El recién consagrado presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, decidió visitar el Chile de Piñera antes que la Argentina de Macri. Esta visita, según analistas, no sólo estrecharía lazos comerciales y políticos, sino que conllevará a una nueva división del trabajo en cuanto a aunar el poderío militar brasileño con el chileno en el marco de […]
El recién consagrado presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, decidió visitar el Chile de Piñera antes que la Argentina de Macri. Esta visita, según analistas, no sólo estrecharía lazos comerciales y políticos, sino que conllevará a una nueva división del trabajo en cuanto a aunar el poderío militar brasileño con el chileno en el marco de controlar y hegemonizar la política, la economía y el desarrollo militar en el sur del subcontinente, en consonancia con la nueva administración Trump y su ‘retorno’ al belicismo y la prepotencia fascistas. Chile y Brasil, en el cono sur, son países que han mantenido sus fuerzas armadas funcionando en sintonía con sus ‘necesidades’ de expansión. La antigua OTAS (Organización del Tratado del Atlàntico Sur), concebida para neutralizar un supuesto avance de la URSS en el confín atlántico del subcontinente, ahora se remedaría- sui géneris- en el marco de una nueva confrontación de EE.UU. y sus aliados con China, país orientado al Pacífico, pero con aceitadas relaciones con Rusia y Estados europeos. La biooceanidad reaccionaria en el Cono Sur estaría garantizada por el Brasil Bolsonarista y el chile Piñerista.
El fascismo
Movimiento reaccionario y anticomunista por excelencia, el fascismo nació en el marco de una crisis del imperialismo que se había iniciado en el marco de la primera Guerra Mundial. Como lo sostuviera Lenin, las contradicciones y confrontaciones entre los países europeos entre sí, mas la participación de EE.UU. en la confrontación interimperialista, permitió a la naciente URSS hacerle frente por separado a los enemigos. La crisis imperialista, causa y efecto de la guerra, culminó con una casi bancarrota de los países contendientes y a la par una ascensión del movimiento revolucionario y las luchas obreras en Europa y Asia, que llevaron a las grandes burguesías a extremar cuidados para recomponer las tasas de ganancia necesarias para su funcionamiento, y a la par declarar la guerra a los trabajadores. Así nació el fascismo. Italiano primero, nazi y franquista-salazarista, más tarde, que se caracterizó por:
-una centralización del capital en grado sumo, con la consiguiente liquidación de los pequeños y medianos empresarios, lo que determinó el control del poder de la gran burguesía en los países donde se instaló, mediatizada por el Estado fascista, que contaba con una base importante de masas.
– una presencia de masas importante que alimentaron al Fascismo, y que fueron utilizadas para reprimir extralegalmente a la clase trabajadora y a los movimientos y partidos revolucionarios. Esta masa de pequeño burgueses furiosos ante la crisis, obreros desclasados y elementos lúmpenes, sirvieron al Estado fascista como soporte político y parapolicial para anatemizar y reprimir al movimiento obrero, a sus organizaciones sindicales y a sus vanguardias, y se fundieron más tarde en el aparato del Estado represor.
-un desarrollo de la industria militar, en la perspectiva de una confrontación con sus ‘enemigos-competidores’ capitalistas por mercados, materias primas y espacios territoriales, mediante la guerra.
– una ideología demagógica y contradictoria, que a la par que blasfemaba contra el ‘capitalismo’, acusaba a comunistas, socialistas y otros revolucionarios de ‘extranjerizantes’, y admitía la centralización y reproducción ampliada del capital en grado sumo por parte de la gran burguesía industrial y financiera.
-la exaltación de los ‘valores’ de la ‘ nacionalidad y la tradición’, entremezclándolos con el odio a lo extranjero, el racismo, la religiosidad sectaria y reaccionaria, la consagración de las peores costumbres y tradiciones surgidas del oscurantismo, la ignorancia, la superstición, la superioridad racial, nacional, etc., etc.
– el uso de la violencia paraestatal y estatal contra los trabajadores organizados, a fin de destruir cualesquiera de sus organizaciones que significaran conquistas y derechos.
‘Consecuentemente, el fascismo es un producto del capitalismo monopolista e imperialista. Todas las demás tentativas de interpretación del fascismo en términos puramente psicológicos conllevan la misma debilidad fundamental’. (Ernest Mandel, El Fascismo, 1969).
Cabe destacar una vez más que el fascismo se diferencia de una monarquía o una dictadura militar por la base de masas que lo hace posible. » Sólo un movimiento semejante puede diezmar y desmoralizar a la franja más consciente del proletariado, mediante un sistemático terror de masas, mediante una guerra de hostigamiento y de combates en la calle y, tras la toma del poder, dejarlo no sólo atomizado, como consecuencia de la destrucción total de sus organizaciones de masa, sino también desalentado y resignado». (L. Trotsky, citado por E. Mandel en El Fascismo…)
Algunas falacias
Si bien el Estado fascista es aquel que parece ‘autonomizarse’ en el contexto de la lucha interclasista y que persigue hasta destruir a toda organización de los trabajadores, sea comunista, social demócrata, social cristiana, etc., no es cierto que evite la ‘privatización’ de las grandes empresas de industria pesada y militares. Ante este punto es necesario reproducir un párrafo del trabajo de Mandel, vinculado a la ‘privatización’ de las industrias y materiales de guerra por la Alemania nazi:
‘La tendencia fundamental no era la nacionalización, sino la reprivatización, ni la primacía de cualquier «dirección política» sino los superbeneficios de las grandes empresas’- sostiene Mandel.
‘En plena guerra, cuando hubiera podido esperarse de los partidarios de la «guerra a ultranza» que se mostraran absolutamente despiadados con los intereses privados, tuvieron lugar dos sucesos con las empresas Flick, que aclaran enormemente las relaciones de producción existentes. El 4 de mayo de 1940, una de esas empresas negoció un contrato con altos funcionarios del Estado para la producción de obuses y bazokas. Los funcionarios del gobierno habían calculado que, para obtener un beneficio razonable, Flick debía recibir 24 RM por obús. Pero la compañía exigió 39,25 RM por obús. Finalmente, el acuerdo se estableció en 37 RM, un beneficio suplementario de 13 RM por obús, es decir más del 35%, o sea, más de un millón de marcos suplementarios por todos los obuses fabricados hasta finales de 1943. Haciendo abstracción de la dictadura nazi, la diferencia entre la primera y la segunda guerra mundial no es tan importante, después de todo. En ambos casos, los soldados creían morir por la patria y, en ambos casos, morían por los beneficios suplementarios de los señores de la industria.
El segundo ejemplo es todavía más «precioso». El ejército había construido sus propias fábricas (con capitales provenientes de fondos públicos, por supuesto). Estas fábricas se alquilaban generalmente a empresas privadas, recibiendo en contrapartida una participación del Estado en los beneficios del orden del 30 o 35%. En 1942, la compañía Flick hizo lo indecible por tomar la dirección de Machinenfabrik Donauwörth GmbH (Sociedad de Construcción de Maquinaria Donauwörth). El 31 de marzo, el activo de Donauwörth ascendía a 9,8 millones de RM en el mercado, mientras que su valor contable oficial era de 3,6 millones de RM. Flick compró la fábrica (equipada con el material más moderno) al precio indicado por el valor contable oficial. Klaus Drobisch evalúa sus beneficios en más de ocho millones de RM en ese caso concreto. Cuando se levanta la cáscara política se descubre el verdadero núcleo, la dominación de clase. Si el Estado nazi hubiese nacionalizado sistemáticamente todas las empresas de armamentos, si hubiese reducido despiadadamente los márgenes de beneficios al 5 ó al 6%, si hubiese exigido, por ejemplo, que al menos la mitad de los directores de las fábricas que participaban en la guerra, fuesen representantes directos del Estado y las Fuerzas Armadas (puesto que, sin duda alguna, es lo que exige una guerra eficazmente dirigida), entonces podrían justificarse parcialmente ciertas dudas sobre el carácter de clase de ese Estado. Pero los hechos demuestran con claridad lo contrario: la subordinación brutal de todos los intereses a los de las grandes compañías. Y la subordinación de todas las exigencias sectoriales a la dirección «total» de la guerra, llevada a cabo en el interés de esas grandes compañías, se detiene en el justo punto en que alcanza el alfa y omega: la acumulación de capital por las grandes empresas’.
Cabe aclarar entonces que el fascismo cipayo que caracteriza a Bolsonaro, y su anfitrión, el pinochetista Piñera, no los inhibe de reprivatizar empresas vinculadas a la industria pesada- léase también industria militar- en tanto y en cuanto la sujeción al capital monopolista local, en sintonía con el trasnacional- fundamentalmente el afincado en EE.UU.- los condicionan a tomar cualquier medida tendiente a beneficiar al capital monopolista.
El ‘subimperialismo’ brasileño y el ‘Israel’ del cono sur iniciarían su periplo hacia la agresión a Bolivia, Venezuela y otros países de la región que no comulguen con el nuevo orden trumpista.
¿Y la Argentina qué?
El Isidoro Cañones que utiliza todavía el sillón presidencial para desde allí orientar el saqueo, la explotación y la humillación al pueblo argentino no es comparable, como ya lo dijimos, a Bolsonaro. Ni tampoco a Piñera. Y no es sólo por su distinto y payasesco sesgo personal ni por su ‘vocación democrática’, sino porque, además de ser un ‘producto político’ de otra era, no cuenta con fuerzas armadas poderosas ni organizadas para participar en el eje reaccionario, contrarrevolucionario y pro imperialista Brasil-Chile, ni siquiera como aliado menor. Y tampoco con una gran base de masas. A pesar de que algunos de sus funcionarios y funcionarias se hacen los ‘malos’, no les dá el cuero para aliarse en igualdad de condiciones con los fascistas brasileños y chilenos.Por lo tanto, la visión posible de sus homólogos de Brasil y Chile sería de la apurarlo a instaurar un Estado afín al de Bolsonaro y Piñera, donde ya se instauran penas contra los que difundan propaganda comunista y se critica abiertamente a los gobiernos socialistas no afines a la ‘democracia’ de EE.UU., o contribuir a su recambio por parte de los conocidos ‘nacionalistas’ de siempre, los fascistas vernáculos, que cuentan, como lo dijimos en otras oportunidades, con base de masas y aspiraciones bárbaras. (ver ‘No hay peor ciego’, del autor, en barometrolatinoamericano.
Se hace necesario aunar a los trabajadores de los países donde el fascismo y el militarismo acechan a los pueblos y gobiernos no afines a los EE.UU. trumpianos en un frente único y encauzar la lucha común para dar vuelta la tortilla. Direccionar las luchas obreras y populares hacia la toma del poder y construir el socialismo es una cuestión de vida o muerte, de supervivencia ante la barbarie.
El fascismo debe ser nuevamente destruido, y con él el sistema capitalista, del cual es una de sus patas.
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