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El inaudito acto de protestar sin bajarse a la realidad

Fuentes: Rebelión

“Si quieres llegar deprisa, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado.” Proverbio africano

En semanas pasadas se llevó a cabo una movilización en México debido a la inconformidad de un sector de la población en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador1. En aquella protesta, además caracterizada por realizarla en carros, algunos de ellos lujosos, manifestaban que en México se estaba dirigiendo una política con tintes de un “socialismo o comunismo”, situación que marcaba el descontento de aquel sector.

Desde que López Obrador asumió el cargo como representante del ejecutivo, una feroz respuesta de sectores conservadores se ha posicionado como uno de sus más acérrimos detractores, situación que venía desarrollándose años posteriores ante las candidaturas de Obrador. Sin embargo, al asumir el cargo como presidente de México, las constantes críticas de ese sector se intensifican, en una muy gran mayoría, difundidas más por propensiones políticas y de estrategia de miedo que de hechos concretos sobre una realidad sostenible, lo cual termina desacreditando sus exposiciones en forma de protesta al menos en una realidad muy teórica.

Puesto que se habla de una clase privilegiada valdría preguntarse ¿En realidad trazan una argumentación sobre la conservación de México ante un sistema dictatorial? ¿No han realizado un análisis de las situaciones históricas del país? Estrás situaciones motivan a la reflexión y el análisis del movimiento de la marcha desde una perspectiva psicosocial que permita dilucidar las fuentes motivadoras de esa movilización.

¿Quiénes protestan?

Esta es una de las situaciones más emblemáticas de los últimos tiempos. Al ocupar el cargo de presidente de la República Mexicana, López Obrador se convirtió, junto con MORENA en el partido oficial, dejando su status como partido de oposición y, justamente este último rango, fue adscrito aparentemente por partidos políticos, históricamente ligados al poder, a la corrupción, como lo son el PRI, el PAN y el ya casi desaparecido PRD. Bajo esa premisa, esperar que desde la institucionalidad estos partidos generen una posición resulta inverosímil si observamos su accionar político y en la política al menos en las últimas dos décadas, y podremos encontrar contradicciones importantes que imposibilitan a esos partidos ser considerados como partidos de balance y equilibrio, cuando su historia remite a tiempos de violencia y desaparición como métodos de mediación política: la defensa de sus privilegios de clase, el encubrimiento de personal sobre nepotismo político de sus partidos o con los cuales conservaban negociaciones económicas; despojo de derechos labores de una parte de la población; mantenimiento de las condiciones de precariedad de la sociedad como elementos de dominación simbólica; el aumento del salario en número irrisorios y aumento de bonos y ceros a las cuentas de magistrados, normalizando la gran brecha de desigualdad histórica en el país. Su salida en las calles de la ciudad de México tuvo bastantes significaciones importantes que, dentro del discurso político no debería pasar por alto, si de lo que se desea, es reflexionar sobre el carácter que podría suscribir esa clase.

La presencia en forma de protesta de esa clase social, privilegiada, carente de la experiencia social en base a términos de exclusión, de conciencia de clase dominante, permiten dilucidar el proceso de naturalización sobre la diferenciación de clases perteneciente al contexto histórico de la realidad mexicana desde hace muchas décadas. El valor de toda protesta tiene como objetivo visibilizar las inconformidades de una sociedad frente a las dinámicas del Estado y su forma de accionar ante determinados eventos.

Abierta para cualquier persona, las protestas han derivado en la estigmatización de una población acomodada, de clase dominante, que han visto el derecho a la manifestación como una escalada ante la pérdida de tiempo, el impedimento de un progreso nacional. La caracterización con que la han dilucidado forma parte de un pensamiento individualizado, donde la crítica, la inconformidad son valores no civilizatorios, incorrectos ante el establishment impuesto; en definitiva, protestar como un acto inconsciente que impide el avance civilizatorio de una nación. De ahí que las voces y expresiones se vean silenciadas por la justificación de la tolerancia y el rescate de la libertad y las buenas costumbres. Cuando aparece una parte de la clase privilegiada manifestándose en automóviles, permite visualizar el contacto con la realidad al que se observan e identifican. Observarlos desplazarse por las calles de la capital es aún mucho más paradójico: protestar por una inconformidad política en tanto que presentan irregularidades de incumplimiento laboral en sus empresas en contra de sus trabajadores. Por un primer momento, a través de la cuarentena y la distancia social impuesta por el gobierno de López Obrador, podría entenderse el acto social sobre el cual, un contacto físico sería peligroso ante el COVID-19 y su posible contagio, pero también muestra una característica específica: por una parte el mensaje al gobierno en turno y la visibilización del poderío a través de la identificación del objeto especifico y especificado de acuerdo a las características de consumo y de sustento de una clase dominante, cuyo standing es utilizado a través de la superficialidad de ideas sin una sólida filosofía que pudiera sostenerla. Por otra parte, refleja el desprendimiento con la realidad social, el desasosiego inconsciente de mostrar que su realidad, dista mucho de ser una en relación con contenidos que podrían compartirse en un momento especifico y donde, adentro de los vehículos termina por explicar que esa realidad no se comparte, no se desea compartir. Su expresión dista de las reivindicaciones de la realidad mexicana y se coloca como vanguardismo del intento proteccionista de su clase social y el temor por la desaparición de una gran parte importante de sus privilegios. Aún en su presencia, manifiestan de forma inconsciente la visibilización de las clases menos favorecidas por la pandemia y dentro del vehículo, una esfera de protección semántica y sintáctica, olvida a un contingente importante de personas que necesitan que salir de casa para continuar con el sustento de la familia; mujeres, niñas y niños que probablemente el encierro refleje una manera más directa de enfrentarse a la violencia física y simbólica de la que su realidad se ve mancillada. Bajo esas realidades ¿Cómo sería posible pensar en la preocupación desinteresada de estas clases, cuando en los efectos sociales directos su presencia es mínima? ¿Cómo pedir que el Estado no se convierta en Cuba o Venezuela cuando su verdadera preocupación no es la sociedad sino el consumo que se vería mermando por las condiciones de cuarentena? ¿Cómo podría existir una legitimación de sus demandas, si en los hechos han sido las causas directas de su acumulación de riqueza las que han propiciado inseguridad, desempleo, pobreza, privatización de los elementos indispensables de una sociedad para sobrevivir?

No solo eso: una clase dominante, privilegiada por el Estado, históricamente expuesta ante la desigualdad social, clases sociales que mantienen su status sobre nepotismos, confabulaciones, corrupción y cuya preocupación esencial rectifica que la identidad nacional ha sido utilizada por aquel sector para amalgamar en su entorno e internamente un capital sobre la vigencia identitaria de la superación personal, la competencia, el emprendedurismo como elementos indispensables de un nuevo ser civilizatorio posmoderno. Bajo ese discurso, es como encontramos las contradicciones sociales al exponer elementos esenciales comunitarios modificados por acciones con objetivo de cooptación y que en el largo plazo tiene efectos negativos psicosociales, destruyendo fundamentalmente la base colectiva, presupuestando el altruismo y la unidad solo como un espejismo de una realidad social ya de por sí distorsionada. Su salida bajo el ojo crítico social es manifestada por el reacomodo de su mundo, la modificación de privilegios y la visibilización del mundo tecnológico que ha permitido una crítica tecnológica y problematizar el tema de la brecha de clases sociales que han naturalizado en su propósito de construcción de una sociedad privilegiada, selectiva, individualizada. Su salida, planificada, organizada, no trata de corregir el curso de la realidad mexicana. Su puesta en escena demostró un elemento teatral oculto hasta esa marcha para la sociedad en general: se presentan a la luz del día para afirmar su carácter privilegiado, dominante y anunciar una confrontación unilateral con el gobierno en turno.

El Negocio

La presión que fue anunciada con bombo y platillo por los medios de comunicación (de los cuales muchos de ellos responden a la inversión privada, tergiversando la realidad apoyado por sus medios), donde se mostraba el descontento, la desesperación de la clase dominante, pidiendo al público, que se animara a salir a las calles, que dejaran de sentir miedo y se repusieran recuperar su trabajo como un ejercicio de crecimiento de la nación bajo la etiqueta de “héroes”. Discurso pertinente de acuerdo a la protección de sus recursos y sus demandas. La justificación del acto política manifestaba el compromiso de recuperar sus espacios de dominancia sin importar las raíces de mando, mucho menos las medidas del gobierno para el “cuidado” de salud general. Un desafío abierto que, ocultaba en el discurso, su semántica racial, segregacionista de realidades y la exposición, prácticamente inconsciente, de una brecha generacional que al mismo tiempo se vuelve de clase social.

La industria privada ha desarrollado una estrategia de presión gubernamental que priorice la demanda laboral sobre la salud de la población. La fundamentación consiste en la recuperación de las empresas privadas atrayendo a los trabajadores de sus empresas mediante un discurso legitimador de las carencias (muy visibles) del gobierno y la poca eficacia o de respaldo con un proyecto económico considerable. De tal suerte, que las empresas han desarrollado una conclusión formalizada sobre el sacrificio de diferentes sectores de la sociedad, sobre todo los más vulnerables, en un trámite de darwinismo social, considerando que cada vida humana tiene un precio y de la cual ellos han sopesado todas las funciones, costos y pragmaticidades. El desarrollo de esta decisión se encuentra legitimada por sectores prescindibles dentro del espectro psicosocial de las clases dominantes: profesionalización  de juicio para los trabajadores con el ideario colectivo de la transformación personal y familiar mediante el trabajo como una regla personal que no pueden romper y si se encuentra fracturada, formarán parte del problema, cuando la gran estructura social ha generado una descomposición a través del mantenimiento del discursos de las clases sociales. Por otro lado, se desata una batalla internacional sobre los nuevos mercados; reacomodo que tendrá en los próximos años una hegemonía probablemente china y cuyos sectores industriales se verán seriamente afectados por la entrada de la estructura socioeconómica china. Esto podría desencadenar una teoría malthusiana para estabilizar las condiciones del país a través del sacrificio económico de la población a través de una selección de poblaciones “disfuncionales” en el cumplimiento del trabajo, sea por cuestiones de edad, enfermedad, género, sector social al que corresponde. Bajo esa premisa podemos encontrar que dentro de sus iniciativas se trata de la protección del mercado y de las empresas a costa de la salud de los obreros, fisurando la familia, las condiciones socioambientales, a través de un pensamiento mágico de éxito, liderazgo y compromiso. El rezago del sector salud predispone, al tiempo que visibiliza, uno de sus grandes problemas creados por las clases dominantes: quien costee los procesos de salud será quien pueda mantener una funcionalidad social. El capitalismo podría estar desarrollando una estela de proteccionismo a través de esas creencias, donde la vida, al tener un valor numérico se vuelve descartable y al mismo tiempo, sin rasgo de conciencia de culpabilidad, el sacrificio por un bien mayor. Idea que podría encontrar una naturalización mediante esquemas cognitivos de adaptación de violencia simbólica donde los más aptos, preparados y con mejores genotipos puedan sobrevivir, por especie, por segregación, por apoyo y manutención a través de sus aparatos ideológicos.

Bajo esa bandera de falsa esperanza podrían encontrarse las verdaderas aspiraciones de la clase dominante y su reacomodo mundial y no solamente regional. El papel de sus intelectuales orgánicos que ahora adoptan formas innovadoras de transmisión social de ideas ha dado un pie a los estilos de coaching, como el prototipo de salvación que permite una introspección individual, ahistórica, pragmática de pensamiento y olvidada de praxis. Ahí, en la protección de intereses no se piensa ni se organiza, mucho menos, se decide. La estrategia del negocio ha sido el consumo, la producción, la sobreexplotación justificada mediante la ruptura de la memoria histórica legitimada por las condiciones supraindividuales de actores que, dentro del avance del sistema capitalista y con las dificultades que arrastra el poderío de los que controlan los medios de producción, se crea una burbuja de culpabilidad cognitiva, reflejada en la búsqueda de la premisa que permita un bienestar superficial, apartado de un futuro concreto y de un proyecto de estabilidad social, mucho menos de transformación social. La idea de comunidad ha dado paso a una forma etérea, mecanicista que responde ante las situaciones financieras olvidando el sentido de comunidad como la categoría principal en los proyectos psicosociales de transformación.

Hoy, bajo la capa del nacionalismo, son esas mismas clases sociales que se envuelven en la bandera mexicana y su significante para promover la defensa de la nación ante el avance “socialista”, cuando en realidad al referirse a nación mexicana, se refieren a la no intervención del Estado en los asuntos económicos y el paso libre en acuerdos comerciales. Conocemos fervientemente hacia donde se dirigen y el contenido semántico que dibujan al hablar de patria, puesto que es el mismo imaginario colectivo sobre el cual construyen una “noción de patria” forjado por principios de mantenimiento de clases, protegidas, además, bajo la complicidad del doble discurso erigido por el Estado y cuyo efecto sigue siendo la manutención de división de clases sociales. En ese sentido el nacimiento de normativas amparadas sobre la tolerancia mostraría el incipiente retorno del fascismo en todas sus facetas. Ese nacionalismo económico, posibilita la destrucción del sentido de comunidad, al resguardar en las territorialidades los proyectos expansionistas que terminan por destruir territorios, desplazar comunidades en beneficio del crecimiento y progreso de una nación. La defensa y las leyes reguladoras se encuentran diezmadas por la generación de capital que se comprende en la lógica del negocio y cuyo desenvolvimiento crea, en buena suerte, un trauma psicosocial para cuyos actores sociales se ven enfrentados y desgastados por los procesos turbulentos donde la justicia tiene poca acción y operancia, se resuelve en la implementación de proyectos empresariales y su avance depredador.

Negocio observable en la lapidación de sueños, creencias, efectos en el corto y mediano plazo. La construcción de una modernidad, de la idea de progreso nacional, costando la vida de muchas personas, destrucción de cosmovisiones, la ruptura del tejido social y procesos de migración forzada, donde los mismos operarios mantienen en una primera escalada de vanguardia a la clase obrera, en su gran mayoría con sueldos raquíticos y con la promesa de un futuro brillante que jamás llega. Esa en la promesa incumplida y rota con la que en el imaginario colectivo se busca alcanzar en intentos de que se convierta en una autoprofecía cumplida sobre el esfuerzo, la dedicación perpetua, sobre el trabajo focalizado plenamente a esa actividad sin importancia mayor a cuestiones macrosociales.

México, en el imaginario colectivo de las clases dominantes del país, se desarrolla bajo la forma de un pensamiento mágico, una entidad creada a través de construcciones cognitivas sobre significantes de riqueza, los derechos de clase, la manifestación del discurso segregacionista, el instinto de poder como capacidad de mando, los vuelven fieras sedientas de sangre, dispuestos a defender a la nación y a la democracia de la tiranía presente en el gobierno actual. ¿De qué forma pueden defender la democracia, si la misma está regida bajo sus propios conceptos y, conceptualmente ha sido una construcción social para legitimar la explotación del hombre por el hombre? En realidad, nación, México, democracia, libertad, forman parte de los intentos conceptualizadores desde donde parten hacia el desarrollo de su defensa impuesta para seguir, dentro de su sesgo cognitivo, desarrollando a una nación a través del esfuerzo, de su lucha, de su inyección de capital sobre la cual, piensan, recae el futuro de la nación; cuando su propia acumulación de riqueza, el crecimiento de un país, les ha pertenecido y desarrollado por la clase obrera y campesina. Conceptualizar semánticamente a una nación implica la venta de una enorme necesidad de aportar al futuro y al “talento” como justificación de la explotación, mantenimiento de división de clases sociales y el expansionismo segregacionista que permita posicionar un mercado violento, carente de valores y de éticas sociales que apuesta por el progreso y la modernidad desdeñando la vida humana y su construcción de símbolos y pertenencias colectivas.

¿Quiénes son los verdaderos olvidados?

Dentro de toda esta situación, existen varios grupos olvidados que permiten comprender el desarrollo de del discurso de desigualdad. Dentro de estos elementos históricos que han pasado desapercibidos o invisibilizados, en la mayor parte del tiempo tenemos a la clase obrera y campesina. Y por supuesto que se comprende su invisibilización, pues representa la antítesis de esa clase hegemónica cuyas medidas de defensa sobre la democracia, la libertad, la defensa de la nación se ven involucradas, en su gran mayoría, por situaciones de explotación laboral, con condiciones raquíticas, poco crecimiento, en muchos casos sin cotizaciones, sin sueldos base y tantas inconsistencias que, de estar en un sistema económico-político socialista, sería muy probable que estas condiciones se problematizaran en todo su esplendor. Pero como ya hemos mencionado, solo se dictan bajo tutelas de repetición sin sustento alguno.

Ahora bien, esa clase obrera, campesina, al mismo tiempo se encuentra cooptada por las mismas vías de institucionalidad como lo son los propios sindicatos que han perdido la brújula de su función y responden ante la dominación sociales de una clase. Estos hechos dejan en un estado de vulnerabilidad a estos sectores que no pueden defenderse de 1) las relaciones de poder en las cuales se encuentran a través de la coerción del Estado y 2) de la fragmentación de identidad a través de los aparatos ideológicos que reprimen todo intento de desarrollo autogestionado. En esencia, es la inversión privada la que dictamina el prototipo societal que necesita, quedando ante los ojos del dominio público como los verdaderos salvadores de los intereses de una nación al impulsar nuevas fuentes de trabajo, pero que, en su práctica, esos nuevos cientos, miles de trabajos, se encuentran en una situación de sometimiento y de naturalización cognitiva al afianzarse como progreso, lo que se puede expresar como sometimiento a través de las condiciones económicas. Y al mismo tiempo trasciende las acepciones económicas percibiendo que “los principales conflictos ya no se dan en el interior de un sistema de producción, sino que oponen a la economía globalizada la defensa de los derechos que son estrictamente humanos, y no solo sociales2”. Crisis social que trastoca la vida de los obreros y campesinos, crisis que solo se da bajo un curso sin retorno y cuyas arengas en la marcha jamás parecieron, dejando a las clases menos favorecidas como espectros fuera de toda historicidad.

Al momento de reflexionar sobre lxs olvidadxs de esta batalla política institucional, nos percatamos que son los grupos más vulnerables y marginados históricamente del país. Si hacemos un ejercicio de memoria podemos darnos cuenta que dentro de toda esta situación los pueblos originarios, indígenas, población en situación de calle, mujeres y niñxs violentadxs, trabajadoras sexuales, personas en procesos de migración por desplazamiento forzado son una parte invisibilizada con problemas tácitamente importantes para los cuales, la respuesta del Estado ha sido nula o escasa. Pretender que debe de existir una alienación por parte de estos sectores sin respetar las cosmovisiones o comprender la situación antes de “intervenir” relegando al sujeto en una voluntad forzada de objeto, permite comprender la visión colonizadora presente, en nuestro siglo.

Normalización de las conductas de violencia, feminicidios, desapariciones que pretenden relegarse a los sectores más pobres e invisibilizados al tiempo que se intenta legitimar a través de la condición de falta de educación, progreso y en un tono burlesco en muchos casos, haciendo énfasis en la falta de civilización, justamente la definición de la segregación racial que han pretendido desde hace tiempo realizar y que no en pocos casos, han podido establecer ciertas estandarizaciones raciales en el acercamiento y establecimiento de objetivos empresariales. Esos procesos de segregación, funcionan, al mismo tiempo, como forma hegemónica de dominación en tanto que establece diferencias psicosociales, económicas, infiriendo que el avance sobre la modernidad solo se encuentra permitido para un cierto sector del cual, para seguir construyendo un ideario de emprendedurismo se necesita el color perfecto, las relaciones perfectas y la dominancia sinigual para generar un mapa de establishment dominante. La venta de necesidades, la creación de necesidades y un marco limitado de oportunidades a costa del debilitamiento ecológico, imploran una nueva batalla en las próximas décadas sobre el desarrollo sustentable en un mundo donde se acaba y las naciones se limitan hacia libertades vigiladas.

La subjetividad necesita de un actor social comprometido, histórico que sea un agente de transformación social al rescate del sentido identitario, comunitario más allá del espejismo capitalista individualizante. La batalla contra el olvido implora el recate de la memoria comunitaria y ejercicios participativos nóstricos, de esa manera la historia permitirá no olvidar las exclusiones hoy presentes como estrategia política.

¿Hacia dónde dirigirse?

Por supuesto que no puede omitirse el hecho de la crítica hacia el gobierno de López Obrador. No podría considerarse sano un gobierno al que se le aplaude cada una de las decisiones sin un ejercicio de crítica cotidiana, en procesos de retroalimentación, a condición de que ese gobierno verdaderamente se instruya como mecanismo de acción y resolución de conflictos. Una cantidad importante de movimientos sociales, organizaciones civiles han demando al presidente de la república rectifique y revoque los proyectos del aeropuerto, el Tren Maya que generan un problema en la cosmovisión de los pueblos originarios, la defensa de sus tierras, el freno ante la ola de asesinato de activistas y defensores sociales que luchan por mantener los recursos naturales de las comunidades que son depredados por los intereses económicos de particulares.

Existe otra protesta nacida de una desconcientización, de la despersonalización, cuyas terribles consecuencias es minar la acción de los actores sociales y transformarlos en entes puramente económicos sin capacidad de toma de conciencia, de acción, mucho menos de historia. Esas clases privilegiadas que utilizan de forma “sutil” un discurso segregacionista, son las mismas que abogan por conceptualizar que se es mexicano y que no, a partir de sus beneficios de clases, su ahistoricidad y la pérdida de derecho y sentido social. Son esas clases dominantes, quienes pretenden colocar el concepto de civilización sobre las condiciones culturales que los ha mantenido en situaciones de privilegio y se han otorgado ante la realidad como “personas civilizadas” excluyendo a una gran parte de la población de este concepto y generando una naturalización de discriminación social, laboral.

Repudiar la manifestación en contra de Obrador sería un suicidio en la construcción de espacios alternativos, porque se consideraría la idea de la justificación de la tolerancia como herramienta totalitarista sobre los logros de libertades sociales. De lo que se tiene que tener una constante observación es cómo la clase dominante puede desarrollar un empirismo abstracto mediante el cual su lectura vaya más allá de la protección de lo privado y contenga, legitimado por la irracionalidad del tiempo, las condiciones sociales de convivencia a través de una contención constante, vigilancia permanente y recopilación de datos dentro de las comunidades como objetivo del cuidado de la transición de nuevos elementos importante en la ampliación de sectores empresariales y la toma de comunidades y materiales naturales sin la resistencia de pueblos y organizaciones. Bajo todas sus funciones, los movimientos reaccionarios siempre han demostrado su capacidad pragmática de resolución de problemas como objetivo final, para lo cual puede obtener resultados más óptimos.

Tal parece que la apuesta de las clases dominante del país versa, como siempre, en mantener el aislamiento social que hacía tiempo se desarrolla en el país, gracias a las grandes campañas mercadológicas sobre la proyección narcisista de la figura del sujeto como ente primordial y fantástico del universo. Hoy, las condiciones han modificado y no extrañaría pensar que una forma asertiva de afrontar el aislamiento, la distancia física, sea el rescate de lo colectivo, la identificación del sentido de nosotros oculto bajo capas de individualización y financieras que apuestan la segregación social como principal motor de dominancia y explotación de recursos dominantes. Hoy, algunas comunidades resisten desde sus perspectivas, formando nuevas formas de resistencia económica, nuevas solidaridades colectivas. Ahí también el campo de lo ambiental, de la ecología social parece abrir una problematización sobre su transformación y explotación en ideas de proyectos progresistas. La detención total del Tren Maya ya no trata sobre los aspectos de legitimación del gobierno en turno y el impulso de la inversión privada, sino de combatir la invisibilización de los pueblos indígenas, originarios que han sido asediados por los proyectos de modernización en su territorialidad sin tomar en cuenta las cosmovisiones, el sentido de comunidad tan fuerte y generadora de recursos potenciales en las comunidades. Recuperar el sentido de nosotros es una tarea difícil dado la ideologización dominante persistente en la cultura mexicana y en prácticamente la mayor parte de Nuestra América. La tarea no es fácil y requerirá entablar batalla en otros escenarios importantes como lo son la educación, la salud, la violencia, seguridad, alimentación, vivienda, causas que hoy, siguen marcando una gran brecha social que invisibilizar las clases empresariales dominante y para cuya normalización hoy, en su semántica, se trata de una polarización.

Ahí, bajo el fuego estelar de la indiferencia, del asedio al que se someten gran parte de las comunidades en nuestro país, implica reconceptualizar psicosocialmente nuestro papel en estos momentos, el compromiso que se visualiza en el futuro y el rescate de nuestra memoria histórica, indómita que se niega a morir a pesar del jaloneo persistente que tienen bajo el concepto del tiempo y su avance depredador antes de que sea fin de siglo, sacrificando en esas constelaciones la vida humana por un proceso mecanicista e individualizante.

REFERENCIAS:

1. Caravanas de automovilistas protestan contra López Obrador (10 de junio de 2020). Recuperado de: https://www.google.com/amp/s/amp.elfinanciero.com.mx/nacional/caravanas-de-automovilistas-protestan-contra-lopez-obrador#ip=1

2. Touraine, A. (2013). Después de la crisis. Fondo de Cultura Económica.