Aun no había amanecido, aquel lunes 29 de octubre, cuando los balances electorales del oficialismo reelecto saludaban a los ciudadanos que habitan en las ciudades del interior, por la impresionante demostración de apoyo que le dieron al kirchnerismo mediante «un aluvión de votos» que, para Aníbal Fernández, tenían el significado de una verdadera paliza inflingida […]
Aun no había amanecido, aquel lunes 29 de octubre, cuando los balances electorales del oficialismo reelecto saludaban a los ciudadanos que habitan en las ciudades del interior, por la impresionante demostración de apoyo que le dieron al kirchnerismo mediante «un aluvión de votos» que, para Aníbal Fernández, tenían el significado de una verdadera paliza inflingida a los «gorilas» de las grandes ciudades.
El apoyo a la rotación matrimonial en la presidencia de la nación, tenía una expresión concreta entre los votantes del conurbano y por el enorme aporte del «campo argentino». En las grandes ciudades, por el contrario, el kirchnerismo resultó derrotado, lo que disparó la tesis oficial de que el «gorilismo antipueblo» vive en departamentos de la Capital, Córdoba, La Plata; Rosario, Mar del Plata, etc.
Han pasado apenas un poco más de 100 días de gobierno de Cristina Fernández-Kirchner, para que aquella explosión de júbilo, que rodeaba las declaraciones de los funcionarios, sobre la irreductible unidad entre el campo y el matrimonio comience a mostrar los signos de una comezón que parece conducir al divorcio.
El «aluvión de electores del interior», que el reciente 28 de octubre de 2007 asistió a la boda cívica, ha abandonado, en los últimos días, la soja, el girasol, el maíz y los ordeñes, ya bordo de sus tractores se han lanzado a las rutas del país para reclamarle Cristina-Kirchner en contra de las retenciones móviles al agro.
Ahora, según la visión oficial y la de sus laderos centroizquierdistas, los gorilas habitan en la pampa bonaerense, entre los pequeños productores del Chaco y de Entre Ríos o los de las llanuras santafesinas.
El grado de rebelión agrícola es tan alto, que en Córdoba un piquete de productores bloqueó la entrada a la Aceitera General Deheza, perteneciente al «nacional y popular» senador Roberto Urquía, del Frente para la victoria; mientras que en Salta, se señala como algo histórico que los pequeños agricultores salgan a la ruta a realizar piquetes, como si se tratara de petroleros o desocupados.
El conflicto del «campo argentino», aparece para los grandes medios nacionales como encabezado por la Sociedad Rural (SR), las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) y la Federación Agraria Argentina (FAA) y Coninagro, lo que le da al conflicto un carácter heterogéneo, y, si se quiere, por la participación de algunos sectores vinculados a lo más graneado de la oligarquía terrateniente, podría analizarse como un conflicto reaccionario a los intereses del pueblo. Como el «casi lockout patronal», denunciado por el ministro Lousteau.
Esta es una visión interesada, que muestra la adhesión de los grandes grupos periodísticos a las políticas recaudatorias del estado kirchnerista, de las cuales reciben suculentos subsidios.
Sin embargo, lo que caracteriza al conflicto rural es la alta participación de pequeños y medianos productores, que son los que les ponen combustible a los cortes de ruta y los que expresan posiciones más radicalizadas en las asambleas callejeras. El conflicto se presenta desbordado por la base y, en la medida que se extiende, se le siguen sumando reclamos que hacen que la problemática de los pequeños productores esté presente en el debate de las asambleas, radicalizándolas aun más y marcando diferencias con las direcciones ruralistas.
Por ejemplo: unos 1000 productores que ayer cortaron durante casi cinco horas la ruta nacional 5, en la ciudad de Nueve de Julio, convocó a vecinos de Carlos Casares, Pehuajó, Bolívar, 25 de Mayo, Salliqueló, Trenque Lauquen, entre otras localidades. «No podemos perder el rumbo; paro por tiempo indeterminado» era la consigna.
Las protestas y las autoconvocatorias se reproducen en todo el país y cuentan con la adhesión de pueblos enteros que superan a las direcciones «oligárquicas» y patronales denunciadas por los voceros del gobierno.
En el corte de Nueve de Julio, señalado más arriba, luego de que un representante de CRA diera por terminado el piquete, en medio de declaraciones políticamente conciliadoras para una negociación con el gobierno, un grupo de productores disconformes volvió a la ruta en horas de la tarde y la cortó otra vez.
«Por estas horas las decisiones se están tomando en las rutas más que en las entidades» relata con preocupación por las autoconvocatorias el diario La Nación.
En el día de ayer se produjeron más de 150 concentraciones con cortes de rutas en todo el país; la mayoría en medio de autoconvocatorias que se encargaron de aclarar que no se trata «de un lockout del sector agropecuario, sino del reclamo de productores».
Moyano va a la ruta, D Elía a la rural
El líder de la CGT, Hugo Moyano, declaró que el conflicto que llevan adelante las entidades y productores rurales tiene un «alto contenido golpista». Moyano, que decididamente abandonó la vereda de enfrente, considera que lo que se impone es pasarle por encima a los piquetes de productores. Es más, de acuerdo a sus declaraciones altisonantes, realizadas antes de que el asesino confeso del tesorero Abel Beiroz implicara seriamente a la propia conducción de su gremio en el crimen, Moyano, se había declarado dispuesto a tirar a la banquina a cualquier piquete y protesta que le complicara el gobierno a Cristina-Kirchner.
Estas declaraciones de un camionero preparado para chocar contra los reclamos populares, se completan con la pata «izquierda del kirchnerismo». El actual funcionario y expiquetero, Luis D Elía, en conjunto con otros grupos kirchneristas, están preparando un escrache frente a la sede central de la Sociedad Rural; aunque, habrá que esperarlo por lo menos una semana más.
Tanto el paragolpes del camión moyanista, como la «antioligarquica» movilización de los piqueteros kirchneristas, no importa hacia adonde, denuncian al reclamo de los chacareros como «gorilismo puro» y se presentan como defensores a ultranza de la política de aumentos de las retenciones, en contra de los pequeños y medianos productores.
«No vamos a revisar las retenciones. No es un tema que estemos discutiendo, para nada. No nos gusta que nos extorsionen con medidas de fuerza», dijo el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, en declaraciones radiales. Ya veremos.
¿Un «campo argentino» o más de uno?
Desde la década del ’90 se produjeron grandes cambios en el sector agropecuario, caracterizados por una fuerte concentración de las tierras más fértiles de la argentina en manos de los llamados pool de siembra.
En provincia de Buenos Aires las pequeñas explotaciones agropecuarias, de hasta 200 hectáreas, fueron siendo sistemáticamente fagocitadas por los grandes pool. La tendencia a la concentración de explotaciones agrarias en pocas manos, tuvo como obvia contrapartida, la desaparición de un porcentaje enorme de pequeños productores de la zona pampeana y extra pampeana.
El kirchnerismo, plantea que la suba en las retenciones a la soja está pensada como estrategia para desalentar el extraordinario incremento de esta cultivo a lo largo y a lo ancho del país. La provincia de Buenos Aires, pero de conjunto, la Argentina toda, es una inmensa plantación de soja, que hoy ocupa mas del 60% del total de la superficie sembrada.
La mayoría de los productores opta por el monocultivo de la soja, que tiene extraordinarios precios internacionales, con lo cual desalienta la oferta de trigo, maíz y productos agrícolas que servirían para alimentar el mercado interno a costos relativamente bajos.
El boom sojero aumentó el precio de los arrendamientos de campos en un 83 por ciento en los últimos años; con lo cual los pooles de siembra desplazan del sistema agropecuario a los pequeños y medianos productores, imposibilitados de afrontar los nuevos montos de arrendamiento por hectárea.
El kirchnerismo acusa a los pequeños y medianos productores de no diversificar la siembra, con lo cual golpean al mercado interno, por pura codicia. Pero, como denuncian productores del interior de la provincia de Buenos Aires, «aunque los pooles dicen implementar la rotación de cultivos, son las grandes empresas las que eligen el monocultivo. «Lo que se busca es la mayor rentabilidad de la tierra sin importar su conservación y hoy lo que más vale es la soja» (pagina12)
«Según el último censo agropecuario, sólo un 1,3 por ciento de los productores bonaerenses explota el 53 por ciento de las tierras productivas; mientras que el 98,7 por ciento restante, pequeños y medianos productores, trabajan el otro 47 por ciento: menos de la mitad de las tierras aptas para cultivo».(idem)
A la concentración de la tierra en manos de los «pools de siembra» hay que agregarle la concentración monopólica de fertilizantes y semillas en manos de empresas multinacionales ( Monsanto, Cargill) lo que coloca a chacareros y arrendatarios como rehenes de estas empresas.
El sábado pasado, Alfredo Zaiat protestaba desde pagina12 que los reclamos chacareros no tienen en cuenta las condiciones laborales de los peones rurales, que trabajan en condiciones de superexplotación y son los peores pagos del país, además de tener un alto nivel de precarización. Es cierto, aunque este columnista no haga las mismas digresiones para con los empresarios pymes que reproducen estas mismas condiciones, en talleres y empresas de todo el país y, sin embargo, son apoyados permanentemente desde las columnas de ese mismo diario. Esta columna se inscribe así en la misma tónica de los que quieren desvirtuar por izquierda al conflicto chacarero y adherir vergonzantemente a la postura del gobierno.
Lo que hay que saber es que los pequeños y medianos productores cuando no son capaces de poner en funcionamiento sus propias maquinarias y los brazos familiares, se ven obligados a tercerizar las tareas y los servicios contratados en forma directa con las empresas líderes en agroquímicos y fertilizantes. Rehenes otra vez.
La realidad marca que la exacción a la que se ve sometido el pequeño productor es múltiple. Incremento de arrendamientos, aumentos de costos en fertilizantes y semillas, incrementos en la cuotas de los créditos para modernizar maquinarias, aumentos de las retenciones.
El incremento de las rentas que pretende el kirchnerismo va a profundizar el nivel de endeudamiento de los pequeños productores y, en consecuencia, favorecer la concentración de tierras en manos de los pools.
La rebelión agraria que esta en marcha, es indicativa que los productores chacareros son concientes de esta pauperización y despojo al que se intenta someterlos y luchan en consecuencia.
Bajo la economía capitalista monopólica-privada, en la que se desenvuelve el campo argentino la diversificación de la siembra es imposible. La ganancia, es la que rige le explotación agropecuaria y la soja es la que da ganancia.
Si el kirchnerismo quiere que la siembra se diversifique y que el campo alimente a la ciudad debe reactualizar el monopolio estatal sobre la tierra. La nacionalización de las grandes propiedades, que hoy están en manos de los pools multinacionales; la reactivación de las juntas nacionales de granos; la nacionalización del mercado exterior; la distribución de tierras entre quienes las trabajen. Medidas necesarias para darle una salida a la crisis en la que se debate el campo.
Por supuesto que esto es pedirle peras al olmo. Lo más probable es que kirchnerismo arribe a un acuerdo con los historicos evasores de las rentas agropecuarias que se sientan en la Sociedad Rural y en el resto de las direcciones rurales, y que estas tareas históricas necesarias no se tomen. Con lo cual, un país que produce alimentos para 10 veces más de los habitantes que lo pueblan, se seguirá debatiendo en medio del hambre y de la crisis.
La lucha de los productores agropecuarios tiene un alcance nacional y pone en crisis a un gobierno que se regodea con un superávit basado en porotos de soja.
En menos de cien días el gobierno de Cristina-Kirchner pasó de descubrir gorilas en los departamentos céntricos de las grandes ciudades, a denunciarlos en las praderas de la pampa húmeda.
Sin duda, esto le coloca al kirchnerismo la soja al cuello