La realización de la feria Expoagro, organizada por los diarios La Nación y Clarín, sirvió nuevamente como plataforma para el posicionamiento político. Por la megamuestra, que nuclea a lo más granado de la agroindustria, pasaron todos los candidatos en plena ronda electoral: estuvieron Mauricio Macri y Carlos Reutemann exhibiendo su nueva alianza electoral, acompañados de […]
La realización de la feria Expoagro, organizada por los diarios La Nación y Clarín, sirvió nuevamente como plataforma para el posicionamiento político. Por la megamuestra, que nuclea a lo más granado de la agroindustria, pasaron todos los candidatos en plena ronda electoral: estuvieron Mauricio Macri y Carlos Reutemann exhibiendo su nueva alianza electoral, acompañados de sus candidatos en la Ciudad de Buenos Aires -Maria Eugenia Vidal-, Santa Fe -Miguel Del Sel- y Entre Ríos -Alfredo De Angelis- y expresaron su promesa de darle un giro liberal al manejo de las políticas sectoriales (menos retenciones, más iniciativa privada); también se paseó entre los stands Ernesto Sanz, uno de los referentes radicales que empuja la alianza con el Pro, sumándose al pedido de que se «deje de atentar contra la cultura emprendedora» en un llamado a la reducción de las regulaciones estatales. Además se hizo presente el sciolismo -que financia y promociona la muestra- y exponentes del massismo.
En un escenario controvertido que reúne las inundaciones en gran parte del país con los pronósticos de menores ingresos de divisas por las ventas externas (según Agritend se venderán 24.913 millones de dólares, de los cuales el 75% derivan del complejo sojero), todos los candidatos intentaron dar buenas impresiones entre el electorado agrario y pasar por alto las tensiones internas del sector que empiezan a dividir las aguas.
La diferencia viva
La bronca histórica del diario La Nación intenta hacer pasar por un engaño oportunista lo que en realidad es una diferencia concreta de intereses materiales: «la reunión en la sede del Banco Nación a pocas semanas de asumir con el ministro de Economía, Axel Kicillof; el secretario de Comercio Augusto Costa, el ministro de Agricultura, Carlos Casamiquela, y el entonces jefe de Gabinete Jorge Capitanich, no fue como se quiso deslizar en su momento una encerrona y picardía política del Gobierno. Bastó muy poco, apenas algunas promesas verbales como la de liberar a los pequeños productores que almacenaban soja del cepo crediticio del Banco Nación y la ya devaluada cantinela de pagarles el precio lleno del trigo, para que los dirigentes federados se volvieran a sus casas satisfechos. Claro, lo que en realidad importaba era que le liberaban a la cooperativa AFA 100.000 toneladas de trigo para exportar. Y que ésta, según las versiones de fuentes confiables, le aseguró a Federación Agraria un aporte mensual de 400.000 pesos. A este inmediato entendimiento entre la entidad de los productores y la cooperativa federada tuvo bastante que ver que sus respectivos presidentes Omar Príncipe y Jorge Petetta son de Villa Eloísa, Santa Fe y conocidos de toda la vida. Así y para sorpresa de muchos por lo inexplicable, la lista oficialista, que supuestamente era la más combativa, una vez que asumió la conducción terminó arreglando. Apurada por las otras entidades de la Mesa de Enlace, para protestar con un cese de comercialización decidió no sumarse», condena largamente en su edición dedicada al sector.
El escenario del paro y lockout expone las diferencias intestinas del sector agropecuario: no le quedan demasiados granos guardados a los pequeños y medianos productores, más bien perseguidos por la urgencia de vender para poder financiar las subsiguientes campañas. El contenido político de la medida, de esa forma, queda definido por la porción sectorial de mayor porte y magnitud: un estallido de las alianzas políticas desde las contradicciones materiales del proceso productivo y un final de la hegemonía política de la gran burguesía intermediaria (grandes productores vinculados al interés de la exportadoras y fondos inversores y especulativos) que llena de sospechas la prosperidad política del expresidente de Federación Agraria, Eduardo Buzzi, un actor clave en la integración de la Faa (históricamente antagónica a sus pares sectoriales) en la Mesa de Enlace.
El rol jugado por Buzzi cae seriamente en cuestionamiento: favorable a la supremacía interna ganada por la Sociedad Rural, Buzzi condujo la Federación Agraria acompañando reclamos que distorsionaban el interés específico de la entidad y consiguió solo algunas bancas legislativas para sus hombres y su propia candidatura a gobernador para el massismo, un espacio que, al unísono con el Pro y los espacios advenedizos a sus formaciones (radicalismo, peronismo conservador, etc.), promueven la eliminación de retenciones y condenan los sesgos «intervencionistas» del Estado nacional.
El giro parcial que adopta la Faa tras la decisión de su nuevo presidente (que se suponía seguidor de la línea buzzista) imprime desconfianza en las altas esferas del liberalismo que se expresa a través de los dos diarios principales: implica una cautela que atiende a los intereses concretos de la pequeña producción en un escenario político específico. Seguir con la Faa adentro, mansa y siempre plegada, para los sectores imperantes en la Mesa de Enlace, es una conquista importante para proyectar escenarios de renovación sin desmadres de cara al recambio electoral.
De esa forma, en la práctica política de la Federación Agraria se había materializado el mismo criterio de «tratar igual lo que es distinto» que se denunciaba en las medidas del gobierno nacional. El diario La Nación, gustoso de su función de tribuna de doctrina y censor moral, advirtió el desbarajuste: «¿lo podrá explicar Eduardo Buzzi, para muchos el gran responsable de la situación generada y que se acaba de autodenominar ‘el Duhalde de Príncipe’?», se plantea en la nota.
El «conflicto del campo», concebido como un bloque homogéneo de enfrentamiento al gobierno nacional, fue una herramienta fundamental de las campañas ofensivas llevadas adelante desde el 2008 por los sectores vinculados a la gran producción exportadora. Hasta ahora, la conducción de Eduardo Buzzi había permitido la continuidad de la confusión: al no plantearse en escenarios puntuales las contradicciones estructurales que existen al interior del agro, los desprendimientos de la oligarquía tradicional (grandes ganaderos y tamberos de la Sociedad Rural y los nuevos empresarios del agronegocio ultramodernizadores y liberales de la gran pampa extendida agrupados en Confederaciones Rurales Argentinas) podían ejercer la conducción del espacio y ponerlo al servicio de sus operaciones políticas.
Todo igual, nada es lo mismo
Pedro Peretti, dirigente federado, considera que Hugo Biolcatti, el ex titular de la Sociedad Rural, fue el hombre que diseñó los pasos de esa unidad política que asumió la reivindicación de sus intereses concretos a falta de exponentes políticos de calidad que los representen en el juego partidocrático: «yo estoy convencido que él fue el gran estratega de la derecha argentina. Fue quien percibió el valor simbólico de la Mesa de Enlace, porque era el instrumento que le iba a permitir a la Sociedad Rural, que él lideraba -incluso antes de ser presidente- subirse a todos los conflictos y desde ahí pegarle y desgastar al Gobierno. Sin tener socios suficientes ni estructura propia, pero usando las de las otras entidades de la Mesa», sintetizó.
El doblamiento de la contradicción material que actúa hacia el interior del bloque agrario bajo una estrategia de unidad política con las otras entidades llevó a la asimilación de los reclamos y la unificación de las estrategias detrás de la Mesa de Enlace, lo que no produjo grandes modificaciones a favor de la pequeña y mediana producción ni propuso ninguna de las discusiones que esa fracción agraria exige: la Mesa de Enlace, con su «estrategia de bloque», priorizó siempre los pedidos de mayores liberalizaciones y desregulaciones, dejando poco espacio en su discurso para la reivindicación de las segmentaciones, los tratamientos diferenciales y la discusión de la tierra que conforman el espectro de reivindicaciones históricas de la Faa.
Las medidas tendientes a la diferenciación clara de los pequeños y medianos actores y la desconcentración de la producción, con la Faa orgánica en la Mesa de Enlace, no sería concedida por el gobierno nacional, trenzado en esa disputa con un bloque de agrupaciones sectoriales que, dejando a un lado la representación política clásica, asumían la defensa de sus propios intereses materiales y sus dirigentes saltaban a la política de partidos como ejemplos incuestionables de la resistencia contra los embates «estatizadores» y «confiscatorios». Ese enfrentamiento abierto -quedó demostrado en estos años de trenzas y disputas- no llevó a la emergencia de los reclamos de la Faa, sino más bien a lo contrario: en un escenario político que se avisa hacia una mayor flexibilización de las decisiones económicas y profundización de los lineamientos generales del modelo agroextractivo, la situación de la pequeña y mediana producción hacia dentro de la Mesa de Enlace queda aún en mayores complicaciones.
El germen de lo incompatible
El caso de la producción de leche, donde el gobierno intervino otorgando compensaciones y sumando revuelo a la convulsión ya existente, se observa la tensión entre los distintos actores y puede ser revelador del conflicto de intereses que se vive al seno del sector agrario: el precio de alquiler fijado en quintales de soja ata el nivel de rentabilidad de la leche en tambo a las variaciones del mercado: si la soja sube más que la leche, se pierde rentabilidad. Ese proceso permitió el acaparamiento en manos de los tambos más fuertes, como por ejemplo, el de Hugo Biolcatti, que es dueño del tambo más grande de Sudamérica y primer abastecedor de leche de la firma Nestlé en el mundo.
La relación de la Faa y del movimiento cooperativo con el Estado es distinta: a diferencia de la gran producción que puede sostenerse en la rivalidad directa durante largos procesos, los pequeños y medianos productores dependen del rendimiento de la cosecha inmediata y, por lo tanto, necesitan acordar coyunturalmente medidas y asistencias estatales para su sostenimiento. El enfrentamiento directo con el gobierno nacional, así, favoreció principalmente a los grandes jugadores del agro, desplazando a un plano de utilidad simbólica las reivindicaciones de la producción soberana. Esas correcciones que intentan ser llevadas a cabo por Omar Príncipe, son las que generan la respuesta adversa de los sectores más radicales en su oposición al gobierno hacia dentro de la Faa y, también, las que despiertan las ansiedades de la fracción más conservadora que hegemoniza la Mesa de Enlace y se adjudica para sí todo el nombre de la política del «campo». Una disputa que sin explicitarse, se desplegó por los corredores de la Expoagro.
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