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El inexistente Estado de las elites mexicanas

Fuentes: Rebelión

Uno de los mitos preferidos de las elites y las castas periféricas de este país, impulsado fuertemente en los últimos cuarenta años del neoliberalismo duro pero que viene de manera abierta manifestándose desde la época en que los empresarios de Nuevo León pelearon con el Estado a raíz del asesinato de su Patriarca, pero sobre todo por el pánico a lo que ellos le llamaron socialismo supuestamente impulsado por el presidente de entonces, es que no necesitan el trabajo y ni siquiera la existencia de ese Estado, entendiendo a este como un supra-organismo que se encuentra por encima de la sociedad, su producción, su consumo y hasta su moral. Su desprecio, moral e ideológico porque, como veremos, no es económico, es de tal nivel que simple y llanamente en los últimos años llegaron a decirle, a la clase trabajadora y a las castas sometidas, que el Estado, el que identifican por medio de las siglas que se involucra tanto en su nacimiento, educación, vida, enfermedad y muerte, simplemente era innecesario, estorboso y que deberían dejar que todo lo que les importara se gestionara por medio de esa entelequia llamada “el mercado”.

Hoy sabemos lo que sucedió detrás y al lado de esta propaganda obtusa que realmente ocultaba las intensiones de sus impulsores: el desmantelamiento progresivo del aparato productivo del Estado en beneficio de unos pocos depredadores que se hicieron a precio de saldo de lo que hasta ese momento era considerado los intereses de la nación, y la sobre explotación de la clase trabajadora mexicana a la que no contenta con sacarles la plusvalía del trabajo, las explotaron además con los pésimos, absurdos y caros servicios que los depredadores bien se dignaban a entregar.Hoy también sabemos que la propaganda que sirvió para ocultar las actividades con la cuales los aproximadamente últimos cuarenta años los beneficios se han concentrado en una ínfima e infame elite, tuvo también por objetivo ocultar el proceso en que esas elites y sus satélites se beneficiaron del saqueo, y también del encubrimiento derivado por las actividades que, usando al mismo Estado que desprecian, les permitió realizar una serie de negocios sobre la base de instituciones públicas, universidades, centros de capacitación e investigación tecnológica, por poner un ejemplo, evitarían el seguimiento del dinero robado y con las cuales se realizaron rapacidades memorables, como la Estafa Maestra, usando a todas aquellas instituciones como tapadera para diluir responsabilidades criminales. Finalmente, y no porque los ejemplos se terminaran sino porque con ellos llenaríamos varias páginas sin tocar el que pretende ser el tema principal de este escrito, no hay que olvidar que desde el Estado las elites se han beneficiado de saqueos profundos y moralmente reprobables como el IPAB-FOBAPROA, así como la exención de impuestos a las grandes fortunas y a las grandes ganancias de las mayores empresas del país incluso por la vía de la declaración de cero utilidades por parte de estas últimas. Los datos que sostienen estas aseveraciones están, afortunadamente, a disposición de los interesados que los busquen, nosotros hemos tenido la oportunidad de mencionarlos en varios textos precdentes.

Todo esto viene a raíz del texto que la Dra. En Gobierno y maestra en la Universidad de Harvard, Viridiana Ríos, escribió en el diario El País y que lleva por título Crisis del Coronavirus: El Estado mexicano que no existe [1], en el cual realiza una serie de aseveraciones que de menos se pueden calificar de extravagantes cuando quien los lee tiene una idea de las cosas que hemos mencionado en los párrafos inmediatamente superiores, más, si es conocido el discurso ideológico liberal y neoliberal de la inutilidad y/o el perjuicio que el Estado genera, es posible enmarcar el texto de la Dra. Ríos en la lógica propagandística de quienes, como esta intelectual, viven en un país, su país, que no corresponde con el del día a día de las mayorías, en lo que pudiera parecer un ejemplo excelente de disociación cognitiva aunque es verdad que tiene un claro componente clasista.

Los comentarios que la Dra. Ríos realiza en su texto comienzan por intentar dejar en claro que México es antes que otra cosa un país sumido en la pobreza, que en cierta medida se acerca mucho a la indigencia colectiva, y sobre esta advertencia pretendeindicar a sus lectores que, además, no importa que es lo que haga el actual gobierno para enfrentar el problema generado por el coronavirus por un lado y por la crisis estructural del capitalismo mundial por otro, simplemente no hay forma de hacer frente a las necesidades por venir: “México no tiene dinero. El presupuesto total del Estado mexicano es de solo 6 billones de pesos, o de 23 puntos del PIB. Este nivel de gasto es propio de países de África Subsahariana, no de un miembro de la OCDE como es México. En promedio, en Latinoamérica los presupuestos de los Estados son 22% más grandes. México tiene, en cambio, un Estado menor que el de El Salvador, Kenya y Zimbabwe. España, para ponerlo en perspectiva, tiene un Estado 78% mayor que el mexicano”.

Es por ello que, aún bajo el supuesto de que se cancelara la construcción de la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya, el gasto en salud apenas podría aumentar en aproximadamente 135.000 millones de pesos. Es decir, aún con ese dinero México tendría un sistema de salud similar al promedio de los países del Caribe o al de Estados como Jamaica y la República Dominicana. En comparación, los Estados latinoamericanos de ingreso similar al de México tienen un gasto promedio que es 56% superior”.

México tampoco tiene suficiente dinero ahorrado. Los 400.000 millones de pesos que López Obrador dice tener son parte fondos de estabilización presupuestaria que no serán suficientes pues, de acuerdo a los estimados de riesgo de la misma Secretaría de Hacienda, si la economía mexicana se contrae al -4% y el tipo de cambio continúa arriba de 24 pesos por dólar, se necesitará usar dos terceras partes de esos fondos tan solo para mantener el mismo nivel de gasto en México”.

Aceptemos sin conceder las cifras de la Dra. Ríos y aceptemos también su falta de comentarios al hecho irrefutable del saqueo que contribuyó a la miseria que comenta la autora, y maravillémonos ante lo siguiente: “Aún si México tuviera el dinero, el Estado carece de vasos comunicantes con un gran porcentaje de la población. El 32% de la población no tiene una cuenta bancaria, el 22% de la economía es informal y el 56% de los trabajadores son informales. Incluso los programas sociales se estima que llegan a 20 millones de personas, en un país donde hay 54 millones de pobres”.

Es claro que para la Dra. Ríos el único vínculo que un supuesto ciudadano mexicano tiene con el Estado es más bien el que tiene un consumidor con un vendedor de servicios [2]. De las relaciones políticas que los ciudadanos tienen con un Estado y con un gobierno, nada. O peor que nada: la Dra. Ríos, haciendo a un lado cualquier referencia histórica positiva o negativa entre Estado y ciudadanos, simplemente dice que no hay algo y busca, mediante el recurso de la falacia de autoridad, negar no solamente el vínculo, sino la importancia misma del Estado Mexicano en la historia general del país y en la historia particular de las elites y de las castas divinas como las que la Dra. Ríos representa: “La primera es la propaganda posrevolucionaria. El mito fundacional del México contemporáneo es que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) -partido hegemónico que dominó la arena política por más de 70 años- pacificó al México revolucionario debido a su capacidad para desarrollar múltiples vasos comunicantes con distintos bloques sociales. Cada bloque fue convertido en un grupo corporativo y fue cooptado, dice esta interpretación, de forma que el líder del PRI, que era también el presidente de la república, aparentaba tener bajo su control un Estado sólido, eficaz y omnipresente”.

Revisiones históricas contemporáneas, como las realizadas por los historiadores Paul Gillingham y Bejamin T. Smith, han hecho trizas esta interpretación. Si bien es cierto que el PRI logró cooptar a importantes fragmentos de la clase media urbana y de las clases trabajadoras, generalmente los pobres rurales siempre estuvieron marginados y el Gobierno no tenía capital político para recaudar impuestos. Así, frecuentemente incapaz de financiar aspectos básicos como la intervención militar o la cooptación política, el Estado mexicano era débil -aún cuando se le pensaba retóricamente como una dictadura-.

La segunda razón por la que el Estado mexicano puede ser inexistente en sigilo es porque las clases medias y altas, que poseen el control interpretativo de la realidad política contemporánea, no tienen relación alguna con el Estado. No lo conocen porque no tienen por qué conocerlo”.

Uno podría preguntarse porque el Estado Mexicano no necesito cobrar impuestos de forma directa a los miserables de esta nación (¿sobre qué bases?) tal y como no se los cobró a los ricos durante los últimos 40 años. Más la segunda razón es francamente estrambótica cuando se recuerda, tanto en lo personal como en lo histórico, la relación de las clases medias como la de las elites con el Estado en los años posteriores a la masacre de Tlatelolco: si no tienen porque conocerlo tampoco se privaron de hacerlo, desde las devaluaciones y las múltiples depredaciones económicas que fueron empobreciendo a amplios sectores de las castas medias y enfurecer a las elites dominantes mientras sacaban provecho, hasta los múltiples hechos políticos que conmocionaron al país en todos estos años, incluyendo a gente que pretendieron que nada de eso les afectaba. Y bueno, según la autora, incluso cuando les afecta pues no les afectaba: a según ella, tal y como la mayoría de los liberales y neoliberales quieren hacernos creer, dicen no necesitar sus servicios porque, finalmente, estas castas así como las elites viven en su propio circuito. Y luego nos vienen con que no hay clasismo en este país.

No nos equivoquemos, el propósito de la Dra. Viridiana Ríos es anticipar y convencer a sus lectores tanto del extranjero como de las castas nacionales que leen el periódico español, de que el Estado mexicano pero en concreto el gobierno de El Líder fracasará en su intento de que la sociedad mexicana salga lo mejor librada de la catástrofe que al parecer el modo depredador capitalista nos ha metido: “Ha habido pocos momentos en la larga inexistencia del Estado mexicano en que su ausencia ha quedado desnuda. La pandemia de la Covid-19 probablemente será una de ellas. México verá en carne propia que los hospitales públicos son insuficientes y que los privados también”.

Si los hospitales privados resultan igualmente ineficientes para entender a los elegidos, quizás sería bueno preguntarse si ese afán de lucro no va en contra de sus propios intereses, e incluso en contra de su propia vida. Pero de la “larga inexistencia” del Estado, nada. No puede haber inexistencia cuando los empresarios del país, asociados en las más diversas asociaciones exigen al “Estado inexistente” todo tipo de exoneraciones fiscales y salariales [3] y se molestan porque El Líder no habló ni por equivocación de rescates empresariales a costa de la amplia mayoría.

La pregunta es si esto nos hará despertar. Hay quien dice que sí. Que 2020 será como 1985 cuando, cuenta la leyenda, la sociedad civil reaccionó ante un terremoto devastador organizándose para proveer servicios públicos. Ojalá sea así. De hecho, ojalá sea mejor. La sociedad de 1985 obtuvo beneficios pero no creó un Estado. Tocará a 2020 ver el surgimiento de un Estado y para todos”.

No hay Estado para todos, y esto lo sabe muy bien la Doctora en Gobierno: hay un Estado burgués que pretende hablar por todas las clases, y que cuando está legítimamente y legalmente sostenido como es este del obradorismo-zen, simplemente busca un consenso, al que cree que tiene el derecho y la obligación, que le permita enfrentar lo mismo una pandemia como una crisis económica generada en el modo de depredación capitalista que nos lleva a una barbarie garantizada ante la falta de un comunismo que se encuentra perdido en sus vicios posmodernos absurdos. Más nada de esto en lo histórico y en lo político parece perturbar la burbuja en que personas como la Dra. Ríos parecen verse viviendo, ocupados en negar la existencia de un Estado del que se han visto más que beneficiados sobre todo a partir de la instauración del neoliberalismo puro y duro a finales de los años ochenta del siglo pasado, y hoy ocupados en desprestigiar por la vía de la difamación y las falsas noticias a un Estado y su gobierno que hace todos los equilibrios posibles para mediar entre las necesidades de la gente a la que hundió esa burguesía y esas castas divinas que dicen que se hacen a sí mismas, y las ganas de comportarse como la burguesía colonialista ecuatoriana que tiene hundida a Guayaquil con muertos en las calles y en las casas de los jodidos. Qué le vamos a hacer: ni en México ni en América Latina los privilegiados son agradecidos con sus operadores políticos, sean estos civiles o militares, y para poner las cosas en su justa dimensión, la dimensión de los Dueños, intelectuales como nuestra autora se hacen más que necesarias, no importa si 1985 tiene que ver nada con 2020 si nos dicen que el Estado nunca ha existido aunque en el 85 fue una rebelión contra un fantasma: siempre hay manera de acomodar las cosas.

Notas:

[1] https://elpais.com/elpais/2020/03/25/opinion/1585145305_648452.html

[2] Es interesante, por el otro lado, que la autora, así como los más diversos representantes de las castas intelectuales, empresariales y políticas del país se quejen de la inexistencia del apoyo del Estado mientras exigen, o esperan, que este siga haciendo lo que se desea de él: rescatar a los ricos y a los que importan. Por lo demás, esto no es raro y corresponde con la real ideología del neoliberalismo vigente aunque en decadencia: “El programa neoliberal, contra lo que imaginan algunos críticos, y contra lo que proclaman algunos propagandistas, no pretende eliminar al Estado, ni reducirlo a su mínima expresión, sino transformarlo, de modo que sirva para sostener y expandir la lógica del mercado. O sea que los neoliberales necesitan un nuevo Estado, a veces un Estado más fuerte, pero con otros fines” (Fernando Escalante Gonzalbo. Historia mínima del neoliberalismo, página 21). Y cuando las cosas se ponen realmente feas para el capitalismo, el rescate del Estado es simplemente deseado, invaluable, siempre y cuando se haga a las personas correctas y por las razones adecuadas. En 2016 se estaba al borde de una nueva crisis peor que la de 2008, y la intervención estatal salvó a todos de la debacle y le evitó, por ejemplo a Trump tener que enfrentarse a una situación peor que la de Obama cuando llegó a la presidencia, y que de paso explica por qué H. Clinton fue descalificada por las elites para gobernar gracias al desprestigio que su partido arrastraba: “Gracias a la respuesta radical que había dado a la crisis de 2008, el régimen chino tenía una reputación formidable en lo que respectaba a la eficacia de su política económica. Pero en 2015, la respuesta inicial de China a la crisis fue de todo menos tranquilizadora. Los torpes intentos de estabilizar la bolsa de Shanghái pusieron de manifiesto que Pekín no era tan competente como afirmaban los mitos en vigor. La expansión cuantitativa, con las características chinas, no fue un éxito. La liberación de la compraventa de divisas, de agosto de 2015, se gestionó mal. Pero Pekín conservó los nervios. En vez de permitir que el yuan siguiera bajando, el PBoC estabilizó un nuevo tipo de cambio fijo. Se intensificaron los controles de capital, a la vez que el PBoC permitía revertir las posiciones en dólares más expuestas. Si se trataba de ajustar los balances contables sin caer en un pánico general, era lo que había que hacer. Desde el máximo de 4 billones de dólares del verano de 2014, las reservas de divisas de China habían caído, a principios de 2017, hasta los 3 billones. Observar cómo las reservas iban menguando por valor de decenas de miles de millones cada mes resultaba angustiante, pero a la postre se estabilizaron en el nivel inferior. Para reanimar la demanda, a principios de 2016, Pekín inició otro auge crediticio y estímulo fiscal, al mismo tiempo que emprendía una purga de aquellos sectores de la industria pesada con una sobrecapacidad insostenible. Los medios occidentales que normalmente destacan por abogar por la libertad de los mercados no podían ocultar el alivio por el hecho de que Pekín hubiera recuperado el control. Según afirmó The Economist: «El capital, cuando se vio acorralado, fluyó en buena parte hacia el mercado inmobiliario local: los precios de las casas se dispararon, primero en las grandes ciudades, luego más allá. Los impuestos a la venta de coches pequeños se redujeron a la mitad. Con estas medidas, los controles y estímulos cumplieron su objetivo». Como reacción, los precios de los productos básicos y las manufacturas prosperaron por toda Asia, lo que permitió que la gigantesca capacidad fabril de China se alejara del precipicio. La amenaza de una deflación global desapareció”. Adam Tooze. Crash. Cómo una década de crisis financieras ha cambiado el mundo, página 575. Las itálicas son de nosotros.

Hemos realizado esta amplia cita por las siguientes razones: evidenciar, para quien no lo tuviera claro, que los rescates del gran capital son similares en todo el mundo, y poner en claro qué es lo que verdaderamente esperan gente como nuestra autora y a los que ellos representan. Y entender porque los ricos esperaban, en México, un plan de recuperación agresivo que el 5 de abril no llegó. Finalmente, en la actual crisis conjugada de la pandemia y la depredación capitalista, es evidente que se espera, por supuesto, un rescate del Estado o los Estados a nivel mundial, incluso por los defensores del catecismo de mercado del Financial Times: “El Financial Times se corrige a sí mismo: “ Estados deben asumir un rol más fuerte en la economía” (https://www.sinembargo.mx/05-04-2020/3761907). Incluso, para el periódico británico, la redistribución de la riqueza está de nuevo sobre la mesa de discusión. Y, finalmente, si hay quienes no pueden superar su odio al gobierno actual, siempre queda la invocación terrorista del Golpe de Estado: Pablo Hiriart. Ahora o nunca (https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/ahora-o-nunca=.

Y por si no ha quedado claro, el capitalismo había estado sosteniendo el estallido de una nueva crisis, y era más que claro que en este año ya existía la crisis anteriormente a la llegada de la pandemia: https://www.alainet.org/es/articulo/201832, https://www.lavanguardia.com/economia/20180814/451322964098/crisis-recesion-consejos-ahorrar.html, https://mundo.sputniknews.com/economia/201809241082222093-causas-crisis-financiera-de-2020-eeuu-mercados/.

[3] Veáse por ejemplo el amplio desplegado del jueves 2 de abril en la página Nación A5 de El Universal, publicado por la Industria Mueblera de Ocotlán, Jalisco. Exigen, entre otras cosas, condonación total de los pagos de luz, las cuotas obrero-patronales de la seguridad social, diferir parcial o totalmente los impuestos de todo tipo. Y todos los comentarios de los caciques de las diversas corporaciones empresariales exigen las mismas facilidades que tuvieron anteriormente de los gobiernos el neoliberalismo duro y puro una situación apremiaba al país como la de la gripe aviar de 2009.