Este sábado Primero de Mayo se conmemora el Día Internacional de los Trabajadores. La lucha de clases en el capitalismo registra una acontecimiento histórico trascendental originado en esa fecha en 1886 en Chicago.
Esa ciudad se consideraba como el taller industrial del mundo y el primero de mayo estalla una huelga de 300 mil trabajadores por reivindicaciones laborales como la exigencia de la jornada de ocho horas de trabajo a consecuencia de la explotación patronal. Tres días después, la Revuelta de Haymarket fue reprimida por la policía a sangre y fuego, y tras la masacre cinco líderes anarquistas fueron llevados a la horca. Uno de ellos, August Spies, antes de morir dijo: “La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”.
Por supuesto ha habido grandes hechos de la historia de las luchas de clases en esta sociedad regida por el capital que han cimbrado el poder político de las clases dominantes como el de la Comuna de París en 1871 que este año celebró el 150 aniversario. Esta gesta histórica fue un periodo de insurrección revolucionaria sin precedentes del pueblo parisino. Este gran acontecimiento histórico en la capital francesa duró algo más de dos meses, del 18 de marzo al 28 de mayo del 1871 y conmovió a toda Europa. Aunque fallida, fue la primera experiencia histórica probando que los trabajadores podían tener el poder político en sus propias manos.
Tras los acontecimientos de Chicago, la Segunda Internacional Socialista dio un gran impulso a los intentos por convertir el 1º de mayo en un fecha conmemorativa de los Mártires de Chicago, reivindicando la reducción a ocho horas de la jornada laboral. A esa reivindicación histórica hoy día se suman otras más en la lucha de los derechos laborales de los trabajadores migrantes de todo el mundo. La Coordinación Transnacional de los y las Migrantes “llama a todos y todas los migrantes –hombres, mujeres, personas LGBTQIA, refugiados/as, solicitantes de asilo e indocumentados/as– a un día de lucha transnacional. Llamamos a todos y todas los/las trabajadores, los grupos feministas y antirracistas y los sindicatos a hacer de este primer de mayo un día por la libertad, el poder y la dignidad de los migrantes. Un día de huelga contra el racismo institucional que sostiene la explotación y reproduce la violencia patriarcal. En este año de pandemia, las mujeres y los hombres migrantes se han manifestado en toda Europa para romper el aislamiento y rechazar el chantaje de los documentos que pesa sobre sus vidas. Por eso, el 1 de mayo queremos impulsar la organización y movilización transnacional, para gritar juntos que las vidas de todos y todas los y las migrantes importan, que sean al interior o al exterior de la UE, regulares o irregulares.”
El mundo del trabajo explotado por el capital es más precario y salvaje dentro de una barbarie social. El capital sigue funcionando como una trituradora implacable de hombres y mujeres trabajadoras y sus familias. Urge una alternativa socialista democrática autogestionaria y ecologista por una sociedad humanizada.
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En México, el 1º de Mayo de 1892 se celebró por primera vez con la “Fiesta del Trabajo” en la ciudad de Chihuahua, pero es a partir de 1913 que la Casa del Obrero Mundial declaró la conmemoración del Día Internacional del Trabajo organizando el primer desfile obrero en el que participaron más de 25 mil trabajadores. Para entonces ya habían acontecido dos grandes luchas obreras heroicas: la huelga minera de Cananea, Chihuahua, en 1906, y la huelga textil de Río Blanco en 1907.
Durante muchos años posrevolucionarios la conmemoración del 1º de Mayo fue secuestrada por la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Como bien narra Javier Aguilar García en un libro coordinador por él, Historia de la CTM 1936–2006. El movimiento obrero y el Estado mexicano (UNAM, 2009): “En 1953–1957, la CTM otorgó importancia a la Celebración del Primero de Mayo. Si en años anteriores los líderes oficiales consideraban la fecha como acto inevitable, ahora los veían como momento especial para promover la educación sindical, política e ideológica. Los líderes cetemistas pretendía utilizarlo para mostrar la fuerza que la dirigencia ‘fidelista’ había alcanzado; para mostrar a los obreros quiénes eran los líderes y el poder de relación que tenían con el Presidente; para mostrar a la nación que en la CTM había ‘unidad monolítica’, que ya no existían discrepancias internas”. Hasta 1995 el Zócalo –corazón político nacional, dejó de ser monopolio político cetemista luego de que Fidel Velázquez dijera que el primero de mayo no habría demostración obrera en el Zócalo–, empezaba a ser ocupado por sectores representativos del sindicalismo independiente.
Desde luego, la subordinación política de las organizaciones obreras–sindicales al Estado había iniciado en los primeros años posrevolucionarios, pero su reforzamiento empezó con el Maximato de Plutarco Elias Calles, aunque el proceso definitivo de consolidación del corporativismo sindical “oficial” o estatista inició en 1936 con el régimen bonapartista de Lázaro Cárdenas. Con la asunción al poder de la CTM por Fidel Velázquez, quitándose el estorbo del gánster estalinista Vicente Lombardo Toledano, nace el llamado charrismo sindical que desde entonces conserva gran parte del control sindical.
Ahora la pregunta pertinente es: ¿Con la 4T el charrismo sindical y sindicalismo “blanco” (controlado directamente por los patrones) ha terminado o disminuido su poder? Parece que no es así. El corporativismo charril sigue caminando tan campante y el combate a la corrupción por el presidente Andrés Manuel López Obrador y su partido de Movimiento de Renovación Nacional (Morena) no se percibe en ningún lado pues la mafia del poder sindical continua detentando casi todos los contratos colectivos de trabajo. Algunos de los viejos charros sindicales hoy son legisladores de Morena como el senador Napoleón Gómez Urrutia, y aunque desaparezcan de escena, siguen manejando los hilos del poder como Carlos Romero Deschamps. Es muy cierto que no es tarea del gobierno federal democratizar los sindicatos sino de la lucha de los propios trabajadores, pero las estructuras del poder corporativo laboral permanecen intocables por el régimen político.
Se reconoce que este gobierno parece tener buenas intenciones por restituir derechos laborales arrebatados a los trabajadores desde los tiempos neoliberales; de igual manera es cierto que existe el intento por recuperar una parte del poder adquisitivo salarial; también la intención de la llamada reforma laboral puede tener avances en materia laboral, pero el mundo del trabajo en el país sigue siendo un paraíso laboral para los capitales locales y extranjeros. Es verdad que el outsourcing (subcontratación) ha contribuido a la precarización del trabajo y que la nueva ley pretende resarcir derechos laborales conculcados impunemente, pero en esta nueva regulación jurídica convenida entre gobierno, empresarios y “representantes” sindicales nunca se consultó a los propios trabajadores ni tampoco a los sindicatos independientes, y todo parece indicar que ley se inclina hacia el lado patronal.
Durante la pandemia ha sido muy dañada gran parte de la población trabajadora del campo y las ciudades a consecuencia de la crisis de la política de salud pública con decenas de miles de decesos y la crisis económica con impactos inflacionarios aumentando la pobreza salarial, millones de despidos y perdida de derechos laborales. El gobierno federal no protegió económicamente a los trabajadores mas vulnerables al problema pandémico. Según estadísticas oficiales hay 55 millones 600 mil individuos en el mercado laboral, ya sea empleados o en busca de trabajo, lo que implica que de los 12 millones 500 que salieron en abril por efecto de la pandemia, aún faltan por reincorporarse 2 millones 300 mil; sin contabilizar aquellos desempleados o subempleados existentes antes que el virus apareciera con sus estragos.
Un balance laboral del actual gobierno de López Obrador es negativo en lo general pues el lema de “primero los pobres” ha sido más un recurso demagógico que verdaderamente una política gubernamental que, entre otras cosas, contribuya a un proceso democratizador sindical, que sería clave dentro de una política redistributiva de la riqueza social para beneficio de la clase trabajadora, como también lo sería una reforma fiscal progresiva. AMLO está comprometido en lograr que esta enorme crisis del sistema capitalista que representa su gobierno la paguen los trabajadores, no quienes han sido los verdaderos responsables, a saber, los capitalistas, en especial los grandes negocios que se están enriqueciendo como nunca: las empresas farmacéuticas, los monopolios tecnológicos, los grupos financieros, etcétera. Tres años de un gobierno que se dice antineoliberal pero que se ha caracterizado por la profundización de la militarización y por su permanente política antilaboral, antiobrera y antipopular hacen constatar de qué lado está su gobierno.
Este Primero de Mayo muchas organizaciones sindicales, políticas, populares se pronuncian por una salida democrática, proletaria y popular a la crisis. La construcción de una auténtica transformación del país es imperativa ante la descomposición del régimen de partidos y la continuidad de las políticas neoliberales que golpean a la clase trabajadora. Muchas organizaciones luchan por la construcción de una alternativa proletaria internacionalista combativa, unitaria e independiente del poder de los de arriba. Se necesita un Frente Único de los Trabajadores y rememore la gesta histórica de las huelgas generales.