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Dolarización, pesificación y la búsqueda de una moneda nacional consolidada

Fuentes: Rebelión

El albur neo-liberal inaugurado en la Argentina a partir de la fatídica última dictadura militar abrió un ciclo de desvalorización de la moneda nacional vía sus constantes y premeditadas devaluaciones en favor de la moneda extranjera –extrayendo valor de las clases trabajadoras y medias– donde el camino del dólar era el refugio necesario ante el proceso anteriormente mencionado.

En términos macroeconómicos el comienzo del proceso de endeudamiento externo argentino en conjunción con la exteriorización de la economía local dio como preeminencia la utilización de la moneda extranjera como medio de pago y acumulación al compás de ser un signo monetario desligado del suficiente respaldo en términos de divisas luego del quiebre del patrón oro por parte de la administración Nixon en 1973.

Por ende, se inundó la periferia latinoamericana con una moneda devaluada e inflacionaria que se convertía en la pesadilla política de las sucesivas administraciones democráticas que eran puja de las presiones externas por la retribución de las deudas anteriormente adquiridas por los anteriores regímenes de facto y de cómo obtener dichos ingresos ante economías de corte primario afectas a las fluctuaciones de sus precios inducidos externamente.

Las crisis económicas y políticas se sucedieron periódicamente y el proceso de avance dolarizador –especialmente para el caso argentino– continuó hasta el paroxismo de intentar una absoluta dolarización pero los conocidos acontecimientos de diciembre de 2001 abortaron dicho medida aunque el hermano país ecuatoriano fue afecto –gracias al ex ministro menemista Domingo Cavallo- al mismo y sus consecuencias fueron catastróficas para dicho país, algo que la administración Correa viene corrigiendo desde su asunción.

Es la cara de la financiarización de la economía en desmedro de la economía para la producción, algo que la actual crisis europea pone de manifestó sobre los países menos agraciados de dicho continente.

Pero volvamos a nuestra coyuntura y del por qué –desde otro cariz– es importante la plena vigencia monetaria argentina y la necesidad de contar con una moneda de referencia propia que permita también des-dolarizar la composición del precio de los bienes de consumo interno y que dichos precios sean acompañados por los procesos internos y no por los externos donde el dólar y su continua devaluación expresa los intereses de otra nación.

Por consiguiente, un aumento de la rotación del papel moneda argentino –vía también la necesaria pesificación de la operatoria inmobiliaria– y la correlación de tasas de interés con coeficientes de inflación sin caer en la opción de financiar en vez de producir, permitirá un mayor dinamismo interno y desacoplarnos de las incidencias de la ya mentada crisis financiera internacional.

Los indicadores macroeconómicos locales permiten hoy afianzar un proceso de acumulación, distribución y empleo que vaya recuperando soberanía económica propia pero de su éxito también depende de un cambio de actitud cultural por parte de cierta o parte de una franja social que por los nefastos recuerdos encuentra en el «verde» la salvación de su patrimonio.

Los que hoy hablan de la falta de confianza fueron los que ayer no la pudieron garantizar, por lo tanto, en vez de blasfemar sin memoria hablemos de un presente que a la vista -y por mi breve memoria de 44 años– está edificado por producción y trabajo real en desmedro de pasada década de fluidez y desempleo.

Aun resta considerar una reforma tributaria integral y progresista que beneficie a los sectores medios y trabajadores en desmedro de la especulación y el acopio de riqueza extraordinaria y que en muchas veces es de carácter improductivo y recesivo. La voluntad política parece manifiesta, será entonces nuestro lugar continuar vivenciando este proceso y tratar de incidir en su destino que en efecto es el destino de todo un país.

Ezequiel Beer. Geógrafo UBA y analista politico