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El Gobierno en sus horas de euforia

Fuentes: Rebelión

El gobierno nacional sigue abocado a expandir la creencia de que se encuentra en su hora más gloriosa, que ha superado todas las críticas y es además protagonista de una ola en crecimiento a escala mundial.

El 2,7% de inflación de octubre vino a reforzar la deliberada creación de un clima triunfalista, correlativo con la proclamada derrota de todos quienes profetizaban el fracaso del gobierno en general y de la política económica en particular.

El momento de la ofensiva.

En los últimos días Javier Milei se ha encargado de reafirmar que sus avances son irrefrenables, que ante resistencias o dudas no se detiene y menos retrocede, sino que acelera. Y no es sólo una bravata, lo lleva a cabo siempre que le resulta posible.

Con todas las inconsistencias que se le quieran señalar a su política económica y a despecho de las calificaciones negativas que acarreen sus prácticas políticas, el gobierno se siente a la ofensiva. Incluso se percibe acompañado por un amplio sector de la población en su “batalla cultural”. El cultivo de los impulsos más oscuros en nuestra sociedad y la supervivencia de prejuicios retrógrados aparecen como campos fecundos para la gestión gubernamental.

Las manifestaciones de conservadurismo extremo, más allá de las cuestiones económicas se reproducen día a día, como han mostrado los últimos votos en la ONU. El gobierno de La Libertad Avanza aspira a derrumbar arraigadas tradiciones nacionales. Y a exhibir como propensiones “comunistas” a posiciones que hasta hace poco parecían firmes, definitivas.

Completa su política internacional con la más rendida devoción hacia EE.UU. La que llega a su cenit tras el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales. El encuentro con el presidente electo en una convención conservadora de Florida fue para él un momento apoteósico. Afianzado por los elogios que le prodigó Trump a sus políticas para “hacer grande de nuevo a la Argentina.” Un tratado de libre comercio con EE.UU sería una coronación.

Desconociendo los límites y hacia delante.

No le importa al gobierno incumplir promesas o arrasar con restricciones que él mismo aceptó hace poco. Un ejemplo son ciertos aspectos de la ley Bases. Lo que los legisladores rechazaron o excluyeron vuelve a ingresar por la ventana. En lo posible vía actos discrecionales del poder ejecutivo.

Quienes hayan pensado que excluir de la ley ciertas empresas del listado de privatizables sería un límite difícil de franquear para el gobierno, estaban equivocados.

Aerolíneas Argentinas y el Correo Argentino, dos de las en teoría destinadas a permanecer en manos del Estado están hoy sacudidas por proyectos de privatización o cierre. Por ahora son movimientos preparatorios, un “procedimiento preventivo de crisis” en Aerolíneas, que habilitaría despidos en masa. Y al mismo tiempo se predica con toda la voz el propósito de privatizarla. Afirman que no se necesita una aerolínea de bandera y que da pérdidas, “afuera”

La realización de medidas de fuerza es utilizada como factor de desprestigio, de alimentación de una atmósfera antiestatal que genere aquiescencia hacia las privatizaciones. Destaca el ejemplo del conflicto de Intercargo, la empresa a cargo del servicio de rampas. Una asamblea gremial que retrasó el descenso de pasajeros desató la criminalización de los trabajadores (“terroristas”). Completada con la amenaza de que la empresa dejaría de existir.

La gestión Milei se complace en sembrar la zozobra entre los trabajadores, al generar amenazas de despidos, de cierre de organismos, de privatizaciones sin red.

Parte del Congreso se alista para erigir dos vallas al “decisionismo” del gobierno. La más general es el proyecto de ley que introduce una nueva reglamentación de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU). Recortaría los costados más irritantes de la hoy existente: Que la aprobación de una sola cámara lo asimile a una ley y que ante el silencio legislativo mantiene vigencia.

El otro proyecto limitativo de las atribuciones del Ejecutivo es el de invalidar el DNU que habilita al gobierno a renegociaciones de la deuda sin la aprobación del Congreso Nacional ni el requisito de conseguir un acuerdo más ventajoso respecto a montos, plazos o tasa de interés. En la Ley de Administración Financiera se debía obtener un acuerdo beneficioso para el deudor al menos en dos de esos tres campos, se trata de reponer esos requisitos.

El PRO ya anunció que no acompañará ninguno de los dos proyectos. Lo mismo el sector mayoritario del radicalismo. Queda de manifiesto que más allá de cualquier desencuentro, la tropa de Mauricio Macri dará respaldo parlamentario pleno al gobierno.

El resultado por ahora es que los bloques impulsores de estas normas no alcanzaron quorum para sesionar. Habrá que ver si lo consiguen para la semana que viene.

La oposición “dialoguista” y un triste destino.

El oficialismo ha desarrollado cierta destreza en dividir y desorganizar a la oposición. Y cuenta sobre todo con que no hay propuestas alternativas claras. Sólo el peronismo, aún en medio de la debilidad, esboza un camino algo distinto. El resto de las fuerzas critican ciertas conductas presidenciales al mismo tiempo que suscriben el rumbo gubernamental en los aspectos más relevantes.

Coinciden con sus ideas fundamentales y con su alineamiento automático y fervoroso con los intereses del gran capital. Se juegan su identidad y lo saben. Tanto PRO como la Unión Cívica Radical tienen en juego sus electorados respectivos, la unidad interna, el poderío territorial. Incluso la propia supervivencia como partido.

Pero más aún les importa mantener su lógica de clase. El primer objetivo debe adecuarse al segundo, nunca al revés. Les gustaría tener mayores espacios de poder y recibir tajadas más grandes en los negocios a realizarse desde el Estado. Pero el camino es el diálogo y la negociación, por más trampas que haga el gobierno.

No romperán lanzas con La Libertad Avanza, aún a sabiendas de que franjas relevantes de ese espacio aspiran a la desintegración y extinción de PRO y tal vez también de la UCR.

Milei vs. Cristina.

El gobierno polariza con entusiasmo con Cristina Fernández de Kirchner. La perciben como portadora de un apoyo importante de la ciudadanía a la vez que suscita un rechazo aún mayor. Una ecuación conveniente a la hora de escoger rival.

Mientras, el poder judicial hace su trabajo de dejarla a tiro de un fallo confirmatorio de la Corte Suprema. El que además de ponerla presa significaría la pérdida de sus derechos políticos en forma de inhabilitación absoluta y perpetua para ejercer cargos públicos.

Enseguida de difundido el fallo de la cámara de casación, coincidente con la condena de la primera instancia, desde el gobierno lanzaron otro dardo: Dejaron sin efecto el cobro de su jubilación como expresidenta y de la pensión como viuda del presidente Néstor Kirchner.

El argumento transitó por una cuestión de honorabilidad manchada que la haría indigna de recibir esos haberes. Los juristas que examinaron el caso coinciden en que la privación de esos beneficios es improcedente, más allá de las sentencias condenatorias. Sólo podría disponerlo una ley.

Al gobierno poco parece importarle la legalidad de la iniciativa. Buscó un golpe mediático, colocarse en el lugar del castigo a la corrupción y, como siempre, de la reducción de los gastos estatales.

¿Qué pasa en el kirchnerismo?

La flamante elevación de CFK a presidenta del Partido Justicialista tiene un aire melancólico. Asume un rol que nunca le interesó y en medio de una confrontación interna escasa de motivaciones y desmoralizante para sus seguidores..

Consiguió el cargo previo desmoronamiento de la lista contraria. Y en medio de reprimendas a quien hasta hace poco aparecía como su “heredero natural”, Axel Kicillof. El gobernador de la provincia más poblada y de mayor desarrollo ahora aparece a merced de los “guardianes de la ortodoxia”, encabezados por La Cámpora.

CFK enfrenta al gobierno de Milei pero no parece modificar en lo más mínimo su forma de construcción política. Le interesa sobremanera la preservación de su lugar de liderazgo indiscutible. Y continuar con la disputa electoral como terreno central para cualquier modificación de la realidad.

Para ella la organización y movilización popular debe mantenerse en un papel subordinado, con la iniciativa que transite de arriba hacia abajo. Si no fuera así mejor que no exista.

Cristina Kirchner mantiene un nivel de popularidad importante, con juego propio que tal vez confiera nuevo sentido a la cáscara vacía del Partido Justicialista. No será sencillo salir del clima de derrota.

Algunos elementos novedosos que introdujo en sus últimos documentos van más bien en dirección a una “moderación” afín al clima de ideas hoy imperante. Allí apunta a “repensar” la defensa de los derechos laborales y de la educación pública. Nada parecido a un programa alternativo.

Su base de operaciones fundamental es hoy el Gran Buenos Aires, en circunstancias en que la fidelidad de los gobernadores peronistas se diluye o al menos flaquea, con sólo unas pocas excepciones. El resto del país no le es por ahora terreno favorable, tendrá que modificarlo en alguna medida.

CFK desplegó en los últimos días una recuperación de protagonismo al asistir a reuniones de dirigentes. Y también a “baños de masas” junto a la militancia de base y simpatizantes. Todo parece empezar y terminar en ella, no ingresan otras figuras destacadas al escenario.

Una tentación que está en el aire es la de la formación de un frente anti-Milei. Una definición por la negativa que quizás pueda servir para dar un poco de aire a un sistema de partidos casi en bancarrota.

Las fuerzas de centroderecha que no se alinean con el gobierno actual podrían ser de la partida. Eso si se lograra superar o al menos matizar la profesión de fe antikirchnerista que el grueso de esas agrupaciones han sostenido durante muchos años. Parece difícil.

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Una mirada a la sombría realidad que se describe más arriba revela lo acuciante y a la vez dificultosa que es la conformación de una alternativa de otro tipo. La tradición “progresista” y hasta la del liberalismo político son hechas trizas con llamativa impunidad.

Resulta imperativo el fortalecimiento y consolidación de una perspectiva de izquierda, con un nivel de visibilidad y de inserción en el movimiento social mucho mayor que el hoy existente.

Es el camino disponible para aunar el espíritu de resistencia con una contraofensiva eficaz. Se requiere pasar de la indignación y la protesta a la disputa por el poder. Está claro que no es fácil. Es evidente que es imprescindible.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.