El lunes 11 de diciembre una masiva marcha piquetera recorre el centro porteño. La movilización, que contó con la presencia de 9000 desocupados, sirvió para que los medios de prensa volvieran sobre el tema de los piquetes. Sorprendidos, los analistas políticos de los grandes medios nacionales se vieron en la obligación de reconocer que el […]
El lunes 11 de diciembre una masiva marcha piquetera recorre el centro porteño. La movilización, que contó con la presencia de 9000 desocupados, sirvió para que los medios de prensa volvieran sobre el tema de los piquetes. Sorprendidos, los analistas políticos de los grandes medios nacionales se vieron en la obligación de reconocer que el fantasma de los movimientos piqueteros, apresuradamente sepultado por los voceros del oficialismo, «han retornado en estos días con la misma fuerza de antes …» (La Nación). La movilización del lunes fue encabezada por dos reclamos puntuales y uno histórico: el pago de un medio aguinaldo de 75 pesos a los beneficiarios de planes sociales y la entrega de bolsones con productos navideños; y puestos de trabajo genuino.
El martes 12 de diciembre los movimientos piqueteros volvieron a marchar a Plaza de Mayo junto a los vecinos de Entre Ríos que, en su reclamo contra las papeleras vienen utilizando el método, característico del piqueterismo, de cortar las rutas desde hace meses; lo que ha provocado un fuerte conflicto diplomático entre los gobiernos «nacionales y populares» de Buenos Aires y Montevideo. El progresista Tabaré Vázquez y sus aliados centroizquierdista y tupamaros ha movilizado al ejercito uruguayo para proteger los intereses de una empresa multinacional (idénticas razones motivaron los golpes de estado del ´73 en Uruguay y en el ´76 en la Argentina) para intimidar a los vecinos de Gualeguaychú e intervenir en un conflicto que tiene un carácter puramente social- ecológico.
Los movimientos piqueteros tienen previsto en los próximos días concentrarse frente a las oficinas de Repsol-YPF, en Diagonal Norte y Esmeralda, para reclamar la nacionalización del petróleo; sumarse a la marcha que el lunes próximo, al cumplirse tres meses de la desaparición de Julio López, convocan organismos de los derechos humanos; conmemorar el Argentinazo que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa, mientras evalúan volver a acampar frente a la Casa Rosada para pasar el año nuevo en la Plaza.
En medio de este despliegue de luchas se produce el atentado en contra de la vida de Raúl Castells (1) en Lomas de Zamora. El diario La Nación da las suficientes señales de alarma, mientras se pronuncia públicamente, llamando a la represión policial de toda movilización popular. «La reiteración de esta metodología la mayoría de las veces sólo ha ayudado a generar más y más problemas, tanto por las derivaciones violentas que tuvo como por la repetida actitud permisiva de las autoridades de turno. Es grave que en nuestra sociedad termine imponiéndose la protesta anárquica, rayana con la ilegalidad, como el único método posible. Equivaldría a aceptar que si un reclamo legítimo -de los muchos que por estos días se suceden- no puede hacerse oír por los canales legales, entonces la única manera de lograrlo sea a través de los piquetes. Se llega así a una perversa inversión lógica de los derechos de los ciudadanos: para defender uno se afectan todos los otros. Los cortes de calles y vías de comunicación que alteran el normal desarrollo de la vida cotidiana tendrían que ser motivo suficiente para la intervención de las autoridades, que deben actuar sin caer en desbordes represivos ni en la ilegalidad. Pero es alarmante que ante la presencia de quienes se cubren los rostros para manifestarse -una actitud cada vez más frecuente y que debería ser desterrada- quienes deben garantizar el cumplimiento de la ley miren para otro lado». (La Nación)
«La cultura piquetera» como la menciona este mismo diario se ha consolidado en nuestro país y cortar las calles y las rutas se ha vuelto un paisaje cotidiano. Los grandes medios nacionales maldicen contra los piqueteros tratando de generar en la opinión publicada una actitud de repudio en contra de estas organizaciones populares. No es para menos; el capitalismo y las burguesías gobernantes tienen fuertes razones para abominar del desocupado organizado y considerar a su protesta como «anárquica y rayana con la ilegalidad».
En primer lugar condenan la masificación social que ha adquirido la «metodología piquetera», la cual pone en cuestión el ejercicio de poder por parte del estado y su monopolio sobre el derecho a la santificada propiedad privada; derecho que parece alimentarse del axioma «los derechos de uno terminan donde empiezan los del otro», lo que, traducido al lenguaje económico de cualquier capitalista vulgar, no significa otra cosa que «mi derecho de explotador se impone sobre tu derecho a ser explotado». En este sentido, Morales Solá editorializa el jueves 14 de diciembre: «Ocurre, en primer lugar, que la práctica piquetera se ha convertido en una gimnasia nacional, que incluye desde organizaciones de izquierda irracional hasta ecologistas de extracciones diversas, pasando por los productores agropecuarios».
En segundo lugar, la humillación que los desocupados argentinos provocan a los partidarios de la burguesía, se basa en que ponen en jaque un elemento histórico: la desocupación desde siempre sirve para condicionar la variable salarial, a mayor número de desocupados menor nivel de ingreso. La desocupación es, sin duda, un factor de desmoralización de la fuerza de trabajo activa. Lo extraordinario del piqueterismo argentino tiene que ver con el hecho de que los trabajadores desocupados en nuestro país han logrado un nivel de organización que impide que la burguesía los utilice como fuerza de choque o como grupos de rompehuelgas. Las organizaciones piqueteras, por supuesto que las no cooptadas por el kirchnerismo, se movilizan por sus propias reivindicaciones, pero además, es habitual verlas acompañando las luchas de los trabajadores organizados. Este fenómeno, más nacional que el «dulce de leche y el colectivo», provoca las iras de todos los sectores explotadores; en realidad, la impotencia de aquel que se pregunta ¿por qué a mi?
La casualidad siempre funciona como un conjunto de hechos que se combinan. El atentado en contra de Raúl Castells no puede, entonces, leerse por fuera de una situación marcada por la existencia de un plan de lucha que declara lleno el fixture de protestas y movilizaciones en contra del poder político.
La supuesta sofisticación del elemento empleado para quemarle el 40% del cuerpo al dirigente piquetero no tiene mayor importancia, la cuestión es que este atentado se da en medio de una represión para desalojar un comedor y que la victima, aun involuntariamente, forma parte del proceso político que marca el retome de la ofensiva de los sectores populares en contra de la demagogia kirchnerista.
El ministro de seguridad bonaerense, que anda metido de lío en lío últimamente, parece haber perdido el juicio; León Arslanian, declaró: «La existencia de un lanzallamas debe ser una fantasía de Castells, porque la policía nunca utilizó elementos de esa naturaleza ni cuenta con ellos»; esta opinión no supera el ridículo y serviría para explicar las razones de la inseguridad en la provincia por el nivel de razonamiento del encargado de darle seguridad a los ciudadanos (si no fuera que las razones de la inseguridad se explican en cuestiones mucho más concretas y políticas, por ejemplo la relación de los secuestradores de Ianone y el poder en José C. Paz). El Ministro Arslanian no puede desconocer que un aerosol con cualquier producto químico arma un lanzallamas; esto lo sabe cualquier niño de barrio; el problema no es si la policía bonaerense está armada con este tipo de elementos o no. El problema es si tiene orden de atentar en contra la vida de una persona quemándola. Y este es el caso de Castells.
Un párrafo aparte merecen las pornográficas escenas televisivas, que invitaban a la audiencia a reconocer en un Castells quemado, por efecto de la represión, al anterior dirigente. La burguesía demuestra tener un horizonte que se acota en la perversión. ¿Cuál puede ser la intención de semejante disparate? Simplemente cambiar el eje.
Raúl Castells fue salvajemente reprimido en el marco de un desalojo policial, los responsables de esta represión son los mismos que tienen la responsabilidad de los numerosos casos de gatillo fácil que recorren la provincia, de los asesinatos de Darío y Maxi en el puente Pueyrredón, del secuestro y desaparición del compañero Jorge López… antecedentes sobran.
Arslanian y los medios burgueses quieren transformar la tragedia en comedia, porque los alimenta el odio al desocupado que se organiza.
Hoy más que nunca hay que desmantelar el aparato represivo.
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(1) Castells sufrió graves quemaduras el martes, tras protagonizar un enfrentamiento con policías bonaerenses, del que terminó con el 20 por ciento del cuerpo lacerado por llamas que aún no se estableció de dónde provinieron. El líder piquetero acusó a los efectivos policiales de haberlo quemado con un «lanzallamas».