El proyecto financiero-neoliberal del imperialismo norteamericano y europeo se ha encontrado en la última década con un freno concreto en América Latina: el proceso de resistencia de los pueblos y el proceso de integración regional que viene atravesando Nuestra América. Sin embargo, los planes políticos, económicos y militares del imperialismo norteamericano no han quedado en […]
El proyecto financiero-neoliberal del imperialismo norteamericano y europeo se ha encontrado en la última década con un freno concreto en América Latina: el proceso de resistencia de los pueblos y el proceso de integración regional que viene atravesando Nuestra América. Sin embargo, los planes políticos, económicos y militares del imperialismo norteamericano no han quedado en el olvido. Los distintos Tratados de Libre Comercio, la militarización de la región, los golpes de Estado y el intento de desestabilizar a los distintos gobiernos progresistas, se enmarcan en un plan de reinstalar un modelo profundamente regresivo para nuestros pueblos. Nos encontramos en un momento histórico donde se están jugando coyunturas importantes para los pueblos de nuestro continente. En este marco, la contradicción principal en América Latina se encuentra más explícita. Es por esto mismo, que el compañero Fidel Castro, en pleno auge del neoliberalismo y del «fin de la historia», en el Foro Social de San Pablo de 1993, lanza con mucha claridad la siguiente consigna: «La batalla principal es derrotar al neoliberalismo», y continúa la exposición planteando la necesidad de la unidad regional para este cometido, a cualquier costo (ver discurso de Fidel).
La contradicción ente el Imperialismo y la Unidad Latinoamericana sigue más vigente que nunca. Es desde ahí, que debemos leer la actual coyuntura política que atraviesa nuestro continente. Primero, porque el enemigo principal de los pueblos siguen siendo el imperialismo (y sus aliados locales) y segundo, porque la forma de frenarlo han sido la combinación de las rebeliones populares y la integración regional de los gobiernos progresistas o moderados.
Dicho esto, dejamos para otro momento un análisis sobre la contradicción en América Latina. Para nuestro propósito nos basta con mostrarla, ya que la intención de este artículo es ver cómo se expresa la contradicción política principal en nuestro país, Argentina. Haciendo hincapié en el nivel de fragmentación y desorientación política en el que se encuentran las fuerzas anti-imperialistas, respecto de poder identificar aliados y enemigo principal.
Qué es lo que parte aguas en Argentina
La contradicción principal entre el Imperialismo y la Unidad Latinoamérica no está explícita en la agenda política argentina. Esta disputa estratégica no es lo que parte aguas en nuestro país, donde se podría identificar abiertamente un polo anti-imperialista en el que aglutinar fuerza. Por el contrario es en la dicotomía Kirchnerismo – AntiKirchnerismo donde se polariza la lucha política. Esto expresa un grave problema para la militancia popular, ya que imposibilita la unificación de las fuerzas anti-imperialistas en un único polo político y, por tanto, impide visibilizar al enemigo estratégico.
En el plano político electoral esto implica la disyuntiva entre dos frentes democráticos-burgueses con programa progresista: el Frente Para la Victoria y el Frente Amplio Progresista. Ambos son bloques que tienen una orientación pro-imperialista, pero que responden a distintas fracciones de la clase dominante; por lo que los enfrentamientos que vienen teniendo entre sí no implican lo mismo para los sectores populares.
Tengamos en cuenta algo: ya van más de 10 años del 2001, donde el Kirchnerismo se posicionó como alternativa de gobierno en el ciclo nacional actual, teniendo por su principal virtud la delimitación de ciertos enemigos que son también enemigos del pueblo (por ejemplo, la Sociedad Rural o Clarín); a la vez que el armado de alianzas con sectores que son también enemigos del pueblo (el PJneoliberal o la Barrick Gold). Esta capacidad de generar enemigos dejó sin iniciativa a grandes sectores del campo popular, dividiéndose y yendo detrás de estos dos frentes democrático-burgueses.
Avanza la derecha y no hay una táctica para enfrentarla
El problema principal que expresa esta dispersión de fuerzas es que abona para el rearme y avance de la reacción, la cual viene reconfigurando una táctica política de cara al 2015 (ver «La Táctica Actual de la Derecha»). Esta debilidad se plasma frente a determinadas coyunturas, donde la dicotomía Kirchnerismo – Antikirchnerismo hace que la militancia popular tenga posiciones enfrentadas, y hasta irreconciliables, de acuerdo al polo político en el que se juegue.
En lo concreto, esto impide unificar a las fuerzas populares para golpear, y plantear salidas comunes, contra los enemigos históricos de nuestro pueblo. La ley de medios, la 125, la ley ART, la ley Anti-terrorista, la megaminería y hasta las posiciones frente a la dirección reaccionaria de los cacerolazos, son algunos de los ejemplos más claros, donde lo que debería primar es la lucha contra los enemigos comunes, y de ninguna forma la contradicción secundaria. Representa un problema enorme, que expresa la gran desorientación política que está atravesando la militancia argentina, poner por encima de la lucha contra las corporaciones económicas (y las medidas que estas exigen a los gobiernos), a la dicotomía K-AntiK.
Por este motivo, y por el rearme político que están teniendo los sectores más conservadores, es que alertamos sobre esta dispersión de fuerzas, la cual impide pensar en una salida política revolucionaria verdaderamente popular, democrática y anti-imperialista para nuestro país.
Ya que:
- El Kircherismo Progresista no tiene una estrategia para impedir el avance de la derecha en sus propias filas, es decir, el avance del PJ neoliberal; y hasta ha expulsado a sectores del campo popular a jugar en el Anti-kirchnerismo. (ver: «Más allá del 2013, sobre losreacomodos en el PJ»)
- El Anti-Kirchnerismo Progresista está ampliando su marco de alianzas con sectores de la derecha, y por sus distintos posicionamientos (llámese fondos buitres, 8N, LSCA, la 125 y la particular definición sobre la asunción de Chavez), está siendo furgón de cola a nivel nacional de la reacción liberal.
Por eso mismo es necesario afirmar que ambos frentes políticos tienen proyectos distintos, pero algo en común, son pro-imperialistas. El Kirchnerismo ligado al capital extranjero para impulsar el neo-desarrollismo, y el Anti-kirchnerismo ligado directa o indirectamente a los sectores agro-exportadores y financieros.
La cuestión central es que hay muchísimas organizaciones populares, que sí tienen una perspectiva anti-imperialista y están jugando atrás de estos dos bloques.
La unidad de las fuerzas anti-imperialistas
Este estado de situación en el campo popular implica la necesidad de proyectar una política de acumulación que vaya más allá de la dicotomía política actual. Minar la contradicción entre Kirchnerismo – Antikirchnerismo se plantea entonces como un objetivo estratégico. Es decir, empezar a abonar a la unificación de las fuerzas anti-imperialistas en el largo plazo.
Esto implica tener la claridad de posicionarse frente a cada coyuntura y sin vacilaciones contra los enemigos comunes, más allá de que bloque político impulse la iniciativa. Implica también poder delimitarse claramente de todos aquellos sectores que quieren imponer un modelo más regresivo en nuestro país. Pero implica sobre todo, dejar de lado esa enfermedad política que tanto mal le hizo a nuestro pueblo, el sectarismo. Porque más allá de que táctica política estemos llevando adelante en el escenario actual, hay que hacerse cargo de que los sectores organizados de nuestro pueblo, están fragmentados, algunos jugando en el Kirchnerismo y otros en el AntiKirchnerismo acérrimo.
Por eso mismo, es que debemos recuperar la fraternidad política y afrontar las diferencias con una perspectiva a largo plazo. La batalla de ideas y la apuesta a confluir en la acción práctica, siguen siendo fundamentales en la etapa actual.
Párrafo aparte merecen las rupturas que se vienen desarrollando en algunas organizaciones del campo popular. Estás no escapan al proceso de desorientación general que está atravesando la militancia hace algunos años. El hecho de confundir la contradicción principal con la contradicción secundaria, y no tener una guía de acción clara que nos permita atravesar las coyunturas que se vienen dando, es una de las principales causas de este proceso.
El fortalecimiento del Estado contra el libre-mercado, y el fortalecimiento de la organización popular como única garantía para profundizar los procesos políticos y sociales, son la guía para desarrollar una política que permita avanzar y abonar al polo de la Unidad Latinoamericana contra el Imperialismo. Ya que como dijimos, esa es la contradicción política real que atraviesan nuestros pueblos.
La derrota a nivel mundial que sufrimos con la llegada del neoliberalismo no es igual a resignación, sino que como conjunto de la militancia popular argentina tenemos por delante el problema de pensar una alternativa política de masas que dé pasos concretos, y en nuestro país plantee nuevos desafíos. El socialismo tiene que dejar de ser una invocación de deseo o de nostalgia de algún ejemplo histórico lejano, hay que darle forma propia e involucrarlo con las tareas democráticas políticas actuales, palpables para el conjunto de la población.
¿Por dónde empezar? Para disparar el debate
La imposibilidad de construir una perspectiva política a nivel nacional, producto de que las organizaciones anti-imperialistas se encuentran jugando tras la dicotomía Kirchnerismo – AntiKirchnerismo, nos lleva a la pregunta de por dónde empezar a dar la lucha política. Y surge una posibilidad bastante clara en los territorios locales (provinciales o municipales), donde hay experiencia concreta en la lucha social y reivindicativa, pero muy poca experiencia política. Ahí es donde se pueden detectar con claridad los enemigos principales y aglutinar fuerza popular que desarrolle una alternativa política y social. En los territorios nos encontramos sin mediaciones con el PJ neoliberal, el Peronismo Federal o el socialismo a la Binner. Es ahí donde podemos empezar a unificar las fuerzas populares, democráticas y anti-imperialistas y empezar a dar pasos concretos en la disputa del Poder del Estado. Debemos trabajar paciente y tenazmente en la acumulación política, para empezar a mostrar que podemos gobernar como pueblo los destinos de una porción de la patria. Son muy pocas las organizaciones populares que pueden convertirse hoy en una alternativa política local real, construyendo un poder popular que ponga la agenda política cotidiana sobre la mesa, que demuestre capacidad de gestión, ganando posiciones en la disputa del poder estatal y seguir avanzando en la acumulación para transformar de una buena vez y para siempre, nuestro país, la Argentina.
Fuente original: http://elnuestrotiempo.