Cristina Fernandez anunció finalmente que será candidata, pero no a presidenta como la mayoría suponía, sino a vice de la fórmula que integrará con Alberto Fernández, quién será, muy probablemente, el próximo presidente de este país. Como primera consecuencia, tanto Rossi como Solá bajaron sus precandidaturas, y Massa dio señales de que competirá pero dentro […]
Cristina Fernandez anunció finalmente que será candidata, pero no a presidenta como la mayoría suponía, sino a vice de la fórmula que integrará con Alberto Fernández, quién será, muy probablemente, el próximo presidente de este país. Como primera consecuencia, tanto Rossi como Solá bajaron sus precandidaturas, y Massa dio señales de que competirá pero dentro del mismo espacio.
Haciendo un primer análisis, muy sobre la noticia recién salida del horno, se podría decir que esto es un mensaje de CFK acerca de lo que viene, sobre todo para los sectores más progresivos dentro del kirchnerismo o de los que giran alrededor de él: el futuro gobierno no será lo que ellos pretenden, y sus organizaciones no tendrán el peso que pensaron podrían llegar a tener. Mensaje para Grabois y su CTEP, Barrios de Pie, Movimiento Evita, La Cámpora, el Movimiento Cooperativo o incluso la Comisión Sampay. La posibilidad de una reforma constitucional -impulsada por algunos de esos sectores- empieza a ser una utopía. Y el enfrentamiento directo a los «factores del poder real», sólo una expresión de deseo.
Cristina puede ser Cristina en su ámbito familiar y con sus amigos, pero en el terreno político Cristina es CFK: es lo que extensos sectores de la población humilde y trabajadora «hicieron» de ella, es lo que esas masas desposeídas creen que es. Es decir, su «protectora», su «libertadora». Su garantía de justicia ante los poderosos.
Le sería muy difícil en el próximo gobierno contener las aspiraciones de esas organizaciones y esos ciudadanos y ciudadanas de a pie, teniendo que lidiar con las presiones del mundo globalizado con el que -que quede claro- no quiere romper.
Y por eso no asume con la máxima responsabilidad, la que deja en manos de Alberto Fernández. Hablando mal y pronto, «que él pague los costos» de lo que vendrá.
La constitución de la fórmula «Fernandez – Fernández» es, entonces, un mensaje de «la jefa»: el próximo gobierno no será lo que las masas espoliadas pretenden que sea. Habrá todavía más penurias que sortear. Y las organizaciones más emparentadas con la «rebeldía» como la de Juan Grabois quedarán (ya quedaron) pedaleando en el aire para lo que viene.
Lo que viene puede ser dramático para nuestro pueblo. Tenemos memoria de regresos y esperanzas que luego se transformaron en traiciones, expulsiones de la Plaza a los «jóvenes imberbes» y la tragedia como corolario. El próximo gobierno, el que sea, estará sentado sobre un polvorín. Un polvorín que cualquier «error» hará volar por los aires.
Mientras tanto, la necesaria herramienta revolucionaria que esté en condiciones para dar una salida del laberinto capitalista, brilla por su ausencia.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.