Hace 30 años, el 23 de diciembre de 1975, a menos de 20 Km. de la Casa Rosada -sede del Poder Ejecutivo Nacional- en un barrio del Sur del Gran Buenos Aires, alrededor de doscientos combatientes del Batallón Urbano General San Martín del Ejército Revolucionario del Pueblo se empeñaron no sólo en la mayor batalla […]
Hace 30 años, el 23 de diciembre de 1975, a menos de 20 Km. de la Casa Rosada -sede del Poder Ejecutivo Nacional- en un barrio del Sur del Gran Buenos Aires, alrededor de doscientos combatientes del Batallón Urbano General San Martín del Ejército Revolucionario del Pueblo se empeñaron no sólo en la mayor batalla de la guerrilla, sino en la mayor batalla de la lucha de clases en la Argentina.
¿QUIÉNES SE ENFRENTARON EN ESTA BATALLA?
De un lado estaba la gran burguesía nativa, aliada y socia menor del imperialismo, con sus instituciones de poder: el sistema parlamentario, los medios de comunicación de masas, la jerarquía de la iglesia y las fuerzas armadas y policiales.
Del otro, el pueblo argentino: la clase obrera, el campesinado pobre, los estudiantes e intelectuales revolucionarios, la clase media urbana y rural, quienes de lo pequeño a lo grande, de lo simple a lo complejo, de la filosofía a la acción política, habían ido construyendo, también, sus organizaciones de poder: las organizaciones políticas revolucionarias, el sindicalismo clasista, las coordinadoras de gremios en lucha, las ligas agrarias, el movimiento de sacerdotes para el tercer mundo, los cristianos por el socialismo, las fuerzas armadas de la revolución, sus organizaciones guerrilleras y, en particular, el Partido Revolucionario de los Trabajadores, dirección política y militar del Ejército Revolucionarios del Pueblo.
¿Por qué, en la actualidad, la burguesía y los reformistas tratan de ocultar al ERP, por qué tratan de que no quede siquiera su recuerdo, igual que como hicieron con la sublevación de los esclavos en el imperio Romano en el siglo II antes de Cristo? Los esclavos durante años mantuvieron la lucha contra los esclavistas y cuando estos lograron derrotarlos el emperador de Roma ordenó que fueran destruidas todas las construcciones que habían levantado, que no quedara de ellas piedra sobre piedra, para que no dejar ningún rastro de esa ejemplar lucha por la libertad. Pero, aunque no quedó nada material, no pudieron ocultarla: durante dos mil años el nombre de Espartaco fue levantado por las clases oprimidas cada vez que la idea de la libertad se afirmamó en la conciencia de los pueblos. Del mismo modo las clases dominantes han intentado enterrar la historia del PRT y del ERP y, en particular, su acción más audaz, más decidida, más emblemática en la lucha por el poder y por la construcción del socialismo en la Argentina. Que no se hable de su grandeza, que no recordemos la pujanza de aquellos combatientes, que no relatemos el desinterés y el altruismo de aquellos jóvenes patriotas, que no veneremos a nuestros héroes y mártires. Y si ello no fuera posible, al menos, que nos avergoncemos ante nuestros hijos y ante nuestro pueblo de haber luchado, de haber tenido la valentía de disputarle el poder al amo imperialista.
Pero ¿cómo se explica que los trabajadores y la juventud argentina hayan hecho una gesta tan gloriosa que para encontrar otras de tamaña magnitud tengamos que remontarnos a las batallas fundadoras de nuestra nacionalidad en la guerra por la independencia de Argentina y América Latina? ¿Cómo se explica que en una misma jornada se dieran cita jóvenes heroicos como el tambor de Tacuarí y las niñas de Ayohuma, aguerridos soldados como los infernales gauchos de Güemes y oficiales revolucionarios como la Capitana Juana Azurduy o el Sargento Cabral?
LA SITUACIÓN POLÍTICA
A fines de la década de 1960 la acumulación de fuerzas y experiencias desde el golpe gorila de 1955 -con el consiguiente debilitamiento de la alternativa parlamentaria como forma de dominación burguesa- y del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 con sus vientos de renacer revolucionario, comenzaban a darse los frutos organizativos y a extender la conciencia socialista en miles de hombres y mujeres de nuestro pueblo. Es así que el pueblo de Córdoba los días 29 y 30 de mayo de 1969 y el de Rosario los días 16 y 17 de setiembre del mismo año se levantaron en contra de la dictadura de Onganía dando inicio a una serie de puebladas y al nacimiento de poderosas fuerzas revolucionarias en nuestra patria. El 29 y 30 de julio de 1970 el Partido Revolucionario de los Trabajadores, en su V Congreso, fundó al Ejército Revolucionario del Pueblo cuya línea operativa y su programa aspiraban ganar el corazón y la mente de las masas.
En un nuevo movimiento semi insurreccional en Córdoba, el 15 de marzo de 1971, conocido popularmente como el Viborazo, ya flamearon acompañando las columnas obreras las banderas del Ejército de los Andes desde cuyo centro alumbraba la Estrella Roja del socialismo. El Viborazo dio por tierra con el dictador Levigston, reemplazante de Onganía.
Ya derrotada, la dictadura militar ahora de la mano del nuevo dictador Lanusse, retrocedió y llamó a elecciones para desviar y contener el torrente revolucionario. Pero, al mismo tiempo y contradictoriamente, retrocedía favoreciendo la extensión de la conciencia socialista y la consolidación de una vanguardia combatiente. El PRT intentó responder en el terreno de lucha que proponía la burguesía organizando un partido electoral y un frente político para poder disputarle, también en él, la conciencia de las masas populares a la ideología dominante. Pero no logró concretar su participación electoral por sus propias limitaciones y porque estuvo casi solo en esta batalla contra la burguesía argentina que se unía ante el terror a la Revolución Social. En cambio, sí logró responder en el terreno militar, ocupando el 28 de febrero el Batallón 141 de Comunicaciones en Córdoba y alzándose con todo su armamento. Pocos días después, el 11 de marzo de 1973, el peronismo ganaba las elecciones presidenciales y el Presidente Cámpora pedía una tregua a la guerrilla. A este pedido el ERP respondió con un comunicado en el que argumentaba extensamente su negativa.
Luego de la enorme fiesta popular que significó la asunción del Presidente Cámpora, representante de Perón y apoyado por el ala progresista del peronismo, con su punto culminante: la multitudinaria y combativa movilización que consumó la liberación de los presos políticos el 25 y 26 de mayo y debido a varios hechos de signo progresista del gobierno, la máxima dirección del PRT consideró la posibilidad de suspender la continuidad de las acciones militares. Esto no llegó a expresarse públicamente ya que a sólo veintiséis días de asumido el nuevo Gobierno, el 20 de junio, se produjo la Masacre de Ezeiza. Ese día, para recibir a Perón que regresaba del exilio, se realizó la movilización de masas más grande de toda la historia argentina. La derecha peronista, responsable de la organización del acto, planificó y ejecutó una verdadera emboscada a las enormes columnas de Montoneros y la Juventud Peronista y, en realidad, contra todo el pueblo peronista. Desde el palco y distintos puntos elegidos tácticamente se lanzó una lluvia de disparos, con armamento de guerra, sobre la masa indefensa.
Este hecho marcó el inicio de la contraofensiva derechista contra las fuerzas populares que habían pasado a la ofensiva con el Cordobazo y el Rosariazo. De todas maneras el ERP, pese a que no había aceptado la tregua pedida por Cámpora, no realizó ninguna acción armada durante su Gobierno ni luego de derrocado éste el 13 de julio de 1973, hasta el mes de setiembre y a pesar de que nuestro compañero Eduardo Giménez, mientras realizaba una pegatina, fue detenido y asesinado el 29 de julio.
Con la caída de la Dictadura, la ampliación de los marcos democráticos y la liberación de los presos políticos, el PRT se fortaleció mucho. En los tres años posteriores, de 450 pasó a contar con alrededor de 6.000 miembros orgánicos. En los actos de homenaje a los Héroes de Trelew, la masiva concurrencia a los mismos fue otro indicador de la influencia y el prestigio alcanzado. A los pocos días, en las masivas movilizaciones de condena al golpe militar en Chile, varios miles de manifestantes se encolumnaron tras las banderas del ERP. Los sucesivos Congresos del Frente Antiimperialista y por el Socialismo, liderado por el PRT, convocaban cada vez más compañeros para culminar, a mediados del 74, con una concurrencia de veinticinco mil militantes que llenaron el estadio del Club Tiro Federal en la ciudad de Rosario.
El PRT centró su trabajo organizativo entre los obreros de las grandes fábricas, en particular en muchas de las doscientas cincuenta con más de quinientos trabajadores, el estudiantado universitario y secundario, en las villas y barrios populares, en el campesinado pobre del noroeste y el noreste.
El año 1974 fue de un rápido crecimiento y de profunda inserción en el movimiento obrero y de fogueo de los oficiales y combatientes del ERP en cientos de acciones, incluidas dos tomas de cuarteles, una exitosa y la otra frustrada.
La maduración del PRT como partido de la clase obrera se reflejó en la reunión de su Comité Central de setiembre, tanto en sus resoluciones sobre organización, como en el folleto Poder burgués poder revolucionario escrito por Santucho: «Las tendencias de la lucha de clases argentinas que se venían marcando cada vez más nítidamente apuntando hacia el fin del proyecto populista, y el comienzo de un período de grandes enfrentamientos de clase, han comenzado a cristalizar a partir del mes de julio de 1974. Perón, líder de masas, pese a su intransigente defensa de los intereses capitalistas conservaba aún alguna influencia sobre sectores de nuestro pueblo. Poseía autoridad, experiencia y habilidad para mantener a flote el desvencijado barco del sistema capitalista en el tormentoso mar de la lucha obrera y popular; y había logrado restablecer trabajosa y precariamente el equilibrio con la maniobra táctica del 12 de junio. Por eso es que su muerte colocó a la burguesía ante la necesidad de adoptar de inmediato definiciones políticas -que explotadores y opresores deseaban postergar aún por unos meses- con la consiguiente agudización de la crisis interburguesa».
«Este fenómeno, un notable impulso del auge de las masas, y un fortalecimiento acelerado de las fuerzas revolucionarias, políticas y militares, se combinan para configurar el inicio de una etapa de grandes choques de clases, antesala de la apertura de una situación revolucionaria en nuestra Patria. En otras palabras, entramos en un período de grandes luchas a partir del cual comienza a plantearse en la Argentina la posibilidad del triunfo de la revolución nacional y social, la posibilidad de disputar victoriosamente el poder a la burguesía y al imperialismo».
«Pero apertura de una situación revolucionaria… no quiere decir que ello pueda concretarse de inmediato… Ese período -que debe contarse en años- será mayor o menor en dependencia de la decisión, firmeza, espíritu de sacrificio y habilidad táctica de la clase obrera y el pueblo, del grado de resistencia de las fuerzas contrarrevolucionarias, y fundamentalmente del temple, la fuerza y capacidad del Partido proletario dirigente de la lucha revolucionaria».
La primera mitad del año 1.975 fue de grandes triunfos populares y del PRT y el ERP en particular. A principios de este año Santucho, en el editorial de El Combatiente del 7 de abril titulaba Nítidas luchas político-revolucionarias y analizaba que: «En cuatro frentes principales se está hoy combatiendo y en ellos es posible comprobar fácilmente que se trata de enfrentamientos políticos, de fondo revolucionario. En el Ingenio Ledesma de Jujuy, en los departamentos de Famaillá, Monteros y Chicligastas de Tucumán, en la ciudad de Córdoba y en las riberas del Paraná, la clase obrera y el pueblo se bate vigorosamente con todos sus recursos y motorizado por las fuerzas revolucionarias… Para comprender cabalmente el momento político que vive nuestra Patria es muy importante tener claro que estos cuatro frentes son las trincheras avanzadas del combate político-revolucionario… son los primeros choques de una lucha por el poder, de una verdadera lucha revolucionaria que comienza a tomar fuerza de masas».
Seis días después de publicado este editorial el ERP realizó, en las cercanías la ciudad de Rosario, la más importante acción militar exitosa de todo el período revolucionario iniciado con el Cordobazo. El ERP por intermedio de «la Unidad Combate de San Lorenzo escribió una vibrante página militar cubriéndose de gloria en el triunfal ataque al batallón de Arsenales 121 del ejército opresor». Lo que hizo más resonante el triunfo de las armas del pueblo fue que los militares lograron montar el sistema de defensa del Cuartel, pese a lo cual el ERP logró todos sus objetivos derrotando en combate abierto a las fuerzas enemigas.
A los cuatro frentes principales se le sumarían, en los meses de junio y julio, las luchas del proletariado de Buenos Aires con toda la significación de su enorme peso numérico. En estas movilizaciones, conocidas como las jornadas de junio y julio, que se dieron en todo el país al calor de las discusiones por los Convenios Colectivos de Trabajo, jugaron un papel dirigente las Coordinadoras de Gremios en Lucha constituidas por militantes del sindicalismo clasista y, entre ellos, jugando en la mayoría de los casos un papel dirigente, los militantes del PRT, de Montoneros y de la OCPO. Las luchas obreras de este año sumaron 25 millones de jornadas de huelga.
En el intento de ampliar las libertades democráticas sostenidas por las luchas recientes, el PRT adoptó, aunque tardíamente, la propuesta de convocar a una «Asamblea Constituyente Libre y Soberana». Mientras tanto, Montoneros impulsaba la «Renuncia de Isabel Perón y Elecciones Libre en 60 días» y el PC reclamaba por un «Gobierno de Amplia Coalición Democrática Cívico Militar». Las principales organizaciones del campo popular tenían distintas propuestas y no llegaron a coordinar una política para darle una salida política a ese enorme estado de movilización obrera y popular.
Al no lograrse la unidad del campo popular y decaer momentáneamente el accionar de la guerrilla, al no lograr «unir la lucha reivindicativa a la lucha democrática y formular, progresivamente, un único programa democrático y reivindicativo, que exponga sintéticamente las principales aspiraciones del pueblo argentino… en la perspectiva de un extenso Frente Democrático y Patriótico», comenzó un decaimiento en las movilizaciones.
EL COMBATE
El 23 de diciembre de 1975, en el marco de esta cruenta lucha por el poder, el PRT como dirección política y militar del ERP decidió la toma del Batallón de Arsenales 601 de Monte Chingolo con el objetivo de apropiarse de 20 toneladas de armamento para dar un vuelco en la relación de fuerzas político militares y, en lo inmediato, demorar la consumación de un nuevo golpe militar que ya estaba en preparación.
Ese día a las 19:45 hs. se iniciaban las acciones con el corte de los nueve puentes carreteros que unen la Capital y el Oeste con el Sur del Gran Buenos Aires; se hostigaba al Regimiento 7 de La Plata y las brigadas de la policía provincial de Quilmes, Avellaneda y Lomas de Zamora; se interrumpía el tránsito en los dos caminos que unen La Plata con el Sur de Gran Buenos Aires y se tendían dos anillos de contención alrededor del cuartel de Monte Chingolo. El combate fue encarnizado en muchos de esos puntos, algunos con particular éxito como el de la Avenida Pasco y en el puente La Noria.
A esa misma hora, 70 aguerridos combatientes al mando del Capitán del ERP Abigail Attademo iniciaban el asalto al cuartel. Ni bien entraron se encontraron, desde distintos puntos, con nutrido fuego de fusilería y de ametralladoras pesadas, haciendo evidente la preparación previa y con ella la pérdida del factor sorpresa. Pese a ello y sostenidos en su alta moral de combate, los combatientes tomaron parcialmente el cuartel, la guardia central, varios puestos de la guardia y la compañía Servicios. Era tal el empuje de los combatientes del pueblo que las fuerzas del ejército burgués, que los doblaban en número y multiplicaban varias veces su poder de fuego, sintieron que perdían el control de la situación y que el Cuartel caería en las manos insurgentes. Ello no se pudo concretar por la llegada de los refuerzos del Regimiento 3 de La Tablada y el Regimiento 1 de Palermo. A las 21:00 hs., pese a la enorme superioridad del ejército opresor, los combatientes del pueblo se reorganizaron y provocaron un contraataque para favorecer su propia retirada.
Monte Chingolo se inscribe en el marco de una contienda de clases en que las fuerzas populares habían pasado a la ofensiva por la revolución y el socialismo y en el cual las fuerzas contrarrevolucionarias, desde junio de 1973, intentaban quebrarla por medio del Terrorismo de Estado. En este contexto político y militar, la decisión del PRT aspiraba a mantener la ofensiva en todo de acuerdo con la tradición revolucionaria mundial.
¿Cómo se explica tanto coraje, tanto heroísmo, tanto despliegue de preparación combativa y combatividad? ¿Cómo explicar que habría que remontarse a las batallas de la guerra de nuestra primera independencia contra el colonialismo español para encontrar hechos que se le puedan comparar? La única explicación es que los combatientes revolucionarios del ERP estaban conscientes de ser protagonistas de una batalla decisiva por la segunda independencia nacional, esta vez en contra del imperialismo norteamericano, principal enemigo de la humanidad y de los pueblos argentino y de toda América Latina.
¡GLORIA ETERNA A LOS HÉROES DE MONTE CHINGOLO!