Los docentes y el conjunto de los asalariados, saben muy bien a quien aluden cuando sindican a los poderosos como responsables de esta situación. Comprenden que no se trata de interpretar la existencia, sino de transformarla. El 11 de junio pasado, se hizo pública a través del diario La Capital, una nota de opinión firmada […]
Los docentes y el conjunto de los asalariados, saben muy bien a quien aluden cuando sindican a los poderosos como responsables de esta situación. Comprenden que no se trata de interpretar la existencia, sino de transformarla.
El 11 de junio pasado, se hizo pública a través del diario La Capital, una nota de opinión firmada por el ex-maestro y profesor nacional de Educación Física, hoy devenido en Pedagogo, Estanislao Antelo. Elabora en ella, un discurso con centralidad en la definición de contenidos y alcances de la relación pedagógica, que entiende a resultante de la sumatoria y mutua interinfluencia de los términos enseñar y asistir.
El autor llama la atención del lector advirtiéndole sobre la existencia en el mundo de las ideas educativas de una concepción que estima debe ser erradicada, sustentada en la antinomia ENSEÑAR VS ASISTIR, la que juzga poco feliz y extorsiva, esto último deduciéndola de la premisa según la cual «quien asiste no enseña» y lo primero, porque no repara en que la acción educativa no puede ser entendida sin reconocer el «desamparo inicial de la cría humana» que exige para ese sujeto, cuidado, asistencia y crianza.
Pero claro, esa antinomia seria abstracta y vacia de todo contenido si permaneciera simplemente en el mundo de las ideas educativas, por ello el artículo de opinión que comentamos avanza presuroso buscando reflejo de lo sostenido, en el mundo de la experiencia sensible, para detectar los usos deformados sostenidos en esa antinomia que impiden concretizar esa premisa liminar que aboga por la complementariedad de los términos enseñanza asistencia, definidores de la noción de Educación.
Con esa búsqueda para nada neutral, el autor arremete contra los docentes sindicalizados y les «enseña» por via de la advertencia, que caen en la falaz antinomia enseñanza vs Asistir cuando luchando contra el modelo educativo que instrumenta la clase dominante, funcional a la lógica reproductiva del Capital, denuncian la superposición en un mismo sujeto (el docente) de ambas tareas que resulta en la praxis con perdida de la calidad en la intervención educativa por necesaria priorización de la asistencia que imponen las condiciones de pobreza en la que gran parte de los alumnos se instalan en la cotidianidad del aprendizaje.
Es en este punto en el que el discurso de Antelo, revela su carácter puramente metafísico, pues olvida que los sujetos que protagonizan el proceso educativo están coexistiendo en el día a día con esa realidad de rasgos inhumanos que imponen la multiplicidad de carencias, en ese espacio concreto de la vida social que ocupa la relación educativa.
Esto le impide percibir que «denunciar», es lisa y llanamente dar noticia de algo que opera en el terreno mismo de la existencia. La denuncia es la herramienta del docente constreñido por esa realidad, que busca con ella iniciar el camino de su superación cualitativa en favor de los explotados, aceptando que no es posible un salto de esa naturaleza sin la completa compresión del problema por el conjunto de los sectores sociales involucrados. Y si se trata de encontrar antagonismos diremos que se opone a la denuncia, como actitud de vida, el silencio y la falta de señalamiento de esa situación de injusticia que subyace al asistencialismo, lo cual lleva por su extensión a la naturalización de la pobreza y con ello a la justificación en el plano ideológico,por consenso, de las injustas relaciones capitalistas que determinan en última instancia todo este particular hecho social.
Le pesa a nuestro escriba el carácter gremial de la denuncia, pues no se le escapa, que el adjetivo revela una participación colectiva de quienes en idéntica y objetiva situación en la relación educativa comparten ese dato de la experiencia que se proponen hacer público. No es un docente individuo, sino que es un docente que se reconoce primariamente como trabajador y como tal como un componente de esa clase social.
Se apela colectivamente a la denuncia no porque se eluda la emergencia del cuidado y se la contraponga objetivamente con la pura enseñanza sino que partiendo de esa realidad signada por la carencia se aspira a la transformación de esas circunstancias objetivas reveladoras del empobrecimiento y precarización de la existencia.
Antelo, como todo metafísico, ejemplifica con su existir y su discurso cierto desdén por la vida concreta, en la que si habitan aquellos a los que llama «progresia gremial».Ha encontrado su terreno en el más allá del mundo físico y desde esa posición se transforma en alquimista de nociones pedagógicas que solo sirven a los poderosos, de los que «casualmente» dice no saber quienes son. Denunciar las carencias del sistema educativo es vivir en el tiempo histórico que le toca transitar a todo sujeto componente de esa particular y específica relación social. Haciéndolo los docentes y el conjunto de los asalariados, saben muy bien a quien aluden cuando sindican a los poderosos como responsables de esta situación. Comprenden que no se trata de interpretar la existencia, sino de transformarla.