El martes 6 de octubre Esteban Mercatante presenta su libro «La economía argentina en su laberinto» junto a Nicolás del Caño y Christian Castillo
Este libro sale en un momento donde hay mucha discusión sobre la economía que va a dejar el kirchnerismo.
Sí, con la conclusión de este ciclo de 12 años de gobiernos kirchneristas está funcionando a pleno la producción editorial que hace balances políticos y económicos del período. En particular en el terreno de la economía que deja el kirchnerismo vemos una polémica muy aguda entre los que consideran que hubo durante este período una oportunidad desperdiciada, y quienes afirman que se avanzó en transformaciones profundas, que hacen un balance enteramente positivo.
En este libro realizamos una evaluación del período en contrapunto permanente con estos dos planteos, que de fondo tienen algo en común muy importante, que es que aceptan la preponderancia que tiene el imperialismo en la economía nacional, los dictados del orden económico mundial que benefician al capital trasnacional, la entrega a los usureros de la deuda, y un largo etcétera. En todos estos aspectos, entre los defensores del kirchnerismo, que ofrecen un relato «nacional y popular», y los críticos ultraliberales hay mucha menos distancia de la que pretenden.
Tu libro tiene como punto de partida el ajuste del año 2002 que se produjo con la salida de la convertibilidad.
La manera en la que se salió de la crisis de la convertibilidad es clave para comprender la economía política kirchnerista. En primer lugar, porque el ajuste salvaje que tuvo lugar a costa de la clase trabajadora fue central para restablecer las condiciones de valorización capitalista. La degradación de las condiciones de los trabajadores asalariados fue un elemento fundamental para abrir un nuevo panorama para la economía nacional. Durante 2002 los precios subieron 40 %. Con un desempleo que llegó a 25 % durante 2002 y con el apoyo de prácticamente todas las alas de la burocracia sindical a la salida devaluatoria, los intentos de resistencia al mazazo que esto representó sobre los salarios fueron imponentes.
Los capitalistas vieron cómo se les abarató este costo fundamental de manera extraordinaria. Junto con esto, la nueva estatización de deudas privadas que trajo la famosa «pesificación asimétrica» salvó de la quiebra a varias empresas, Clarín entre ellas. Todo esto se plasmó en el crecimiento que tuvo la tasa de ganancia capitalista, que es el elemento central para explicar los altos niveles de crecimiento que alcanzó la economía argentina hasta 2008, y después en menor medida durante 2010 y 2011, hasta que empieza el deterioro de los últimos años. No por nada el hoy ministro de Economía Axel Kicillof decía en 2007, cuando todavía no reportaba en las filas del kirchnerismo, que la verdadera «caja negra» del crecimiento económico desde la salida de la convertibilidad era la rentabilidad extraordinaria que alcanzó la clase capitalista.
Pero la importancia de partir de este momento, 2001/2002, tiene que ver en igual media con la caída de De la Rúa como resultado de movilizaciones de masas. Esto signó la política del período posterior. Kirchner tuvo que realizar una serie de gestos para restaurar el poder de la clase capitalista cuestionado en las calles por amplios sectores de masas.
Ligado a esto, otra idea de peso en el discurso kirchnerista es la del Estado como árbitro, de su «regreso» a un rol de intervención más activa después de las reformas privatizadoras de los noventa.
Claro, un aspecto central de esta apuesta a restablecer el dominio capitalista, fue presentar el accionar estatal como acolchonador de las contradicciones de clase. Sobre todo cuando a partir de 2004 una serie de luchas duras expresan una nueva disposición de la clase trabajadora para pelear por recuperar parte de lo perdido. El Gobierno buscó al mismo tiempo asegurar que se mantuvieran en el tiempo las condiciones favorables de rentabilidad generadas en 2002, y que esto fuera compatible con una recomposición de los ingresos de los asalariados, partiendo de los bajos pisos que estos alcanzaron en 2002. Siempre preservando la flexibilización laboral.
El kirchnerismo pretendió que iba a poder ocupar este rol de contención indefinidamente sin toparse con ningún límite, y más aún, que esto sería posible sin afectar ni mínimamente las restricciones estructurales del capitalismo dependiente argentino. Estamos hablando de la penetración del capital extranjero, que determina cómo se desarrolla la economía argentina; del peso de la deuda externa, que el gobierno reestructuró volviendo al redil de los mercados en 2005 y desde entonces pagó «serialmente» como celebra Cristina Fernández; y también de la desarticulación industrial y el descalabro energético.
Durante el período 2002-2014, la Argentina acumuló un superávit comercial de USD 184 mil millones, pero fue más lo que perdió durante el mismo período por transferencia de recursos al exterior: pago de la deuda, giro de ganancias y fuga de capitales.
Al haber dejado todo esto como estaba, la pretensión kirchnerista se chocó contra una pared: la del regreso de la llamada restricción externa. En el análisis económico se define así a las trabas en el desenvolvimiento de la economía que surgen por lo que podríamos definir sencillamente como escasez de dólares.
¿Esta restricción externa sería lo que explica el deterioro de la economía desde 2012?
Sí, es el elemento fundamental, que llevó al gobierno a aplicar una serie de medidas como la restricción de las compras al exterior que afecta el crecimiento económico. La industria argentina sólo funciona con importaciones que representan un 60 % de los insumos, así que la medida del gobierno impuso un fuerte freno ahí. Y todo se hizo para que el Banco Central conservara dólares suficientes para seguir pagando la deuda. El kirchnerismo se despide con un deterioro económico que expone la continuidad del atraso y la dependencia.
En estos mismos años el gobierno empezó a tener además una política más dura hacia la clase trabajadora, impulsando techos salariales más bajos para el conjunto de los asalariados en las negociaciones paritarias, y resistiendo los reclamos de ajustes de Ganancias. El año pasado los trabajadores concluyeron con una pérdida de poder adquisitivo que rondó el 5 %.
Se trata de un anticipo de lo que preparan los candidatos a suceder a Cristina.
Una gran coincidencia entre Scioli, Macri y Massa está en la decisión de tomar medidas que restablezcan plenamente las condiciones para que el capital haga fuertes ganancias en el país. El matiz está en todo caso en los ritmos para aplicar las medidas de ajuste, pero todos han dado señales a los sectores empresarios de que sus exigencias serán cumplidas.
Firmar con el Club de París, liberar el dólar, apelar al endeudamiento externo, recortar el gasto público, aplicar tarifazos, esto está en la agenda de todos. Y en el marco de una crisis internacional que está afectando fuerte a los principales socios comerciales y haciendo caer los precios de los productos que el país exporta, todos se preparan para hacer tragar duramente la receta del ajuste a los trabajadores. Como siempre, pretenden que sean los trabajadores los que paguen los costos de la crisis.
Frente a esto, con la crítica de la economía política de los años kirchneristas que realizamos en el libro, buscamos poner de relieve que es falso que no hay alternativas al ajuste. Se abren otros posibles cursos de acción, a condición de cuestionar las reglas del juego de la economía capitalista semicolonial que todos los candidatos patronales coinciden en mantener. Si cortamos de raíz el saqueo que impone el imperialismo, si terminamos con la apropiación de la renta agraria y petrolera por unos pocos, si establecemos una banca estatal única y un monopolio del comercio exterior, entre otras medidas que podría llevar adelante un gobierno de los trabajadores, se puede hacer que la crisis la paguen esta vez las que la generaron, la clase capitalista.
La economía argentina en su laberinto, publicado por Ediciones IPS-CEIP será presentado junto a Nicolás del Caño y Christian Castillo el martes 6/10 a las 19 hs. en el auditorio de la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación, ubicado en Riobamba 25 – 1er subsuelo.