el problema mayor que tenemos los latinoamericanos: hemos estado ciegos de nosotros mismos. Eduardo Galeano dice que durante 513 años hemos sido entrenados para vernos con otros ojos, con ojos de extranjeros.
Hoy comenzamos a vernos con nuestros propios ojos, cansados de que nos expliquen quiénes somos, cómo somos, qué debemos hacer. Desde el Norte nos ven en blanco y negro -sobre todo en negro: solo aparecemos en las noticias si nos ocurre una desgracia- y, en realidad, somos un continente en technicolor. Comenzamos a vernos con nuestros propios ojos, a reconocernos, para poder integrarnos.
Se trata de recobrar la palabra, de recuperar la memoria, las tradiciones, nuestros propios conocimientos ancestrales. Es hora de despertar con esta nueva alborada. Es hora de mirarnos al espejo y pasar del eterno diagnóstico inmovilizador a la acción. Hay quienes dicen que otro mundo es posible. Nosotros, desde el Sur, hace muchos años que sabemos que otro mundo no es posible sino necesario, imprescindible, y que debemos construirlo todos los días, y todos juntos, unidos. La política de dominación y expoliación, ha sido, por 513 años, la de dividirnos. Y estamos convencidos que no podemos coadyuvar a este proceso de integración regional que avanza impulsado por nuestros estados y también por los movimientos sociales que impulsan la unidad, si no nos conocemos entre nosotros.
La cultura contemporánea empuja a la gente a la soledad y a la violencia. Hoy ser niño en una ciudad latinoamericana es muy difícil, porque el que no es preso de la necesidad está preso del miedo. Hay 15 millones de niños abandonados en nuestras ciudades, obligados a sobrevivir, al delito, que es, según Eduardo Galeano, la única forma de iniciativa privada que les está permitida. De cada tres niños que nacen en nuestra región, uno muere antes de los cinco años y la mayoría de los que sobreviven están condenados a ser delincuentes de seis, siete o 10 años, a morir de bala o de droga. Y los otros niños están presos del miedo en sus casas, por una televisión que los atrapa en su imposibilidad de hacer, por el miedo de nacer, a vivir, a cambiar, a caminar con las propias piernas. Esta televisión que forma consumidores, te amaestra para la parálisis y después te venden las muletas.
Sabemos que desde el Norte, nos bombardean con una gran cantidad de información-basura que solo sirve para desinformarnos y sentirnos dependientes . Sabemos de Chechenia, pero no conocemos siquiera nuestro reflejo y muchos menos a nuestros vecinos.
No creemos en la esperanza a medida, dogmática. Creemos en la esperanza viva, en la vida. Por eso Telesur: un canal para tender nuevos puentes, para construir espacios de integración, de encuentro, de afectos. Es un lugar para descubrirnos, querernos y reinventarnos a través de una lente propia, escapando de los estereotipos que nos han enmarcado las miradas de otros. Con un lenguaje propio, con una identidad visual que nos permita mirarnos desde una perspectiva diferente: la nuestra.
Frente al intento de imponer un pensamiento, un mensaje, una imagen únicos, Telesur surge en plural, reivindicando el nosotros, el sueño colectivo de una América.
Lo grave es tener la verdad y compartirla apenas con uno mismo. La información que nos llega está contaminada con una serie de medias verdades demostrables factualmente, tergiversación, manipulación.
Telesur es una estructura de alcance mundial y alta calidad para la transmisión de contenidos progresistas, para ofrecer las realidades del continente de forma inmediata, veraz, creíble, balanceada, contextualizada, que favorezca matrices de opinión favorables a la integración de nuestros pueblos, de difundir perspectivos diversas y plurales en torno a los grandes temas y preocupaciones que afectan a los colectivos, para el fomento del debate y la conciencia crítica ciudadana.
Se trata de promover la diversidad cultural a fin de fortalecer la memoria histórica y la identidad colectiva de nuestros pueblos, de fomentar la participación protagónica, organización y articulación de los pueblos mediante la creación de espacios para la difusión de las voces de nuestras organizaciones sociales. Se trata de democratizar la producción de contenidos para garantizar esa diversidad y pluralidad.
Hay quienes se «preocupan» por la independencia política y editorial de Telesur. Incluso, la Cámara de Representantes de Estados Unidos dio a conocer una resolución -antes incluso que hubiera programación de Telesur en el aire- descalificando al canal latinoamericano. Lo mismo que vienen haciendo en diversos países de nuestra región los grupos oligopólicos, coincidentemente dueños también de los medios comerciales de comunicación social.
Pero eso era obvio y esperable: comenzamos a desalambrar los latifundios mediáticos latinoamericanos en el camino de la democratización del espectro televisivo en nuestra región. Era obvio y esperable: después de 513 años se está terminando la afonía de las mayorías, y aquellos que nunca tuvieron voz ni imagen hoy las comienzan a tener.
Sabíamos que otro tipo de comunicación era necesario, imprescindible, urgente. Pero muchos dudaban de que fuera posible. Hoy Telesur es, precisamente, la demostración de la factibilidad de un medio alternativo al mensaje hegemónico del Norte. Masivo y no marginal. Por ello la meta debe ser crear muchos telesures, en el camino de la democratización del espectro televisivo, en la necesidad de afianzar nuestras democracias y hacerlas más justas, equitativas, participativas, diversas y plurales. Democracias con todos y para todos, con ciudadanos informados y con conciencia crítica.