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Martín Sivak, periodista y sociólogo, reconstruye la historia de Clarín y examina la posible evolución de su enfrentamiento con el gobierno

El libro que intenta calibrar el gran tabú argentino

Fuentes: Revista Debate

Clarín como un tabú en el mundo de la política siempre me pareció muy interesante. Y creí que para entenderlo era necesario investigar desde el principio: no sólo a partir de la fundación del diario, sino desde la propia figura de Roberto Noble, porque muchas de sus marcas luego permanecen», explica Martín Sivak. El fruto […]

Clarín como un tabú en el mundo de la política siempre me pareció muy interesante. Y creí que para entenderlo era necesario investigar desde el principio: no sólo a partir de la fundación del diario, sino desde la propia figura de Roberto Noble, porque muchas de sus marcas luego permanecen», explica Martín Sivak. El fruto de esa motivación inicial es Clarín, el gran diario argentino: una historia, cuyo primer tomo fue publicado de forma reciente por Planeta. La segunda parte, que va desde 1982 hasta la actualidad, se editará el año próximo.

Sivak recuerda que la primera vez que percibió ese tabú que se tendía sobre Clarín fue en el año 2000, cuando debió cubrir -para la revista XXI, que dirigía Jorge Lanata- el despido de toda la comisión interna del diario. Se sorprendió ante la poca participación de celebridades públicas. «Era un contraste muy grande con lo que había ocurrido dos años antes con el cierre del diario Perfil, que había contado con un apoyo masivo de políticos y personalidades de la cultura», señala. A partir de ese momento, cada vez que tenía una entrevista con un político relevante sacaba el tema de Clarín. Uno de los primeros con quienes habló fue con Carlos Corach. «Nosotros gobernamos diez años, pero Clarín gobierna desde antes y gobernará por muchos más», le dijo el ministro del Interior de Carlos Menem. En 2004 terminó de escribir El doctor, la biografía de Mariano Grondona, y presentó la propuesta de reconstruir la historia del diario ante una editorial, pero fue rechazada. «Básicamente por el tema del tabú, porque publicar un libro sobre Clarín representaba un costo», reconoce ante Debate.

Estudios

Nació en 1975. Se graduó en Sociología en la Universidad de Buenos Aires. Luego hizo el doctorado en la Universidad de Nueva York.

Periodismo

Escribió en medios como Página/12, XXI, Perfil, Brecha, Pulso y Gatopardo. También participó en ciclos de radio y televisión.

Libros

Publicó El asesinato de Juan José Torres (1997) y las biografías no autorizadas de Hugo Banzer (2001) y Mariano Grondona (2005).

Jefazo

Su retrato íntimo del presidente boliviano Evo Morales, editado en 2008, ya fue traducido al inglés, francés, italiano y chino.

Había, claro, varios precedentes. Sudamericana publicó en 1984 la novela Diario de la Argentina, de Jorge Asís. Como respuesta, el diario ignoró durante cinco años las novedades de la editorial, que sólo pudo levantar ese veto concediéndole una entrevista exclusiva con Gabriel García Márquez. «Cuando escribí un primer esbozo, en 2005, comprendí que la única manera de poder escribir el libro era por medio de un doctorado», indica Sivak. La beca doctoral en la Universidad de Nueva York fue la oportunidad que esperaba.

Desde sus inicios, sorprende la ductilidad de Clarín para adaptarse a los cambios históricos, casi sin necesidad de establecer transiciones. ¿En qué medida es una marca personal de Noble, que en los años treinta no había dudado en pasar del socialismo independiente al conservadurismo de Manuel Fresco?

Clarín surge en un contexto en el que el peronismo cambia el campo periodístico, ya que poseía la televisión y la mayoría de los diarios y radios. Entonces, Noble vio que la única estrategia de sobrevivencia era flexibilizar su línea editorial. Se peronizó y, a cambio, recibió beneficios estatales, como la pauta publicitaria y ciertos privilegios en el acceso al papel. Además, la clausura de La Prensa fue crucial, porque le permitió quedarse con buena parte de sus avisos clasificados. Y en ninguna de sus editoriales se pronunció en contra del cierre, como sí lo hizo La Nación. Noble entendió el negocio rápidamente -que no era sólo la relación con el poder político-, porque también instrumentó políticas diferenciadas para los canillitas o los distribuidores. Y no le preocupó saltar de un lugar a otro, sino que después, con la Revolución Libertadora, llegó a reclamar una indemnización por los perjuicios que había sufrido durante el peronismo. Pero sus lectores tampoco esperaban una coherencia ideológica. El mejor ejemplo es que, si uno ve las cifras de ventas entre 1955 y 1956, Clarín sigue creciendo. Un lector de La Vanguardia o de La Nación hubiese dejado de comprar el diario ante ese viraje. Para Noble, sin embargo, representaba un karma y pagó un costo por eso, hasta que la llegada del desarrollismo le permitió tener un gran paraguas.

¿Por qué se produjo la ruptura con el frigerismo en 1982, que le había brindado al diario una identidad ideológica durante dos décadas?

En primer lugar, Rogelio Frigerio, que había sido una figura central en los sesenta y setenta, había perdido terreno para 1982. Ernestina (Herrera de Noble) y (Héctor) Magnetto lo percibían. A partir de 1979, buscaron que Clarín apareciera como un diario independiente. De hecho, Ernestina utilizó por primera vez esa palabra cuando Clarín festejó el primer aniversario del Mundial de Fútbol, en julio de 1979. Ahí habló de «periodismo independiente» con un doble objetivo. Por un lado, para diferenciarse de la Junta Militar, porque los diarios estaban fracturados entre quienes habían obtenido Papel Prensa y quienes no lo habían hecho. Por el otro, para distanciarse del frigerismo. Clarín le había encargado una encuesta a Roberto Bacman a fines de la década de 1970, que registró que el lector medio no sabía de quién era el diario y tampoco le importaba.

¿Entonces?

En las entrevistas cualitativas con empresarios y políticos, el diario sí era visto como un instrumento de Frigerio. A eso se le sumó una cuestión personal, vinculada a la relación que tuvo la directora con Oscar Camilión, quien había sido secretario general del diario entre 1965 y 1972. Cuando lo designaron canciller en 1981, no se lo podía mencionar ni incluir en las fotos. Y Ernestina le pidió a Frigerio que lo desafiliaran del MID. En esa disyuntiva, Frigerio priorizó la posibilidad de contar con un canciller, porque entendía que con los cuadros desarrollistas iba a poder generarle la agenda económica a Roberto Viola. Eso provocó un gran enojo en la directora. Además, Clarín necesitaba estar más liviano ideológica y políticamente. Y si uno ve que el frigerismo sacó el uno por ciento de los votos en 1983, la decisión desde el punto de vista empresarial fue correcta.

A medida que se avanza en el libro, crecen las referencias a ciertas ideas que van desde «Si no salís en Clarín, no existís» a «No soy presidente, pero pongo presidentes». ¿Cuál entiende usted que es el lugar del grupo en la construcción de la agenda pública?

Creo que Clarín no puso nunca ningún presidente. Es más, si uno ve los dirigentes que Noble quiso convertir en presidentes, queda claro que no lo logró. Ni en el caso de (Pedro Eugenio) Aramburu ni en el de Rogelio Frigerio, por ejemplo. ¿Cuál era la simpatía de Magnetto en 1983? (Ítalo) Luder. Entonces esa idea de que Clarín tiene poder para instalar un presidente es imposible de sostener empíricamente. Aunque es indudable que marca la agenda y tiene una notable influencia y capacidad de presión sobre el Estado, la política y los empresarios. Y no quedan dudas de que, por ejemplo, Lanata logró llevar el tema de la corrupción al segundo cordón. Eso no explica los veinte puntos de retroceso del kirchnerismo en las elecciones, pero sí que tuvo la capacidad de captar cierto humor social, porque hay sectores de la población que necesitaban a alguien que les confirmara muchas de las sospechas que tenían.

Clarín siempre se caracterizó como un diario «liviano». En los últimos años la disputa con el Gobierno invadió gran parte del diario, hasta las secciones blandas. ¿Qué repercusiones genera ese giro en su histórica búsqueda de llegar a un conjunto amplio de lectores?

Muchas veces el Gobierno pone a Clarín como «la derecha». Lo que el grupo hace, en realidad, es antikirchnerismo en todas las secciones. Muchos lectores dejaron de comprar el diario por ese motivo, pero a la vez se consolidó un público antikirchnerista que espera que Clarín sea el último defensor de la República frente al kirchnerismo. Si responde a su capacidad de adaptación a los gustos del público, va a recular sobre esto, porque nunca un gobierno fue tan hostil con el diario, pero tampoco Clarín fue tan hostil con un gobierno. Es algo circunstancial, porque le quita público y credibilidad. Cuando termine el kirchnerismo, se seguirá leyendo Clarín. Pero el grupo antes no era discutido y ahora seguirá siéndolo: ése es tal vez el costo principal que pagó, aunque también muchas decisiones editoriales le quitaron credibilidad. ¿Por qué los dirigentes sociales y políticos no han reaccionado tan abiertamente en defensa de Clarín? ¿Porque respaldan al kirchnerismo? No: porque tenían serios problemas con el grupo. Muchos partidos políticos creen que ganan con la pérdida de poder de Clarín.

¿Cómo continuará el conflicto con el Gobierno?

Hay una idea instalada de que Clarín termina con el kirchnerismo o el kirchnerismo termina con Clarín. No creo que sea así. Está claro que si Cristina sale dañada, Clarín se verá favorecido y viceversa; pero no creo que esté en riesgo la sobrevivencia de ninguno de ellos. No veo escenarios catastróficos. Pero me parece que el Gobierno no midió el arraigo social y cultural que tiene Clarín: muchos de sus lectores son potenciales votantes kirchneristas. Y los diarios creados por empresarios cercanos al kirchnerismo no consiguieron ni una amplia masa de lectores ni fijar agenda, aunque sean muy leídos dentro del propio Gobierno. Para hacer un contra Clarín se necesita un diario que trascienda la agenda del Poder Ejecutivo. Y ése fue uno de los errores de cálculo. Es cierto que, desde 2009 hasta la reelección de Cristina, el conflicto con Clarín fue redituable, porque le sirvió al kirchnerismo para bajarle el precio al resto de la clase política y hablar de un poder real del que hasta ese momento no se hablaba. Pero luego el Gobierno no se dio cuenta de que esa pelea tenía un límite.

El gran salto

La adquisición de parte del paquete accionario de Papel Prensa en 1976 representa un punto de quiebre en la historia de Clarín. El acceso directo al papel suplió una necesidad histórica y Magnetto logró aumentar su poder interno gracias a la gestión por la compra. «Consiguió anudar la relación con La Nación y una negociación muy exitosa, no sólo con las Juntas Militares sino también con los créditos bancarios. Así se convirtió en la persona de confianza de la directora», sintetiza Sivak. La operación, sin embargo, fue tempranamente objetada.

¿Qué pudo reconstruir de esa trama?

Desde el golpe de Estado, la Junta no quiso a David Graiver como socio y operó sobre vendedores y compradores. Es tal la importancia que la Junta le dio a esa venta que la Marina le ofreció financiamiento a Alberto Gainza Paz para que La Prensa formara parte. Es una compra muy difícil de defender para Clarín, pero ciertos bonus track que le agregó el Gobierno sólo contribuyen a presentar una historia sin matices, como la idea de que Magnetto le dijo a Lidia Papaleo: «Firmá o te matamos». En los ochenta, el fiscal Ricardo Molinas -en condiciones políticas y materiales mucho más complicadas que las actuales- hizo una investigación con muchos más elementos para cuestionar esa operación. Y me llama la atención que el informe de Guillermo Moreno no los haya recuperado. Pero Magnetto también menciona una persecución de Emilio Massera en su contra. Y esa acusación es curiosa porque Frigerio y Massera mantuvieron una alianza política que describo con detalle en el libro en base a testimonios de frigeristas.

275.744

ejemplares de lunes a domingo vendió Clarín en junio de 2013.

3.400.000

clientes posee la empresa de cable Cablevisión en todo el país.

10

provincias y la Ciudad de Buenos Aires cubre el servicio de Fibertel.

Fuente: http://www.revistadebate.com.ar/?p=4558