Sindicalistas La pretendida incursión a la política desde su trayectoria sindical, colocó a Hugo Moyano en un lugar difícil de sostener y de entender. Se apartó de sus aliados desde los más débiles a los más poderosos, de modo que, para no quedar en soledad, se alió con los opositores de siempre que hasta ayer […]
Sindicalistas
La pretendida incursión a la política desde su trayectoria sindical, colocó a Hugo Moyano en un lugar difícil de sostener y de entender. Se apartó de sus aliados desde los más débiles a los más poderosos, de modo que, para no quedar en soledad, se alió con los opositores de siempre que hasta ayer nomás, lo demonizaban.
Lo peor de esta acción es que vulneró la divisoria que, claramente, se definió cuando el proceso político comenzado en 2003 fue marcando su camino en pos de cambiar, radicalmente, el proyecto neoliberal.
Aun cuando el gobierno otorga lo que gremialmente se peticiona, sigue enfrentado para conservar su nuevo rol de opositor. Su pretensión de ser el sucesor político del kirchnerismo, queda cada vez más alejado. La exención del pago del impuesto a las ganancias en el aguinaldo de diciembre, y el aumento del 20% en el mínimo no imponible, eran reclamados por las distintas agrupaciones gremiales. Mientras Moyano no reconoce ninguna virtud a estas reglamentaciones, la CGT de Caló, considera que si bien no satisfacen todas las expectativas, les facilita enfrentar la discusión salarial con mayor serenidad. Yasky recibió gratamente el anuncio, aunque también pretende una mejora mayor.
Se vuelve a manifestar esta característica de la oposición. Necesitan que al gobierno le vaya mal. Aunque desde el gobierno se satisfagan algunos de los reclamos, no pueden decir que hay un logro. En este momento, Moyano ha fundado su Partido Político (Partido por la Cultura, la Educación y el Trabajo -PCEyT-) y su tarea gremial está dirigida a sabotear al gobierno, sin importar los costos que sus medidas de fuerza, sus bloqueos, sus sabotajes, traigan al país o a los trabajadores que dice representar.
El lado oscuro del corazón
Como reclamó el ministro de Trabajo Carlos Tomada, Moyano debe explicar por qué cruzó de vereda. Por qué niega lo que ayudó a construir, aun antes de 2003 cuando se enfrentaba al neoliberalismo de Menem y luego, apoyando al gobierno de Néstor primero y luego al de Cristina, en contra de las corporaciones. A partir de la formación de las listas electorales de 2011, en que no fue propuesto como sucesor de Cristina o para algún puesto de jerarquía, decidió desdecirse y traicionar y traicionarse, lo que luce muy mezquino e impensable. Esto justifica que esté cada vez más solo, y quienes con oportunismo lo acompañan parcialmente, le harían mayor favor alejados que próximos.
El instinto sombrío a flor de piel
En cada oportunidad que cabe, la derecha muestra a flor de piel su instinto sombrío. El insulto soez, lo tienen ligero en la boca, como respuesta primaria a cada avance del proyecto que corre desde 2003. No hay argumentos ni propuestas alternativas. Sí hay convicciones. No soportan la disminución de la pobreza y de la desocupación y mucho menos los avances hacia la igualdad. Les costaría poder explicar por qué no quieren una mejor distribución de la riqueza, más no les cuesta, en cambio, insultar.
Los acontecimientos producidos en diciembre último, con esas manifestaciones caceroleras, sin ideales ni ofertas, salvo el pedido a «Néstor, que se la lleve», las groserías misóginas, descalificantes, emitidas por Miguel del Sel, referidas a la presidente, amparado por su jefe político Mauricio Macri, el líder político de la derecha, que sólo considera lo dicho como «chiste», la cobarde agresión sufrida por el viceministro de economía Axel Kicillof y familia en un viaje en Buquebús, también insultado con epítetos lanzados con furia y alevosía, muestran la impotencia de quienes no tienen ni saben formular ideas.
Desde los Medios de Comunicación del Poder se disimulan estas atrocidades. Hasta justificaron de alguna manera por la «soberbia» del gobierno, que se los insulte. Muy distinta fue la reacción cuando en 2011, Fito Páez dijo, refiriéndose al triunfo de Macri en la Ciudad de Buenos Aires, «Da asco la mitad de Buenos Aires». Esto sí les pareció terrible, «crispado».
Y más incomprensible aún es que no se han escuchado críticas a semejantes actitudes desde el campo progresista no kirchnerista, ni desde la izquierda. Siguen en la actitud de, si se trata de enfrentar al gobierno, subirse a cualquier tren.
En este país hay que discutir modelos
Difícil se hace discutir en un país en donde por años, en la dictadura, se tenía miedo a contender.
En la primera democracia, la de Alfonsín, había principios loables para la república, se juzgó a la Junta Militar (histórico), pero los grandes poderes y su propia ideología, que analizaba los hechos bajo la teoría de los dos demonios, llevaron a las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y a Semana Santa.
A pesar de tanta concesión los poderes económicos lo echaron y pusieron las bases fundantes que Menem tomó como suyas. En los 90 nos quisieron hacer creer que era el fin de las ideologías y con ese cantar, el economicismo tomó el lugar de la política. Se impuso como punto de partida que los grandes grupos económicos decidían.
El gobierno de Néstor Kirchner no rompió con todos los poderes inmediatamente, pero desde el principio no aceptó imposiciones. Más tarde, después del conflicto con la resolución 125, el gobierno se enfrentó palmariamente con los medios hegemónicos dominantes liderados por «Clarín». A partir de esta ruptura profundamente política, se acentúa el rumbo de lo que llamamos «kirchnerismo», hacia el dominio de la política sobre la economía. El papel del Estado en la conducción política y social del país, numerosas muestras de lucha por la soberanía, recuperación de empresas por el Estado, distribución de la riqueza en busca de mayor igualdad como propósito fundamental de la democracia, son los valores ahora en primacía.
El debate necesario
La transversalidad debe reforzarse. El peronismo disidente, debe dejar el peronómetro de lado, la izquierda debe dejar de jugar al «todo o nada» o a «cuanto peor, mejor». Las transformaciones las tenemos que hacer nosotros. Ya no tenemos una Biblia que nos diga que de cualquier modo vamos a llegar porque está escrito. El gobierno se propone profundizar la inclusión social con la pretensión de hacer un país para todos y la oposición se contrapone y trata de volver al tiempo de los beneficios para pocos. La Argentina de hoy es socia de los países hermanos que también pelean para salir del neoliberalismo y construir la Patria Latinamericana anticolonialista. La oposición se sentía más cómoda cuando creía pertenecer al «primer mundo» de los 90. El gobierno se enfrenta a las corporaciones y la oposición es regida por ellas. De qué lado estamos, es el debate.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.