Leí este artículo de Isabel San Sebastián y no dejó de sorprenderme la virulencia con la que ataca el hecho de convocar una huelga. A un par de meses de que los sindicatos lleven a cabo una con carácter general, desde El Mundo se arremete contra la convocatoria de una huelga en el metro de […]
Leí este artículo de Isabel San Sebastián y no dejó de sorprenderme la virulencia con la que ataca el hecho de convocar una huelga. A un par de meses de que los sindicatos lleven a cabo una con carácter general, desde El Mundo se arremete contra la convocatoria de una huelga en el metro de Madrid. Me inquieta cómo las hienas propagandistas hincan el diente y, aprovechando el descontento generalizado por el papelón de los sindicatos, atacan derechos laborales conquistados, no regalados, como se expele desde «El Mundo«. Yerra Isabel San Sebastián cuando dice que no hay una ley que regule las convocatorias de huelga, cuando se recoge en el Estatuto de los Trabajadores su definición y convocatoria. Se equivoca. Miente Isabel San Sebastián cuando dice que este derecho está amparado «por una legislación franquista, ultraprotectora del trabajador, pensada en compensar las prohibiciones propias de una dictadura» cuando este derecho se regula en el año 77 y durante el franquismo la huelga no estaba reconocida en el Fuero del Trabajo de 1938, ni en el Fuero de los Españoles del 45. Más al contrario en el primero se penaban los actos «individuales y colectivos que perturben de manera grave la producción» y en el Código Penal de 1944 se establece el delito de sedición para las huelgas de los obreros. Por cierto, el único período anterior al franquismo en el que la huelga no era ilegal, fue a partir de aprobado el Código Penal del año 32 cuando, como bien sabrá la señora San Sebastián, en España existía una República.
Si en España había huelgas, paros, boicots y actos subversivos no era merced de una legislación protectora, si no de la lucha decidida y firme de miles y miles de trabajadores que no encontraban más que represión, tortura, cárcel, ejecuciones y exilio. Le recuerdo a la impresentable San Sebastián, que en el 72 fue detenida toda la cúpula de Comisiones Obreras y procesados otros tantos compañeros en el llamado proceso 1001. Le traigo a la memoria a la demagoga San Sebastián a Enrique Valdevira, Luis Javier Benavides, Francisco Javier Sauquillo, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez, abogados laboralistas de CCOO y militantes del PCE, asesinados en el númnero 55 de la calle Atocha. Permítame recordarle que no sólo durante la dictadura, sino en esa etapa que llamáis «transición a la democracia» la policía contaba con la inestimable ayuda de la derecha más radical y rancia; niños de bien con porras, correas, cadenas y pistolas, que iban a reventar las manifestaciones y piquetes de trabajadores, como tristemente sucedió en la fábrica textil de HYTASA.
Le recuerdo a quien lea esto que la huelga es la única herramienta que tiene el trabajador para presionar a la empresa cuando ya se han roto las negociaciones, y que alterar la producción (en este caso la paralización de un servicio) es la respuesta más contundente a los recortes que estamos viviendo. Frente al espíritu victimista y reaccionario de la articulista del El Mundo, vaya mi felicitación a quienes, en el legítimo derecho de defender sus puestos de trabajo y las condiciones laborales conquistadas, en estos días salen a la calle.
A todos los compañeros que se están batiendo el cobre para que la crisis no la paguen los trabajadores.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR