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El adelanto de las contradicciones

Fuentes: La Verdad Obrera/Rebelión

El adelantamiento de las elecciones que define el Senado y la resolución oficial de coparticipar con provincias y municipios el 30% de lo recaudado por retenciones a la soja, fue, como dijimos, un giro táctico con que el gobierno intenta adelantar los tiempos a su favor pero completamente insuficiente para evitar su decadencia estratégica. El […]

El adelantamiento de las elecciones que define el Senado y la resolución oficial de coparticipar con provincias y municipios el 30% de lo recaudado por retenciones a la soja, fue, como dijimos, un giro táctico con que el gobierno intenta adelantar los tiempos a su favor pero completamente insuficiente para evitar su decadencia estratégica.

El kirchnerismo asumió cuando la clase dominante no tuvo otro remedio que dejar el poder en el «partido de la contención» de la situación abierta con la caída de De la Rúa. La camarilla santacruceña fue erigida como salida de emergencia por el peronismo comandado por Duhalde, tras la masacre del Puente Pueyrredón y la deserción de Reutemann. Aquella situación de excepción hizo que todas las fracciones capitalistas, en un principio, elogiaran que Kirchner había logrado restablecer «la autoridad presidencial». Con los años de crecimiento económico empezaron los primeros cuestionamientos al centralismo de la camarilla kirchnerista que se valió de esta situación para transferir parte de la renta agraria a las patronales industriales y fomentar los negocios de empresarios amigos en alianza con las grandes multinacionales. En una economía abrumadoramente controlada por el capital extranjero, el kirchnerismo fracasó en su intento de recrear una burguesía que le sirviera de sustento a un «partido de los industriales»: apenas algunos empresarios amigos de la obra pública, como el propio Lascurain que va a dejar pronto la conducción de la UIA en manos del más opositor y defensor de la devaluación Héctor Méndez, mientras esencialmente conserva el poder gracias a la alianza con la cúpula de la CGT y la red de intendentes del conurbano bonaerense.

Sobre la base que a los Kirchner los han abandonado casi todos los sectores importantes de la clase capitalista y no ha despertado ningún entusiasmo en los trabajadores, ni sectores populares -como los que se movilizan a favor de Evo Morales o Chávez en sus pulseadas con la derecha-, el gobierno parece destinado a sucumbir ante lo que sus intelectuales llaman «la restauración conservadora».

Maniobras y conspiraciones

Si ya desde el 2008, la fractura de la burguesía agraria y el giro mayoritario de las clases medias a la oposición dejaron atrasada esa representación parlamentaria con los nuevos realineamientos de las clases y sectores de clase, el adelantamiento de las elecciones lo pondría en evidencia. Tácticamente, los Kirchner parecen haber ganado al empujar a la Mesa de Enlace y a la oposición a mostrar las cartas: la nueva protesta agraria dejó en claro la poca base social movilizada en las rutas; y la oposición sigue sin lograr los 129 diputados que la patronal agraria necesita para llevar a votación un proyecto de consenso para bajar las retenciones al 25%. Pero independientemente de sus resultados inmediatos, la Mesa de Enlace y la oposición sojera ensayan movimientos preparatorios para probables escenarios después del 28 de junio. Como lo definió Eduardo Buzzi de la Federación Agraria, «el Congreso es el corazón de la democracia». «Me preocupa -agregó Chiche Duhalde- que quieran hacer votar leyes en los 6 meses que hay entre la derrota electoral que deje al gobierno en minoría en la Cámara de Diputados y la asunción de los nuevos representantes en diciembre». Los Duhalde presumen que los Kirchner, antes que renunciar, van a «quemar las naves» y utilizar la mayoría parlamentaria para hacer votar leyes que ya no corresponderían ni siquiera formalmente a la relación de fuerzas.

¿Pretenderán adelantar la asunción del nuevo Congreso para dar mayoría a la Mesa de Enlace, votar la baja de las retenciones y poner al gobierno en jaque mate? ¿Forzar la renuncia y adelantar las presidenciales? Sobre la base que el gobierno de los Kirchner ha quedado huérfano de todo apoyo burgués significativo, se tejen todo tipo de conspiraciones. «Yo traje al loco, yo me lo llevo» es la frase que se le atribuye a Duhalde.

Del «partido de la contención» a una vía de la «restauración»

Ante estos escenarios de crisis política y en medio de la bancarrota internacional del capitalismo, la apuesta de la clase dominante parece recaer nuevamente en el peronismo como garantía de gobernabilidad.

Como editorializa el mismísimo Mariano Grondona en La Nación «Un peronismo no dictatorial, sino «republicano». A la vista del despliegue actual del llamado «peronismo disidente», que contempla, además, la creciente «diáspora» del kirchnerismo, parece razonable concluir por ello que empezamos a ver las puertas que se cierran de un antiguo antagonismo en camino hacia la superación».

Este peronismo «republicano» que se postula detrás de De Narváez, Solá y Macri (pero que puede incluir a Reutemann) busca un nuevo reparto de la renta entre los distintos sectores de la burguesía con mayor preponderancia del agro. ¿Qué otro programa podrían aplicar que convenga tanto a los exportadores de la industria y el campo si no es una fuerte devaluación del peso que le baje los «costos laborales» a las patronales sacando una nueva tajada a los trabajadores? A esta alternativa se resisten los Kirchner, mientras gestionan créditos del Banco Mundial y al BID por u$s 1.000 millones para reforzar las reservas, compensar la fuga de divisas y la baja en la recaudación por exportaciones, al tiempo que ponen el tope de aumento salarial por debajo de la inflación, promueven suspensiones con rebaja de sueldo y despidos de miles de contratados. De una u otra manera, los trabajadores que vieron recomponer parcialmente su salario y la generación que entró al mercado de trabajo; ya no pueden esperar una mejora paulatina y evolutiva de su nivel de vida, y esta conciencia de la situación se irá abriendo camino.

Así como fuimos los primeros en señalar el papel del «partido de la contención» -previo a las jornadas de diciembre del 2001 y cuando muchos sostenían que era un «cadáver insepulto»-, sostenemos que el peronismo pudo cumplir ese rol esencialmente después de la enorme derrota de la dictadura militar que hizo que la clase trabajadora deje de ser lo que fue durante décadas anteriores al golpe: el sujeto peligroso para las clases dominantes. El peronismo y la burocracia sindical no pudieron jugar ese papel cuando el gobierno de Isabel Perón acuciado por el estallido de la crisis económica internacional en 1975, con la entrada de las principales economías capitalistas en recesión y la caída de los precios de las materias primas, necesitó pasar a un ataque frontal contra las masas (Rodrigazo) y romper toda política de compromiso con su base social. El peronismo se volverá a poner a prueba en la crisis actual y a exponerse a una respuesta de los trabajadores y mayores enfrentamientos en la lucha de clases.

Frente de los trabajadores y la izquierda

El llamado que el PTS viene haciendo desde el inicio del lockout agrario del 2008 al Partido Obrero y otras fuerzas para formar un frente claramente enfrentado tanto al gobierno como a las distintas variantes que apoyan a la Mesa de Enlace, sería, de concretarse, un paso adelante en la tarea de presentar una salida anticapitalista y de la clase trabajadora. Los que recientemente enfrentamos la negativa del PCR y otros a incluir en el documento del 24 de marzo la denuncia a la Sociedad Rural como promotora de golpe genocida del 76, dada su alianza en la «rebelión agraria», debemos reunir todas las fuerzas posibles para esta pelea por la independencia de clase. Un frente de los trabajadores y la izquierda que luche ante las nuevas variantes de la centroizquierda que agrupa un revuelto de fuerzas «semi K y semi campo» como Sabbatella, Solanas, Lozano y De Gennaro de la CTA y a los que el MST de Ripoll llama a formar una «alternativa anticapitalista». Un frente para levantar, contra el gobierno y la Mesa de Enlace, el reparto de las horas de trabajo entre efectivos y contratados, y un salario acorde a la canasta familiar en detrimento de las ganancias que las patronales vienen acumulando en 6 años de superexplotación; y que ante los cierres de empresas y despidos masivos luche por el control obrero y la expropiación sin indemnizaciones de los empresarios vaciadores. Que plantee la nacionalización de la banca y el comercio exterior bajo administración obrera, entre otras medidas para abrir el camino a una salida anticapitalista y socialista mediante el gobierno de los trabajadores.