Polemizando con el socialdemócrata Sujánov, Lenin escribió, casi en el ocaso de su vida, una respuesta a este personaje titulada ‘Nuestra Revolución’ (Lenin, O.E., Tomo VI, Cartago). En ella polemizaba con aquellos denominados ‘marxistas’, cuya ‘concepción del marxismo es insoportablemente pedante’. Y acotaba. ‘ No han comprendido lo decisivo del marxismo: su dialéctica revolucionaria’. ‘Incluso […]
Polemizando con el socialdemócrata Sujánov, Lenin escribió, casi en el ocaso de su vida, una respuesta a este personaje titulada ‘Nuestra Revolución’ (Lenin, O.E., Tomo VI, Cartago). En ella polemizaba con aquellos denominados ‘marxistas’, cuya ‘concepción del marxismo es insoportablemente pedante’. Y acotaba. ‘ No han comprendido lo decisivo del marxismo: su dialéctica revolucionaria’. ‘Incluso las claras indicaciones de Marx de que durante la revolución hay que ser flexibles al máximo’.
En ese momento se aplicaba en la URSS la Nueva Política Económica (NEP), mediante la cual se ‘retrocedía’ en el objetivo socialista de la revolución para hacer algunas concesiones al campesinado pequeñoburgués y tratar de que los capitalistas mundiales, enemigos de la URSS desde un primer momento, hicieran inversiones, controladas por el estado socialista, en el país.
La polémica de Lenin con Sujánov y otros muchos socialdemócratas ‘democratistas’, ‘evolucionistas’, etc., etc., se daba en cuanto estos argumentaban, habida cuenta del momento penoso por el cual pasaba el joven país socialista, que la revolución no tenía futuro allí, debido a que no estaban dadas ‘las condiciones’ para este tipo de revolución. Ante los argumentos esgrimidos por los reformistas, Lenin sostenía: ‘no puede ser más vulgar el argumento, que aprendieron de memoria durante el desarrollo de la socialdemocracia en Europa occidental, de que nosotros no hemos madurado aún para el socialismo, de que- como se expresan ciertos ‘eruditos’ señores que militan en sus filas- en nuestro país no existen las premisas económicas objetivas para el socialismo.’ (…) ‘ «Rusia no ha alcanzado un nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que haga posible el socialismo». Todos los héroes de la II Internacional (…)se empecinan en esta tesis. Repiten de mil maneras diferentes esta tesis indiscutible, que les parece decisiva para juzgar nuestra revolución’.
Burlándose de los eclécticos y pusilánimes de esa época, que sostenían que para construir el socialismo se requería ‘determinado nivel cultural’, Lenin afirmaba: ‘…nadie puede decir cual es este determinado «nivel cultural», pues es diferente en cada país de Europa occidental’. Y acotaba- dado que este «nivel cultural» era uno de los comodines de los reformistas para no iniciar la revolución socialista-: ‘¿Por qué entonces(…) no podemos comenzar por la conquista, en forma revolucionaria, de los prerrequisitos para ese determinado nivel de cultura, y después, con la ayuda del poder obrero y campesino y del sistema soviético, pasar a alcanzar a las demás naciones?’
En pocas palabras, ¿porque no modificamos las relaciones de producción en el marco de la revolución socialista y a través de ellas no desarrollamos ‘ la cultura’ y las fuerzas productivas?
Esta polémica entre leninistas y reformistas -posibilistas se dio en la RPDC y en la Cuba socialista, cuando el Che, en sus debates de los inicios y mediados de los años 60, polemizaba con Bethelheim y sus panegíricos con la ayuda de Ernest Mandel, teórico y economista trotskista y otros. ¿Eran por esto Lenin, Kim Il Sung y el Che, en el contexto de adelantar -o saltar- ‘etapas’ y modificar las relaciones de producción antes que se desarrollara la ‘cultura’ y las fuerzas- productivas -trotskistas? ¿O algo así, anatemizable por ciertos compañeros hasta las últimas consecuencias?
Civilización para algunos…
Continuando con Lenin y la polémica citada, el revolucionario ruso inquiría, dirigiéndose a los socialdemócratas: ‘¿Dicen ustedes que para construir el socialismo hace falta civilización?. Muy bien. ¿Pero entonces porque no podíamos crear primero tales prerrequisitos de civilización en nuestro país, como la expulsión de los terratenientes y los capitalistas rusos, y después iniciar el movimiento hacia el socialismo? En que libros han leído’ -sostenía Lenin tácitamente, en torno a la ciencia del cambio y el enfoque integral de un fenómeno: la dialéctica marxista- ‘que es inadmisible o imposible semejantes variaciones del habitual orden de sucesión histórica de los acontecimientos? Creo que Napoleón escribía (…) «Primero hay que entablar una batalla seria y después ver qué ocurre». Pues bien, nosotros entablamos en 1917, primero un combate serio, y después analizamos detalles de desarrollo’ -o sea avances y retrocesos tácticos- ‘como la paz de Brest, la NEP, etc.’.
Por último, en cuanto a la polémica con Sujánov y los socialdemócratas, Lenin sostiene que estos ‘nunca soñaron que las revoluciones pueden hacerse de otra manera. Nuestros filisteos europeos nunca soñaron siquiera que las futuras revoluciones en los países orientales, que poseen una población mucho más vasta y una diversidad mucho más vasta de condiciones sociales, presentarán sin duda rasgos aún más particulares que la revolución rusa’. (entre cursillas del autor).
Y aquí está el quid de la cuestión. Porque Lenin, refiriéndose a esos países, se está refiriendo, aún sin conocerlos a todos, a todos los países y naciones del denominado Tercer Mundo, expoliados doblemente por sus oligarquías y burguesías y por el imperialismo europeo y norteamericano de aquella época. Países y regiones como los de Nuestra América Indolatina y Caribeña, expoliada y vuelta a expoliar, como ahora, por el imperialismo de turno.
Aquí y ahora
En su polémica con Sujanov, Lenin hace referencia a la situación revolucionaria que se creó en Rusia en el contexto de la guerra interimperialista, que hizo posible y necesaria la revolución antimonárquica, anticapitalista y socialista en Rusia en forma casi simultánea. Pues bien, hoy nuestro país, Argentina, se halla en medio de una guerra no declarada formalmente a sus trabajadores y pueblo en general por la dictadura sui géneris colonial de Mauricio Macri y sus compinches. Guerra que, como toda guerra, comenzará con la derrota de uno de los contendientes. Si gana el enemigo, nuestra Nación, en el marco de un nuevo orden mundial capitalista impulsado por el gran capital industrial-financiero sucumbirá, y con ella sucumbirá su clase obrera y popular, los únicos defensores a ultranzas de la Nación, puesto que la Nación son ellos mismos. Territorio, cultura, economía, defensa, sociedad…todo es obra de los trabajadores históricos y actuales, en lucha contra el enemigo de afuera y adentro…ni que hablar de las naciones originarias, esa muchedumbre oriental de nuestro subcontinente de la cual, haciendo referencia a Asia y otros continentes explotados y saqueados, hablaba Lenin.
Por ello no hay escusas, para los revolucionarios o quienes pretenden serlo de aquí, para enfrentar al enemigo de clase- y de Nación, por lo tanto- personificado hoy en el macrismo y sus compinches de distinto signo. Enfrentarlo y derrotarlo ya, a través de una insurrección popular dirigida por los más conscientes trabajadores agrupados en partidos y organizaciones sociales, sin prejuicios democratistas burgueses, pacifistas, institucionalistas, electoralistas, parlamentaristas, etc., etc.
Echarlos, autoconvocarnos en una Asamblea Constituyente soberana en el marco de la construcción de un Poder obrero y popular transicional hacia el socialismo, en unidad revolucionaria, dejando de lado diferencias secundarias.
Si Lenin fuese argentino, estaría en eso.
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