Días después de anunciar las primeras medidas de ajuste del flamante gobierno de Mauricio Macri, el ministro de Hacienda y Finanzas de Argentina, Alfonso Prat Gay (ex directivo de la banca JP Morgan en Londres, Nueva York y Buenos Aires) se metió de lleno en las negociaciones salariales entre gremios y empresarios con una curiosa […]
Días después de anunciar las primeras medidas de ajuste del flamante gobierno de Mauricio Macri, el ministro de Hacienda y Finanzas de Argentina, Alfonso Prat Gay (ex directivo de la banca JP Morgan en Londres, Nueva York y Buenos Aires) se metió de lleno en las negociaciones salariales entre gremios y empresarios con una curiosa advertencia: «Me parece que cada sindicato sabrá dónde le aprieta el zapato y hasta qué punto puede arriesgar salario a cambio de empleo«. Las palabras del ministro sonaron admonitorias para con los gremios al tiempo que resultaron un guiño a los sectores empresariales, que son quienes más han apoyado las decisiones económicas como la salida del cepo cambiario, la devaluación y la liberación de retenciones.
El nivel inflacionario, lejos de detenerse, se ha estimulado en estos días de gobierno macrista con perspectivas de crecimiento para los próximos meses: los incrementos en tarifas, celulares, prepagas, turismo y alimentos prevén un primer trimestre complicado en materia de inflación. La advertencia del ministro apunta a meter presión en el ánimo de los trabajadores y hasta alienta a los sectores patronales a plantear despidos masivos si los pedidos sindicales superan lo que el gobierno considere un techo para las negociaciones. Para el neoliberalismo el concepto de paritarias (acuerdos salariales entre trabajadores y empresarios) es incómodo, máxime si es el Estado el que tiene un rol central en las negociaciones. Un exponente ideológico de esa corriente llegó a expresar que, en ese marco, las paritarias constituyen un concepto fascista.
Hasta ahora, las propuestas del gobierno han sido beneficiosas para los sectores concentrados de la economía; los trabajadores, por el contrario, sólo han recibido una intimidación. Que los gremios deban resignar reivindicaciones salariales para poder garantizar las fuentes de trabajo suena, decididamente, a chantaje. «No vamos a aceptar chantajes como los que expresa (el ministro) Prat Gay -enfatizó Hugo Yasky, titular de la CTA- que se asume con esas declaraciones como parte de los grupos empresarios que quieren volver para atrás con los derechos adquiridos por los trabajadores. Tampoco vamos a homologar ninguna decisión que implique transferir salario como renta de los grupos empresarios«. El flamante ministro Prat Gay había dicho días atrás que «el Gobierno va a establecer una meta de inflación creíble» para «ser tomada como referencia por empresarios y sindicatos«. Sin embargo a las pocas horas fue más rotundo y blanqueó aquello de «cuidar el empleo».
Desde el oficialismo intentan diferir hasta abril o mayo las primeras negociaciones salariales, partiendo de un techo muy inferior al índice inflacionario que se maneja hoy. Desde los gremios rechazan la posibilidad de discutir paritarias en base a un modelo previamente pautado en el que el aumento salarial se fija desde afuera de los sindicatos, en una especie de acuerdo económico social .
En la película Dos días, una noche, dirigida por los hermanos Dardenne, la protagonista -Marión Cotillard- ha sido temporariamente suspendida en la fábrica de paneles solares donde trabaja, y debe convencer a sus compañeros de que renuncien a una paga extra para que ella pueda conservar su trabajo. La alternativa que ofrece la empresa a sus trabajadores es perversa: otorgarles un aumento a los empleados del sector a condición de que uno de ellos sea despedido, o bien retener a todos los trabajadores sin concederles ningún incremento de sueldo. La urgencia del drama social en los países que aplican las políticas neoliberales, como la Europa actual, está puesta nítidamente en este filme efectivo y despojado de retóricas.
Aumento o despidos: esa parece ser la opción posible para estas políticas de ajuste y concentración de la riqueza. La restauración conservadora en la Argentina está en marcha. El consejo o sugerencia del ministro a los trabajadores suena a revanchismo en boca de un gobierno que ha beneficiado claramente a los sectores empresarios. Para consejos, prefiero uno del Viejo Viscacha (así con S y no con Z), ese gaucho ladino y ventajero que bien inmortalizó José Hernández en su obra capital, Martín Fierro:
«El primer cuidao del hombre
es defender el pellejo
Llevate de mi consejo,
Fijate bien lo que hablo:
El diablo sabe por diablo
Pero más sabe por viejo».
Gabriel Cocimano (Buenos Aires, 1961) Periodista (UNLZ) y escritor, publica artículos, ensayos y monografías en medios nacionales e internacionales. Su último libro es «Café de los Milagros» (Editorial Autores de Argentina-2015). Todos sus trabajos en el sitio web www.gabrielcocimano.
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