El viernes 20 de junio el diario Página 12 publicó una nota titulada «Regreso al peor de los infiernos», referida al recorrido de «cinco sobrevivientes de la dictadura» y el juez federal Daniel Rafecas por el ex centro clandestino de la Policía Federal en el tercer piso de Moreno 1417 de esta ciudad de Buenos […]
El viernes 20 de junio el diario Página 12 publicó una nota titulada «Regreso al peor de los infiernos», referida al recorrido de «cinco sobrevivientes de la dictadura» y el juez federal Daniel Rafecas por el ex centro clandestino de la Policía Federal en el tercer piso de Moreno 1417 de esta ciudad de Buenos Aires.
En el día de hoy, por otra parte, he recibido un envío de Gacetillas Argentinas con la copia de un afiche convocando a un «escrache» a «Coordinación Federal actual Superintendencia del Interior de la Policía Federal» en ese mismo lugar y convocado por un conjunto de organizaciones, varias de las cuales me consta que sostienen el mito de que este es un gobierno respetuoso y aun defensor de los derechos humanos y han callado, cuando no asentido, a la repetida muletilla de altos funcionarios y dirigentes del mismo de que el escrache es un método nazi, fascista, etc.
Asimismo, tanto en la nota como en dicho afiche se aboga por la «expropiación para el pueblo del ex CCDTyE» que me imagino que querrá decir que pase a ser un edificio gestionado por «Organismos de Derechos Humanos» que, como en ejemplos anteriores, dirimirán su tenencia de manera justamente poco edificante.
Por último, he visto que los editores del diario mencionado no han podido disponer del espacio para publicar la carta de lectores que con motivo de dicha nota les enviara, así que voy a hacer pública la misma pidiendo desde ya a quienes la reciban y puedan difundirla que le hagan un lugarcito.
La carta está tal como la escribí y difiere levemente de la enviada al correo de lectores porque este sólo autoriza el envío de textos más cortos, pero en esencia es la misma.
«He leído, en el día de la fecha, la nota firmada por Diego Martínez sobre la inspección ocular que el juez Rafecas y un grupo de sobrevivientes (y el propio periodista, aparentemente) realizaron en la «actual Superintendencia de Interior y Delitos Federales» de la Policía Federal Argentina.
Cualquier lector desprevenido podría tener la impresión de que a esta «repartición pública» dedicada a la noble tarea de prevenir e investigar «Delitos Ambientales» y donde los detectives se documentan sobre Jacques Cousteau y las gaviotas cangrejeras en modernas videotecas, sólo la diferencian de «cualquier oficina pública» las fotos de uniformados bigotudos y el fantasma de un lejano y ominoso pasado.
Sin embargo, en ese mismo edificio (el piso no viene muy a cuenta, pero también en el mismo hasta hace unos años) funcionó y seguramente funciona (aunque el estado prefiere no hacer pública información concreta sobre estas y otras reparticiones de «seguridad») el llamado Departamento de Seguridad del Estado de la PFA, dependiente de Aníbal Fernández (que va llevando las reparticiones consigo por distintas estructuras gubernamentales). Este nombre vino a sustituir al de Protección del Orden Constitucional de la misma fuerza policial (que ya había alcanzado triste fama y requería, por lo tanto, ser transferido al área de Memoria Histórica del mismo ministerio -área de DDHH-) que a su vez era continuidad (y ruptura dirán los dialécticos de la intelligentzia oficialista) de la Superintendencia de Seguridad Federal, a su vez mutación nomenclatural de Coordinación Federal. Es decir, todas reparticiones dedicadas al espionaje, la persecución y la represión de carácter político.
Este Departamento de Seguridad del Estado es el que, en épocas en que la Presidenta era legisladora del PJ y el Presidente (del PJ) gobernador (también se podría hablar de Kunkel y Viviani para mencionar sólo a los laderos de Kirchner en reciente conferencia de prensa), quiero decir en épocas del «mejor presidente desde Perón» (hasta allí), se dedicaba a espiar, perseguir y encarcelar a luchadores populares que resistían la entrega y la injusticia, entre ellos a varios que habían peleado contra la dictadura que obligó a la pareja presidencial a dedicarse a los negocios financieros. (Tal vez en un tercer período kirchnerista se investigue la muerte del Lobito Rodríguez Saá por la PFA y descubramos que es hora de volver a cambiar el nombre de la oficina pública.)
Como sea, Señor Director: tuve el honor de ser secuestrado por la dictadura militar en 1978 y permanecer en el llamado Vesubio; tuve también el honor de ser preso de Menem; y el presidente Néstor Kirchner y su digno ministro de seguridad (ascendido ahora a titular del ministerio de ¡los Derechos Humanos!) me honraron definitivamente en el 2004 al enviar un grupo de tareas del mencionado Departamento a montar un operativo con personal de civil y varios autos operativos en la puerta de mi domicilio y llevarme detenido a la sede de la calle Moreno 1417 (discúlpeme que no haya reparado en el piso) donde me dieron muestras del minucioso conocimiento que tienen sobre mis actividades políticas y mi círculo familiar amplio para después enviarme (por tercera vez en mi vida) a la cárcel de Devoto. Todo para ser notificado de una anterior causa por corte de ruta.
Para mencionar información más actual debo recordarle que el 17 de abril de 2007 una fuerza de tareas (iba a decir patota pero fue en un gobierno democrático y defensor de los derechos humanos) de esa repartición, molió a palos a la salida de un acto por el día internacional del preso político al militante popular Raúl «Boli» Lescano y se lo llevó con un destino que permaneció desconocido por varias horas y que resultó ser una comisaría lejana al lugar del secuestro (perdón, la detención).
Pero, como bien lo sabe Lescano, lo sé yo y, desde ya, lo sabe ese viejo y aguerrido militante popular que es el presidente del PJ, nada de esto es comparable con la represión, la verdadera, es decir la histórica, la que recuerdan los museos de la memoria o la que nos espera a la vuelta de la esquina si triunfan los golpistas represores. A mí ni siquiera «a upa» me llevaron, doy fe, sólo me cruzaron un auto de civil y unos tipos de civil me esposaron y me llevaron a Coordinación Federal (perdón, a Seguridad del Estado). ¡Gracias, entonces, Señor Presidente (ahora del PJ)! Ahora puedo luchar contra el saqueo y la entrega, contra la injusticia social y la marginación de millones de argentinos, contra la partidocracia y la burocracia sindical corruptas que están dejando sin un futuro digno a nuestros hijos y a nuestra Patria, con la tranquilidad, gracias a su incansable lucha (y la de su señora esposa, nuestra Presidenta), de que si violo alguna de las 200 0 300 leyes que nuestros legisladores votan a libro cerrado el 28 de diciembre a las 4 de la madrugada, no voy a ser secuestrado y llevado a un chupadero. ¡Nunca más el peor de los infiernos! A lo sumo volveré a ese museo permanente a la memoria y los derechos humanos que es la cárcel de Devoto (con la que conviven desde hace años funcionarios de los DDHH de este gobierno sin que se les caiga la cara de vergüenza y ni hablar de renunciar asqueados). A los sumo me ligaré unos palos o tendré que pelear en las leoneras por mi integridad física y síquica. Pero, repito, usted sabe, yo sé, las Madres, la Abuelas, los Tíos, los Hijos, los Sobrinos, los Nietos y esa claque del PJ tan propensa a la carcajada saben, que eso no es represión.
Y con respecto a las veces que nos atacó la guardia de infantería o la gendarmería, cuando nos molieron a palos o nos gasearon, cuando la federal o la gendarmería hicieron abortar compañeras embarazadas, cuando la federal aplicó el submarino seco; bueno, en primer lugar que quede claro para su conciencia y la de sus «organismos» amigos: algo hicimos, no somos inocentes angelitos; y en segundo lugar, peor era la dictadura, entonces hubo, como está demostrado, un plan; ahora, a lo sumo, hay excesos.
La discusión sobre el sistema socioeconómico al que se ataca o se defiende, como todos sabemos, no es pertinente a esta cuestión.
Quiero terminar con una opinión sobre la idea de convertir ese edificio en «espacio de la memoria». Con todo respeto, no es un tema que me preocupe demasiado. Funcione donde funcione, el área de represión política de un estado al servicio de la dominación, el saqueo y la perpetuación de eso que ahora se conoce como «la distribución desigual o inequitativa del ingreso» seguirá existiendo; y en todo caso, si queremos hacer memoria vayamos a hacerla frente a un edificio donde alguna vez se realizaron prácticas «dignas de Auschwitz» pero a la vez sepamos que desde allí todavía se vigilan y se persiguen a los enemigos de este estado y estos gobiernos (seguramente también vigilan a sus «adversarios políticos circunstanciales» pero de eso que se preocupen ellos).
Gracias, Señor Director, por su atención y desde ya por la publicación.