«Los amigos del barrio pueden desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer.» (Charly García) Ya no asombran a nadie. Indignan, enfurecen, entristecen un poco, pero ya no causan asombro. Llevan tantas décadas de lo mismo, que hay que estar muy distraído para no reconocerlos al instante. Hay épocas en que se camuflan bien, hasta logran […]
«Los amigos del barrio pueden desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer.»
(Charly García)
Ya no asombran a nadie. Indignan, enfurecen, entristecen un poco, pero ya no causan asombro. Llevan tantas décadas de lo mismo, que hay que estar muy distraído para no reconocerlos al instante. Hay épocas en que se camuflan bien, hasta logran mimetizarse con el entorno. Hay otros momentos, por el contrario, que se revuelven y se arrastran y debaten en el barro, y son tan llamativos, que es difícil no notarlos.
Acá están, otra vez. No porque volvieron, sino porque nunca se fueron. Los que nadaron en las negras aguas de la impunidad por tanto tiempo son así, creen que pueden seguir siendo impunes por siempre. Error. Grave error. La cobardía que movilizó antaño sus actos oscuros, obra nuevamente, ahora algunos hasta se animan a dar la cara. Hay que reconocer semejante gesto de bravura. No cualquiera pide un descabezamiento de autoridades democráticas a voz en cuello en estos días. Hay que tener muy claro los principios que mueven la necesidad de ver sangre en la plaza pública, hay que ser muy fascista para sostener semejante afirmación. Insisto, no cualquiera.
Ahora, hay que saber entenderlos, les vienen pegando abajo. Cárcel común, perpetua y efectiva… juicios al ángel más negro de todos… hasta les bajaron el cuadrito de Jorge Rafael. Y los bolsillos, si los bolsillos pudieran hablar…. seguramente dirían cosas un poco extrañas, referidas a esposas de caballos o a los animalitos que viven en el mar, como si planearan salir de caza. Es que están tan alborotados que dicen cualquier cosa, están tan escandalizados que hasta nombran a Posse como Ministro de Educación, será para ver si con eso ‘aprendemos’.
Épocas como éstas obligan a pronunciarse. Yo, que no soy yegua ni pescado, siento la necesidad de decir que no se trata de adhesiones partidarias, o de cuan simpática me cae una medida o cuanto desacuerdo con alguna ley. Hoy, ahora, se trata de levantarse firmes ante semejante embate de lo peor de todos los tiempos, de los asesinos, de los apropiadores, de los torturadores, de los que destruyeron el tejido social de este país, para amasarlo y manejarlo a sus propios antojos durante tanto tiempo. Si por las mezquindades que genera hablar desde el oficialismo o desde la oposición, caemos en lo peor que puede hacer un pueblo: no aprender de sus errores y damos un paso atrás, mereceremos semejante derrumbe. Y si las Madres, Las Abuelas y los Hijos no lo dieron, nosotros tampoco.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de la autora, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.