Ni la Argentina, ni la región, ni el mundo pueden sustentar un orden social que a todas luces empeora las condiciones de vida de millones de personas en el planeta.
El titular de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) de la Argentina, Horacio Rosattí, sostiene que “La Constitución argentina tiene un modelo que es el capitalismo.»[1]
Sustenta la afirmación en el orden constitucional consagrado en 1853 y reformado en 1994, lo que define la institucionalidad del “orden socio económico” vigente en el país, en acuerdo con una lógica global capitalista que debe ser discutida.
En efecto, ni la Argentina, ni la región, ni el mundo pueden sustentar un orden social que a todas luces empeora las condiciones de vida de millones de personas en el planeta, al tiempo que socaba el propio metabolismo planetaria producto del modelo productivo de explotación, saqueo y devastación.
La desigualdad es un dato evidente en variados estudios de organismos internacionales y estudios profesionales y de universidades. El cambio climático es una preocupación discursiva no sustentada en las políticas públicas que agreden y socavan el metabolismo de la naturaleza,
Señala el titular de la CSJ que el capitalismo se basa en el «respeto a la propiedad privada, aliento a la iniciativa particular, y competencia.»
No discute el origen de esa “propiedad privada”, resultado de la desposesión de los originarios y la consagración del «derecho» para legitimar el despojo.
La posesión es un fenómeno histórico, como es también la larga historia de la desposesión hacia la consagración de la propiedad privada de los medios de producción.
Se trata de un proceso con especificidades en cada territorio y que en los que hoy llamamos América Latina y el Caribe tiene antecedentes en el “descubrimiento, la conquista y la colonización” desde 1492.
En Argentina se afianza el proceso de desposesión con las campañas “al desierto” de 1833/34 y 1879/80.
Rosattí niega el derecho de los originarios al reclamo actual de territorios de posesión ancestral.
Agrega el titular de la CSJ que la Carta Magna “no prevé la lucha de clases sino su complementación, y quienes quieran (estos principios) deben hacer una revolución o modificar la Constitución para lo que se requieren los dos tercios de ambas cámaras”.
Acierta el miembro de la Corte Suprema en que la Argentina demanda una REVOLUCIÓN para modificar el orden económico social vigente.
Eso, la REVOLUCIÓN, es lo que se evoca cada 25 de mayo desde 1810 y es lo que puede resolver el desastre que sufre la mayoría empobrecida de la Argentina.
Incluso, puede ser una «revolución» que conquiste los 2/3 de un Congreso funcional al poder que empobrece a la mayoría. Claro que ello requiere de una propuesta política popular aun ausente en el debate actual.
Conclave del poder para ratificar rumbo
Las opiniones del cortesano fueron ofrecidas en el coloquio de IDEA, verdadero cónclave del poder local, uno de los cenáculos regulares en donde la clase dominante reflexiona sobre los problemas a resolver, dando por hecho que el problema no es el capitalismo, y que lo que se debe hacer funcionar es el propio capitalismo.
Hay un diagnóstico erróneo instalado no solo en IDEA, sino impuesto mediáticamente por periodistas y comentaristas de medios y asesores profesionales de las cámaras empresarias y el poder político, y remite a un “problema de gobierno”, o de varios gobiernos, que hacen mal las tareas necesarias para que el capitalismo funcione adecuadamente.
El ambiente generalizado de los participantes en Mar del Plata, sede del coloquio, coinciden en responsabilizar al gobierno actual por la falta de un plan de estabilización y claro, también responsabilizan al gobierno previo, por lo que sus referentes en el cónclave perjuran que en el futuro próximo ya no cometerán los mismos errores del cuatrienio previo y sabrán escuchar el mandato del “mercado”, expresiones recibidas con aplausos. Remiten a la “iniciativa privada” y a la “competencia” que propagandea como un ideal el cortesano Rosattí.
Habría que interrogarse sobre el funcionamiento del capitalismo global, no solo en la Argentina, e interrogarnos sobre los problemas contemporáneos, no solo las manifestaciones del problema, como la inflación o la recesión, sino la tendencia política a la confrontación e incluso a la conflagración con amenaza nuclear, que hoy disputan las armas de la OTAN contra Rusia en territorio de Ucrania.
Son temas centrales en el debate de la reunión anual del FMI en Washington o en las preocupaciones de la banca central y los gobiernos de los principales Estados del capitalismo mundial, en EEUU, Europa o Asia.
El capitalismo funciona así, con una crisis irresuelta en la primera década del siglo XXI y, por ende, con iniciativas políticas para profundizar la liberalización económica, que afectan las relaciones económicas con los resultados a la vista en materia de extensión de la pobreza y concentración de la riqueza, destrucción del medio ambiente y un proceso creciente de devastación que niega el sueño del “progreso” eterno del idealizado “capitalismo”.
Argentina es parte del mundo y de ese “progreso” imposible bajo el orden capitalista realmente existente, lo que convoca a discutir el rumbo actual, el del capitalismo, y más allá de cualquier experiencia en nombre del socialismo, el desafío sigue estando en una lógica alternativa de orden social, como soñaron muchos precursores del socialismo local, regional o mundial y avanzar en un rumbo de organización económica, social, política o cultural, que parta de la satisfacción de las más amplias necesidades sociales.
Nota:
[1] ECONOMIS. Rosatti recordó que la Constitución Nacional “consagra al capitalismo como sistema económico”, en: https://economis.com.ar/rosatti-recordo-que-la-constitucion-nacional-consagra-al-capitalismo-como-sistema-economico/
Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.
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